
07 Jul ¿Dónde está la violencia de género en Venezuela?
Elízabeth Manjarrés Ramos
Día tras día los titulares de prensa, las denuncias en las redes sociales, las vivencias personales y las historias de la calle narran episodios de violencia y demuestran que la espiral de agresiones en Venezuela aumenta exponencialmente. Somos el país más violento de Latinoamérica y, sin embargo, en medio de esta inmensa ola de violencia, son muy pocos los casos de violencia de género sobre los cuales se habla o se escribe ¿es que acaso no hay violencia de género en Venezuela?
En un país lleno de hechos de violencia, la violencia de género pasa desapercibida, es ignorada y desconocida, y este desconocimiento es la mejor manera de perpetuarla y silenciarla. Por ello es importante adjetivar cada caso de violencia de género, para que no pase desapercibida. La violencia hay que identificarla, tipificarla y clasificarla para así poder conocer sus causas, buscar soluciones y erradicarla.
Las agresiones domésticas, la explotación y agresión sexual, el acoso callejero, el negar la paternidad y abandonar el hogar, entre otras, son todas manifestaciones de un tipo de violencia que se basa en la desigualdad de géneros y sobre la cual muy poco se menciona en Venezuela. Ante la marea de violencia y la impunidad con que ésta es tratada por el Estado, parece inútil hacer el esfuerzo de catalogar y diferenciar cada caso de violencia. Pero pese a que no se hable de ello, la violencia de género sigue estando allí, camuflada entre otras tantas versiones de la violencia y es nuestro deber combatirla.
Las mujeres y niñas en Venezuela están expuestas ante una doble ola de violencia. Además de ser víctimas de los episodios de agresiones a los que se expone cualquier individuo en el país –robos, secuestros, extorsiones, asesinatos, etc. –, soportan la carga añadida de la violencia por razones de desigualdad entre géneros y machismo estructural. La crisis ha tenido un impacto diferenciado y acentuado sobre la vida de las mujeres y niñas. Por ejemplo, como consecuencia de las dificultades económicas actuales, algunas mujeres han sido forzadas por sus propios familiares a prostituirse, cuestión mucho menos frecuente entre los hombres. Así pues, la crisis ha impactado de forma diferenciada entre hombres y mujeres, siendo éstas las más desfavorecidas.
Los casos de agresiones domesticas han aumentado, las violaciones y abusos sexuales son más frecuentes, los femicidios se han incrementado, el porcentaje de madres solteras abandonadas crece, y aún así muy pocas de estas agresiones suelen ser contadas y denunciadas. La percepción social negativa acerca del sistema de justicia ha desfavorecido las denuncias facilitando la impunidad de los agresores y contribuyendo a la repetición y al aumento de los hechos de violencia de género. Esta percepción negativa sobre el sistema judicial tiene correspondencia con los datos oficiales del Ministerio Público que revelan que la cifra de impunidad en los casos de violencia de género fue de un 99% entre 2011 y 2014[1].
Los abusos sexuales de mujeres y niñas son una de las manifestaciones más comunes de la violencia de género a nivel mundial. En Venezuela no hay estadísticas ni estudios actuales al respecto que den cuenta de esta problemática aunque, claramente, esto no significa que no exista. Los casos de agresiones sexuales mas visibilizados en las redes sociales y en los medios de comunicación son los relacionados con violencia sexual por razones políticas, es decir, casos en los que las mujeres son agredidas por miembros de las fuerzas del Estado como consecuencia de su posición política. Es posible intuir que estos casos tienen mayor visibilidad pues están relacionados con la coyuntura política actual y su denuncia enturbia y desacredita a las fuerzas estatales por tanto se incentiva a las mujeres a que denuncien.
Sin embargo, en los casos de abusos sexuales domésticos la situación es muy diferente y no es común que se incentive a la víctima a denunciar. La cultura patriarcal tiende a silenciar estas violaciones, sumiendo en el descrédito a las víctimas y protegiendo al perpetrador, y lo que es un crimen que debería ser tratado por instancias superiores es asumido como un asunto de familia y comúnmente silenciado. De igual forma, las violaciones y los asaltos en los espacios públicos son muy frecuentes, el miedo a caminar solas ya forma parte del instinto de supervivencia femenino de las venezolanas y de muchas mujeres en todo el mundo. Entonces, si los abusos sexuales son tan frecuentes en nuestro país ¿por qué no escuchamos hablar sobre ellos?
Uno de los espacios institucionales en los cuales más se evidencia la violencia de género es la cárcel, ya sea en condición de reas o como visitantes, las mujeres han denunciado ser víctimas de tocamientos inapropiados, agresiones sexuales, humillaciones y haber sido forzadas a ofrecer favores sexuales a cambio de comida o protección. Hay que resaltar que en gran parte de los casos esta violencia es perpetrada por parte de las fuerzas de control y seguridad de los recintos penitenciarios; sin embargo, en recintos mixtos las mujeres también pueden sufrir agresiones por parte de otros presos siendo doblemente acosadas. Fuera de estos recintos las fuerzas de seguridad nacionales también cometen agresiones de género; tal y como quedó documentado en el informe de la ONU, hay denuncias contra las FAES por irrumpir en hogares y ejercer violencia sexual sobre las mujeres y niñas que encontraban en las casas[2].
Sumada a la violencia de género directa también existe la violencia de género institucional indirecta que es el resultado de la falta de un estado de bienestar social que garantice los derechos humanos. Las carencias en temas básicos de salud, como la escasez de anticonceptivos, han tenido como consecuencia el incremento de la tasa de embarazos precoces que desde el 2015 ha aumentado un 65% propiciando el abandono escolar de las adolescentes. De igual forma, la prohibición del aborto ha elevado el número de abortos en centros clandestinos; según el informe de la ONU, un 20% de los fallecimientos maternos se debe a las condiciones inadecuadas de los abortos. Sin embargo, nuevamente, son escasos los titulares que reseñen estos padecimientos de las mujeres.
Teniendo todo ello en cuenta, consideramos que es impostergable comenzar a hablar de violencia de género, evidenciarla y sensibilizar la opinión pública al respecto. Ignorar y silenciar este tipo de violencia contribuye a la impunidad y a la repetición de los hechos. Aunque la actual crisis humanitaria en Venezuela establezca otras prioridades, en la reconstrucción nacional éste tendrá que ser uno de los primeros asuntos a tratar pues el concierto de naciones occidentales desarrolladas es cada vez menos tolerante y más sensible a este tipo de violencia, y Venezuela no podrá seguir siendo la excepción. Las estructuras patriarcales se resistirán al cambio, pero corren nuevos tiempos y los espacios de la violencia de género en el mundo serán cada vez menores.
Referencias
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