El horizonte incendiado: las protestas políticas en Latinoamérica

Leonardo Osorio Bohórquez

 

Las ciencias sociales se han propuesto enarbolar teorías capaces de explicar la razón de la conflictividad social en el mundo. No hay respuestas unísonas sobre el problema, porque cada realidad y contexto amerita análisis particulares, pero también se pueden establecer puntos de coincidencias.

 

Especialmente en los casos cuando parecen ocurrir hechos de protestas simultáneos que evidencian cierto malestar social general. Esto nos lleva al punto de los recientes acontecimientos  y protestas políticas ocurridas en Ecuador, Chile, la inestabilidad política en Perú, la crisis ante el intento de fraude electoral en Bolivia  y las recientes luchas con el narcotráfico en México, muestran a una región altamente inestable, propensas a cambios políticos nada favorables en la mayoría de los casos de continuar la situación.

 

Son contextos particulares en cada escenario, tal vez las recientes protestas en Bolivia sean  las únicas que tienen mayor legitimidad ante una sociedad que esperemos no permita la perpetuación de otra dictadura socialista. En los otros casos, parecen ir hacia un rumbo contrario, volver a la senda del populismo que llevó a esas sociedades al fracaso.

 

Parece ser un punto álgido, sobre todo en Argentina, Ecuador y ahora Chile, el tema del costo de los servicios. En otros trabajos publicados en ideas en libertad, hemos tocado el problema ecuatoriano y argentino, ahora hay que sumar las fuertes protestas en Chile ante causas similares.

 

Hay quienes sostienen que todo esto ha sido planificado desde Venezuela y Cuba, con posibles infiltrados y gente coordinando las protestas para lograr derrocar a los gobiernos de la región. El mismo Maduro se ha ufanado de estar dirigiendo un plan que ha tenido un éxito inusitado.

 

No cabe duda que intenta vender una imagen de fortaleza sobre todo ante gobiernos que intentaron sacarlo del poder por la vía diplomática y pacífica. Pero el comunismo actúa con armas mucho más violentas para alcanzar sus objetivos, con resultados ampliamente exitosos.

 

Sin haber pruebas todavía de la veracidad de esa planificación de las protestas desde Cuba y Venezuela, parece una hipótesis muy plausible, desde que el Che Guevara en la década de los 60 se propusiera crear guerrillas similares a las de Cuba por toda la región. Nunca ha habido duda de que el proyecto comunista no está pensado para un solo país, ellos necesitan crear bloques de articulación para facilitar el dominio de los espacios.

 

Sin embargo, no se puede caer en el análisis simplista de sobrevalorar la supuesta planificación de tales acontecimientos. Sobre todo en el reciente caso de Chile, vemos una enorme cantidad de destrozos y vandalismo, que es imposible de efectuar sin la participación de la población local.

 

No es posible movilizar tal cantidad de infiltrados en un país, en todo caso sirven esos agentes desestabilizadores como líderes o coordinadores de un descontento ya existente.  El análisis real debe estar dirigido a explicar ese malestar social que lleva a las sociedades a justificar ese tipo de acciones de protestas que dejan destrozos a su paso.

 

Incluso se cae en la contradicción de acabar con los mismos bienes que exigen puedan ser disfrutados de forma gratuita o económica por los ciudadanos.   En Chile por ejemplo, hubo protestas por el aumento en el precio del metro, pero llegaron al punto de incendiar varios vagones del tren.

 

Esto al final afectará de peor  manera la situación del transporte. Eso sin mencionar la cantidad de destrozos y saqueos a locales comerciales. El resultado será menos empleo y oferta de bienes y servicios lo que indudablemente llevará a su encarecimiento ante una sociedad que se queja por el alto costo de la vida.

 

En los últimos días el presidente Piñera se retractó del aumento en el precio del pasaje del metro debido a tales protestas. Prometió además, un programa de reformas para atender las exigencias sociales de los chilenos.  Similares acciones ocurrieron en Argentina con Macri adoptando medidas populistas para intentar  frenar una muy posible derrota electoral en las elecciones presidenciales.

 

Igualmente en Ecuador el presidente Lenin Moreno paró la eliminación de los subsidios a la gasolina debido a las protestas. Las democracias parecen ser muy endebles y los gobernantes son presos de la aceptación de las masas para efectuar sus políticas. Mientras la sociedad demande más socialismo de sus autoridades, nunca habrá una solución estructural a los problemas de nuestros países.

 

Las exigencias de la ciudadanía son irracionales en la mayoría de los casos, por eso es necesario hacer reformas para eliminar subsidios insostenibles, o para mantener el buen funcionamiento de los servicios. No parece aplicarse un criterio de racionalidad económica, sino prevalece el populismo.

 

En el caso de Chile, pese a echar para atrás las medidas de aumento del metro, para seguir desestabilizando la nación, ya se plantean temas más generales para justificar ese tipo de acciones, no es solo el aumento del transporte, sino el alto costo de los servicios en general, como agua, electricidad y educación.

 

Los manifestantes quieren  o no pagar los servicios o que baje su costo al público. De igual forma se denuncia el sistema de pensiones privado. En el caso de la educación universitaria, se pide que sea pública y gratuita, esto ya venía siendo una exigencia por parte de los jóvenes chilenos desde hace años.

 

Las mismas  academias se han encargado de promover ideas socialistas y mitificar  a Salvador Allende como un gran presidente, y se han encargado de estigmatizar al “neoliberalismo”. Varios análisis sobre las protestas una vez más caen en el lugar común de responsabilizar al capitalismo como el culpable de las protestas y la desigualdad en Chile.

 

Las crisis son los escenarios propicios en los que el socialismo logra nuevamente ganar aceptación. Chile a pesar de sus dificultades, es uno de los países con mayor estabilidad y prosperidad económica, con una clase media muy sólida y mayoritaria. No es un sistema perfecto, pero el programa de reformas liberales efectuado por Pinochet los salvó de la debacle en la que los había dejado el gobierno de Allende.

 

Sin embargo, nunca se habla del fracaso del socialismo chileno o del caso actual de Venezuela. En esos casos el argumento común es que no fue verdadero socialismo. La culpa es una vez más del “neoliberalismo”, categoría imprecisa y tergiversada que ni siquiera responde a una escuela de pensamiento económico definida.

 

En Chile solo hace falta que venga un gobernante que les prometa satisfacer todas las peticiones ciudadanas, subsidios y servicios gratuitos, y sin duda ganará cualquier tipo de elección. Las sociedades no aprenden de sus errores, en Chile el socialismo seguramente ascenderá con un nuevo Allende como salvador de la crisis actual.  Desde hace años los partidos socialistas de izquierda son mayoría, pero no han logrado unirse para ganar una elección. Esto seguramente va a cambiar muy pronto ante la oportunidad de esta situación actual.

 

Latinoamérica  en general se dirige hacia un barranco, no entiende el sentido de reformas necesarias para sanear el estado de las finanzas públicas e incentivar las inversiones. Prefieren exigir subsidios sin tener en cuenta el efecto negativo en el mediano plazo de tales medidas. En ese escenario, el socialismo ha ganado como ideología en un continente donde el pensamiento liberal ha sido ampliamente estigmatizado y rechazado, y esa ha sido la real causa de nuestro atraso.

 

Imagen: https://pixabay.com/es/

 

 

 

 

 

 

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