
23 Ago Serie Revolución Bolivariana: Crónicas del mal. Crónica #3 El método del discurso
Ezio Serrano Páez
Serie «Revolución Bolivariana: Crónicas del mal».
Relatos sobre el daño histórico de un proyecto ideológico
Para liquidar al enemigo, primero se le debe destruir moralmente. Si este primer paso se cumple de modo apropiado, es posible que sea innecesario proceder a su liquidación física. Es preferible lograr la autoliquidación. Se evitan costos políticos mayores como el fortalecimiento de mitos indeseables. La perversión reinante en Venezuela, copiada de los métodos usados en la isla, suele apelar a la liquidación moral de los adversarios, pues de ese modo asegura la existencia de una población sin liderazgo, una manada en tropel anárquica, un rebaño sin pastor.
¿Y puede existir mejor ambiente para probar la efectividad del método, que una parroquia con su guía espiritual? En aquél pueblo andino próximo a la frontera, el padre Miguel Moreno encontró en la familia Ramírez, los aliados ideales para emprender una altruista labor social. Los conmueve la pobreza de la gente, el hambre explayada por cada rincón, los famélicos asistentes a la misa del domingo, sin energía para soportar un sermón. Hasta ingerir la ostia consagrada puede ser la principal motivación.
Orangel Ramírez, comerciante, su esposa Teresa y sus dos hijos, Lucía y Raúl, se convierten en los propulsores de un Centro de Servicios Comunitarios. El padre Miguel, cede los espacios de la casa parroquial. Empiezan su labor con el año 2016. Colectas, donaciones, rifas y vendimias permiten un mobiliario básico. Un médico y una enfermera jubilados, donan dos mañanas semanales para brindar atención básica.
Para el 2017, la actividad de los parroquianos ha logrado consolidar el servicio de 60 almuerzos diarios para los más pobres, un sancocho solidario los domingos, las consultas de medicina general y la entrega de ropa a quienes más lo necesitan. El prestigio de Orangel y el padre Miguel estaban en ascenso, en medio del conflictivo ambiente político de aquel año. Pronto, el drama venezolano habría de marcar con trazos dolorosos, la encomiable labor de los parroquianos.
No uno, sino los dos hijos de Orangel fueron detenidos por participar en alguna de tantas protestas ocurridas en aquellos momentos críticos. En realidad se los llevaron de la casa familiar. Uno de los 60 “almuerzatarios” los delató por ser cabecillas de los guarimberos. Judas mataba el hambre en la parroquia, pero no dejaba de hacer su trabajo traicionero. Y es que la caridad y la política no necesariamente acompasan su sentido altruista.
Después de varias semanas, Ramírez compra la “liberación” de sus hijos sometidos ahora, al régimen de presentación. La mordida recibida, dejó en terapia intensiva las finanzas familiares. A partir de ese hecho, el ensañamiento del poder tendrá en los Ramírez, el objetivo a la vista, los conejillos para el ensayo. El método del discurso se puso en marcha.
En la misa de siete, la mañana de un domingo, son lanzadas las hojas volantes con una grave denuncia: el padre Miguel no sólo se inmiscuye en política, también permite que en la casa parroquial se hable mal del gobierno. Y más aún, mantiene una “extraña relación” con el señor Orangel Ramírez. Aspecto que se demuestra en las prolongadas horas de tertulia que los dos personajes sostienen. El cura de la parroquia parece olvidar que “Cristo está con el pueblo revolucionario”, tal es la gravedad de lo que allí ocurre.
Sin embargo, el pecado de Eva al morder la manzana, tuvo su réplica en la iglesia del padre Miguel. Un día se presentaron los integrantes del Consejo Comunal Macheteros Andinos. Ofrecieron dar su aporte a la actividad parroquial. Garantizaban la entrega de cien kilos de alimentos distribuidos entre lentejas, harina de maíz y arroz. El padre aceptó la oferta, la cual se concretó al tercer día, como la famosa resurrección.
Pero la donación no fue tan desinteresada. Semanas más tarde, los del Consejo Comunal, exigían su derecho a supervisar la distribución de los alimentos. Tiempo después descubren, ¡oh, repámpanos! corrupción, y luego proceden a denunciar a Orangel por delitos de malversación. Los almuerzos y el sancocho, ahora son del pueblo, y Ramírez debe rendir cuentas por el modo como hace la distribución. La acusación quedó en el ambiente, para materializarse en una próxima ocasión.
A lo largo del 2018, los del Consejo Comunal, continuaron con las presiones y hasta hubo varios intentos de ocupar el espacio parroquial. Si no lo lograron, fue por la resistencia del equipo. El médico y la enfermera amenazaron con retirarse y no atender a los vociferantes. Letreros en los muros denunciaban robo y corrupción. Como en el pasaje bíblico, muchos habían cambiado su libertad por un plato de lentejas, y así se añadían al coro del consejo comunal. En la ya marcada casa de Orangel, donde además funcionaba su negocio, la situación era peor. A las periódicas visitas del FAES, se añadían los escritos amenazantes: ¡Aquí vive un ladrón! ¡Fuera los corruptos! Son los lemas de bajo tenor, pues en voz baja se aplica la pura y dura extorsión.
Al inicio del 2019 la esperanza y la fe parecen reverdecer. Si bien el padre Miguel, cediendo a las presiones mantenía bajo perfil, los Ramírez en cambio deciden echar el resto. ¡Ahora si! Acopiando coraje, se suman plenamente a los comités de apoyo para hacer llegar la Ayuda Humanitaria desde la frontera. La ayuda entraría si o si. Los hijos de Orangel, trabajaron con tesón organizando a los más entusiastas. Se exponen ante el poder, a pesar del expediente abierto por instigación al odio, mientras al papá le activan el expediente por malversación.
Pero el ambiente de victoria duró muy poco. Al sobrevenir la derrota, la arremetida represiva hizo que toda la familia Ramírez se refugiara en casa de unos amigos, bien lejos de su distrito. Desde allí, planearon atravesar la frontera. Lo que en algún momento funcionó como hogar y casa de comercio, fue saqueado. Dicen que, hasta algunos de los comensales participaron en los desafueros. El padre Miguel optó por el silencio. Tal vez recibió la orden de los superiores. El médico y la enfermera, también se retiraron, la obra social desapareció. Los Ramírez son buscados por incendiarios y otros “delitos”. El Estado tiene el poder de sembrar dudas.
Para el inicio del 2020, los Ramírez son una familia más, de tantas disgregadas. La madre aquejada de una severa osteoartrosis no pudo acompañarlos en la huida: viaja al centro del país para refugiarse con familiares cercanos. Orangel está en Bogotá, haciendo lo que puede. Lucía sobrevive en Quito con un grupo de amigos, y Raúl ayuda en la cocina de un restaurante de Lima. En la parroquia se acuerdan de ellos, quienes sobreviven con hambre insatisfecha.
Hay quienes piensan en los Ramírez como si fuesen perdedores, que tuvieron la infeliz ocurrencia de enfrentarse al imbatible poder del Estado. ¿A quién se le ocurre semejante desatino? Claro, eran unos radicales, comentan algunos. El método del discurso ha producido los resultados esperados. La dictadura domina no sólo porque empobrece, también logra sus propósitos porque encanalla. Y esto último se nutre de la cobardía, la estupidez o la ignorancia.
Tal vez en sus largas caminatas para escapar de sus perseguidores, Orangel y sus hijos pudieron hacer el balance de aquello que los dejó con sus vidas fragmentadas, las claves discursivas del método de dominio: quien se acomoda al reino de la necesidad, dudosamente puede aspirar, y menos luchar, para alcanzar el reino de la libertad. La caridad no es suficiente, y hasta puede ser contraproducente, para enfrentar la pobreza. Mucho menos sirve para enfrentar una dictadura perversa, valida de la ignorancia.
De los 5 ó 6 millones de venezolanos que se fueron, menos del 2% lo hicieron por persecución política. La gran mayoría escapó de la crisis económica, la pobreza, la inseguridad, o lo que sea, menos por enfrentar la tiranía. Orangel vivió en carne propia la verdad de un drama: al no existir conciencia política, a los venezolanos nos arrebataron el país, sin entender por qué lo perdimos. Ni un relato histórico creíble, hemos podido oponer a la barbarie que nos domina.
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