El costo de la involución

Aldrin José Villalobos Pereira[1]

 

En este ensayo se plantea la relación de las ciencias físicas con las ciencias sociales. Ya algunos escritos al respecto, se han publicado en Ideas en Libertad. En esta ocasión, hablaremos sobre el trabajo del físico y matemático Hugh Everett, a quien se le atribuye las primeras investigaciones sobre la decoherencia cuántica, la teoría de los universos paralelos[1]. Dicha concepción es asociada coloquialmente con los mundos paralelos. Ahora bien, a partir de la idea de Everett, una buena parte de investigadores sociales, como por ejemplo economistas e historiadores, hacen intentos por comprender conceptualmente desde las ciencias físicas las dinámicas humanas para aproximarse de esta forma a posibles respuestas.

 

Básicamente el modelo nos dice que en una dinámica humana X, coexisten dos o más realidades Y, bajo un mismo tiempo y espacio Z. Sirva esto, como sencilla aproximación a la noción científica del párrafo anterior. Esto, nos permitirá estudiar las posibilidades de indagar sobre la economía de una nación.  Determinar, por ejemplo, si la economía tiene una realidad dual (mundo paralelo), se convierte así en un tema de estudio. Es decir, desde la experiencia en el caso venezolano ¿puede la economía nacional presentar un comportamiento dual? La respuesta, pareciese trivial, pero no lo es cuando la multiplicidad de factores humanos son el común denominador. Para una certera solución, existen algunas vías de análisis, es aquí cuando entra en escena el concepto de evolución.  

 

En efecto, el economista Nobel Paul Romer (Stanford University), es quien mejor describe  -sin ambigüedades ni confusiones- el funcionamiento de la economía, basándose en su campo de estudio principal, el crecimiento económico,  logra inferir sobre los estados evolutivos de una economía. Argumenta que en términos físicos, el planeta cuenta con la misma cantidad de materia desde que se gestó, pero lo que ha variado, es el uso y transformación de ese mismo stock de materia por parte de las sociedades a lo largo del tiempo[2]. Esto último, se le llama proceso de evolución.

 

En términos económicos, la evolución representa un proceso exponencial de aumentos de valor, no aumentos de materia dada la imposibilidad física de ello -conjetura pasada por alto en las “reflexiones” socialistas. La valía viene en el hacer no en el tener.

 

Sirva de ejemplo lo siguiente: el silicio se encuentra en el globo terráqueo desde sus gestación, pero recién 50 años atrás que se emplea para la fabricación de chips y dispositivos, permitiendo hoy en día el auge de la economía digital. En otras palabras, se habla de evolución cuando se consiguen reacomodos de la materia, tal que, se favorezca el paso de un estado básico a uno de mayor factibilidad. Téngase en cuenta la importancia que tiene para un país la invención/innovación por encima de la mera existencia de las riquezas naturales. De allí que resultan absurdo planteamientos populistas como «se es rico por tener silicio»

 

Se comprende el por qué conviene acudir al concepto de evolución, pues favorece en parte, el examen sobre el estado actual de una economía. Por supuesto, dentro del mismo pueden coexistir n cantidades de ambientes tanto positivos como negativos, lo atrayente se encuentra en saber si los cambios apuntan a un proceso evolutivo o por el contrario, a un proceso de retracción: involución.

 

La idea central de los párrafos anteriores se enfoca principalmente en alertar sobre la  antítesis de la evolución, en hacer entender al lector que, por más que en una economía persista  aun tiene problemas por resolver, fallas por solucionar y distancias por recorrer. Lo significativo se encuentra en hacer evolucionar las situaciones actuales hacia unas de mayor valía. ¿La razón?, porque involucionar acarrea altos costos para todo aquel que lo propicia y sobrelleva consciente o inconscientemente.

 

En la actualidad, la ejemplificación más evidente de una dinámica involutiva, es la Venezuela de este temprano siglo XXI. Buena parte de sus habitantes destinan una porción de su potencial raciocinio, a conseguir rubros y servicios básicos como el azúcar, combustible, gas, electricidad entre muchos más. En cambio, otras naciones emplean la capacidad ese tiempo en la capacidad  creativa de la población, captando así por ejemplo las ventajas de la nanotecnología por solo citar un caso. Y algo grave, quienes de algún u otro modo están al tanto del elevado coste de oportunidad que implica la involución, en  la que ha caído Venezuela, llaman a este proceso crisis, caos, colapso. Nada más alejado de la verdad. Quien entiende la evolución sabe que todos esos conceptos son admitidos en mayor o menor grado por la evolución tanto biológica, física y social: los taxis entraron en crisis con la aparición de UBER.

 

Además, sumado al costo del uso improductivo del raciocinio/tiempo de la población, más el coste de tener «soluciones» sesgadas por la ideología que apuntan a diagnósticos y recetas incorrectos hay que sumar el coste de la estabilidad: la dinámica involutiva puede convertirse en un peligro porque hace que lo inviable sea ahora usual, cotidiano y lógico. El ejercicio de lo indeseable se expande.

 

Así las instituciones como proveedoras de incentivos y reglas de juego social sólo devienen en juegos de suma cero. Aquella línea entre el Homo Sapiens y el Homo Erectus desaparece.

 

A fin y efecto de lo sencillamente expuesto, me permito acudir a Ludwig Von Mises[3], quien sin relatividad alguna afirmaría que el coste de involucionar se encuentra en la construcción del socialismo -mutante, del siglo XXI o XXV-, en vista de que sólo pensar en esa idea, ya implica realzar la miseria y desventura humana. Yo apuesto, bajo un ánimo optimista, que la involución resulte en un aprendizaje y no en una atroz adaptación.

 

Referencias

1] Economista, ULA. Miembro fundador de Econoenfoque en FACES-ULA. Preparador de Microeconomía FACES-ULA. Profesor de Microeconomía II en DECEE-UCLA. Docente de Economía Política en FCJP-UFT. Maestrante en la Universidad de Concepción, Chile. Áreas de interés: economía digital, economía empresarial y economía austriaca.

[2] M. Jammer, The philosophy of quantum mechanics: the interpretation of quantum mechanics in historical perspective. Nueva York: Wiley-Interscience.

[3 P. Romer, Endogenous technological change: NBER. Working Paper 3210.

[4] L. Von Mises, La mentalidad anticapitalista: Unión Editorial.

Imagen: obra «Moustache» de Jeff Koons

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