Buscando un José Agustín Catalá desde dentro (1915-2011)

Ramón Rivas Aguilar

 

José Agustín, en lengua hebrea el extraño, el venerado y respetado; Catalá, un apellido, una imagen  y un  sonido, que revela en su ánima  su pasión por la libertad. Esa pasión libertaria, enraizada  en lo más profundo del corazón de una provincia que, en su historia,  rechazó  dignamente   ser   esclava por fuerzas imperiales de origen celestial  y terrenal: Cataluña.

 

Su amor por la libertad, la fuerza vital que hizo  de su vida  una vocación, un proyecto moral, un compromiso histórico con el destino de una nación  que hiciera inmensos esfuerzos y sacrificios de luchas políticas para recuperar su libertad natural ante  el poder del personalismo, del caudillismo, del militarismo, del dictador, del tirano y del totalitarismo, respectivamente. Con orgullo y profunda  satisfacción  espiritual, intelectual  y política, don José Agustín Catalá en su corazón siente cuán importante fue su papel fundamental en la liberación de la provincia de Venezuela,  por el recuerdo perenne a Cataluña, en manos de un régimen oprobio y tiránico(1948-1958). El célebre Libro negro, editado en el  año de 1952, en la  Imprenta Gráficas Ávila, ante las narices del régimen dictatorial, eleva  la dignidad  del hombre que desnudó con  la palabra impresa los mecanismos y las torturas de una policía política con el vano e inútil esfuerzo por silenciar el civilismo y el republicanismo que ha definido el proceso histórico venezolano. Su imprenta Gráficas Ávila fue   incautada y fue sometido a los vejámenes y a las torturas  más terribles a la que se haya sometido cualquier  humano. (1953-1956).

 

El encuentro con el periodista e historiador Ramón J. Velásquez, en esos días  de sombra y de oprobio, un aliciente espiritual para promover en el futuro  inmediato lo que tanto acarició desde muy joven: impulsar la conciencia histórica para no olvidar los retrocesos históricos y estar vigilante ante los enemigos de la libertad y de la democracia  que acechan a  cada instante  con el propósito de retornar a los viejos estilos de gobernar por encima del espíritu de las leyes. José Agustín Catalá Delgado, un proyecto vital que merece ser recordado en estos tiempos difíciles y complejos  en la que Venezuela ha perdido su rumbo histórico y, como consecuencia, no sabe qué hacer y a qué atenerse. Un república en total bancarrota desde el punto de vista material y espiritual.

 

Lo queremos recordar  y traer al presente con perspectiva futurista, su   labor política, periodística y editorialista en aras de la libertad y de la democracia en la  que él tuvo una significativa  participación en su recuperación, y en esa destacadísima labor intelectual  como fue la de impulsar la memoria histórica para impedir cualquier desvío  de nuestras libertades tan consagradas en el ánima de nuestra historia.  Él, representa para la historia intelectual de la nación la Paidea de la libertad.  Fue el maestro que a través de su espíritu editor  cultivó la belleza y la grandeza de la libertad como la senda que hace libre a las naciones. Al mismo tiempo,  había que cuidarla y mantenerla  día a ´día  por que la tiranía es una fuerza oculta en el corazón de sus enemigos  como un virus que ataca silenciosamente hasta destruir  y matarla. Lamentablemente, la clase política, frívola e irresponsable, no  comprendió en su justa  dimensión  histórica   de que la libertad y la democracia  había que renovarla para estar en sintonía con los tiempos venideros.   Un poco de historia.

 

De forma azarosa e intempestiva, una familia, un nombre, un apellido, cruzó vastos continentes para llegar un atardecer cuando el inmenso astro resplandecía en el ocaso, impregnaron con sus huellas el país promisorio y esperanzador, la provincia de Venezuela, tierra de libertad. La nación que ha dado al mundo hermosas lecciones cívicas que han repercutido en el espíritu de las naciones.

 

En ese inmenso recorrido geográfico, la familia Catalá trajo en sus recuerdos el alma histórica de una España que apostó su fe en los valores del cristianismo y en la libertad como el valor supremo que hace del hombre el único ser responsable de su destino vital, asumiendo sus actos y sus consecuencias como ser libre. De igual modo, la experiencia vital de una tecnología que rompería con el monopolio cultural de la iglesia que había predominado por más de un milenio: la imprenta. La rotativa que democratizó el texto bíblico al alcance de la mirada del hombre en sus más diversas perspectivas. Había nacido la tolerancia. Lo uno, lo otro y lo diverso en convivencia pacífica en un mundo libre. Esa experiencia vital, seguramente fue la que descubrió Catalá en su hogar por aquellos días cuando la sombra oscurecía el resplandor libertario. Allí en ese hogar,  germinó el fervor libertario en José Agustín Catalá ante un gobierno despótico, nepótico como lo era el gomecismo. En ese recorrido vital,   potenció   su amor  por la libertad, y la imagen del editor  para promover las obras escritas que delinearían el pensamiento civilista en el siglo XX venezolano. Esa fuerza vital que caracterizó José Agustín Catalá, la puso a prueba cuando tenían 17 años en el que escribió en el año 1934, en un semanario El Orión, un poema filosófico  contra el general Juan Vicente Gómez. Al mismo tiempo, colaboró con uno de sus amigos, un poeta, espiritista y comunista en un libro titulado: Conócete así mismo. Ese libro de inspiración espiritista del español Joaquín Trincado contenía palabras contundentes  contra el gobierno de Juan Vicente Gómez. Lo que representaría los primeros meses de cárcel para el futuro editor venezolano.

 

Así, el periodista y editor José Agustín Catalá jugó un papel político importante entre el 1936 y 1945, alcanzando su notoriedad en el periodo 1945-1948, cuando asumió la responsabilidad de dirigir el periódico El País de Acción Democrática y la Gaceta Oficial. Sin embargo, el experimento democrático que se gestó con la Revolución de Octubre (1945-1948),  se interrumpió  mediante un golpe  militar  que duró una década. En esa década,  el político, el periodista y el editor impulsan  una serie de  publicaciones sobre la historia de Venezuela. Era esa  la  Venezuela civilista,  que debían  mantener  los venezolanos en la  memoria   como parte vital del  proceso histórico. Dentro de esa perspectiva, Catalá logró una hazaña política  que desconcertó al gobierno dictatorial, cuando develó  con el célebre libro negro   la naturaleza  perversa y monstruosa  de una tiranía que se había instalado a partir  del 24 de noviembre  1948. Su imprenta fue destruida y fue encarcelado y torturado. A pesar de tales circunstancias, el editor de la libertad,  fue responsable del periódico Resistencia, un periódico de Acción Democrática que mantuvo en la clandestinidad  contra el gobierno dictatorial de Marco Pérez Jiménez.

 

El 23 de enero de 1958,  significó el fin de la tiranía y la recuperación  de la democracia.  Fue el momento histórico en la que   el editor José Agustín Catalá estimuló   la gigantesca obra intelectual   sobre la  construcción  de la memoria  histórica  sobre la defensa  de  libertad y la democracia   contra todo tipo de tiranía. Una labor extraordinaria  de  difundir  los textos fundamentales en torno a los valores del republicanismo y  del civilismo. Asimismo, los textos sobre los esquemas autoritarios y tiránicos  que silenciaron la voz de la libertad de los venezolanos. De igual modo,   una  literatura  política sobre   la corrupción como el  mecanismo más  perverso  que deterioran  las bases morales de las  instituciones libres. En ese mismo sentido,    difundió  obras políticas latinoamericanas  en la  que se denunciaban  regímenes  autoritarios. Entre otras  actividades  de la misma naturaleza, el editor José Agustín  Catalá  fue uno de los que más estimuló literatura política  contra el gobierno totalitario  de Pinochet.

 

Su entusiasmo  por la libertad  lo consagró  como uno de los venezolanos  que más logró   despertar en nuestra nación  la conciencia histórica. Su obra editorial  lo  consagra   como el  editor de la libertad, de la democracia en el siglo xx. Siempre tuvo atento   atentos  ante los peligros que provocarían  los males  de la  democracia y, como consecuencia,  el fin del civilismo y la instauración de la tiranía. Estuvo consciente   de que la democracia había  que cuidarla y preservarla con  pasión, con amor, con espíritu  crítico, con tolerancia y responsabilidad. No obstante, hoy  estamos  viviendo  las inconsecuencias y las irresponsabilidades de una clase política, frívola y cobarde, que entregó el poder  a  un  ignorante,  a un autócrata, en palabras de Catalá.

 

Sí. Se vive la crisis histórica  más significativa de nuestro quehacer vital. Desconcierto, confusión  y desesperanza  en el ánimo de  venezolanos; no teníamos la menor idea  de que la Provincia de Venezuela  llegaría  a una situación de tal naturaleza: ni  la menor idea. Tal vez la razón de esta tragedia histórica que padece la sociedad venezolana, la señaló  Don Mariano Picón Salas  en uno  de los ensayos culturales más lúcido que se haya escrito  en la Venezuela intelectual del siglo pasado. Un ensayo que escribió cuatro días antes de morir y que iba a leer  el día de la inauguración del INCIBA. En  una de sus páginas, señaló lo que inmortalizaría forzosamente  el destino  vital  de la nación del insigne civilista Don Cecilio Acosta:

 

No es ningún pleonasmo decir que todavía falta  en nuestro proceso  democrático  una pedagogía de la libertad que  no torne ésta  en derecho unánime  al grito y al frenesí, sino practique  el dialogo y el respecto  a las diferencias. El fanatismo  y la cultura rudimentaria  de algunos furiosos, nos asedia con sus mitos verbales, y los epítetos  de la lucha  dejan de ser palabras   para tornarse  en  los  ídolos corporizados, de la superstición, el odio y el prejuicio.

 

Más  adelante, Don Mariano Picón Salas, afirma que la cultura salva al hombre contra la chabacanería, la vulgaridad,  el  fanatismoel odio, la intolerancia, el ruido del hombre masa, en fin, de la democracia morbosa, perversa y perniciosa   que  deteriora  y socava   la moral y la religiosidad de una nación. En palabras del insigne merideño:

 

Pretendemos que sea una  de las tantas  luces que iluminen el camino de Venezuela. Luz benévola,  de tolerancia, de compromiso, luz  que no queme los ojos que la contemplen; luz para  la conciencia y  no hoguera de  furor  y exterminio; luz  que va invitando a otras luces  para que contribuyan a la expedición y descubrimiento; contra las falsas aventuras  a que convidan  el odio y la destrucción, la cultura  parece  la más válida empresa integradora, […] ella transmite a través  de las  generaciones el mensaje e imagen  de un mundo estético y moral que invocó la justicia y la belleza como esperanza de eternidad que trascienden nuestra fragilidad y contingencia. Más allá  de todo grupo  o partido  estamos trabajando  por el espíritu de Venezuela.

 

Dentro de esa honda reflexión filosófica que nos ha presentado  Mariano Picón Salas sobre  el papel  de la cultura   en la cimentación espiritual y moral de la democracia venezolana, no tengo la menor duda , que  José Agustín Catalá Delgado, el editor  de la libertad,  representa una empresa cultural cuyo propósito   fundamental   fue la de  rescatar la memoria  histórica   de una nación  que lleva en  su ser  su amor por la libertad y la firmeza  de  rechazar  todo tipo  de tiranía que pretenda  liquidar la dignidad humana. Nos acompaña este  insigne civilista, en estos días de aciago  y de mengua,  con  la  convicción  de que los venezolanos recuperarán  su libertad y construirán  una nación  a la altura de los tiempos histórico. Su gigantesca empresa cultural por la libertad  contra la  tiranía  permanecerá  en el tiempo  de forma inmutable y absoluta.

 

Referencias

Imagen: Obra «Bol y libro», de Juan Gris

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