
06 Sep Juan Bautista Alberdi: América Latina, liberalismo y mundo libre
Ramón Rivas Aguilar
Un fantasma recorre la geografía política del planeta: el populismo. Los imperios y las naciones con el canto inútil del nacionalismo y el proteccionismo. Es la expresión política de la Nueva Rusia, la Nueva China, la Nueva América del Norte. En efecto, la idolatría del nuevo patriotismo. Por otro lado, América Latina, confusa y desconcierta con un pasado estatista, nacionalista, anticapitalista y antimperialista que bloquea la posibilidad de abrirse hacia un futuro luminoso de alcance mundial. Una cultura contra la democracia, libertad y el libre mercado, alimentado intelectualmente por el foro de Sao Pablo. Asimismo, la Provincia de Venezuela invertebrada y carente de ideas para develar una nueva forma de ejercer la política, la economía y la cultura más del estatismo y el rentismo. Las viejas y las nuevas generaciones, lamentablemente en esa faena perversa y nefasta del personalismo y presidencialismo que tanto daño moral ha ocasionado a la sociedad venezolana.
En fin, el planeta sin ideas, sin unas minorías rectoras que contribuya a delinear al hombre de hoy cuál es el camino para insertarse en un nuevo orden civilizatorio de gigantes consecuencias para el destino de la humanidad. Se percibe una contra reforma global contra los valores de la cultura occidental. Un clima intelectual que pretende convencer a la humanidad de retornar al mundo de la tribu y del colectivismo contra el individualismo, soporte de la prosperidad económica, social y cultural de las naciones. El reto intelectual es el de promover los fundamentos del liberalismo contra toda ideología que, busca en definitiva, la nostalgia del rebaño. Por tanto, la importancia intelectual de la obra liberal de Juan Bautista Alberdi, en estos tiempos de desconcierto y confusión vital.
Juan Bautista Alberdi (1810-1884), una de las figuras históricas de mayor peso intelectual de Hispanoamérica. Estaba convencido que el pensamiento liberal era la propuesta histórica para erradicar en América Latina las viejas creencias caudillescas y estatistas que hundian en la miseria a miles de hombres y mujeres, desparramados por la geografía americana. El objetivo no era otro que sacar a esas regiones de la magia de la épica, de los abusos y atropellos del estatismo e intervencionismo, heredado de la España monárquica y absolutista. Propuso como tesis política contra el Estado Omnipotente, el Estado Liberal que garantiza las libertades individuales, la división de poderes y el imperio de la ley. Lo que representa el fortalecimiento de la dignidad humana contra un esquema personalista y militarista que desprecia la ley para saciar su apetito mediante un Estado clientelar y populista. Apostó al futuro económico y político de Argentina con un modelo de origen liberal. El fruto de esa reflexión política e intelectual la constituye su obra magna Bases y puntos de partida para la organización política de la república de Argentina (1854), que recoge en sus páginas los principios y los fundamentos de un gobierno liberal, expresión de los derechos económicos y políticos del individuo. Expresaba:
El gobierno no ha sido creado para hacer ganancias, sino para hacer justicia; no ha sido creado para hacerse rico, sino para ser el guardián y centinela de los derechos del hombre, el primero de los cuales es el derecho al trabajo, o bien sea la libertad de industria. Un comerciante que tiene un fusil y todo el poder del Estado en una mano y la mercadería en otra es un monstruo devorador de todas las libertades industriales. El gobierno que se hace banquero, asegurador, martillero, empresario de industrias en vías e comunicación y construcciones de otro género, sale de su rol constitucional; y se excluye de esos ramos a los particulares, entonces de alza con el derecho privado y con la constitución echando a la vez al país en la pobreza y en la arbitrariedad. No hay peor agricultor, pero comerciante, pero fabricante que el gobierno[1]
Por ello, Alberdi vio en la empresa privada la clave para el éxito económico y social de las naciones y una alternativa frente al Estado omnipotente, cuyo poder estaba por encima de la ley y de la justicia. La empresa privada, fruto del trabajo, de la iniciativa, de la creatividad, de la capacidad y de la innovación. Lo contrario del Estado omnipotente que deriva su fuente de riqueza del asalto al poder, de la violencia, de la arbitrariedad, del personalismo, del caudillismo y utiliza el chantaje, el temor y el poder económico para perseguir y atropellar el éxito como premio del individualismo.
En ese sentido, reflexionó sobre aquella nación que consagra en su espíritu la defensa física y jurídica de la vida, de la propiedad privada y de la libertad de pensamiento. Sobre este punto, dijo:
He vivido veinte años en el corazón del mundo más civilizado y no he visto que la civilización signifique otra cosa que la seguridad de la vida, de la persona, del honor, de los bienes. La civilización no es el gas, no es el vapor, no es la electricidad, como piensan los que no ven sino su epidermis. La civilización no es tampoco el gran rendimiento de la aduanas, que se mide por las tarifas, como creen los que hacen del gobierno su industria de ganar fortuna [2]
Más adelante, Alberdi deja esta hermosa imagen para nuestros pueblos que creen ver en el subsuelo la riqueza de una nación:
Dichosos los pueblos que tiene por morada un suelo pobre; Ellos serán como la Prusia, como la Holanda, como la vieja Inglaterra en Europa y la nueva Inglaterra en América. Todo está compensado bajo el sol: el suelo pobre produce al hombre rico. Desgraciados pueblos los que habitan un suelo que produce sin cultivo. Ellos serán como Egipto, el Asia Menor, La India, la América tropical. El ocioso, es decir el pobre, nace entre el plátano y la caña de azúcar[3]
En esa perspectiva, Alberdi consideró como opción histórica para promover la riqueza material y cultural a la libertad individual, el fundamento de todo proceso civilizatorio:
La libertad individual, que es la capital libertad del hombre, es la obrera principal e inmediata de todos sus progresos, de todas sus mejoras, de todas las conquista de las civilización en todas y cada una de las naciones. Pero la rival terrible de esa hada de los pueblos civilizados es la patria omnipotente y omnímoda, que vive personificada fatalmente en gobiernos omnímodos y omnipotentes, que no la quieren porque es límite la libertad e la patria es una faz de la libertad del hombre civilizado, fundamento y término de todo el edificio social de la raza humana[4]
En fin, América Latina tiene en Juan Bautista Alberdi un camino luminoso para impulsar su riqueza material y cultural desde la perspectiva liberal. Atrás, quedarán las viejas creencias personalistas, caudillescas y mesiánicas que tanto daño económico y moral han ocasionado a nuestros pueblos.
Referencias
[1] Jorge Mayer, El pensamiento vivo del Alberdi. Editorial Losada, Buenos Aires, 1983, p. 61-63
[2] Ibid, p. 82
[3] Ibid
[4] Juan Bautista Alberdi, La omnipotencia del Estado [La omnipotencia del estado es la negación de la libertad individual]. Colección Campeones de la libertad, Buenos Aires, 1986, p. 29
Imagen: obra «»Juan Bautista Alberdi» de Segismundo De Nass (1922).
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