
05 May Las falacias del socialismo:El discurso de la guerra económica en Venezuela
Leonardo Osorio Bohórquez
Los discursos son las formas como el poder se legitima a sí mismo. La finalidad de un discurso, sobre todo los de carácter político que entran en el ámbito de la esfera pública, es precisamente persuadir a sus oyentes, por medio del uso de los referentes históricos y simbólicos con los que se identifica la colectividad en general.
En términos prácticos, un discurso sirve para promover un proyecto político y de los líderes que lo impulsan, y a su vez, implica una relación de antagonismo con la propuesta ideológica de sus contrarios. Se trata de convencer a la ciudadanía de que el proyecto de país promovido por un determinado grupo político es el más viable y conveniente para las mayorías.
En el caso del chavismo, se vendió su proyecto de gobierno como el único capaz de lograr la igualdad y “felicidad” para los venezolanos a través de la construcción del socialismo. Pero quienes adversan el socialismo no tienen espacio dentro de su propuesta política.
Desde sus inicios el chavismo ha mantenido permanentemente una retórica de confrontación con la antigua clase dirigente. Se ha estigmatizado tanto a los partidos políticos tradicionales, como a la elite empresarial del país. Chávez propuso instaurar el socialismo como modelo económico y para ello debió venderlo como un proyecto utópico capaz de acabar con las desigualdades sociales. Como ha sucedido históricamente, siempre es necesario crear un enemigo a quien culpar ante el fracaso de ese sistema que busca abolir la propiedad privada.
Fidel Castro fue conocido por sus discursos dirigidos a responsabilizar de la miseria cubana al bloqueo comercial de los Estados Unidos, pese a que el problema fue la instauración de un sistema que ataca la propiedad privada y solo genera pobreza a sus pobladores. Chávez, como buen discípulo de las tesis castristas, también ha culpado al imperio norteamericano y las cúpulas empresariales nacionales y extranjeras de la escasez e inflación que comenzaba a ser cada vez más notoria a lo largo de los años.
Maduro ha mantenido la misma retórica discursiva, sobre todo porque la situación actual es dramática con respecto al aumento de la pobreza. Es así como se ha tenido que recurrir con insistencia al discurso de la guerra económica, para argumentar que la crisis es el resultado de los saboteos de sectores capitalistas nacionales y extranjeros.
Con ese discurso se evita asumir responsabilidades, busca mantener la confrontación, y niega los fracasos del modelo económico actual. Lamentablemente ese discurso envía un mensaje de mantener una lucha permanente para acabar progresivamente la propiedad privada con la excusa de defender el interés nacional. En teoría se busca la igualdad, la justa redistribución de la riqueza, entre otros apelativos comúnmente usados para avalar los atropellos a la propiedad.
Aunque el termino guerra económica comienza a ser empleado recurrentemente a partir del 2010 aproximadamente, cada vez fue más utilizado en la medida que los problemas se agravaron, entonces el discurso de la confrontación con la “burguesía parasitaria” era cada vez más constante.
La falta de voluntad para resolver los problemas de inflación y escasez, ha llevado a un discurso y a una serie de medidas dirigidas a estrangular a los sectores privados de la economía nacional para asegurar el control del poder del chavismo. El socialismo del siglo XXI, lejos de las bondades expresadas en el discurso chavista como la única vía para superar los problemas del capitalismo y alcanzar la justicia social, ha sido otro vano intento de monopolizar las estructuras del poder político y económico por parte de una burocracia estatal amparada en un líder autoritario.
Para lograr ese control se aplicaron desde el comienzo diferentes leyes y políticas, entre ellas la ley de tierras y la ley de hidrocarburos aprobada por vía habilitante en el 2001 provocó la reacción de los sectores privados, pero fue solo el preámbulo que anunciaba el mayor control de la economía por parte del Estado. Luego se aplicó el control de cambio, el control de precios, y todo un conjunto de expropiaciones y nacionalizaciones realizadas de forma arbitraria a lo largo de los años.
Entonces ciertamente hay una guerra económica, la del gobierno en contra de la economía productiva nacional. La escasez es el resultado natural de los controles, la inflación es producto de la expansión monetaria sin respaldo dirigida por el gobierno para sostener un gasto populista. Que el chavismo tenga cerrado el acceso a nuevas fuentes de financiamiento internacional es por no tener capacidad de cubrir los créditos por endeudarse por encima de sus posibilidades.
Cuando los precios del petróleo estuvieron elevados, las fuentes de financiamiento se mantuvieron abiertas, al caer los precios petroleros, Venezuela perdió la mayoría de sus ingresos. El riesgo país se ha elevado considerablemente, el gobierno cayó en default y las posibilidades crediticias están cerradas.
Las sanciones realizadas por EEUU recientemente no son la causa del problema como alega el gobierno venezolano, sino el ataque reiterativo a la empresa privada y las libertades económicas. Ha habido una falta de productividad de las empresas estatales que genera pérdidas al Estado, un alto endeudamiento de PDVSA que han producido una crisis profunda de las finanzas públicas nacionales.
Esta problemática no es analizada por el chavismo como la crisis del modelo socialista, sino como el ataque de “los capitalistas a la revolución”. Por eso solo se destacan en el discurso las bondades del socialismo producto de las ayudas sociales, y por su parte la escasez que provoca largas colas e inflación es catalogada como el acto sedicioso de acaparadores y especuladores producto de una “guerra económica”.
Sin embargo, el discurso de la guerra económica ya no tiene efectividad producto de la fuerte crisis económica vivida en Venezuela. Maduro ha perdido la base de apoyo popular ganada por Chávez cuyo discurso si tenía capacidad de convencimiento y persuasión hacia la ciudadanía en un contexto de bonanza petrolera.
El discurso de la guerra económica está compuesto de muchas falacias. Vende la idea de un gobierno protector de las clases desfavorecidas, pero su fin es promover una lucha de clases entre el pueblo con la burguesía. La población debe entender que el gobierno es el responsable de la crisis, y que el socialismo siempre busca un culpable a quien responsabilizar de sus continuos fracasos.
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