Serie Revolución Bolivariana: Crónicas del mal. Crónica #8 Evaporado

Ezio Serrano Páez

 

Serie «Revolución Bolivariana: Crónicas del mal».

Relatos sobre el daño histórico de un proyecto ideológico

 

Los líquidos pueden convertirse en vapor. Para el ojo humano esto es pura y simple desaparición. Los sólidos también pueden  evaporarse. Cuando esto ocurre se habla de sublimación. Pero según la neolengua que Orwell describe en su 1984, un ser humano puede ser evaporado. Claro, solo en neolengua es posible pasar de sólido a vapor (desaparecer), sin sublimar a las víctimas.

 

Pero, ¿quién podría imaginar que la  Revolución Pacífica y  Humanista, en algún momento apelaría a semejante procedimiento? Tal como ocurre en la novela de Orwell, eso de evaporar, supone un  enorme poder con vocación totalitaria. Si  para evaporar un cubo de agua se requieren muchas kilocalorías, para hacerle lo mismo a un ser humano,  se requiere mucho poder y control burocrático.

 

Y de eso trata la evaporación de Alí, el  menor de  tres hermanos provenientes de tierras lejanas.  El primero en llegar al país fue Amín, el mayor de los tres con más de 50 años de permanencia en la tierra de gracia. Luego llegó Samir, dos años menor.  El arribo de Alí en cambio, fue tardío. Cuando fue recibido por sus dos hermanos,  el hijo de Amín, venezolano por nacimiento, tendría en su tío un compañero de juego.

 

Amín, el mayor, reunía todas las condiciones para ser el Big Brother. Era portador  de algunos distintivos culturales  traídos desde su tierra natal: inclinación tribal con ejercicio de la autoridad por mayorazgo,  hermetismo familiar favorable a la endogamia, y su  temprana vinculación con un partido radical-dogmático. Samir por su parte, siempre fue tutelado por su hermano mayor.

 

Pero en la Venezuela de las múltiples influencias culturales, en tierras sincréticas, aquellas expresiones del tradicionalismo se van a modificar. El hijo de Amín, el mismo que jugó con Alí, se convirtió en el portador de  una curiosa mezcla de atributos políticos. De su padre tomó el hermetismo familiar, tendiente a la endogamia y el radicalismo dogmático. Pero lo mezcló con la picaresca criolla, y el arribismo trasuntado  con talante mafioso.

 

Alí  en cambio  se aficionó por la arepa, el béisbol y los amores mestizos. Una oveja descarriada  para una familia poco inclinada  a la aceptación de las diferencias. Amín fue líder y macho alfa. Emprendedor y audaz en una tierra que ofreció oportunidades. Pero nada para él fue suficiente. Su hijo pudo llegar a la universidad, y  más recientemente logró alcanzar liderazgo en la cúpula del poder. Ahora el Big Brother era su hijo.

 

Padre e hijo se combinan para transformar la cosa pública en cosa privada. Con la poderosa influencia política del alto funcionario, florecen los negocios familiares. También se acentúan los rasgos tribales y mafiosos,  amparados  por el poder que no conoce límites. El padre dirige los asuntos internos del clan, el hijo es el rostro público, el que la mueve, según el  “criollo” Alí.

 

¡Y vaya que la mueve! Los hermanos y descendientes  se convierten en testaferros de Amín, premiado por la vida con un hijo mafioso en las altas esferas del poder.  El hijo drena a través del padre,  la savia de un país  en plena época del saqueo a la riqueza  pública.

 

Alí también tiene su negocio. Pero el control lo ejerce el hermano mayor. Para todo efecto legal, originado en los registros  públicos, Alí conduce una empresa  sobre la cual nada decide. Con las formalidades del caso,  gandolas cargadas con productos subsidiados por el Estado venezolano, atraviesan las fronteras.

 

Algunas de las empresas expropiadas  por el Estado, todavía producen lo suficiente para calmar la sed expoliadora del clan dirigido por el padre dogmático y el hijo mafioso. Por determinados puntos de control fronterizo, las empresas de Alí  representan  heridas abiertas por la voracidad patriarcal desbocada. Por allí se drena, hacia el desaguadero, el futuro de un país inerme.

 

Pero dos generales conocen el movimiento. La estela de corrupción  que el contrabando va marcando, sólo podría ocultarse a la mirada de ciegos o incautos. Los militares exigen participación en el negocio. No están dispuestos a  convertirse en convidados de piedra, en un festín suculento. Alí es identificado como el responsable de un horrendo saqueo, justo cuando las empresas proveedoras se van a la ruina.

 

El clan familiar se reúne de emergencia. Hay que salvar el buen nombre, el honor de la tradición impone un sacrificio. Es el modo en que las tribus conjuran el mal que les acecha. Es el momento en el cual el Big Brother actúa.  El criollo Alí, la oveja descarriada, debe ser evaporado.  Y empieza a funcionar la maquinaria burocrática del Estado totalitario.

 

¿Qué suma de poder burocrático se debe desplegar para evaporar  un sujeto con más de 40 años de vida en un país, que ahora circula por sus venas? De los registros públicos de inmigración desapareció su nombre, al igual que el registro de su llegada al país. ¡Nunca llegó! Su número de identidad fue reasignado.  Borrada la identidad, se produce un efecto cascada. Nunca estudió en el país, jamás registró una empresa, ergo en el Seniat no figura. Nada quedó en papel de quien llegó a enamorarse de la arepa.

 

¿Y qué hicieron con el cuerpo? ¿Fue ofrendado al minotauro? En la reunión del clan se discutió arduamente el asunto. ¡Alí debe regresar a su tierra natal! Lo dice el Big Brother, su antiguo compañero de juegos. Pero Alí se resiste, hay forcejeo y violencia abierta de todos contra el evaporado.

 

-¡Y qué voy hacer  en un país que ya no conozco!

 

Nadie se atreve a responder esa pregunta. Lo encierran en un lugar seguro mientras se prepara el vuelo. Un día cualquiera, dos fornidos  policías de la entera confianza de la familia, irrumpen en la habitación del prisionero. Los acompaña un equipo médico y el hermano mayor, fiel ejecutor de la sentencia. Nuevamente Alí se resiste. Lo someten y lo inyectan. Debe dormir unas 24 horas. Saldrá en un vuelo privado. Para cuando despierte la evaporación se habrá consumado.

 

¿Hasta dónde puede llegar el poder burocrático? ¿Hasta dónde llega la frialdad  del Big Brother?  Respuesta que se obtiene fácil con otra pregunta: si es capaz de evaporar a su tío y  compañero de juegos en la infancia, ¿qué  puede hacerle a quienes son  sus enemigos?

 

Referencias

Imagen: obra «Cave painting» de Banksy

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