Serie «El fracaso del socialismo». Parte introductoria

 

Bernardino Herrera León

 

Cualquier fragmento de la realidad es infinitamente más denso que todas las utopías juntas
Antonio Escohotado

 

Bajo este título, ofrezco a los nobles lectores de Ideas en Libertad algunas consideraciones históricas que han demostrado, una y otra vez, que todas y cada una de las muchas versiones de socialismo que hemos conocido han fracasado ruidosa y estrepitosamente.

 

El último de estos extravagantes experimentos sociales, el autodenominado “Socialismo del siglo XXI”, representa el más aparatoso de sus resultados. Colapso que aún sufren en carne propia los venezolanos y los países vecinos que se han visto desbordados por la impresionante ola migratoria más numerosa en la historia de América Latina.

 

“Socialismo del siglo XXI” es un ardid propagandístico. Y como propaganda, al fin, falsificadora de la realidad. El socialismo es al cabo, una quimera, una ficción, que necesita intervenir las percepciones y construyendo un relato mítico de redención social, en algún momento de la historia. En el caso venezolano se manipuló al extremo la idea de que su “nuevo socialismo”, el del siglo XXI, representa una novedosa versión del modelo, ya probadamente fracasado en Unión Soviética y la Europa del Este, naciones que colapsaron a fines del siglo XX.

 

El problema es que no se trata de cualquier experimento social. El socialismo ha costado millones de vidas humanas, cuantiosos recursos humanos y materiales, y la pérdida de una gran oportunidad histórica para el desarrollo de los países que se entusiasmaron con ese proyecto.

 

Venezuela representa, hoy, quizás el más dramático de este absurdo y cruel desquiciamiento político. Socialmente suicida a todas luces. Digo quizás, porque la nación venezolana posee ventajas reales y potenciales, muy por encima del promedio de sus pares en el continente. Ostenta aún el rol de la mayor reserva mundial de petróleo. Los precios de esa fuente energética siguen siendo muy altos, aunque no en los niveles que alcanzaron en 2008 o 2010. Pero continúan por encima de la media de toda su historia como país petrolero. Dicha industria ha sido casi destruida. Se encuentra al borde de la quiebra y del embargo. Obsoleta en equipos y desbordada en personal y pasivos laborales más allá de toda racionalidad.

 

Pero, además de petróleo, Venezuela ofrece considerables reservas y diversidad de minerales. Estas reservas han sido esquilmadas salvajemente durante el período chavista, 1998-2018, sin control alguno. Sus beneficios no se reflejan en el patrimonio nacional. Los venezolanos desconocen siquiera cuánta riqueza posee la nación. No el Estado, sino la nación. Las ventajas potenciales de la riqueza mineral han pasado de largo en la inexplicable crisis venezolana. En vez de una de sus mayores ventajas, la riqueza mineral ha incentivado por el contrario la más atroz corrupción jamás vista en la historia de la humanidad. Al saqueo patrimonial de los bienes de la Nación supera con creces la escandalosas cifra de más de entre 155 a 200 mil millones de dólares que estiman como mínimo sería el monto de su deuda pública, convirtiendo a Venezuela en el cuarto país más endeudado del mundo, con el 147,3% de su PIB.

 

El resto de su economía ha sufrido la peor recesión que conozca nación alguna. El FMI estimó una contracción superior al 35% de su producto interno bruto, durante el trienio 2014-2017. Y para 2018 calcula un 15% de contracción adicional. Es decir, en cinco años, la mitad de la economía venezolana ha desaparecido. La CEPAL, más cauta, calcula un 43% en esos cinco años. Y algo menos, el Banco Mundial.

 

El caso es que la economía no funciona por estancos separados. Por el contrario, está estrechamente interconectada. La caída en la mitad PIB impacta sobre la otra mitad que aún se resiste. A duras penas. El peso de la contracción la hará colapsar, como ya se puede observar a comienzos de 2019. El súbito disparo en los precios hace inviable cualquier actividad económica lícita o informal en el país. La economía sobreviviente está obligada a sumergirse en el mercado negro o ilegal, extremadamente limitado por la brusca caída de la demanda básica. Los elevados precios dejan los bienes más elementales fuera del alcance de los ciudadanos. La población ha sido empujada de súbito a sobrevivir por debajo de la franja de la pobreza extrema, esto es menos 1,9 dólares diarios, que fijó el Banco Mundial. En semejante situación, es imposible predecir lo que pueda ocurrir. Desde la más modesta empresa, hasta la actividad más cotidiana, están ya enrevesadas por la incertidumbre, la anarquía y la ausencia de toda forma de Estado de Derecho, o mejor, de Estado. Nadie mantiene expectativas positivas. Ni siquiera el mismo régimen chavista. Tan sólo se mantiene, débil, la fe en que esa pesadilla debe acabar pronto. Que esta situación es imposible sostener por más tiempo.

 

¿Cómo fue posible tan monumental desastre social? ¿Si el régimen chavista lo tenía todo para tener éxito y dar un salto considerable hacia el desarrollo, en todos los órdenes, en la economía, en la sociedad y en la cultura?

 

Sólo hay otra repuesta posible a tal colapso: el socialismo.
De ello tratarán esta serie de artículos. Comenzaré por el principio, con la aparición de las primeras idea socialistas pre-marxistas, a comienzos del siglo XIX. No obstante, Antonio Escohotado, quien citamos en epígrafe arriba, propone el concepto de “pobrismo” en su formidable obra de tres tomos Los enemigos del comercio. Se trata de la fuente ideológica matriz y primigenia de muchas de las ideologías actuales, como el comunismo o socialismo. “Pobrismo” es, en esencia, la idea de que la propiedad es un robo, y que ella es el origen de todos los males y las diferencias sociales. En consecuencia, eliminar la propiedad es la solución para acabar las injusticias y las clases sociales.

 

Escohotado descubre y demuestra que una diversidad de culturas practicaron, y aplicaron, modalidades de pobrismo, cuya acción mejor acabada es, como dice su título, convertir a las sociedades en enemigas del comercio. Sin comercio, la economía se estanca y empobrece. La aplicación de las ideas pobristas resulta en consecuencias desastrosas en pobreza, violencia y colapso.

 

El pobrismo evolucionó, sin embargo, con matices y formas a lo largo del tiempo, desde la Antigüedad y la Edad Media y Moderna, por lo general como movimiento religioso dentro de las diferentes corrientes del mundo cristiano. Su versión más contemporánea lo conocemos contemporáneamente como “socialismo”. La palabra comunismo, vendría luego de la publicación del Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Carlos Marx y Federico Engels. Pero, según Escohotado, el socialismo se basa en una ideología mucho más antigua de lo que solemos concebir. En este punto, estoy muy de acuerdo con el autor español. Y aclarado este importante aspecto de su origen histórico.

 

Y sin desconocer tan importante descubrimiento, analizaremos una de las experiencias más influyentes del mundo contemporáneo, autodenominada “socialista”. Partiremos desde el siglo XIX, con la experimental experiencia de Robert Owen (1771-1858), quien intentó una vía pacifista con su proyecto de “New Harmony” (“Nueva Armonía”), en el estado de Indiana, Estados Unidos.

 

Seguiremos con Marx y Engels, en especial con la refutación que sobre sus teorías hiciera uno de sus más destacados discípulos, Eduard Berstein (1850-1932). Continuaremos con Lenín, quien reaccionó contra Berstein, logrando luego, con la ayuda de los alemanes, tomar el poder y transformar a Rusia en la imperial Unión Soviética.

 

Ya en el siglo XX, referiremos las interesantes experiencias de los movimientos socialistas en Estados Unidos y en Canadá. Pasaremos al caso de la China liderada por Mao Tse Tung, con énfasis en su reemplazo, Deng Xiaoping, cuyo radical giro demostró el rostro fracasado de aquella experiencia.

 

Continuamos con el caso de Clemens Atllee, quien al asumir el gobierno de la Gran Bretaña, 1945-1951, se convertiría en la primera vez que un partido socialista tome el poder por la vía electoral. Retomaremos, luego, el declive soviético, por mostrar con toda crudeza la dramática situación en la que se sumergió el que fuera el más poderoso régimen socialista de todos los tiempos.

 

No podría faltar hablar sobre los “kibutz” en Israel, quizás lo más cerca que estuvo el socialismo de lograr su único éxito, pero que luego se fue transformando en empresas sociales. Antes de concluir la serie, escribiré sobre el socialismo africano, en la inspiradora experiencia de Julius Nyerere, en la extremadamente pobre Tanzania. Y concluiré con una reflexión bajo el título: “desechar las ilusiones”, pues el socialismo aún pugna por reinventarse y mantenerse como opción política en el mundo actual.

 

Espero que esta serie historia sea provechosa a los lectores interesados en el tema liberal. Agradezco sobremanera la invitación del equipo editorial de Ideas en Libertad por honrarme con esta oportunidad. Muchas gracias y hasta el próximo artículo.

 

 

Referencias
ESCOHOTADO, Antonio. Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad. Tomos I, II y III. Madrid, Espasa, 2008.
VAN DOREN, Charles. Breve historia del saber. Madrid, Planeta, 1998.
JIMÉNEZ L. Federico. Memoria del comunismo. De Lenin a Podemos. Madrid, La Esfera, 2018.
MURAVCHIK, Joshua. Heaven and Earth. The rise an Fall of Socialism. St. Francisco, Encounter Books, 2002.
“Venezuela es el cuarto país más endeudado del mundo”, Ahiana Figuera, 11 de diciembre de 2018, en TAL CUAL DIGITAL, en sitio: http://talcualdigital.com/index.php/2018/12/11/venezuela-es-el-cuarto-pais-mas-endeudado-del-mundo/
Banco mundial. “Entendiendo la pobreza”, 2018, en:
https://www.bancomundial.org/es/understanding-poverty

 

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