Entrevista: José Javier Blanco Rivero. El totalitarismo se desenvuelve en torno al despliegue de un programa político palingenésico. (II parte)

Por Jo-ann Peña Angulo y Jhonaski Rivera Rondón

 

Continuamos con la segunda parte de la entrevista al Doctor en Ciencias Políticas, José Javier Blanco Rivero.  La primera parte está disponible en http://ideasenlibertad.net/jose-blanco-rivero-lo-totalitario-no-es-el-sistema-como-tal-sino-la-forma-de-organizacion-del-poder-politico/. Bienvenidos a esta segunda entrega sobre las ideas, los totalitarismo, lo teórico y la pragmático

 

4. ¿Cúales son las razones por las que existe cierta resistencia en algunos sectores políticos e intelectuales venezolanos, en definir al régimen chavista como un régimen totalitario? ¿Al ser definido de este modo la actividad política de oposición no cambiaría?

 

La ciencia es ciencia y la política política. La ciencia tiene como ideal regulativo (en el sentido kantiano) a la verdad. La verdad funciona como horizonte en el sentido husserliano y en tanto permanezca como horizonte conserva la investigación científica su carácter. La política, en cambio, cuando no está en juego el poder (bajo la forma de la adquisición o conservación de cargos públicos) bifurca la comunicación entre los que están a favor y los que están en contra.

 

Quienquiera que se haya dedicado a la investigación sabe que cuando se domina un tema con cierta profundidad, resulta bastante obvio que el problema es más complejo de lo que se piensa; que no es sencillamente una cuestión de estar a favor o en contra; que las cosas son como son, independientemente de lo que opinemos y de si nos gusta o no.

 

Digo esto porque la actividad de la oposición, de cualquier oposición, está guiada por cuestiones muy pragmáticas a nivel de la política cotidiana. Naturalmente, he pensado que si  algunos de los líderes de oposición hubiesen tenido clara la naturaleza totalitaria del régimen, capaz habrían tomado mejores decisiones.  Pero cuando uno mira más de cerca no hay razones de peso para poder pensar que así sería. Sobretodo cuando se tiene en cuenta que de los regímenes totalitarios que conocemos hasta ahora, ninguno ha caído por la acción de la oposición o por aguerridas protestas populares. Todos se han agotado desde lo interno, sea porque se lanzaron a la vorágine de una confrontación bélica o porque su elite se consumió a sí misma y la estructura de poder mermó y se agotó. De modo que conocer las implicaciones de la naturaleza totalitaria del régimen resulta paralizante. Si no existen alternativas, ¿qué hacer?

 

Por eso es que definir al régimen venezolano como totalitario no es popular…porque nos gusta pensar que existe una alternativa, que podemos hacer algo, que “la solución está en nuestras manos”.

 

Al final del día somos humanos y todo lo que hacemos está marcado por emociones y estados de ánimo. La ciencia intenta hacer abstracción de todas estas cosas en busca de algo que llama objetividad…Sí es posible la objetividad…sobretodo cuando razonamos rigurosamente en función de marcos conceptuales abstractos. Pero puede no gustarnos lo que encontramos. La ciencia no es el lugar para buscar esperanzas, seguridad ni sentirnos reconfortados y en tiempos oscuros como estos eso es lo que la mayoría busca.

 

Lo cierto es que al final de todo esto (no es posible saber cuándo ni cómo) se producirá una narrativa sobre la cual se erigirá la identidad y los principios de la nueva estructura de poder. Narrativa que le tocará a los historiadores del futuro construir y deconstruir. Curiosa profesión, ¿no es cierto? Pues sí, los historiadores pueden ser tan aficionados a construir nuevas narrativas de identidad sociopolíticas como a destruirlas.

 

5. En su libro «Repensando la teoría política del totalitarismo» usted vuelve sobre una preocupación constante, el totalitarismo ¿cuál es la diferencia entre totalitarismo y autoritarismo? ¿Por qué Venezuela no es un régimen autoritario?

 

Es una buena pregunta. Es importante destacar que, aunque existen obras importantes como la de Barbara Geddes, y a pesar de una teoría política con una historia milenaria, el tema de los regímenes no democráticos aún está en pañales. Es algo que no comprendemos bien. No pasamos de las descripciones. Descripciones y caracterizaciones hay muchas y muy buenas. Pero el conocimiento que poseemos carece de sistematización.

 

Yo he intentado dirigir mis esfuerzos hacia esa dirección: sistematizar, abstraer. Pero es un largo camino y a duras penas empiezo. Mi apuesta esta en el estudio de los circuitos de poder asistido por la simulación computarizada. Pero, como dije antes, este es un camino que recién empiezo a transitar y quién sabe dónde me llevará.

 

Provisionalmente te puedo decir que la principal diferencia entre los diferentes tipos de autoritarismo y el totalitarismo reside en que el totalitarismo se desenvuelve en torno al despliegue de un programa político palingenésico. En este orden de ideas, lo peor del totalitarismo es lo que tiene de bueno…su lado más oscuro son sus “buenas intenciones”. Pensemos en ese discursito que escuchamos sobre la mayoría de los grandes dictatores…ese discursito que habla de las “cosas buenas” que hizo, de las cosas que construyó, de lo que le dio a la gente, etc. Obviamente, no existe otro legado de la revolución bolivariana que hambre y destrucción, pero siempre existirán incautos que caerán presa de la supuestas buenas intenciones de la revolución. Intentarán indagar dónde se desvió, buscarán culpables. Anótenlo. Esta es la hoja de ruta del chavismo futuro. El problema está en que la carnada no es la parte buena del anzuelo; la carnada está allí para que muerdas el anzuelo.

 

6. Finalmente, tomando en cuenta su experiencia investigativa ¿Considera que hay poca empatía con respecto al estudio y la reflexión teórica en Venezuela?  ¿ En lugar de la teoría se habla de la importancia de lo pragmático y lo fáctico en los artículos científicos, cuál es su reflexión en relación a esto?

 

En efecto existe un prejuicio hacia lo teórico. Y esto, curiosamente, tiene que ver con el uso despectivo que el adjetivo tiene en nuestro lenguaje cotidiano. A menudo cuando hablamos de lo teórico nos referimos al deber ser, a algo especulativo o a alguna idea que está alejada de la realidad.

 

Pero como sucede a menudo, el problema es más complejo de lo que aparenta. Estoy convencido que necesitamos una mejor formación en filosofía de la ciencia. Y no estoy hablando de la academia venezolana. Hablo a nivel global. Estos prejuicios no nos son propios. Solemos tener una formación bastante pobre en filosofía de la ciencia. Y no ayuda mucho tampoco que la filosofía de la ciencia esté dominada por la epistemología. A menudo se confunden ambas, como quien le llama corn flakes a cualquier cereal, pero la relación entre ellas es la de género y especie. Resulta que la epistemología es sólo una forma de practicar la filosofía de la ciencia y no necesariamente la mejor. Y de nuevo, lo dicho es tan solo una simplificación que no hace justicia al verdadero estado de cosas. Lo cierto es que no mi propósito profundizar en estos problemas ahora.

 

Lo que sí te puedo decir en forma breve y sencilla es que muchos de estos prejuicios anidan en una cultura que valora la pregunta por la pregunta; que no se preocupa por formular preguntas correctas ni de reflexionar sobre cómo hacerlo y que, además, es una cultura totalmente indiferente a las respuestas. Es como si la ciencia se tratase de un juego que consiste en formular preguntas que no deben ser contestadas. Si lo haces te mirarán como un aguafiestas, te ignorarán y seguirán con lo suyo. Un ejemplo banal, que se me viene a la mente, me ocurrió, de hecho. Hay quien se divierte con la famosa pregunta: “¿Qué fue primero? ¿el huevo o la gallina?” Y dan por sentado que no tiene respuesta. Pero cuando le dices que la respuesta es ambos, que el problema yace en la simultaneidad de la diferencia, pues es necesario que existan huevos y gallinas al mismo tiempo para que la especie pueda reproducirse, entonces te mirarán perplejos, después con desconfianza, y por último, nolens volens te harán saber que les estropeaste el “chiste”.

 

De nuevo, es el problema que vivimos cuando la costumbre nos hace perder la perspectiva de las cosas y su verdadero propósito. Es válido conferirle una primacía gnoseológica a la pregunta, pero esto no significa que cualquier pregunta sea una buena pregunta; esto no significa que seamos tan ingenuos como para no darnos cuenta que el lenguaje en el que se formula la pregunta no es neutro, ni mucho menos prístino. Además, el descubrimiento científico depende de un proceso circular en el que las preguntas y las respuestas son igual de importantes. Las preguntas, las buenas preguntas, son decisivas porque nos llevan lejos en este proceso de descubrimiento; pero algo que suele pasar desapercibido es que las respuestas inteligentes nos llevan a formular mejores preguntas y a descubrir nuevas interrogantes.

 

De esto se trata la reflexión teórica.

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