
02 Feb El culto a las víctimas
Leonardo Osorio Bohórquez
Las sociedades construyen mitos constantemente sobre ciertos hechos y personajes. En Latinoamérica por ejemplo, los héroes tradicionales de la independencia eran puestos como los grandes hombres a emular y admirar. Las identidades y los conceptos se promocionan de manera más sencilla a través del culto a ciertas personalidades.
Ahora hay una tendencia diferente, en lugar de rendirle culto a “grandes hombres” o “héroes”,se ha optado por promover discursos donde constantemente la victimización de alguna persona o grupo social es utilizada para intentar promocionar ideas o despertar la sensibilidad de la opinión pública.
No quiere decir que en el mundo no existan víctimas reales de toda clase de injusticias, pero más que buscar denunciar un hecho, la manipulación de la emotividad es lo más relevante para trasmitir un mensaje. Es el populismo usado por los políticos que ahora reproducen toda clase de activistas de diferentes tendencias y medios de comunicación.
Vemos el caso de Greta Thunberg nombrada persona del año en el 2019, no por sus méritos o logros en la lucha contra el cambio climático, sino más bien por su popularidad en las redes sociales a partir del discurso que ofrece en la ONU. Lo relevante de sus palabras no es realmente la denuncia del problema de la contaminación, sino la frase de “me robaron mi niñez”.
Con esa expresión Greta se vuelve viral y también objeto de burlas. El punto es que no es suficiente exponer racionalmente una idea con hechos y argumentos, la mejor forma de hacer llegar un mensaje es siempre vendiéndose como una víctima, indistintamente que sea verdad o no.
Esto lleva a una forma peligrosa de hacer política. Incluso parece invalidar de plano la opinión de personas que aparentemente no han sufrido opresión o discriminación. Es esto lo que le da fuerza moral y voz a determinados individuos, porque los demás “no pueden hablar del sufrimiento que no conocen”.
La ventaja de ser una víctima, sin ser esto en sí mismo un mérito, es que automáticamente permite ganarse la solidaridad y empatía de las masas. Dar lástima parece ser una nueva estrategia de mercadeo político y económico para vender ideas a la colectividad. Lo malo es que ayuda a exacerbar resentimientos y fomentar rencores.
La clásica estrategia del discurso marxista desde sus inicios, colocarse del lado de los oprimidos y denunciar la explotación. En el ámbito epistemológico, será más difícil cuestionar una teoría que aparentemente intenta mejorar la vida de los grupos vulnerables, pero con propuestas equivocadas. Por lo tanto, hay más juicios morales y manipulación que argumentos racionales en discursos construidos desde la emotividad y el culto a la víctima.
Hay muchos casos de discriminación reales, pero a veces se magnifican precisamente con la finalidad de causar conmoción. En el caso de grupos feministas es notorio constantemente como construyen discursos donde la mujer siempre es la víctima y el hombre el opresor.
En lugar de rescatar otras historias en las cuales se destaque más la superación personal y los logros alcanzados en los últimos años por las mujeres, o por otros grupos que han sufrido discriminación, prefieren caer todo el tiempo en el básico recurso de la victimización.
A veces eso evita precisamente una discusión racional de los problemas. Por consiguiente, a pesar de hablar de discursos de empoderamiento, parece que la victimización es el objetivo principal. El hombre o la mujer fuerte pasa a ser sustituido por el grupo vulnerable como objeto de culto y patrocinio.
Tzvetan Todorov explica acertadamente el culto a la víctima que ocurre en los últimos años equiparable al tradicional culto a los héroes:
Podría extrañarnos ver figurar, aquí, a las víctimas junto a los héroes, admirados por todos. ¿Qué hay de agradable en el hecho de ser víctima? Nada, sin duda. Pero aunque nadie quiera ser una víctima, son numerosos, en cambio, quienes desean haberlo sido, sin serlo ya: aspiran al estatuto de víctima. La vida privada conoce perfectamente este guión: un miembro de la familia se apodera del papel de víctima pues, de entrada puede atribuir a quienes le rodean el papel mucho menos envidiable de culpable. Haber sido la víctima te da derecho a quejarte, a protestar y reclamar; salvo si rompen cualquier vínculo contigo, los demás están obligados a responder a tus demandas. Es más ventajoso permanecer en el papel de víctima que recibir una reparación por la ofensa sufrida (suponiendo que esa ofensa sea real): en vez de una satisfacción puntual, se conserva un privilegio permanente, la atención y, por lo tanto, el reconocimiento de los demás están garantizados.[1]
Ese sosegado análisis ejemplifica de manera sencilla las ventajas de ser considerado una víctima. Al igual que con el caso de los héroes cuyas hazañas y obras no dan lugar para debates, nadie está en posición de juzgar una víctima, de cuestionar sus vivencias, e inmediatamente despiertan un sentimiento de solidaridad social. Pueden existir también casos de falsas víctimas, así como hay falsos héroes.
La mitificación de ciertos individuos o colectivos y la manipulación política es el resultado natural. Jugar con el sentimiento de culpa es otra ventaja esencial. Responsabilizar a la sociedad en general o a sectores específicos de los sufrimientos de las víctimas es clave. Esto puede llevar incluso a servir como escudo para no aceptar fracasos personales. Las víctimas no son culpables, por ello, venderse como una evita asumir responsabilidades.
Por ejemplo, un pueblo que simplemente se venda como una víctima de un mal gobierno, cuando en su momento lo apoyó y votó por él, lo exime de asumir responsabilidades. Así se puede colocar muchos otros casos. Otra ventaja es la búsqueda de compensaciones y privilegios.
Toda victima tiene derecho a una especie de resarcimiento, a que los culpables la compensen por su sufrimiento. A tal punto llega, que parece en la actualidad incluso darse una competencia entre las víctimas para determinar quién ha sufrido más. Puede haber discusiones de tal naturaleza entre indígenas, mujeres, comunidad LGBT, afro-descendientes u otros grupos comúnmente excluidos o discriminados.
Es así como la búsqueda de la libertad y la superación personal serán cada vez difíciles de conseguir ante la manipulación y el recurso de la victimización para intentar vender o manipular ideas para lograr obtener privilegios, en lugar de dar explicaciones racionales sobre los problemas y rescatar el valor del emprendimiento.
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