
07 Jun Serie: Pensar la historia. ¿Se repite la historia? Los pecados del anacronismo
Jo-ann Peña Angulo
«Es un anacronismo». Expresión frecuente en las primeras clases de historia. Se emplea allí como advertencia a los futuros historiadores sobre el cuidado que conlleva estudiar, analizar y comparar los hechos y fenómenos históricos.
¿Conoce la historia sobre el error humano de confundir épocas y contextos históricos? ¿Sabe la historia sobre el acto de analizar hechos en escenarios que no le corresponde? Veamos: la historia como proceso y movimiento, sigue su recorrido marcado por las dinámicas sociales. En ese movimiento, las emociones, las decisiones, el azar y lo inexorable configuran los distintos desenlaces. Inicios, procesos y resultados quedan así registrados en la historia y en la memoria.
En esta recopilación de hechos y acontecimientos, le preguntamos a la historia -como disciplina social- sobre el significado de los anacronismos que surgen en su devenir. Nos respondió sin titubear: «son errores humanos con los que he tenido que cargar, culpas con las que he tenido que lidiar…» Agrega además: «Los anacronismos surgen de las no respuestas a la realidad, del deseo de justificar, de quedarse atado ante lo que sucede continuamente». En el fondo, parece culparnos por no haber comprendido los peligros y alcance de los mismos.
La inexactitud que los acompaña encierra y transita la idea de la repetición histórica. Vale recordar, una de las lecciones de Giambatista Vico: los hechos no se repiten. Se repiten, las reacciones y acciones de los hombres ante los distintos eventos y circunstancias. La condición humana se reitera como lo expresa Vico, en los tres elementos de su ciencia nueva: la comunión, el matrimonio y la sepultura. Dichas costumbres universales, cohesionan así a los diversos grupos. Se repiten entonces a lo largo de la historia.
De aquí, puede surgir el espejismo que confunde y anima a exclamar «la historia se repite» como una especie de ciclo sin fin. En este sentido, la reiteración se vincula a la reproducción exacta de los hechos históricos. Se materializa en el presente la nostalgia pretérita encarnada en la repetición del pasado. En el movimiento continuo del pasado-presente-futuro se ubica la idea de la repetición histórica.
Esta idea es común y contagiosa, especialmente en sociedades en crisis. Lo que suele repetirse se vincula a la maldad, a lo negativo y pernicioso. Pocas veces, se vincula la idea de la repetición histórica con las virtudes humanas. Esto, debería dejarnos un punto de inflexión sobre la delimitación misma de la condición humana.
Surgen entonces los anacronismos ante la incapacidad de respuesta sobre los hechos que se padecen y estudian. La dinámica histórica se acelera cada vez más y en ese recorrido parece el hombre quedarse inmóvil.
Irrumpe así la intemporalidad en la temporalidad histórica. La vida parece estar llena de ellos. Existen, se consolidan y transforman. Solo basta con escuchar la frase «La historia se repite», para que un hecho se reproduzca en contextos y circunstancias que no le corresponde.
¿Tendrá razón la historia al recordamos que no hemos entendido la dimensión de lo ana-crónico? Es decir, de todo aquello que está en contra, de todo aquello que se le opone. El historiador Isaiah Berlín expresaba:
Se nos podría decir que expresiones tales como «anacronismo» se bastan seguramente a sí mismas para transmitir esta verdad: describir a alguien o a algo como un anacronismo equivale a decir que uno u otro no es característico del modelo general de la época[1]
El inglés niega y se opone a la coloquial idea de la repetición de la historia. De hecho, señala las graves deficiencias del historiador que pretende generalizar y uniformizar, si cabe el término, los contextos históricos de determinadas acciones políticas y productos culturales. Para marcar este gravísimo error, se centra en las acciones humanas del pasado y su posibilidad de repetición en una época distinta. Se lamenta Berlín con afirmaciones como esta: «Shakespeare podría haber escrito sus piezas de teatro en la Antigua Roma o en la Mongolia exterior[2].
He aquí, el problema de los anacronismos. La explicación de Berlín, desentraña y pone a la luz, la importancia del asunto:
Y se entiende que este sentido de lo que corresponde a cada lugar, de lo que no puede haber ocurrido frente a lo que sí pudo, implica la noción de un proceso irreversible, donde todo pertenece a la etapa que le corresponde y está «fuera de lugar» o «fuera de tiempo» si se inserta erróneamente en el contexto equivocado[3].
Los anacronismos definen así lo inexacto y lo intemporal, de allí su peligro, no solo para los historiadores sino para la historia misma. La idea de la repetición de la historia, no solo condiciona sino minimiza la acción del hombre frente a los distintos sucesos. Entre sus usos, se convierten en premisas y principios de los regímenes autoritarios y totalitarios. ¿Es la historia manipulada? o ¿Se convierten los anacronismos en principios y leyes para este tipo de regímenes?
Las significaciones que contemplan «Fuera de lugar» o «fuera de tiempo» mencionadas por Isaiah Berlín, justifican las construcciones históricas totalitarias. De allí, que el desarrollo de estos proyectos políticos se justifiquen desde la articulación anacrónica.
No es difícil entrever que debajo de ellos se esconde la narración intemporal de los hechos, que da paso a la crónica tal como la concibiera el historiador estadounidense Moses Finley. De esta forma, la intemporalidad irrumpe dentro del discurso político e histórico del poder. Es así usada, transformada y consolidada.
¿Por qué tienen recepción en las masas pero también en los intelectuales? El historiador francés Marc Bloch parece darnos una respuesta cuando trata el tema del lenguaje y de las llamadas por él, palabras intrusas, para referir a la nomenclatura impuesta al pasado desde el presente:
Mal escogido o aplicado demasiado mecánicamente, el símbolo ( que no está ahí sino para ayudar a analizar)acaba por hacer innecesario el análisis. De ahí que fomente el anacronismo, el más imperdonable de todos los pecados con respecto a una ciencia del tiempo[4]
¿Se repite la historia? No, se repiten los usos de los anacronismos, pero no los desenlaces. Detrás y dentro de estos, hay fuerzas no visibles a simple vista que pueden cambiar y modificar el desarrollo de la historia. A pesar, de las semejanzas y las similitudes entre hechos históricos distantes, no debemos olvidar que los mismos tienen correspondencia con su dimensión espacio temporal. Esto es premisa básica para todo historiador. Su olvido, consciente o inconsciente, tergiversa su oficio y responsabilidad con el devenir. Al olvidarlo refuta la naturaleza irreversible de los procesos históricos.
Los pecados de la historia recaen en los hombres no en la historia en sí. Atentar contra la temporalidad se convierte en la mayor traición de los historiadores a la condición humana. Exaltarlos, usarlos y ayudar a su consolidación como parte de cualquier programa político que niegue la libertad, reafirma la naturaleza totalitaria de los “historiadores” que se prestan al juego anacrónico del poder político.
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