El 23 de enero de 1958: legado a la historia contemporánea de Venezuela, América Latina y el mundo. Luces y sombras

Ramón Rivas Aguilar

 

Sobre el 23 enero de 1958 se ha escrito mucho y nada. Solo interpretaciones parciales, intencionales y sesgadas. Los  historiadores del futuro tienen la responsabilidad intelectual y moral  de  examinar y valorar  cuán vital fue la importancia histórica de ese evento político para el porvenir democrático y civilista de la provincia de Venezuela. De igual modo, su repercusión en la democratización de las naciones de América Latina. Finalmente, su significado político e ideológico en el escenario internacional, en la era de la bipolaridad, cuando el planeta debatía su destino vital en la confrontación entre la libertad, la democracia, el capitalismo y el comunismo y el totalitarismo.

 

Desde el horizonte, el 23 de enero de 1958 significó la recuperación, la consolidación y el fortalecimiento de la democracia a lo largo de los  últimos 50 años del siglo XX y los primeros 20 años del tercer milenio.

 

Aun con el poder hegemónico que representa el gobierno revolucionario, bolivariano, socialista, colectivista y comunal, no ha podido erradicar del ánima de los venezolanos su pasión republicana, libertaria, civilista, democrática y su capacidad empresarial. Sí, la república ha sido demolida, en palabras del  historiador Germán Carrera Damas; más no su fervor en el corazón de los venezolanos,  que no tiene ningún interés en  retornar a la era de las cavernas.

Hoy, el nuevo  presidente  de los EEUU, Joe Biden, reconocerá  el gobierno provisional, presidido por el líder político de la oposición democrática, Juan Guaidó. En otras palabras, republicano, liberal, civilista y democrático, puede considerarse heredero de la cultura libertaria del  23 de enero de 1958.

 

Eso es lo esencial de aquel evento histórico  que lleva como impronta  en el seno de los venezolanos su amor por la libertad. Es el fundamento último del quehacer vital  del proceso  histórico nacional, en el cual  hombres y mujeres  han sorteado  todos los esquemas y formas de autoritarismo con coraje, heroísmo, dignidad y  sacrificio en defensa de la libertad.  No han  podido y no podrán silenciar a  una  nación que en el estado  más  difícil y complejo  de su vida,  no  ha perdido su  fe por la  democracia, por la propiedad privada y por la libertad  de sus ideas y creencias  en distintas miradas y perspectivas.

 

Esto,  fue  el fruto del 23 de enero de 1958,  que sepultó  la  doctrina del cesarismo democrático y sus modalidades bolivarianas y revolucionarias con la carga simbólica del gendarme necesario. Aun más: en el momento histórico más esplendoroso de la economía nacional,  con uno de los mayores crecimientos económicos del mundo,  con una situación política  favorable a la tiranía, con el apoyo de los EEUU, de forma inesperada el tirano huyó.

 

La nación civilista volcó de alegría a las calles. Un milagro histórico. No. El destino común de una nación que esperó la oportunidad política para expulsar al tirano y así un propiciar un encuentro vital con la libertad y la democracia. El sobrevuelo de los aviones por los cielos venezolanos fue el  signo de que la patria había recuperado su libertad. Al mismo tiempo,  el sonar  de las campanas de las iglesias en toda geografía  del país, el anunció  que de que  le llegaba el turno  final a la dictadura. La alegría  de los estudiantes, de los hombres y mujeres de todos los rincones del país, expresión  histórica de esa fuerza vital que picotea en el venezolano  su esperanza libertaria. Nada  lo detiene.  Las aguas turbulentas del Caribe,  un tirano  huye y es presa de su propio cautiverio, con la mirada sombría hacia el averno. Es el destino fatal  de todo tirano: morir en la sombra.

 

Un milagro histórico. Pues, no. El Dr. Rafael Caldera, en un discurso, pronunciado en  el área Diego Plaza Ibarra, el 1 de febrero de 1958, nos habla de ese milagro que conmovió a  la nación, a los pueblos de América y al mundo:

 

“¿De dónde salió aquel bravo pueblo  del Himno Nacional, que parecía perdido?  ¿De dónde salieron, las jornadas  gloriosas  en que niños, mujeres  y hombres de todas  las clases sociales, con botellas y piedras, en la Charneca o en el Guarataro, ofrendaron   su tributo de sangre y de vidas anónimas, para ganar  un puesto  de decoro  anta las naciones del mundo ¿ “Ese pueblo , el que hizo  el milagro del 23 de enero de 1958, ese pueblo  estaba aquí trabajando  afanosamente por la causa de la libertad. Cuando venían periodistas extranjeros, cuando llegaba de otros climas  manifestaban  la impresión  de que Venezuela estaba muerta, de que estábamos entregados de manos  y de pies ante la voluntad del tirano, podíamos decirles  y decíamos  con  optimismo que nunca decaía,  que el pueblo de Venezuela estaba entero, firme, rebelde, soportando  y esperando  el momento  con una clarividencia  maravillosa “.

 

Continúa señalando que: «Día  a día, año tras año, la lucha de Venezuela fue constante por su libertad». Además, “Venezuela  sabe dar al mundo la lección más hermosa, más integra de una absoluta y total unidad.”

 

Una lección histórica para América Latina. En efecto.  El 23 enero de 1958 marcó el inicio del fin de las  dictaduras, del  militarismo y la subversión  marxista. Así, se puede observar el ejercicio de la política exterior de Venezuela que jugó un papel estelar en el fomento de la democracia en las naciones latinoamericanas  contra las tiranías y las utopías. Sí, hoy, el populismo y el socialismo tropical, con su sede en el foro de Sao pablo,  un intento  por arrebatarle  a los países de América Latina la democracia,  la libertad y su bienestar, con una tesis peligrosa para el futuro político  de hispano América: vuelta al edén con toda la gama de indigenismo y africanidad. La identidad perdida, una obsesión  de la  izquierda  que solo  tiene cabida  en la imaginación de los apocalípticos y mesiánicos. Desde hace  de más mil  quinientos  año  en un  mar de lágrimas  contra el comercio, el dinero, la usura,  el bienestar, el consumismo y contra el capitalismo.

 

Finalmente, el 23 de enero de 1958 fue para el mundo una lucha histórica contra el comunismo mundial. La democracia venezolana  derrotó  la subversión comunista internacional, en el territorio nacional. Una derrota política e ideológica contra los gobiernos totalitarios que pretendieron por muchas décadas instaurar la hoz y el martillo a lo largo y ancho  del globo. Un mérito histórico para el padre de la democracia en Venezuela, y una de las figuras políticas más significativa  de la historia contemporánea de América Latina: don Rómulo Betancourt.  Un un defensor de la libertad  contra todo tipo de socialismo y comunismo, expresión política del totalitarismo.

 

No obstante, a pesar  de esa gloriosa faena histórica por la libertad, por la conquista de la democracia en América Latina  y por  la batalla política e ideológica contra el comunismo a es cala mundial, una legado que perdurará en la memoria del país, de américa y el mundo, la  Venezuela de hoy  en total bancarrota. Dejó de ser un país petrolero sin ninguna importancia geopolítica en el escenario petrolero global. ¿Cómo llegamos a una situación de tal magnitud?. Sin duda alguna, una responsabilidad histórica que atañe a un gobierno revolucionario y bolivariano que ha permanecido en el poder por 21 años (1999-2001). ¿Pero cómo y de qué manera lograron alcanzar el estado, el gobierno y el poder?

 

Sin embargo, hay responsabilidad histórica de las élites y de los gobiernos democráticos que perdieron las perspectivas para renovar  y profundizar   la democracia  venezolana para estar a tono con su  gente  y con el mundo. Lo que provocó una frustración  en la nación, creando las condiciones para el establecimiento un sistema político e ideológico colectivista y comunal.

 

La obra de Von Hayek, Camino de servidumbre (1944), recoge en sus páginas la forma como los gobiernos democráticos crean las condiciones para el establecimiento de gobiernos autoritarios y totalitarios. En otras palabras, el 23 de enero de 1958, que recuperó para el país la libertad, no impidió un crecimiento gigantesco del presidencialismo, del centralismo y del intervencionismo y, como consecuencia, una gigantesca estatización de la vida material y cultural de la nación, acelerada, profundizada,  fortalecida y consolidada en un gobierno colectivista y comunal.

 

Se olvidaron de la gran reforma que había iniciado Carlos Andrés Pérez en su segundo mandato constitucional, liquidada por el viejo orden político enemigo de un sistema federal y de libre  mercado. Con sus alcances y límites históricos,  se avanzaba  hacia   un nuevo rumbo histórico. Los amigos y compiches del capitalismo rentístico, del capitalismo corporativista, clientelar, nacionalistas y proteccionistas,  fueron los causantes de la destrucción de la economía nacional, de la industria petrolera nacional, con la internacionalización y apertura.

 

Un clima intelectual que se gestó en el país y, sobre todo en las academias de las universidades  nacionales. En el seno de las mismas, florecieron las ideas y las creencias nacionalistas, antiliberales,  neoliberales, y  todo  a lo que oliera tecnocratismo. Son los responsables  intelectuales del   desastre histórico   que contribuyó al  colapso total del país, en esas dos décadas de revolución  bolivariana.

 

Luces y sombras de un evento histórico que impulso la democracia en Venezuela, en América Latina y luchó contra  el comunismo en el mundo. No obstante, dejó que la nación se deteriorara históricamente con  el poder avasallante del estatismo, del rentismo, del centralismo, del populismo clientelar  y empresarial,  lo que tanto  anunciaba el empresario Enrique Pérez Dupuy  por muchas décadas  que   la cultura  del subsidio,  estatista y rentista, socavaría las bases  de la democracia y de la capacidad empresarial de los venezolanos y, como resultado,  gobiernos autoritarios que se volcarían hacia el totalitarismo. Hoy,  la nación  en total colapso. ¿Qué hacer, entonces?. Estamos en presencia de un futuro incierto. ¿Qué hacer?

 

En ese sentido, es vital  propiciar una reforma intelectual  con la finalidad histórica de  erradicar, en definitiva, los prejuicios políticos e ideológicos que  alimentaron al país con las ideas y  las creencias de que el Estado es la garantía de la prosperidad material y espiritual de los venezolanos. La  izquierda y la derecha,  con sus partidos políticos, sus programas  y sus  recetas  fueron los cultores  y diseñadores  intelectuales  del poder del estatismo  como  el gran planificador  de las necesidades y expectativas de cada uno de los venezolanos. Así, se destruyó  las bases de la democracia y la libertad empresarial con un esquema de gobernabilidad de contenido intervencionista, paternalista, autoritario, colectivista y comunal, respectivamente.

 

El pecado  histórico del 23 de enero de 1958.  Se conquistó la libertad y la democracia. No se previó la posibilidad  de que la dinámica de la democracia  conduciría  hacia un proceso  de  crecimiento de centralismo,  de estatismo y de intervenciones  que traería consecuencias políticas e ideológicas que permitieron en dos décadas  la demolición de la república, de la economía y de la industria petrolera. La frivolidad y la irresponsabilidad de las élites evitaron en la medida de lo posible  la gran reforma: una república federal, liberal, civilista, democrática y de libre mercado. En efecto. La COPRE  y las reformas políticas y económicas que impulsó Carlos Andrés Pérez (1989-1993), un buen camino hacia  un nuevo rumbo histórico. No, los genios de la política retornaron al viejo orden político aquel 23  de mayo de 1993. Una fecha histórica que abrió los caminos hacia  la configuración de un estado socialista, comunista, colectivista y comunal. Eso es lo que dice la historia. Hay otra historia. No lo sabemos aun.

 

El viejo orden político estatista y rentista con su capitalismo chimbo, con la narrativa historiográfica de que el chavismo  y el madurismo un accidente histórico. Es decir, algo inesperado que cayó del cielo, los responsables de la destrucción de la nación. Ese discurso es una mentira histórica. No es cierto. A lo largo  de un siglo se produjo un clima intelectual  sobre  la grandeza  del estatismo y de los peligros del liberalismo, perverso y nefasto para el país,  América Latina y el mundo. Por más de 120 años (1899-2021), perdura en las élites políticas de ayer y hoy, la idea que el Estado intervencionista y planificador  es la única salvación de  Venezuela. Por lo tanto,  el liberalismo no es una opción histórica. Eso es lo que señalan los genios y los mercaderes del rentismo. Como harán los cultores del estatismo y sus modalidades modernizantes, arrancar  con una nación que dejó de ser un país petrolero, dejó de ser  país rentista, y un país  sin ninguna significancia  en la geopolítica petrolera mundial. Además, con un mundo petrolero diverso, complejo y competitivo. Asimismo, sin despreciar las tendencias energéticas de un nuevo paradigma de energía no convencional. Sin añadir, por otro lado, que la potencia más poderosa del mundo, con un nuevo presidente constitucional, Joe Biden, y en la vicepresidencia, Kamala Harris, junto  al reseteo global,  enemigos poderosísimos del mundo de todo lo que tiene que ver con el petróleo. Por lo que Venezuela y su futuro petrolero es incierto.

 

Creían  los genios del rentismo que la Faja  Petrolera  del  Orinoco era la salvación de la humanidad. Craso error. Sin la menor idea de lo que estaba ocurriendo  en el complejo petrolero planetario. Estando en el poder con toda  la información a la mano, no previeron  la catástrofe petrolera  que no solo afectó  a las grandes  corporaciones del mundo del petróleo sino   a las naciones miembros de la OPEP. Además,  con la mala suerte de que el virus  chino se encargó del resto. Algo similar le pasó al pobre de Alan Greespan, el gurú del sistema financiero mundial, con todo el conocimiento suministrado por los genios de la economía, de las finanzas y de las matemáticas, con todos los modelos matemáticos  a su alcance, crearon el modelo económico financiero perfecto, le estalló  la burbuja financiera en sus propias narices. En sus memorias, recientemente  editadas  en inglés, dice que se equivocó  por creer  firmemente  en las bondades del libre mercado,  el causante del Crak financiero. Siempre en búsqueda del chivo expiatorio. En Venezuela los genios del rentismo acusan al gobierno de  maduro  el responsable  de la destrucción de industria  petrolera nacional. El otro, carga la batería contra el libre mercado, que encarna el demonio del egoísmo. Él, ahora estudia antropología para rastrear   los  orígenes  del egoísmo  a lo largo de la historia.

 

En todo caso  el camino  para Venezuela  está en  trascender  las creencias estatistas y rentistas  y estrenar  su vida material  y cultural, en el marco de una república  federal, liberal, civilista, democrática, de libre mercado  y  a tono con la génesis  y expansión de un proceso civilizatorio,  que prioriza  como fuente de riqueza  a través de un nuevo paradigma energético. En un gobierno  de transición histórica promover ese camino para desprendernos en el tiempo del estatismo, del rentismo, del intervencionismo, de la cultura del subsidio. Al mismo tiempo,  mirar hacia el interior de las provincias, con autonomía e independencia,  lejos  del estatismo y así garantizar la riqueza en  el marco de un orden espontaneo de mercado. Asimismo, que puedan impulsar el libre comercio  tanto en el interior  y exterior  del país  sin las vallas asfixiantes del  presidencialismo y el centralismo. La riqueza material y cultural en manos de los venezolanos sin la injerencia del estatismo. Toda la riqueza del estado en manos de cada uno  de los que conforman la nación.  Todos los activos del Estado  deben ser privatizados: los que están en  la superficie  y  en el subsuelo.

 

Ello, requiere un orden  institucional  que exprese  los fundamentos  de los derechos naturales del hombre: defensa de la vida física y jurídica del hombre,  derechos de propiedad y libertad de pensamiento. Estas ideas liberales deben ser redactadas en  un máximo de cinco páginas, con unas enmiendas  para reforzar y  garantizar los derechos naturales del hombre.

 

En fin, el 23 de enero de 1958 nos dio la libertad y la democracia. Al mismo tiempo,  no fue capaz en el tiempo  renovar   el sistema político y económico y, como resultado aparecieron los peligros del presidencialismo, del estatismo y  del centralismo. Lo que permitió cimientos de gobiernos de contenido revolucionario, bolivarianos,  colectivistas  y comunales. El resultado final: la bancarrota total. El estatismo y el rentismo como fracaso  histórico.

 

De lo que se trata en las nuevas circunstancias históricas,  es la de comenzar  de nuevo en una perspectiva republicana, liberal, federal, civilista, democrática y de libre mercado  sin perder  la conciencia histórica. En  términos concretos: la experiencia histórica  del 23 de enero de 1958,  es una referencia fundamental para ver como los partidos políticos  civilistas se unificaron  para un destino final como lo fue  expulsar al tirano, organizar las elecciones, impulsar un acuerdo  nacional que significó  el Pacto de Punto  Fijo (octubre, 1958)  para la defensa de la constitucionalidad y un programa de gobierno mínimo para echar a rodar  las riendas del estado y su papel en el desarrollo nacional(diciembre, 1958). Por supuesto,  no se trata   de una imitación servil. No. De ninguna manera. Es  la madurez política  que predominó en un liderazgo político al comprender  que el momento histórico exigía apartar los intereses personales y presidenciales en aras de los intereses de la nación. Es allí donde  reside la grandeza histórica de Rómulo Betancourt,  Rafael Caldera y Jóvito Villalba, que estuvieron a la altura de los tiempos históricos. En  efecto, cada uno soñaba con ser presidente de la república para llevar a cabo su proyecto político. No obstante, respetaron el tiempo  histórico  de una nación que  luchó por preservar  la libertad y la democracia por encima de cualquier interés en particular: personal, partidista, empresarial y militar.

 

Es triste ver  el espectáculo  de la oposición democrática  tanto en el país  como en el exterior. Todos quieren ser presidentes  a costa de lo que sea. Brota en cada uno de ellos el apetito insaciable  por sentarse en la silla presidencial. No respetan  la dignidad  y el decoro de una nación que lleva en sus hombros toda la fuerza y el sacrificio  por sobrevivir  ante tan gigantesca tragedia histórica. Asimismo,  utilizan todo  tipo  argucia  con la mala intención de sacar del juego  a la figura política que  representa  hoy la conciencia civilista y democrática de millones de venezolanos. Eso es grave para el porvenir del país. Al mismo tiempo,  él  fue escogido democráticamente en un lugar de la geografía  del territorio nacional. Por lo tanto,  él está en el deber moral de rendir  cuentas  ante  un país que ha depositada  fe y confianza  en su  liderazgo político para conducirlo hacia la  ruta de la democracia.

 

Referencias

Imagen: obra «Freedom of Mind», Rene Magritte

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