Entrevista: Trudy Ostfeld de Bendayán. «La idea de instilar miedo es la causa del sostenimiento de la tiranía». (I parte)

Por Jo-ann Peña-Angulo

 

Presentamos la primera parte de la entrevista a Trudy Ostfeld de Bendayán, psicoanalista y filósofa con Doctorado en la Universidad de Essex. Miembro de la IAAP (International Association for Analytical Psychology) y de la AVPA (Asociación Venezolana de Psicología Analítica). Autora de libros como  Anima Mundi y Ecce Mulier: Nietzsche and the Eternal Feminine y de numerosos artículos y conferencias

 

1.En una de sus conferencias, habla sobre el empleo maligno del poder y la subordinación del otro, a través de distintos mecanismos. En este sentido, ¿puede explicarnos el proceso del uso de la fuerza desde la sombra? ¿Partiendo de este principio, es más fácil o más difícil el uso del miedo y del temor para dominar?

 

El empleo maligno del poder exige la subordinación del otro a través de diversos medios, tales como la fuerza, la persuasión, el engaño, la lógica argumentativa, la conversión por fe, la convicción por razón, las amenazas, la manipulación o las torturas. En general, el poder ejercido desde la sombra empleará cualquier método capaz de capitalizar a su favor ya sea la incondicionalidad o la desesperanza de los individuos bajo su mandato a fin de arrear el castrado rebaño hacia su redil. Bajo un régimen tiránico, se engloban aspectos tales como la subyugación, el despotismo, la megalomanía, la dominación y la explotación. Las descripciones de tiranía usualmente incluyen el ejercicio de la soberanía absoluta, la justicia arbitraria y las regulaciones persecutorias y crueles.

 

Contra todo aquello que se le oponga o resista, la estrategia más productiva para lograr los oscuros fines siempre será el temor. El ejercicio del poder a través del temor logra objetivos que otras formas de poder no pueden. La habilidad de instilar temor pertenece a la ejecución total del poder.

 

El miedo es capaz de sostener imperios unidos tal como lo logra el lenguaje, la idiosincrasia, la economía o la geografía. La idea de instilar miedo es la causa del sostenimiento de la tiranía. El miedo pertenece mitológicamente al mundo de Ares, amo de las batallas, siendo uno de sus hijos Fobos (miedo) de donde procede la palabra “fóbico”. Sólo un tonto o un inconsciente no es capaz de sentir miedo: desconoce el alcance real de la maldad. En fin, cualquiera que sea el método empleado, el complejo de poder anhela frenéticamente subordinar todas las fuerzas disponibles a fin de permanecer en el tope.

 

Existen diferentes estilos de poder y los mismos cubren un amplio espectro que va desde el ejercicio beneficioso del mismo a la despótica malignidad. Tales estilos de poderío pueden manifestarse a través del liderazgo, influencia, resistencia, autoridad, tiranía, prestigio, necesidad de control, ambición, etc. Todas estas facetas constituyen los componentes del poder, los aspectos que reunidos constituyen su fuerza, su habilidad de actuar, de tener y mantener o de esclavizar y destruir. Si bien seria de suma utilidad desarrollar y diferenciar cada una de las máscaras tras las cuales se agazapa el poder, por razones de tiempo, me limitaré a referirme a dos expresiones siniestras del mismo: el poder carismático sombrío y el fundamentalismo.

 

Resulta iluminador, para una aproximación al tema, considerar el concepto de “sombra” propuesto por el psiquiatra suizo C. G. Jung, y que se refiere a todos aquellos aspectos de nuestra personalidad que nos avergüenzan y deseamos esconder de la vista de los demás –deseos reprimidos, impulsos salvajes, motivaciones moralmente cuestionables y, sobre todo, resentimientos. También incluye contenidos desconocidos por el ego. Los aspectos no reconocidos o asumidos por el ego tienden a ser proyectados sobre los demás. Convertimos al otro, así, en portador de nuestro “yo” despreciable. Todos aquello que nos resulte intolerable en otra persona, grupo étnico, cultural o religioso, y por los cual solemos criticar y juzgar severamente de manera emotiva o vehemente, generalmente son aspectos propios proyectados. Así como no podemos amar aquello que no está presente pri­meramente en nosotros, tampoco podemos odiar lo descono­cido. Los rasgos sombríos de nuestra personalidad son activados generalmente cuando se manejan asuntos relacionados con el poder, el dinero y el sexo.

 

2. Con respecto a sus estudios arquetipales publicados, resalta la obra Anima Mundi, ¿cuál es la relación mitos y arquetipos? En el caso de dos ejemplos concretos: ¿Cuáles mitos funcionaron para el nazismo?

 

Puesto que no soy analista política, me aproximo desde mi marco epistémico en un intento de desentrañar las causas de la evidente expansión de los populismos, nacionalismos, movimientos xenofóbicos y autoritarismos y, para ello, me resulta imprescindible comprender la relación de las culturas con sus mitos, arquetipos y sombras colectivas a fin de comprender, e incluso anticipar, lo que se activando. Siempre se hace preciso recordar que, cuando los junguianos hablamos de dioses, lo hacemos como metáforas o imágenes arquetipales. Entendiendo como arquetipos a sistemas energéticos de naturaleza psíquica determinantes de todo forma de experiencia psíquica. Son elementos universales, eternos y heredados, que se manifiestan a través de imágenes simbólicas y representan eventos primigenios que dieron forma a la humanidad desde tiempos inmemoriales: son elementos estructurales de psique humana. En general, podemos decir que psicológicamente un arquetipo es la imagen de un instinto. Los mismos se manifiestan tanto a un nivel personal como colectivo. Hay tantos arquetipos como situaciones típicas en la vida.

 

En el caso del nazismo, Jung emprendió el estudio arquetipal del mismo descubriendo la irrupción en la psique colectiva de la civilizada Alemania -cuna de Beethoven y de Goethe- de un antiguo dios de la tormenta y la embriaguez, Wotan después de un largo reposo en el inconsciente cultural. En su ensayo “Wotan”, el psiquiatra suizo, halla la expresión de tal nefasta activación en el Movimiento de la Juventud Alemana, donde esta primitiva deidad fue honrado desde el comienzo de su resurrección con sangrientos sacrificios de ovejas. Jung concluye al respecto: “Me atrevo a presentar la afirmación herética de que el viejo Wotan, con su carácter abismal e insondable, explica el Nacionalsocialismo más que, en conjunto, los tres razonables factores mencionados. Aunque cada uno de ellos aclara un aspecto importante de las cosas que están sucediendo en Alemania, todavía más lo explica Wotan, y concretamente el fenómeno general mismo, que permanece extraño e incomprensible para quien no sea alemán, incluso después de la más profunda reflexión.”

 

Por otra parte el mito que los sostuvo fue el del Ubermensch, la raza superior que Hitler prometía a la masa vencida y desmoralizada de los alemanes a consecuencia de los estragos causados por la primera guerra mundial.

 

Cabe agregar que los mitos son el despliegue de los arquetipos a través del continuo espacio-temporal. O, como hermosamente lo describe el reconocido mitólogo Joseph Campbell cuando escribe: “el mito es el sueño colectivo y el sueño es el mito privado”

 

3. En su trabajo sobre los síntomas posmodernos, expresa que si Freud vivió en la época de la neurosis, la nuestra se inserta en la égida de la psicopatología. ¿Puede explicarno squé significa vivir en esta era? En el campo político ¿Es bidireccional la relación

 

El continuo bombardeo mediático no permite la apertura de un espacio para la reflexión, la cual requiere “fuego lento”, de tal modo que no hay posibilidad para la “psiquización” de las experiencias: “la inflación de la información”, concluye Baudrillard, conlleva a “la deflación de significado”(1994, p. 79). Los medios nos ofrecen tan sólo una veloz sucesión de imágenes acompañadas de comentarios compactados que impiden la utilización de un pensamiento complejo. Incluso ante las imágenes de horror que plagan al mundo, vamos agotando nuestra capacidad de asombro por la imposibilidad de “metabolizar” emocional y psíquicamente el inmenso cúmulo de información recibida. Las catástrofes que atestiguamos terminan por convertirse en espectáculos a través de nuestras pantallas. La vertiginosa sucesión de informaciones e imágenes acaba por neutralizar unas a otras. El exceso los vacía de sustancialidad. Podemos afirmar que conocemos hoy acerca de muchas cosas, más comprendemos cada vez menos sobre la real naturaleza humana.

 

Por otra parte, si bien los logros de la ciencia y la tecnología han hecho la vida más cómoda, a la vez, han logrado hacerla menos humana. La idea del crecimiento ilimitado ha alejado al hombre de sus orígenes; lo ha deshabitado de lo esencial. El sujeto se ha ido vaciando del sentido de ser; se ha vaciado de alma. El alma es sabiduría, no conocimiento. El enfoque posmoderno nos ha alejado de lo natural para sumergirnos en el vacío conceptual: vivimos el “nihilismo de la transparencia o de la neutralización” como lo califica Baudrillard.

 

A pesar de la globalización, el hombre, como nunca se ha perdido en la nada vertiginosa. La disyuntiva hamletiana, “ser o no ser”, parece ya no tener cabida en nuestros tiempos. “A cuál de las múltiples máscaras me adhiero yo” es la problemática emergente. El pensador venezolano, Juan Liscano, expresa la condición del hombre actual con las siguientes palabras: “el vacío del alma contemporánea [resulta de la ruptura del vínculo espiritual con la naturaleza y sometida ésta a la exploración tecnológica y a la destrucción ecológica, el civilizado se llena de hechos efímeros existenciales, de inmediateces evanescentes, de novedades publicitadas, envejecidas en seguida, ausente, exacerbado el ego, sin participación ya en el inmenso ritmo cósmico. Es persona y no participante dinámico del orden universal, es decir, personoe, máscara de actor, sólo personaje en una desordenada e improvisada representación del indefinible absurdo que nos rige” (1993, p. 117).

 

Por ello, si la época de Freud puede ser conceptualizada como la era de la neurosis, la nuestra pueda ser insertada, además de la psicosis, bajo la égida de la psicopatía: del pathos (sufrimiento) de psyche (alma). La psicopatía con sus manifestaciones destructivas y su carencia de ley, orden y límites nos remite directamente al titanismo. Hemos traído lo titánico-prometeico a escena y hemos enviado a Eros, el principio de relación, de conexión y de intimidad (interna y externa) al exilio. Y es que Eros necesita tiempo de sedimentación, y tiempo es de lo que más carecemos: queremos más tiempo para matar el tiempo. Donde no hay eros, reina el poder, concluye Jung. Es decir, la psicopatía. Todos contenemos en nuestra naturaleza esta inferioridad psicopática capaz de irrumpir cuando nuestro “precio” es alcanzado: sea este precio traducido en poder, prestigio, dinero o placer.

 

Realizando una impostación junguiana al terreno psicosocial, el analista junguiano, Adolf Guggenbühl-Craig, nos ejemplifica en su obra “Eros on Crutches”, las consecuencias del exilio de Eros: Si bien, un guerrero con Eros lucha en defensa de los valores que le son importantes y está presto a entregar su vida por salvar la de otros o por sus elevados ideales, un guerrero sin Eros, en cambio, es un mercenario brutal, un asesino en masa, un exterminador demon. La segunda parte de esta entrevista está disponible en http://ideasenlibertad.net/entrevista-trudy-ostfeld-de-bendayan-2/

 

Referencias

Fotografía: Teatro César Rengifo. Universidad de Los Andes, Venezuela. Conferencia de Trudy Ostfeld, ofrecida  en la actividad de creación de la Cátedra de Estudios sobre el Holocausto Hillo Ostfeld, 15 de febrero de 2017, Foto: Andrea Mora.

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