
21 Mar ¡México no es Venezuela! los pueblos no aprenden de la historia
Leonardo Osorio
Es curioso como las sociedades no aprenden de las experiencias históricas, a veces ni siquiera de las más recientes. Aunque la historia demuestra que existen singularidades según los contextos sociales, no por ello deja de haber generalidades que son importantes tener en cuenta.
De esa forma vemos como en el caso de México, con la victoria en las elecciones presidenciales de Andrés Manuel López Obrador, asciende un político de izquierda con un discurso muy similar al de los otros líderes que impulsaron el llamado socialismo del siglo XXI en América Latina. Que ahora con AMLO México asumiera una posición “neutral” hacia Venezuela e invitara a Nicolás Maduro a su toma de posición, demuestra como el nuevo gobernante pondera las alianzas ideológicas por encima del bienestar de las naciones. Eso era una terrible señal para el futuro de los mexicanos.
Su proyecto no está distante entonces del socialismo impulsado por los gobiernos de izquierda con resultados nefastos para sus naciones, que viene en retroceso en América Latina precisamente por no ser capaz de resolver los problemas asociados a la pobreza y productividad.
Con el ascenso de gobiernos con proyectos políticos más vinculados a una economía liberal, se sentía temor por el futuro de los “derechos sociales” alcanzados hasta ahora. De esa manera, con Bolsonaro ganando la presidencia de Brasil se prendieron todas las alarmas debido a que podía acabar con la democracia por ser de “ultraderecha”, pero no se veían tales pronósticos fatalistas con López Obrador con quien se asumieron posiciones muchos más moderadas esperando a ver cómo sería su actuación en el gobierno.
Con López Obrador nuevamente se maneja un discurso que pondera la igualdad, una mejor distribución de la riqueza y se condena las políticas neoliberales. AMLO no representa ninguna novedad con respecto a la izquierda política ya conocida, la pregunta realmente era que tan radical sería con sus medidas.
Acá es donde se subestima mucho los peligros del socialismo para las naciones. Al parecer el principal mal a vencer es el “malvado capitalismo”, condenar el neoliberalismo no despierta las alarmas que debería, pese a que por lo general han marcado el inicio de políticas de persecución hacia la propiedad privada con el respectivo quiebre del aparato productivo.
El problema es que en los círculos académicos hay más consenso sobre la necesidad de mantener los derechos sociales y políticas de redistribución de la riqueza, y parece haber una condena generalizada al muy impreciso y hoy tergiversado modelo “neoliberal”. Aun con buenas intenciones, las políticas asistencialistas para proteger a grupos vulnerables no resuelven realmente el problema de la pobreza, muchas veces los agravan. Pero los políticos de izquierda hacen suyo el discurso de amparar a los desfavorecidos, aunque con resultados históricos desastrosos. Lecciones no tomadas en cuenta por las naciones.
Por muchos años los venezolanos no escucharon las advertencias sobre Chávez y su cercanía con Fidel Castro y las ideas comunistas por él impulsadas. Se asumía que la riqueza petrolera venezolana haría inviable el poder arruinar su economía como con el caso cubano. Hoy los mexicanos replican el mismo discurso, México no es Venezuela, pero estamos comenzando a ver resultados similares.
La cercanía de México con EEUU, alegan algunos, impedirán la consolidación de un gobierno socialista como el cubano o venezolano. Pero México desde hace años ya es un territorio tomado por mafias del narcotráfico que afectan la frontera con el vecino del norte. El socialismo no conoce de fronteras, una vez que se incuba en una nación es muy difícil de desterrar.
Precisamente son las situaciones de crisis y descomposición social un factor contextual fundamental para que políticos con un discurso a favor de los más necesitados y que prometen cambios profundos, logren captar la simpatía de los electores. López Obrador asume la presidencia el primero de diciembre de 2018, tiene apenas escasos tres meses en el poder, pero ya ha adoptado medidas con resultados nada favorables que presagian un futuro oscuro para México.
Las primeras medidas de López Obrador muestran una vez más como la escasez es el resultado natural del intervencionismo de Estado. Lo primero que hacen estos gobernantes es apoderarse de las instituciones. El presidente AMLO se ha propuesto combatir las redes de contrabando de combustible creadas en las últimas décadas y en las que según el nuevo gobierno participan empleados de Pemex.
La estrategia fue cerrar las válvulas de al menos cuatro de los 13 oleoductos de Petróleos Mexicanos (Pemex). El problema es que eso ha generado dificultades para el suministro en los estados del país. El robo de combustible es una situación real, pero a partir de ello el gobierno buscará un control mucho más directo de la empresa petrolera PEMEX, como en su momento hizo Chávez con Petróleos de Venezuela (PDVSA).
Los resultados hasta ahora de esas políticas tomadas por AMLO han sido largas colas para obtener el suministro de gasolina ante las restricciones impuestas por el Estado. Las colas y la escasez es algo muy característico de este tipo de gobiernos con inclinaciones socialistas. Ya el presidente ha comenzado a hablar de saboteo, algo muy común ante las fallas de las medidas que toman estos gobernantes. Esto les impide aceptar la responsabilidad en la ineficacia de sus medidas.
La culpa siempre es trasladada a terceros y comienzan a marcarse las divisiones entre el pueblo y el anti-pueblo. Se empieza a establecer políticas populistas para favorecer a los sectores más vulnerables. AMLO comenzó decretando un aumento de sueldo mínimo. El incremento fue de 16,21% a partir del 2019.
López Obrador precisó que el incremento salarial significa “una nueva etapa en la política salarial de nuestro país” para garantizar una mejor distribución de las riquezas a todo el pueblo. Estos incrementos salariales por decreto sin tomar en cuenta la productividad de las empresas, termina por afectar siempre el aparato productivo y a los mismos sectores vulnerables.
Tales medidas por lo general son muy populares entre la clase trabajadora, pero a la larga sus resultados no son los mejores porque hacen retroceder la tasa de inversión. Asimismo, el mandatario presentó un “Carnet de Bienestar” que estará destinado para el pago de los pensionados y hacia los jóvenes del país que están sin trabajo. Algo muy similar al carnet de la patria usado por Maduro en Venezuela.
Aunque el objetivo en teoría es ayudar a los más necesitados o grupos vulnerables, por lo general su propósito es hacer dependiente a la sociedad de las dádivas dadas por el Estado con fines clientelares. También AMLO ha inaugurado un programa televisivo llamado “Mande, Presidente” similar al aló presidente de Hugo Chávez. Las mismas medidas de buscar mantener la cercanía con “el pueblo” y reforzar el personalismo político.
De la misma forma AMLO inició un plan de control de precios a productos básicos, comenzó con los frijoles y el maíz, esta iniciativa busca que el productor vea «compensado su esfuerzo”. Esas regulaciones de precios históricamente siempre provocan escasez, como los venezolanos han vivido en los últimos años. Son muchas las similitudes entre México y Venezuela, pero incluso AMLO va a un ritmo más acelerado que Chávez en su momento.
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