Entrevista: Rocío Guijarro. «El liberalismo no es una filosofía fácil de aceptar o aplicar porque la libertad individual sobre la que se construye está conectada con la esfera de las responsabilidades»

Por Jo-ann Peña-Angulo

 

Conversamos hoy con Rocío Guijarro, Gerente General de CEDICE. Licenciada en Filosofía con una Maestría en Gestión Empresarial de la Universidad Central de Venezuela. También tiene un curso de especialización en Think Tank Management, de Atlas Economic Research Foundation; Programa de Gestión Avanzada, del Instituto de Estudios Avanzados IESA; Gestión de Organización Empresarial (ILGO), del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (INCAE); y Gestión de Organizaciones sin Fines de Lucro, de Programas de Visitantes Internacionales, de la Agencia de Información de Estados Unidos (USIA). Ha recibido el premio a la libertad “Giancarlo Ibárgüen” que fue diseñado para incentivar el trabajo que promueve la libertad personal. A continuación podrá leer la entrevista que le hicimos

 

1. Partiendo de su experiencia educativa y divulgativa al frente del think tank CEDICE, Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad, ¿Puede describirnos cuál fue el mayor obstáculo al intentar explicar los peligros a los que se enfrentaba la libertad en Venezuela a partir de 1999? ¿A qué atribuye que mucha gente no avizorara dichos peligros?

 

Un inconveniente cultural que tenemos en Venezuela es la tradición estatista.  Una serie de fragilidades institucionales caracterizaban ya a nuestra sociedad y sistema político  incluso antes de 1999 cuando se inició el proceso que se hizo llamar a sí mismo “Socialismo del siglo XXI”. Tales debilidades no hicieron otra cosa que exacerbarse desde 1999:

 

a. Mala gestión macroeconómica, con un año que marca una “divisoria de aguas”, 1983. En febrero de 1983, en el llamado “viernes negro”,  se rompe el arreglo cambiario fijo que tenía Venezuela, se reconoce la insostenibilidad fiscal por endeudamiento externo exagerado y se avanza hacia un racionamiento de divisas por el Estado – el primer control de cambios, RECADI, que se extenderá hasta 1989 y se retomará luego entre 1994 y 1996, para luego adoptarse de modo casi permanente entre 2003 y 2019.

 

De modo insólito, tras una bonanza exportadora petrolera entre 1973 y 1981, el gobierno de Venezuela acaba en situación de iliquidez y de transitoria insolvencia.  Se inician desde la década de 1980 una serie de prácticas como son la monetización del déficit fiscal y la devaluación del bolívar para ajustar las cuentas tanto de la petrolera estatal como de la Tesorería Nacional.  De este modo, la inflación y la pérdida de poder de compra internacional erosionaron tanto el ingreso como el patrimonio de los grupos sociales más vulnerables: asalariados y pensionados.  Quien no tenía la posibilidad de ahorrar fuera del país o de protegerse mediante la compra de dólares simplemente se empobreció y fue como resultado de estos malos manejos en finanzas públicas, desorden de política monetaria y las restricciones a la convertibilidad de la moneda.

 

b. Debilitamiento del sector privado frente al gobierno.  En 1976 hay otro hito institucional en Venezuela, ya que culmina la nacionalización de la industria petrolera y del Banco Central. La petrolera estatal ganó un poder económico que ningún exportador privado consiguió compensar desde entonces. Y se adoptó un activismo económico desde el gobierno, con lemas grandilocuentes como “La Gran Venezuela”. Con el auge petrolero de 1974 a 1981 se creyó que las exportaciones petroleras harían sostenible desarrollar inversión pública, grandes empresas estatales patrióticas, infraestructura física y programas de ayuda social.  Y ese optimismo estatista se retoma en el más reciente “boom” energético que tuvimos, entre 2005 y 2014.  Este enfoque tenía varias falencias que se confirmaron en la práctica y aún no terminamos de reconocer, porque seguimos operando bajo ellas:  corrupción, ya que se promovía el desvío de ayudas hacia los “amigos” del gobierno y, bajo el argumento desarrollista o patriótico se dejaba de hacer un monitoreo serio del gasto público;   mala gestión del riesgo, ya que el sustento de todo este arreglo institucional eran las exportaciones de hidrocarburos, que son la materia prima más volátil;  irrespeto a los derechos de propiedad, ya que el interés inversionista del Gobierno se anteponía a la propiedad particular. A las empresas privadas se les quitaron espacios, colocándoles trabas burocráticas (especialmente si eran capitales internacionales) y luego añadiendo controles de precios o de tipo de cambio.

 

c. Incentivos inapropiados para la sociedad, ya que la hipertrofia estatista favoreció una cultura de “captura de renta”, que reemplazó a la iniciativa privada y la productividad.  Con las reglas institucionales que han operado desde 1976, el Gobierno ha monopolizado las divisas que recibe la sociedad y concentra la actividad económica, por lo cual hay incentivos para que los ciudadanos se orienten a apropiarse de esos recursos.  Lo harán mediante participación directa en la política, sus relaciones con quienes están en el sector público o mediante la aplicación a subsidios o ayudas. La corrupción acompaña este proceder y, durante los controles de tipo de cambio, fue frecuente ver falsas importaciones para apropiarse de estos dólares que el Gobierno distribuía a un precio por debajo del mercado.

 

La socialización de pérdidas de empresas públicas y de las compañías privadas amigas del gobierno ha sido una constante desde la década de 1980.  Se impuso el consumo de producción nacional más costosa, se financió con impuestos o inflación a las empresas públicas quebradas y los empresarios o banqueros en bancarrota fueron rescatados con el erario nacional.  Alguien ha dicho, acertadamente, que los Gobiernos son malos para elegir ganadores y perdedores en la economía, pero los perdedores son muy eficaces para elegir Gobiernos.

 

Adicionalmente, nuestro país tiene un gran problema conceptual: desde el albor de la democracia los políticos propagan este concepto de que somos un país rico, esencialmente porque tenemos reservas petroleras de gran dimensión, en manos del Estado. Tal discurso genera dos problemas: una expectativa de reparto, ya que esa supuesta riqueza pública debe distribuirse entre sus dueños, que serían todos los ciudadanos.  Adicionalmente, se alimenta el resentimiento social, ya que quien sale desfavorecido en esa redistribución de ingreso o riqueza considera que lo están robando. Al perder ingreso y empobrecerse, muchos ciudadanos perdieron confianza en los mecanismos democráticos, guiados por el bipartidismo, que debían resolver este problema.

 

La realidad es que hubo miles de millones de dólares de exportaciones petroleras desperdiciados o robados, a los cuales deben añadirse las pérdidas del sector privado y todo lo que dejó de producirse por mala asignación de recursos.  Aún así, lo que hace rico a un país no es una azarosa abundancia de hidrocarburos o minas, sino la capacidad para generar producción a partir de capital humano, tecnología y competitividad.  América Latina en su conjunto, con Venezuela como un caso muy diciente, no logró salir de su pobreza y desigualdad, mientras que países asiáticos mucho más pobres a mediados del siglo pasado sí entendieron que la verdadera riqueza está en un sector privado innovador y dinámico. Acá en nuestras latitudes seguimos esperando que el Estado nos haga ricos.

 

Se añade a ese problema de incentivos un tema que es de moralidad pública: una grosera exhibición de riqueza, lo que algunos llaman “consumo conspicuo”. Quienes logran capturar rentas en el Gobierno o tienen acceso a dólares adoptan un patrón de lujosas compras que es irritante ante el resto de la sociedad..  Esto hace aún más honda la herida de desigualdad que perciben quienes aún creen que Venezuela es rica y ellos pobres. En realidad, el empobrecimiento proviene de esas malas políticas públicas catalizadas por incentivos inapropiados. Es tan arraigado este código de conducta que sigue vigente durante el arreglo socialista actual, que públicamente defiende otros valores. Los nuevos ganadores siguen beneficiándose del mismo sistema, la conexión con la máquina estatal que empobrece al conjunto social  y beneficia a unos pocos.

 

Desde 1984 venimos alertando en CEDICE LIBERTAD sobre estos problemas, que no son sólo de estructura económica o de gestión política, sino que incorporan un componente ético, asunto sobre el cual colocó mucho acento nuestro académico el profesor Emeterio Gómez – dolorosamente fallecido este año.

 

2. El estudio y la divulgación del liberalismo es génesis de CEDICE, en este sentido, ¿considera que hay una especie de prejuicio del venezolano hacia el liberalismo? ¿considera usted que parte de las confusiones que hay con respecto a él son intencionalmente difundidas por sus oponentes?

 

El liberalismo no es una filosofía fácil de aceptar o aplicar porque la libertad individual sobre la que se construye está conectada con la esfera de las responsabilidades. Cuando se es liberal, se cree en el ciudadano, en su capacidad para decidir y buscar la felicidad, mediante la interacción con sus congéneres bajo el cumplimiento de la ley.  En cada persona se ven infinitas posibilidades de mejorar el mundo.  Ahora bien, la contrapartida de esta facultad es que cada ser humano tiene que hacerse cargo de sus decisiones, de sus actos, de su interacción con los otros.  La libertad es exigente. Sería más sencillo despojarse de esa carga, de esa atribución y de esos compromisos. Es lo que algunas personas o sociedades prefieren hacer, especialmente en momentos históricos muy inciertos.

 

Si vemos la historia del Liberalismo y su aplicación, ha sido compleja en todas las sociedades. Especialmente porque esta filosofía y política es novedosa, se ha consolidado desde la Revolución Industrial y francesa. En tiempo histórico, lo más secular, con más abolengo y tradición, es el autoritarismo: los gobiernos de déspotas y apenas en fugaces lapsos históricos o un puñado de sociedades, es que vemos un compromiso o una vivencia real de la libertad civil, religiosa, política o económica.

 

En el caso venezolano, hemos de hacer un ejercicio histórico para hallar las raíces de nuestro “desapego” al liberalismo. Fuimos una sociedad que vivió bajo el régimen colonial español, absolutista y poco liberal, durante tres siglos, hasta la Guerra de Independencia. En esa época colonial, si bien había poca tolerancia religiosa, censura y muchas restricciones al comercio, había cierta autonomía. Las regiones venezolanas vivían a mucha distancia entre sí y había una negociación tácita con la corona española. La Guerra de Independencia acentúa la violencia.  La ganancia al pasar de colonia a república fue esencialmente en libertades económicas, destacando el comercio internacional y en el caso venezolano se consolidará durante el siglo XIX una serie de avances en libertad civil: la secularización de la enseñanza pública y los registros de nacimientos o defunciones (antes en manos del clero), la separación entre Estado e Iglesia Católica, además de la tolerancia religiosa. Esto no impidió que persistiesen las guerras civiles y que siguiera sin resolverse el problema de desigualdad social, que condujo a la sangrienta Guerra Federal y dejó a Venezuela empobrecida al cierre del Siglo XIX, incluso peor en calidad de vida que en tiempos de la colonia. A inicio del siglo XX, bancos de armadas extranjeras invaden las aduanas venezolanas, reclamando pagos de deuda externa.  Las libertades políticas y civiles fueron reprimidas, bajo el autoritarismo de las dictaduras o por la violencia armada que atentó contra vida o propiedades.

 

Es el siglo XX cuando ocurren los grandes cambios en estructura económica para Venezuela. Se consolida el Estado Nacional, con la actuación de Juan Vicente Gómez e irrumpe la novedad de la industria petrolera. Venezuela ya tenía tradición de concentrar sus exportaciones en un solo producto: el rentable cacao durante la Colonia y luego el café..  Con los hidrocarburos, estas reservas minerales alcanzaban una dimensión tan amplia y valiosa que invitaban a darle al Estado más y más poder. Este es el cambio en el concepto de libertad que nos importa.

 

Cuando se está consolidando la democracia venezolana, se instala otra visión en economía, más intervencionista. La capacidad presupuestaria petrolera daba al gobierno la viabilidad para ejecutarla.  La ganancia en libertades bajo democracia no fue en este plano económico, sino en el ámbito político: voto universal, incluyendo a las mujeres; incorporación a la vida política de minorías; migración extranjera que se suma masivamente a la sociedad venezolana con dinamismo y en cuantía muy significativa. Y se logró resolver el problema de la insurgencia guerrillera sin tener que recurrir a dictaduras militares, como en la mayor parte de América Latina. Incluso se legalizó el partido comunista y el marxismo fue impartido libremente en las Universidades.

 

Por contraste, en economía se perdieron libertades respecto a la historia precedente y la Constitución de 1961 restringía los derechos de propiedad privada. Las “garantías económicas” fueron suspendidas desde entonces en varias oportunidades y los controles de precios o restricciones a la propiedad privada se admitieron legalmente. Durante la década de 1970, especialmente bajo la Administración de Carlos Andrés Pérez, se añaden restricciones a la propiedad extranjera, se nacionaliza la industria petrolera y se amplían tanto los controles como la participación estatal en la vida económica.

 

El gobierno venezolano generó distorsiones al irrumpir en la vida económica, no solo por este activismo desarrollista, sino también por su propio desorden financiero -acabó gestionando tan mal sus finanzas que incluso se quedó deficitario en caja, tras el mayor auge de ingresos fiscales por vía petrolera que tuvo la nación.  Las alteraciones que introdujo este desorden fiscal fueron inflación, uso oficial de la depreciación del bolívar para ajustar las cuentas gubernamentales, exceso de nómina y creciente gasto en el sector público, añadiendo desconfianza e incertidumbre.

 

La decisión racional, para los ciudadanos y empresas que tenían las posibilidades, era diversificarse y colocar los ahorros en divisas o directamente fuera del país. Por ello Venezuela es uno de los países con más ahorro internacional privado.

 

Apreciemos como durante 1989 y 1990 se opta por una estrategia de choque, que colocó a la población ante un funcionamiento distinto, despertándola de la ilusoria armonía bajo la cual se vivía.  Como innovación para compensar a los ciudadanos más pobres, Venezuela adoptó los subsidios condicionados (llamados en inglés conditional cash transfers), de los cuales fue pionero como hemos demostrado en un estudio publicado en 2015 por CEDICE LIBERTAD – con el programa “Beca Alimentaria”.  Esta figura, da transferencias monetarias a los padres de niños que demuestran asistir a la Escuela y a los controles médicos. Es un arreglo que no condiciona las ayudas sociales a la afiliación política, es trazable y favorece la bancarización. De modo sorprendente, se le acabó vilipendiando en los gobiernos populistas siguientes, que desmontaron el programa y optaron por alternativas como las Misiones o las Cajas Clap, que son más difíciles de auditar y exigen lealtad al partido de gobierno.

 

Los perdedores a inicios de los años 1990 incluían a quienes no tenían acceso a dólares, a quienes dependían de empleos en el sector público o a los que estaban endeudados en moneda local– para estos últimos hubo un transitorio incremento en las tasas de interés reales, lo cual fue otra novedad: antes la inflación o las tasas de interés controladas favorecían a los deudores (el gobierno, entre ellos).

 

La intervención gubernamental recurrente  en la economía venezolana volvió a generar un puñado de ganadores a expensas de un empobrecimiento generalizado.  En todo este proceso iniciado con la administración Caldera en 1994, la solución oficial fue colocar más controles, restricciones y atacar al sector privado, sin admitir que el descontrol en realidad provenía del propio Gobierno, los incentivos inadecuados que generaba y el irrespeto al ciudadano. La falta de libertad, la atrofia de la economía de mercado y el irrespeto a la propiedad eran las causas verdaderas del perjuicio a la población.  El discurso oficial presentaba como soluciones a pobreza las mismas medidas institucionales que la habían causado.

 

Restringir precios, racionar producción, añadir reglamentaciones, todo esto se hizo costumbre. Se dinamizó la inflación y la depreciación del bolívar, añadiendo nuevas adversidades distributivas sobre los más pobres  No es sorprendente que en 1998, año en que el precio de los hidrocarburos alcanzó los niveles más bajos de la década, se eligiera en elecciones democráticas una solución radical. Que rompió con el bipartidismo previo.

 

Lo que no se logró fue romper la inercia de represión económica vigente por décadas. Se añadieron aún más controles, más participación del Estado en la actividad económica y hostilidad hacia la propiedad privada. Como novedad, se limitaron otras libertades civiles y políticas.  El resultado ha sido que en este momento Venezuela salga en los peores lugares en los índices de libertad internacionales que miden organizaciones independientes como el Fraser Institute o Heritage.  Hemos conjugado en un solo momento histórico todas las categorías de barreras que en el pasado se le habían colocado a la libertad venezolana: intervención extranjera, autoritarismo político, sometimiento al arbitrio burocrático, fragilidad de la propiedad, desorden monetario y unas formas de opresión enteramente nuevas, una considerable fragilidad en infraestructura y servicios públicos, resultante de un sector público ineficiente que se apropió de todas las empresas proveedoras. Por ello se han añadido unas preocupaciones cotidianas a los ciudadanos venezolanos que son un agobio y ya están resueltas en la mayor parte de sociedades libres. Entre ellas están:   procurarse combustible, pagándolo ahora sí en dólares y tras colas  de horas; acceder a agua corriente apenas en cierto horario del día; soportar apagones eléctricos o depender de remesas que envíen los familiares en el extranjero para poder comer. La moneda ha desaparecido y sólo quienes tienen acceso a dólares, logran mantener una calidad de vida que desconoce la mayoría.

 

Todo este recuento busca hacer una “genealogía del autoritarismo”, interpretando la dinámica histórica venezolana que ha construido la desconfianza ciudadana respecto a la libertad, especialmente en la esfera económica.  Se ha instalado, en nuestras instituciones y dinámica social, la sospecha respecto a la empresa privada, el libre comercio o la iniciativa individual. Por ello se fueron reduciendo otras libertades.  Nuestra desconfianza mutua como ciudadanos venezolanos se traduce en que no creamos en el mercado y otras formas de interacción voluntaria, tanto política como social.  Este prolongado experimento social que hemos realizado habría de tener, como resultado, que finalmente se opte por probar la alternativa de la libertad, tras haber fallado todas las opciones autoritarias o centralizadas que se nos han impuesto desde el gobierno.

 

La descreencia secular respecto a la libertad ha generado ganadores. Mantener el intervencionismo gubernamental, los subsidios y la mentalidad distributiva beneficia a oportunistas, los “cazadores de renta” institucionalizados. El salto hacia una mentalidad productiva rompería este esquema, mejoraría la eficiencia y la equidad sociales.

 

Falta construir un discurso político, con liderazgo y acuerdos que  inviten al radical salto a la novedad que es defender la economía de mercado y la libertad en Venezuela.  Las propuestas de los partidos políticos hoy, mayoritariamente, apenas cambian el grado, la intensidad o a los protagonistas del modelo estatista ya anquilosado, empobrecedor y desconectado del mundo que nos empeñamos en seguir sosteniendo, como sociedad, desde 1976.

 

Concluyo diciendo que los prejuicios venezolanos sobre la libertad o el mercado están desapareciendo, porque hemos comprobado adonde nos llevan sus alternativas. Los hechos nos están liberando antes que los argumentos.  Ahora bien, el verdadero catalizador para la Libertad será un liderazgo político y civil que articule estas ideas, que ofrezca a Venezuela un horizonte institucional y un proyecto compartido que se declare favorable a la individualidad responsable.

 

En ello seguirá siendo decisivo el aporte que hagamos las Organizaciones Civiles. En CEDICE LIBERTAD estamos dando la batalla de las ideas desde 1984 y seguiremos, proponiendo soluciones de mercado y democracia pacíficas, inclusivas y sostenibles.

 

3. En dicho ámbito, uno de los principales argumentos en contra del liberalismo es definirlo “como una doctrina egoísta e individualista”. Basada en toda su experiencia ¿cuál es la mejor forma de desmontar esta tergiversación?.¿Por qué la insistencia en deformar la idea del liberalismo en Venezuela? ¿Considera usted que esta percepción ha cambiado en el venezolano tras el fracaso del socialismo del siglo XXI?

 

Insisto en que los argumentos contra el Liberalismo no son sólo emitidos desde Venezuela. Si revisamos la historia del concepto, del término Liberalismo, que realmente nace en Francia con la Revolución Francesa, vemos varios problemas en su evolución. Que recoge muy bien la profesora Helena Rosenblatt, con quien tuvimos en Cedice una conferencia magistral  sobre su  libro La Historia Olvidada del Liberalismo  que fue publicado en castellano por Editorial Planeta, y es una pena que no llegue a Venezuela.

 

El liberalismo se caracteriza por la heterogeneidad de enfoques, incluso entre sus defensores. No todos los liberales comparten las mismas creencias sobre el grado de intervención en la economía o son afines a alguna religión, por mencionar un par de terrenos con amplias divergencias. John Stuart Mill, uno de los grandes teóricos del liberalismo, incluso puede ser visto como un “socialista liberal”, término que era aceptable en el Siglo XIX.  También es un error creer que los liberales son todos afines al libre mercado, porque algunos consideran que debe haber cierta acción Estatal en economía.  Otro inconveniente es, especialmente entre propagandistas liberales que tienen mucha resonancia en redes sociales a pesar de su limitado bagaje conceptual, que se simplifican las ideas liberales al punto de convertirlas en proselitismo. El liberalismo tiene que ver con temas muy complejos y yo diría que lo caracterizan tres atributos:

 

a. Es humanista y moral, porque cree en las personas y su razón de ser es mejorar la vida en sociedad.

 

b. Es humilde, abierto a estudiar los problemas individuales y sociales, a renovarse, a sintonizar con su tiempo y cree que incluso ideas o teorías erradas, si se las estudia bien y se descubren sus errores, promueven la mejora de la humanidad.  En esta línea de trabajo es muy valioso el aporte de la teoría de las ideas, donde Isaiah Berlin es uno de los grandes exponentes de esta actitud tolerante y bien documentada.

 

Otro error lamentable es la lectura incompleta de los que se considera como oponentes del liberalismo.  Karl Marx fue estudiado por Isaiah Berlin y es preciso identificar las inquietudes del padre del socialismo, que muchas veces fueron razonables. El error de Marx provino de sus conceptos y propuestas para resolver tales problemas sociales. Como debilidades, tiene su teoría del valor trabajo o su falta de estudio empírico, siquiera cualitativo, de los asuntos que deseaba solucionar. Él se imaginó el mundo desde su escritorio, sin recopilar datos. No hizo como Adam Smith, que siquiera fue a ver una fábrica de alfileres en directo y allí notó las ventajas de la división del trabajo.  También se cree que John Maynard Keynes fue un irresponsable que recomendaba déficits e hipertrofia estatalista, olvidando que Keynes criticó en público, con dureza, a los políticos europeos y estadounidenses por sus erradas intervenciones al firmar la Paz de Versalles, al final de la Primera Guerra Mundial. Las Consecuencias Económicas de la Paz, su ensayo sobre estas reuniones, es uno de los libros más liberales y contrarios a la miopía de los gobiernos, que pocos han revisado.  Son los abanderados de Marx o Keynes los que se apalancaron en las obras de ellos para hacer política o recoger beneficios propios – Marx llegó a decir “que no era marxista” en uno foro socialista.  Y me preocupa que corremos el mismo riesgo con el liberalismo, con personas que han ganado mucha notoriedad en la palestra pública, de muy buen ver por su atractivo y capacidad de comunicación, que difunden un mensaje liberal sesgado, incompleto, poco documentado y muchas veces beligerante, lleno de arrogancia.  No nos gusta esta actitud, que emula precisamente a esos publicistas del socialismo o el estatalismo que tanto daño han hecho y apenas recurren a un puñado de obras. Es el riesgo de manejar pocos conceptos y, lo peor, usarlos mal.

 

Finalmente, el liberalismo ha de tener buenos cimientos teóricos. El liberal ha de estudiar, ha de considerar las diversas fuentes, investigar la tradición, sintonizar con los problemas de su tiempo y conjugar conocimientos en áreas disímiles, incluyendo filosofía, economía, sociología y ciencias políticas. También ha de dar sustento empírico, siquiera cualitativo, para sus reflexiones o propuestas. Un notable economista liberal, George Stigler, invitaba a contrastar con datos nuestra creencia sobre las bondades distributivas del ingreso que tiene la economía de mercado.

 

En el Índice de Libertad Económica en el mundo donde Venezuela recurrentemente ocupa los últimos lugares desde hace unos cuantos años , se demuestran los daños que hacen el Estatismo y el Socialismo Marxista, sobre el ingreso y la seguridad de los asalariados o pensionados.

 

Hago estos señalamientos para mostrar lo que debemos esperar de un buen liberalismo y por ello en CEDICE LIBERTAD promovemos la formación teórica sólida, con una visión internacional y abordamos los problemas de nuestro tiempo. Es más, tenemos conversación respetuosa con Organizaciones que promueven otras teorías de corte progresista, participando con ellas en foros donde abiertamente dejamos ver las diferencias de nuestra postura ante los mismos problemas que a ellas preocupan. Valoramos el disenso y hemos tenido la oportunidad de hallar interlocutores que comparten este enfoque.

 

No siempre es así. CEDICE LIBERTAD ha sufrido mucha oposición y ataque desde las autoridades y sus seguidores.

 

El liberalismo apela al individuo considerando que tiene un valor infinito. Creemos que cada vida humana es única, irrepetible y que cada persona tiene un conocimiento exclusivo que el conjunto de la sociedad necesita para mejorar. Estamos en sintonía con Hannah Arendt cuando opina que todo nacimiento humano es un milagro que genera posibilidades ilimitadas para mejorar el mundo.  F.A. Hayek ha explicado muy bien lo que es el “individualismo del bueno”, que es precisamente esa noción de potencia social y responsabilidades asociadas a la libertad personal.

 

Quizás sea mejor adoptar el término “individualidad” en lugar de “individualismo”, para fines de marketing y comunicación a públicos más amplios. El liberalismo cree en el individuo, invitándole a crecer y asumir el compromiso personal que significa la libertad, que, como señalé, también significa deberes y decisiones.  Al colocar este acento en el individuo no se hace para distanciarle del prójimo o invitarle a una vivencia disociada de sus conciudadanos. Lo que estamos haciendo es proteger a la persona, evitar que le aplasten precisamente las mayorías o los autoritarismos. Estamos dando un mensaje de que la vida humana vale desde su expresión fundamental, que es cada persona.  No creemos que categorías colectivas tengan derecho alguno a pisotear a las personas o a tratarlas de modo uniforme. El abuso en el término “pueblo” por los populistas reduce a las personas a una homogeneidad que es inexistente y la emplean para adecuarlas a la visión que los gobernantes o sus acólitos tienen sobre lo que es una vida buena.

 

Nosotros consideramos valiosa la interacción voluntaria, no sólo a través de la economía de mercado, sino mediante organizaciones civiles espontáneas como son: familia, iglesias, asociaciones de padres y representantes, asambleas de vecinos, fundaciones privadas, agrupaciones universitarias, centros de estudiantes, organizaciones sin fines de lucro y los partidos políticos, que son bastiones de la democracia. El principio de subsidiariedad propone que las instituciones más cercanas al ciudadano en términos geográficos y de proximidad en trato son las que logran mejorar de modo más ágil su bienestar.  Por ello invitamos a ese dinamismo, evitando una centralización o visión única sobre la sociedad.

 

Consideramos que reconociéndose como individuo libre y con esa valoración positiva, cada ciudadano logra aportar más a la sociedad. Sabemos que cada uno tiene limitaciones, que todos tenemos intereses más o menos mezquinos, que de modo oportunista respondemos a incentivos que saquen lo peor de nosotros o que somos terriblemente emocionales, incluso irracionales, en decisiones claves para nuestras vidas. Precisamente, al invitar a respetar a cada persona, estamos proponiendo resolver de modo pacífico nuestras diferencias o limitaciones, mediante los intercambios, transacciones y convivencia diaria que elegimos. Creemos que el ser humano no solo es capaz, sino que tiene la obligación moral de mejorar y que ello se logra mediante la vida en sociedad guiada por este respeto, que se sustenta con los derechos de propiedad, la libertad de expresión o la libre asociación entre personas.

 

En Venezuela, precisamente la dinámica de este siglo nos ha demostrado que el socialismo marxista al aplicarse en política genera fallos, porque el socialismo como doctrina es violento.  Sus preocupaciones sobre el bienestar de las personas, sobre la equidad, son válidas y también las tenemos los liberales. La pobreza, especialmente cuando la viven personas de modo involuntario, como son niños, ancianos y discapacitados, son algo que angustia a cualquiera que tenga sensibilidad. Ciertamente tuvimos una horrible trayectoria social desde 1976, con un Estado Venezolano que actuó como máquina fabricante de pobreza y unos partidos políticos incapaces de desmontar esa inercia. Ya vimos como sabotearon el esfuerzo de apertura económica hecho en 1990-1992, que tampoco fue bien comunicado o compartido con la sociedad..  El resultado es que hemos empeorado todos los errores sociales que nos llevaron a la pobreza: Estatalismo, irrespeto a derechos de propiedad, irresponsabilidad fiscal y monetaria, todos ellos desaciertos que se alimentan entre sí.    Lamentablemente, es un aprendizaje muy doloroso y hoy tenemos una sociedad empobrecida, reprimida y, como señalé, tenemos, por primera vez en nuestra historia, todas las libertades confiscadas:  soberanía nacional, propiedad, expresión, libre tránsito, elección libre de ocupación, seguridad personal, voto  y ahora vivimos bajo un miedo al Estado que no existía

 

Aún creo que por necesidad y por inteligencia, habremos de movernos hacia una Venezuela con más libertades. Lo ejemplifican las relaciones del Partido Comunista Chino con Hong Kong, con Taiwan y el manejo autoritario de la crisis de la COVID-19. En el caso venezolano habría de ser más sencillo ceder espacios a la libertad, todos ganarían. Políticos y ciudadanos. Lo triste es que no haya aún una propuesta oficial ni acuerdos entre partidos políticos en esa dirección.

 

4. Una de sus preocupaciones intelectuales además del estudio de las ideas de la libertad, es el tema de la innovación. Sabiendo que es un aspecto central para la conformación de sociedades prósperas, le pregunto con el objetivo de incentivar la innovación, el ingenio y en vista de los nuevos retos ¿considera que el modelo de universidades venezolanas debe cambiar?

 

La innovación se consolida cuando la Academia interactúa con el sector privado productivo. No me refiero solo a corporaciones grandes, sino también a organizaciones civiles que precisan mejorar sus procedimientos, como son cooperativas de productores agrícolas, asociaciones de mujeres empresarias y PYMES.  ¿Y por qué no? Instituciones del propio gobierno.

 

La inversión nacional en ciencia y tecnología es casi nula. En gran medida, porque no hay presupuesto. Es difícil dedicar fondos, tiempo y energía a la innovación si una preocupación cotidiana para los venezolanos es conseguir combustible, aprovechar las pocas horas diarias con servicio de agua y proteger los electrodomésticos o los alimentos ante apagones de luz.

 

La  academia actualmente tiene poco presupuesto y mucha represión. Se han creado muchas instituciones universitarias durante este siglo que han expandido acceso a educación pero no siempre bajo criterios de calidad. Es un error formar masivamente a estudiantes si no se les dan las herramientas y conceptos que los hagan innovadores, productivos y creadores.

 

Las  universidades han abusado de la formación ideológica. A mí me entristece seguir viendo en los murales de nuestras casas de estudios al Ché Guevara, en lugar de colocar allí a científicos o filósofos de nuestra patria. Por décadas, con subsidios del Gobierno y restando dinero a otros sectores, se alimentaron burócratas universitarios y promotores de consignas marxistas en las cátedras universitarias. Cuántos violentos y antisociales emplearon las instalaciones universitarias para desestabilizar la democracia, incluyendo protestas violentas recurrentes. Y lo  más sorprendente es la renuencia de muchos profesores universitarios de afinidad socialista a modernizar sus teorías y aceptar la refutación que ha hecho la realidad de ella. Siguen aferrados a su anquilosado armazón conceptual. Los liberales somos distintos: un buen liberal admite el cambio, sintoniza con Karl Popper, que no sólo fue un gran filósofo de la libertad sino también de la investigación científica.

 

La cooperación voluntaria, bajo visión de mercado, es la manera de que universidades y organizaciones tanto empresariales como civiles produzcan juntos. Y sería miope o dogmático dejar de reconocer que la inversión Estatal en innovación es relevante. Pero debe darle las facilidades al sector privado como ocurre en países desarrollados que han producido la innovación  y la tecnología: Internet, satélites,  telefonía celular., inteligencia artificial  entre otros. En el entorno actual de pandemia, la investigación para vacunas contra la COVID-19 ha tenido relevante inversión pública y privada para activar soluciones.

 

Con la crisis de la COVID-19, se han limitado libertades y hay que estar muy atentos, a no permitirlo,  por ejemplo Corea del Sur ha hecho una gestión pública muy positiva en cuanto a acceso a equipos de protección médica o realización temprana de pruebas de laboratorio, pero en  otro ámbito ha sido más polémico su manejo y se trata del uso del teléfono celular para monitorear a los ciudadanos. Tiene sentido emplear alternativas tecnológicas que ayuden a hacer mejor seguimiento de la propagación del virus y aíslen tempranamente a quien está enfermo. La inquietud es que tal tecnología se acabe replicando, por gobiernos no democráticos ni afines a la libertad, para supervisar otro tipo de interacciones personales. Imaginemos un gobierno autoritario que hace seguimiento tan preciso a cada individuo.

 

Concluyendo sobre Universidades venezolanas es preciso que, en estos tiempos de asfixia presupuestaria oficial, se aproximen a las organizaciones intermedias de la organización civil y a las empresas privadas que siguen exitosamente sobreviviendo en Venezuela. Esto generará ingresos adicionales para sostener su investigación científica y las aplicaciones técnicas. No sólo de tecnología o ingeniería química o física, sino también lo referente a ciencias de la gerencia empresarial o ciencias sociales. Entendiendo que la innovación está sujeta a mucho azar, que pocos proyectos realmente obtienen los resultados esperados y lo que surgen son aplicaciones inesperadas. Es parte de la libertad que caracteriza una buena investigación científica y el estudio técnico de su aplicación. Es inviable hacerlo bajo represión u obedeciendo a restricciones de pensamiento.

 

5. Sabiendo que el ejercicio de la libertad amerita de la responsabilidad individual, ¿Cómo ha sido la recepción de esta idea en los jóvenes, partiendo de la experiencia de los seminarios de formación de CEDICE?

 

Hemos percibido mucho dinamismo entre los jóvenes venezolanos, mayor interés por los temas públicos. Tienen la ventaja de contar con más herramientas tecnológicas que hasta finales del siglo XX aún eran incipientes. Las redes sociales son parte de la innovación y lamentablemente sólo se coloca el acento en el mal uso que hacen de ellas algunas personas para desinformar. Nosotros, por el contrario, vemos como Facebook, youtube, Instagram, Twitter, LinkedIn y otras redes sociales promueven que los jóvenes venezolanos participen más en temas públicos. Se les ha hecho necesario y los más optimistas toman esta alternativa de participación en lugar de sólo pensar en emigrar.   Su esperanza se alimenta con la creencia en la Libertad.

 

Veo además muy buena formación. Son mayoría los expositores serios de estas ideas liberales y en CEDICE LIBERTAD nuestra iniciativa es seguir reforzando el acceso a profesores,  expertos en  políticas públicas, jóvenes, mujeres, intelectuales,  y promover la diversidad de opiniones. Nos resulta valiosa la heterogeneidad y la distancia respecto al pensamiento único. Lo que nos hace liberales es la confianza en el disenso y queremos que cada persona construya, con los conceptos y vivencias que le son más significativos desde su historia personal o su realidad, su propio liberalismo.

 

La crisis de la COVID-19 hace que sea más necesario ahora apelar a las redes sociales y plataformas para reuniones virtuales. Toda organización libertaria debe tener un área que podemos llamarla de marketing on-line e infraestructura tecnológica para tal fin. En Venezuela, tenemos muchas limitaciones en cuanto a esto pero se esta haciendo el esfuerzo a pesar de ello de llevar el mensaje a través de la virtualidad.

 

Adicionalmente, nos preocupa el limitado acceso a tales tecnologías, con mucha población excluida de electricidad o una conexión wi-fi confiable en Venezuela, especialmente en las regiones fuera de Caracas.  Algo muy grato en esta generación que llaman “Millenials” o con otros nombres es que tienen una ética donde el sentido de la vida tiene que ver con el propósito social. No les basta, como a los “yuppies” de los años noventa, con un hedonismo personal o el éxito material. Han de ver sentido en lo que hacen, coincidencia organizacional con sus valores y miran con buenos ojos la participación en causas que mejoren a la sociedad.  En Venezuela, una forma de hacerlo es a través del liberalismo y la economía de mercado.  Admiro que con las limitaciones cotidianas, la juventud venezolana siga manteniendo este compromiso y por ello tenemos el área de  Cedice Joven quienes comparten con sus pares  la libertad individual y los fundamentos del estado de derecho.

 

6. ¿Cómo puede recuperarse Venezuela de un proyecto ideológico que sistemáticamente anuló al individuo, el respeto y la responsabilidad individual?

 

Mi respuesta es inmediata:  no se ha anulado aún al individuo.  Se pueden colocar barreras físicas a las personas, obstáculos de toda índole, sin por ello quebrantar su espíritu. Los filósofos liberales nos han dejado claro que la mente no tiene estas limitaciones. La mente, el alma, son infinitos y escapan a cualquier encierro. Esto es la esencia de la libertad. No es viable someternos completamente. Por ello, toda tiranía, todo autoritarismo, está condenado al fracaso, así demore décadas en concretarse.

 

Ha habido mucho sufrimiento innecesario. No era preciso atravesar por tantas restricciones y cadenas, para quedar aún más empobrecidos que en 1998.  Es inviable un sistema que resta incentivos a la vida productiva. Sin respeto al individuo, a la propiedad privada o a la iniciativa personal, la sociedad está condenada a empobrecerse o peor, convertirse en un Estado fallido. Apenas hubo mejoría en indicadores sociales mientras se tuvo un boom petrolero entre 2005 y 2014, repitiendo el despilfarro de 1974-1981. Lo alcanzado, que se evaporó tan pronto cayeron los precios y volúmenes de exportación petrolera,  no compensó los costos en expropiaciones, emigración y ruptura del diálogo democrático.

 

Lo sorprendente es que no se tenga un discurso firme y favorable a la libertad. Hoy día Venezuela tendrá que buscar otras fuentes de flujo de caja más alineadas con el Siglo XXI y la Cuarta Revolución Industrial. Habremos de considerar incluso tecnologías ein versión privada en el área energética

 

Para superar la pobreza es necesaria mayor productividad, inversión en conocimiento y un ambiente favorable a la iniciativa individual. Pongamos los ojos en Singapur, Corea del Sur, los países bálticos y vecinos latinoamericanos que, a pesar de sus vicisitudes y problemas persistentes, han logrado mejorar la vida de sus ciudadanos con muchos menos recursos que los nuestros – Chile, Colombia o Perú, por ejemplo.

 

Venezuela necesita con urgencia acuerdos pacíficos entre sus políticos. Nadie hará el trabajo por nosotros y es irresponsable apelar a quiméricas soluciones de intervención. Ya nuestro país ha sufrido bastante. Necesitamos relanzar la marca país y conseguir que, así sea por motivos humanitarios tras la pandemia.

 

No podemos darnos el lujo de malbaratar nuestra mayor riqueza y fuente de prosperidad perdurable, que son las personas. Ya arrojamos a la basura los auges de hidrocarburos, que demorarán en volver por la recesión mundial y el exceso de oferta. No desperdiciemos también nuestra fuente de prosperidad compartida sostenible, que es el ciudadano. Creer en él es darle libertad.

 

Los invitamos desde CEDICE LIBERTAD a avanzar en esta dirección conciliatoria en la cual no excluimos a nadie. Tenemos cómo retomar una senda de crecimiento y equidad si reconocemos el error y procedemos con celeridad a liberalizar la economía, en un ambiente de paz, respeto e inclusión social.

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