
07 Jun Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #17 Estrategias de guerra
Ezio Serrano Páez
Pedro Montilla es un oficial de carrera perteneciente a las gloriosas fuerzas armadas nacionales. Su habilidad como estratega militar está fuera de toda duda. Montilla lo puede demostrar con hechos incuestionables: a pesar de la terrible crisis de nuestro tiempo, este heroico personaje ha podido mantener bajo su absoluto control, no uno, sino dos, tres y hasta cuatro frentes de guerra sin morder el polvo de la derrota. ¿Cómo podrían imaginar Clausewitz o Sun Tzu, que el acceso a las cajas Clap, al pollo regulado o la gasolina, podrían utilizarse como armas irresistibles en varios frentes, operando de modo simultáneo? Sólo Yelitza y su hijo Matías, pudieron derrotar al artífice de una estrategia de guerra probadamente exitosa.
Ya cerca del medio día, Yelitza dejó a Matías, de apenas seis años de edad, a cargo de una vecina. Aprovechando la reserva de combustible en su automóvil, decidió explorar el terreno, o la zona de conflicto, representada por la estación de servicio más cercana. Lo que vieron sus ojos, fue un paisaje casi apocalíptico, un reto a la resistencia de los más fuertes y resignados automovilistas. Se desplazó lentamente por la interminable sierpe, desde la cola a la cabeza, esta última representada por la estación y los surtidores de gasolina. En total, unos cinco kilómetros de vehículos enfilados entre la basura, trazaban la zigzagueante estampa distópica. Un sol abrazador condimentaba con su picante luz, la piel de hombres y mujeres con más de 14 horas de espera agotadora. ¡La cisterna había llegado! Y ahora prodigaba una efímera alegría en aquellas personas que parecían tener el alma muerta.
El breve recorrido realizado por la hermosa mujer, resultó suficiente para procesar la data. Sus brillantes ojos, a modo de scanner, caracterizaron el terreno en cuestión de segundos: dos guardias en la entrada principal, luego, una breve curvatura de unos 45 grados antecede la zona de llenado y esto define la recta final para los seis primeros vehículos a la cabeza de la sierpe. Al fondo, dos guardias adicionales, y más retirado aún, está quien parece ser el oficial a cargo. Yelitza pronto tiene un plan. Regresa a su casa y se cambia de ropa. Utilizará su traje de guerra, el apropiado para minar y hacer explotar cualquier obstáculo: su mono de ejercicios híper ajustado, los tenis, y la minúscula franela que libera su abdomen, además de mostrar ligeramente sus dos volcanes acondicionados para una permanente erupción. Hecho el cambio de atuendo, pasa retirando a Matías, parte esencial de su estrategia.
Nuevamente el recorrido por territorio somalí. Muchos utilizan tracción de sangre para mover sus autos, (combustible cero), cada vez que se produce un avance. Cuando Yelitza pasa cerca de la entrada, apaga su vehículo y deja que se deslice suavemente hasta muy cerca del acceso. Frente a ella, estallan los rumores de quienes están prevenidos para rechazar a cualquier coleado. Ahora está atravesada a la izquierda de la fila.La imponente mujer baja del vehículo y simula empujarlo hacia territorio neutral. Matías pone la nota de inocencia. Visible desde la ventana, retuerce el cuello de su dinosauro Rexi y asume cara de tristeza. La escena se transforma en espectáculo conmovedor: los guardias de la entrada y hasta varios murmuradores se acercan para ayudar. Los demás callan al observar la delicada estampa de aquella imponente mujer. La primera fase del plan se cubrió de modo impecable.
Las luces principales encendidas, más el palpitar de las intermitentes, anuncian una emergencia. Desde el fondo de la estación, el oficial Montilla lo ha observado todo y decide actuar. Asume postura de sigilo, mira a los lados, como quien pretende asegurar el control de la vanguardia y retaguardia, luego procede al ataque en profundidad. Encimándose al objetivo, hace algunas señales a los dos hombres de la entrada para que retrocedan a su posición inicial. El prodigioso estratega, presume que se trata de una sencilla operación en territorios de levante. Según su planimetría, no habrá que convocar a otros componentes aéreos o navales, el balance entre fuerzas regulares y paramilitares luce enteramente favorable. Con precisión misilística, el experto en mil batallas de su tipo aborda a Yelitza:
-Cuál es su problema, divina mujer?
-¿Acaso quedan nobles y batalladores guerreros en este castigado país?- Fue la retadora respuesta de la mujer, quien removió su mascarilla, para mostrar una sonrisa espléndida, suficiente para dinamitar la más firme trinchera.
-Pues, déjeme decirle que acá tiene uno. Siempre dispuesto a defender a las mujeres indefensas de un pueblo, asediado por el Águila Imperial que ahora nos ataca con su guerra bacteriológica. Fue lo que dijo el oficial Montilla, acercándose al punto de poner en peligro las reglas de distanciamiento social promovidas en tiempos de cuarentena.
-Pues entonces, tiene que ayudarme. No tengo gasolina, no tengo empleo. Matías es lo único que me queda. Si en una hora no se lo llevo al padre, el desgraciado me suspende la pensión de manutención del niño, ¡Lo único que me queda, me siento muy sola! Le faltó poco para llorar.
Matías y Montilla cruzan miradas, y el oficial queda plenamente convencido. De la carpeta bajo el brazo extrae un papel, utiliza el capó del vehículo como escritorio, saca el bolígrafo negro de su bolsillo y procede a dibujar el plano de la acción a seguir, para que la escultural mujer acceda al combustible:
-Al salir aquella camioneta azul de la primera isla, yo llevo su carro directo a los surtidores, pero necesito que neutralice los siguientes vehículos hasta el quinto. Una vez neutralizados, me espera en la salida, después del camión verde. Los dos guardias neutralizan al sexto y séptimo puestos solicitando el Carné de la Patria. Allí termina el peligro, pues la curvatura de 45 grados, impide la visibilidad de los enemigos que siguen en la fila. ¡El plan empieza en los próximos diez segundos!
Yelitza bajó a Matías del vehículo. Tomándolo de la mano se dirigió a los propietarios de los tres primeros vehículos a neutralizar. Eufóricos por la proximidad de la meta, estaban tomando una selfie para recordar su primer tanque de gasolina pagado en dólares:
-¡Señores, que pena con ustedes! A mi hijo le pusieron una tarea en la escuela virtual. Le preguntan: ¿Cuál sería el precio de la gasolina hoy, de no haberse cambiado los conos monetarios en los últimos 20 años? Se debe expresar en notación científica.
Los hombres miraron a Matías, y la compasión los embargó. Sacaron papel y lápiz y se enfrascaron en ardorosa discusión. Madre e hijo avanzaron hacia las siguientes víctimas:
¡Señores, que pena con ustedes! A mi hijo le pusieron una tarea en la escuela virtual, le preguntan: ¿Cuál es la concatenación del verbo tanquear en su forma reflexiva para el futuro imperfecto?
Pronto, unos trescientos metros de la fila, discutían con ardor las posibles respuestas a las preguntas formuladas al niño quien apenas miraba para producir una mueca conmovedora, capaz de neutralizar los potenciales enemigos del llenado de gasolina para el carro de la madre. La fila se paralizó, y Montilla ejecutó sin dificultades la misión trazada.
El operativo desplegado apenas duro unos quince minutos. Transcurridos, Yelitza y Montilla se reencuentran en el lugar acordado:
-¿Cuánto te debo, verdoso bebé, tienes punto? Preguntó ella haciendo uso de su mirada sublime.
-Yo no tengo punto, pero tu tienes varios que me interesan… (risas de ambos)
-No me digas que te interesa mi punto G, te advierto que no es fácil de hallar…(risas de ambos)
Ella deslizó un trozo de papel con un número telefónico y nombre falsos. El, como buen estratega, miró en todas las direcciones para asegurar el perímetro, luego recibió el papel.
-Te llamo a las seis, dijo mientras se marchaba.
El rudo hombre de armas cerró así lo que creyó un gran negocio. Tendría un nuevo frente de guerra flanqueado con gasolina. No sin algo de compasión, Yelitza vio alejarse al representante de los rudos hombres de las Queseras del Medio, de Mucuritas, Carabobo, La Victoria y muchas otras. Los aguerridos hombres de armas, como el resto de los venezolanos, se ufanan de sus glorias pasadas, y se quejan de un presente que no logran superar, simplemente, se acomodan. En marcha rumbo al hogar, Matías por fin decidió hablar:
-Mamá, no te aburre este mundo de idiotas?
Hijito, esto es lo que hay…si, es lo que hay.
Sorry, the comment form is closed at this time.