
14 Feb Rafael María Baralt (1810-1860): democracia y libre comercio
Ramón Rivas Aguilar
José Rafael María Baralt intuyó en perspectiva histórica la significación de la democracia y el libre comercio para el florecimiento y prosperidad de las naciones (1843). Un poco de historia.
En ese marco, el hombre que hizo de la poesía un canto a la tierra del sol amada, compartió con el escritor José Joaquín Mora la filosofía de mercado (libre comercio) la clave para impulsar las fuerzas económicas de las naciones.
En 1843, apareció en España un libro titulado De la libertad del comercio, escrito por Joaquín Mora. La obra inspiró el espíritu libertario del poeta zuliano. De esta manera, Rafael María Baralt, a través de la prensa española, examinó con especial interés esa publicación que, sin duda alguna, hoy de lectura obligatoria para las nuevas generaciones de venezolanos, identificados con la alternativa liberal.
Según él, la democracia y el libre comercio un proceso único e indivisible sin el cual no sería posible el desarrollo armonioso de la sociedad en general. Por lo que no compartía el esquema simplista de hacer de la libertad y la economía dos entes separados. Así, ambos factores (mercado y democracia) deberían estar entrelazados para producir y distribuir la riqueza entre los miembros de la sociedad en un marco de libertades. En esa dimensión, señaló:
Profesamos la doctrina que une íntimamente la voluntad política a la civil y ésta a la industrial…, y vivimos en la profunda convicción de que la libertad, siendo como es el origen, la condición y la garantía de todo bien, es y debe ser una, e indivisible y homogénea. Tan necesaria en las masas como en el individuo: en el gobierno como en la familia[1]
Por esta razón, le otorgó un papel fundamental a la democracia para el logro de tal propósito. Así, lo expresó:
El principio primero de democracia restituido a su expresión genuina: la sociedad, teatro donde el hombre busca y alcanza esa felicidad, lejos de poner embarazos al desarrollo de sus facultades y a la adquisición de los medios que tiene que emplear para obtenerla, debe facilitar y promover su desenvolvimiento[2]
De la misma manera, le asignó un papel vital al libre comercio como la base que sustentaría el desarrollo pleno de la economía en general. Por ello destacó:
Nosotros creemos firmemente, con el señor Mora, que es la libertad de comercio entendiendo por esta la facultad ilimitada de exportar e importar todo género de productos naturales y fabriles, con los derechos más bajos, compatibles con las necesidades del fisco[3]
En este orden de ideas, sostuvo que tarde o temprano el sistema de libre comercio seria una realidad universal. Para este filólogo, el libre comercio la fuerza vital que impulsaría la capacidad productiva de los seres humanos en el contexto del intercambio. Por lo que:
Tarde o temprano entrará en el orden de las ideas inconclusas y de los derechos necesarios al modo de ser racional y material del género humano. El sistema prohibitivo de la esclavitud y el comercio son hechos recientes de la vida del mundo. Más antiguo era el poder absoluto de los reyes, y ha caído: más antiguo era la aristocracia del nacimiento, y las ideas nobiliarias caminan hoy más de prisa a tomar su lugar entre las más grandes locuras y preocupaciones de los hombres. Por la fortuna la verdad triunfa en el espacio y en el tiempo sin más apoyo que sus propias fuerzas. Su movimiento es la ascensión, su condición la victoria, su destino el imperio[4]
A pesar de que existían ciertos obstáculos que dificultaban la expansión del libre comercio, justificó y defendió con pasión tal visión. Por lo que:
Algunos preguntaran acaso si era ésta la más oportuna ocasión de publicar un libro sobre la libertad de comercio, cuando nuestras antipatías Inglaterra haría impopular un arreglo comercial con ellos (España) fundado en bases amplias de libertad. Nosotros contestamos que las verdades útiles siempre son oportunas, y que no seria un buen patricio el que rehusara decir calumniados o moralmente comprendidos[5]
Señaló con acierto cómo los gobernantes poco se preocupaban por los problemas de la economía y la administración pública. Para él, estos factores eran necesarios para potenciar la capacidad económica del país. A pesar de que este señalamiento se refería al gobierno y al pueblo español, tiene validez para nuestros gobernantes:
En un país (España) donde se ha ensayado todos los sistemas conocidos de gobierno político ni los gobernantes ni los gobernados han dedicado un solo esfuerzo grave y robusto de la inteligencia al establecimiento de un plan administrativo, tributario o de hacienda, ni a la prueba económica agraria y comercial. Todas las fuerzas nacionales y la energía del carácter español se han gastado en la región tempestuosa de la política sin cuidarnos en lo más mínimo de las leyes orgánicas de la administración, ni en el fenómeno, reforma o creación de los diversos ramos que constituyen la seguridad y la riqueza[6]
En consecuencia, el espíritu de José Rafael María Baralt está en sintonía con los signos de los tiempos. A pesar de que su reflexión sobre la libertad, la democracia, el libre comercio se produjo en la década de los cuarenta del siglo XIX, percibió con claridad como estos factores económicos y políticos de carácter liberal serían una realidad planetaria a largo plazo. Aún más: anticipó la caída del sistema estatista e intuyó el nacimiento de la democracia y el mercado como una realidad universal. Para él, la libertad, el comercio y el mercado procesos únicos e indivisibles. A partir de tal pensamiento, no era posible derivar una concepción economicista o productivista. Todo lo contrario, libertad, civilismo, mercado e industria sólo tendrían sentido si se conjugan en forma equilibrada en la sociedad para el desarrollo libre de las fuerzas económicas y sociales. Hoy por hoy, estas ideas liberales deben formar parte de una nueva generación de venezolanos en sintonía con una nación que aspira asumir su destino vital más allá del estatismo, del intervencionismo, del rentismo, del planismo, de la cultura del subsidio, del colectivismo y del espíritu comunal que tanto dañó histórico le ha ocasionado a la sociedad venezolana a lo largo del siglo XX y parte del siglo XX.
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