Investigación científica y reflexión epistemológica II parte

Luis Alberto Buttó

 

El primer y quizás más determinante de los obstáculos que impiden la formación del auténtico espíritu científico consiste en el encadenamiento, voluntario o no, que el investigador hace a prenociones establecidas cuando estas no han sido suficientemente sometidas a los imprescindibles escrutinio analítico y deconstrucción conceptual, de tal forma que dichas prenociones se erigen en eje transversal de la concreta actividad indagatoria que aquél realiza sobre el objeto de estudio seleccionado.

 

Dicho de otra forma, el mencionado obstáculo cumple su papel de elemento limitante cuando el investigador, sin asidero epistemológico real alguno, se apega o identifica automáticamente con modos de proceder y paradigmas teóricos existentes, solamente porque ellos componen el conjunto de experiencias previas, propias y/o ajenas, que en teoría deben perpetuarse a modo de garantía para el tránsito en el camino de la ciencia, sin poner mientes en la posibilidad de que tal manera de entender la realidad circundante pueda estar anulando o minimizando la capacidad de generar el pensamiento crítico consustancial al desarrollo de la ciencia, como actividad transformadora de las condiciones de vida del ser humano que es.

 

El peligro arriba descrito es aun mayor en las denominadas ciencias del hombre, en tanto y cuanto, a los ojos de los no iniciados, la frontera que separa la creencia común del discurso propiamente científico se mira como frágilmente trazada. En consecuencia, se confunde el saber doxa con el conocimiento episteme, entronizando al primero y relativizando y degradando al segundo en términos de opinión pública. Es decir, con mayor riesgo que en el campo de las ciencias naturales, donde se supone hay separación clara entre laboratorio y cotidianidad, en el ámbito de las ciencias sociales la familiaridad y cercanía con el universo social, que es en primera y última instancia el objeto de estudio de estas disciplinas, puede transformar en desiderátum el establecimiento de nítidas diferencias entre ciencia y percepción dominante. Obstáculo epistemológico adicional en la medida en que el científico social es inducido a construir sistematizaciones ficticias cuyas condiciones de credibilidad terminan siendo elaboradas ad hoc; o sea, desarrolladas a conveniencia y/o cobijándose en la falacia de remitirse a la mera opinión. En este caso, la herencia teórica disponible y el lenguaje harto conocido constituyen el instrumental presto a disposición para argumentar lo imposible de argumentar. Prenociones como excusa o sustento de la falsedad.

 

Todo lo anterior valida la advertencia de que al no acometer el proceso de reflexión epistemológica necesario de adelantarse previamente a la concreta investigación científica, el sujeto cognoscente puede incurrir en la cuestionable conducta de pretender reconciliar a troche y moche su conciencia con el saber dominante pese a que éste sea endeble y/o pernicioso en materia de dinámica social, lo cual, en ocasiones, el investigador no alcanza a entender, pero en otras lo entiende y deliberadamente y a conveniencia lo ignora. Llegado a este punto, el investigador formula explicaciones contradictorias sobre los fenómenos estudiados al elaborar un juicio que aspira a ser alternativo cuando en realidad no lo es, pues no hay de por medio el hallazgo de un emergente sistema de relaciones entre los elementos detectados al materializar la investigación correspondiente. La vacuna a esta desviación es no olvidar que el proceso de creación de conocimiento científico no se agota en sí mismo, independientemente de que se haya obtenido en confrontación con el conocimiento existente, pues en verdad sólo alcanza su plenitud cuando funge de mecanismo para la transformación positiva de la realidad en que opera. Léase, mejora de la condición humana.

 

Obviamente, esta realización plena del conocimiento científico no encuentra expresión tangible si el investigador no es consciente de la imperiosa obligación de trascender el círculo físico y mental en que se desenvuelve, el cual, la más de las veces, se edifica con base en cierta ingenuidad política que frente a la definición de ciudadanía resulta asaz inexplicable. La ciencia no se aviene con la política, se argumenta cuando prevalece la óptica en cuestión. En verdad, no se trata de que el científico haga las veces de político. De lo que se trata es que el científico ayude a revitalizar y/o adecuar el sentido común a la realidad cambiante y por ende demandante. Para ello es imprescindible activar las herramientas que hacen posible el diálogo fructífero entre la Academia y el entorno que la rodea, destinatario final del conocimiento generado. El objetivo existencial de la ciencia es difundir el conocimiento valedero para que con base en éste se decida allende las fronteras de la ciencia misma; hacer práctica la sabiduría, dirían algunos. Adentrarse en la comprensión de este proceso, constituye en sí y a su vez, la expresión concreta de un profundo y renovado ejercicio de reflexión epistemológica. De nuevo, éste se advierte perentorio.

 

En resumidas cuentas, la investigación científica está llamada desagregar lo que en la realidad luce compacto y a interrelacionar lo que en ella, simultáneamente, aparenta ser independiente; esto es, producir información más que listar datos. El asunto se torna de mayor trascendencia cuando de cara a la resolución de determinada crisis social experimentada o para evitar el estallido de una crisis potencial, la investigación científica adquiere características de compromiso. En esta dirección, sólo la imprescindible innovación teórica funciona como desencadenante. Esta es la razón fundamental de acometer la catarsis intelectual sugerida en estas líneas como punto de partida para la búsqueda del objetivo trascendente de la ciencia, objetivo que a su vez define a la propia práctica científica. Para decirlo tajantemente: no se hace verdadera ciencia si previamente no media un proceso de reflexión epistemológica mediante el cual se teorice sobre el objeto de estudio y en torno al sujeto que lo conoce. Esa es la problemática primigenia, delimitada precisamente, con base en los problemas seleccionados en aras de su descifre.

 

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