
29 Nov El Covid-19: “Los sacerdotes del pesimismo”
Ramón Rivas Aguilar
Occidente siempre ha tenido miedo de todo: guerras, enfermedades, epidemias, pandemias, terremotos, maremotos, volcanes, inundaciones, tormentas y recalentamiento. A partir de esos miedos, nacen los sacerdotes del pesimismo, los voceros del fin de los tiempos. Desde hace miles años vaticinan la muerte del mundo. Hoy se la juegan con el “virus chino”. La peste intelectual la más brillante del esplendor espiritual en ese tono de pesimismo y desesperanza por un mundo que va hacia el precipicio. El problema central de los sacerdotes del pesimismo es que les horroriza la vida como es: grandeza y miseria. Dionisio y Apolinio. Ahora se inventan con la ciencia y la tecnología el posthumanismo para eliminar los males en la tierra y así alcanzar la inmortalidad ¿Qué es eso de los sacerdotes del pesimismo?
Los sacerdotes del pesimismo, los profetas del catastrofismo, los padres de la esperanza mesiánica: “Estos salvadores de la humanidad, son aficionados de la muerte. Su radical protesta se nutre con un radical odio a la vida. Las neurosis rojas huelen a huelen a cadáver”[1] Para estos predicadores, que anuncian el destino sombrío de la humanidad, son pertinentes estas sabias palabras del creador del realismo fantástico: Nuestra civilización es poderosa y complicada. Contiene, como es justo, tantas amenazas como promesas. Para separar lo bueno, el valor supremo no pue de ser el desarreglo del espíritu, sino que debe ser la madurez del espíritu “¿Qué la navegación es difícil? Pues, sí. Pero, permítanme ustedes/ no confío en la gente qué tratándose del mar, no me habla sino de los mareos.” Más, adelante, añade: “Cien civilizaciones murieron. Pero la posición más valiente es la de apostar a que la nuestra será la primera en triunfar, en asegurarse la eternidad sobre esta tierra y entre los astros.”
Que hay problemas en la sociedad, cualquier sea su naturaleza y su origen, nadie lo puede negar. Sobre este aspecto, el padre del realismo fantástico, con fe y optimismo en la evolución de la humanidad hacia estadios de grandeza material y espiritual, dice: Naturalmente que hay problemas; pero ¿Por ventura querríamos una vida sin problemas, como la de los cerdos. Por supuesto, que no en palabras de L. Pauwels: “Las reformas y de la riqueza exigen más espíritu que las revoluciones que parten de la miseria. Hoy la mayoría de los revolucionarios lo son por nostalgia del pasado”. Así, una izquierda apocalíptica, predica el fin del capitalismo y la llegada del mesías de la revolución con la imagen del edén. Por lo que el capitalismo, es el responsable de los desastres naturales y sociales que ponen en peligro la vida del hombre en la tierra. Los signos visibles de esos desastres, a saber: terremotos, inundaciones, epidemias y pandemias. Según ellos, lo que ha conducido a la humanidad hacia el pobrismo más absoluto.
Hoy, los agoreros del pesimismo, renovados con el entusiasmo mesiánico, portavoces de los tiempos divinos, perciben con delicia como el Covid-19, un virus que ha recorrido los cinco continentes, acelerará el fin del capitalismo, de la globalización. Asimismo, para los reformistas y los moderados, el virus los ha iluminado para fortalecer y consolidar el poder del estatismo para el control de la vida material, económica, sanitaria y cultural de las naciones. Las declaraciones de economistas, de intelectuales, de politólogos, de teólogos y de historiadores, con la firme creencia de que la “híper-globalización tiene los días contados. Es la ilusión de quienes no tienen fe en el hombre de carne y hueso, portador de los procesos civilizatorios sin estar añorando las viejas creencia del utopismo, del edenismo y del estatismo. Nada de eso. Es la grandeza y la tragedia del hombre, acá en la tierra, que asume los retos y los desafíos que demanda el orden natural y social, con sus alcances, limitaciones, contradicciones y paradojas sin esa esa eterna queja contra el capitalismo, el libre mercado, causante de todos los males en la tierra.
Así, el covid-19 un virus que misteriosamente se expandió desde un laboratorio, de una cuidad, de la república de china, un país totalitario, para provocar una pandemia con el más demoníaco deseo de liquidar una porción significativa de la población mundial. Las teorías neo maltusianas, en manos de una élite mundial, diseña un tipo de microrganismo con la misma arrogancia y soberbia de los jerarcas nazis: exterminar a los indeseados. Eso es lo que afirman los sacerdotes del pesimismo. Seguramente, en sus manos el viejo y antisemita legado de los Protocolos de los sabios de Sión (1897). En sus páginas el contenido de una conspiración secreta en la que los judíos masónicos pretendían apoderarse del mundo. Asimismo, el libro de Henry Ford, El judío internacional (1960) en la mirada de esos mesiánicos con el afán de ver demolida la civilización occidental. El magnate norteamericano, denuncia a lo largo de su libro el peligro que corre EEUU y el mundo con la presencia poderosa de los judíos. Lo embarga el temor que esa raza peligrosa y perversa, quiera apoderarse de la economía americana con planes financieros para conquistar a las naciones de la tierra. Sí. Las teorías de las conspiraciones, inventos de los apocalípticos, para generar la sensación del fin del mundo. Un deseo perverso y morboso. Como diría Paúl Tabori en su libro Historia de la estupidez humana: “fin…pero la estupidez humana no tiene fin”[2] .Veamos
La historia de los cataclismos, de las epidemias y de las pandemias, ha sido el resultado de la evolución de los procesos naturales y sociales con impactos gigantescos en la vida de los pueblos. Los cambios climáticos contribuyeron a cambiar la forma de vida material y cultural de miles de hombres y mujeres. De igual forma, las enfermedades y epidemias. Sin duda alguna, hoy gracias a Dios, estamos en un mundo globalizado, en la que tenemos conciencia global de los efectos de un virus sobre la vida cotidiana y cultural de las naciones y, como consecuencia, la posibilidad de que la ciencia y la tecnología, esparcida globalmente, en el menor tiempo posible encuentre la vacuna que elimine de forma radical un virus, como el covid-19, que salió de un país, del continente asiático. Se ha creado un pánico global, a partir del covid-19, con unos efectos negativos en la vida económica, social, cultural de miles y miles de millones de hombres y mujeres, esparcido por el mundo. Una arma poderosa que utilizan los enemigos de la civilización Occidental para crear la sensación de que estamos atravesando el final de los tiempos. Los predicadores de la muerte. Otros, con un imaginario plutocrático con la perversa idea de esperar que el virus se convierta en el medio adecuado para exterminar más de la mitad de la población mundial. “Los neonazis de la nueva conspiración mundial, herederos del proyecto racial de Adolfo Hitler, en esa faena diabólica y macabra”. Asimismo, los estatistas con un deseo ferviente de recuperar el tiempo perdido con el fin de nuevo organizar la vida económica, social y cultural de las naciones. Cómo los que no comparten el fascinante y cautivante mundo del capitalismo, han exprimido a ese virus (el covid-19) para extraer de la mente perversa todo tipo de argumento para predecir la muerte de la Civilización Occidental- Sí. Liberalismo, democracia y capitalismo.
En todo caso, los sacerdotes del pesimismo están equivocados. Sería importante resaltar la interpretación del célebre epidemiólogo inglés, John Lonniddis, profesor de la Universidad de Stanford, para comprender la naturaleza de esta pandemia que no va a significar el fin del capitalismo ni el fin del mundo. Estas son algunas de sus observación sobre esta pandemia que ha alarmado al planeta tierra: “Para los niños y los jóvenes sabemos que el covid-19 es menos letal que la gripe”; “Predijo hace 45 días que las medidas gubernamentales estaban siendo tomadas a ciegas”; “ Dado que el riesgo de morir por covid-19 es bajo, los políticos pueden asegurar al público que nuestros peores momentos han terminado”; …”El bloqueo es negativo”; “la actual enfermedad corona virus-19 se ha determinado como una pandemia que es una vez en un siglo. Pero también puede ser considerada como un fiasco de una vez en un siglo”.
En fiin, al cesto los sacerdotes del pesimismo, los teóricos del neomaltusianismo, del estatismo, del reseteo global, de los globalistas, de los fundamentalistas y mesiánicos ecologistas, y toda esas creencias que promueven el odio, la envidia y el resentimiento contra la belleza y la grandeza de la vida que se enaltece con el capitalismo. Para teólogos y laicos todo comenzó con la caída: el pecado. El camino para purificar el alma contra los demonios de la vida. A partir de ese instante del tiempo, brotó como plaga los sacerdotes del pesimismo que no descansan en anunciar la muerte de la civilización Occidental, desde de miles de años .Así, los divulgadores del documental El reseteo global, unos predicadores del mundo feliz, con una arrogancia y soberbia intelectual que nos indican cómo y de qué manera tenemos que vivir, en las próximas décadas, en la que la humanidad llegará al limbo de la divinidad, el verdadero paraíso donde el hombre y la mujer alcanzará la plenitud de la vida sin la muerte: la inmortalidad. En ese escenario, desaparecerán todos los males que ha provocado el capitalismo. En fin, seremos felices sin el covid-19 y sin el recalentamiento global. Unas bestias degustando el follaje verde del bosque y la musicalidad de las aguas de los ríos, océanos, lagos los pájaros. No. Es este es el mejor de los mundos que ha vivido la humanidad con sus limitaciones e imperfecciones. No hay otro. El capitalismo con sus instituciones ha sobrevivido a todas las aventuras de la utopía de origen celestial y terrenal.
Se finaliza esta reflexión con una cita del autor Warren Bush, que engloba la importancia de vivir en un mundo de grandeza y de miseria en el ámbito de una sociedad libre con todas sus complejidades.
“Señor Shakespeare, ¿A dónde cree usted que va el mundo? Replicaría ¿qué dónde va? ¿Sí yo creía que estaba aquí… Yo creía que no podía moverse. Diría: “Pues lo único que puede hacer uno es aceptar lo que hay aquí. La tierra está llena de gente admirable y villana, de gente buena y repugnante y todos ellos pertenecen y son de aquí como todas las cosas. . Y las cosas no cambian[3]
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