Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #11 El Protector y el tampón

Ezio Serrano Páez

 

Los  complejos sexistas  suelen  poner en apuros a quienes practican la solidaridad, por lo demás necesaria,  entre las parejas. Y siempre hay una ocasión para ponernos a prueba: lo entendí cuando  mi compañera de vida, al no poder movilizarse, me pidió le comprara un  paquete de  toallas sanitarias requeridas  con urgencia: la visitante del mes, de manera absolutamente impertinente, se  había presentado en la escena, “las lágrimas del  óvulo no fecundado”  habían rodado cuesta abajo. No encontré  excusas para  no aceptar la misión. Decidido a utilizar mi condición de ventrílocuo,  tomé  un oso de peluche  para que hablara por mí  y avancé hasta la farmacia más próxima resuelto  a echarle pichón al asunto.

 

La actuación del oso y  el ventrílocuo  no podían  exigir mejor escenario. Una larga fila de clientes precedía las vitrinas y  el local atestado de gente, aseguraban  un numeroso público. El bullicio obligaba a elevar la voz para hacerse escuchar. Aproximé  el peluche  a una de las asistentes para evitar fugas de información  y  lancé mi petición:

 

-¡Un paquete de toallas sanitarias con alitas y protector azul! Pero la estrategia resultó absolutamente  equivocada.  Hablando entre los dientes, sin  mover los labios  para  no llamar la atención, logré exactamente el efecto contrario.  La  asistente de la farmacia  se puso en alerta, dió un paso atrás  mermando la posibilidad de escuchar el oso parlante,  pese a repetir  varias veces  el requerimiento. Finalmente, con disgusto me gritó:

 

¡Ni  vendemos sandalias,  ni aquí trabaja ese Pastor azul que menciona!

 

El 95% de las miradas  presentes  se volcaron  hacia el dueto  solicitante. Enmudecí. Metí el peluche en la bolsa y no  tuve otro recurso que apuntar con el índice hacia  el estante en el cual se encontraban los paquetes  que parecían corresponder a mi solicitud. Asentí  con la cabeza  cuando la chica de la farmacia tomó  lo que yo suponía  representaba el mandado.  Pasé a la fila de clientes por pagar. Con la satisfacción del deber cumplido, llegué a casa, mostré  casi con júbilo, el paquete en cuestión. Con sólo mirarlo, mi bien amada  exclamó:

 

-¡Nooo,  eso no es lo que te mandé a comprar!  Me has traído protectores del día a día. No sirven para   los momentos  críticos.  ¡Devuélvete a  cambiarlos!

 

-Disculpe, es que usted  me vendió  protectores para el día a día,  y yo debo llevar  para los días críticos. Le dije evitando ser escuchado  por la multitud.  Pero la chica resultó lo suficientemente inteligente y cruel como para no dejar pasar  la levedad de mi manipulación. Por ello respondió sin miramientos y sin vacilación:

 

-¿Le vendí?  ¡Noooo  señor, usted y su  feo peluche  escogieron  lo que compró, ¿o no?!

 

-Si..si,  tiene  razón… pero,  ¿me podría cambiar  estas por las  de  emergencia?. Ya se trataba de un ruego que al parecer logró ablandar su corazón. Por eso   me preguntó:

 

-¿Las quiere  para flujo  moderado,  intermedio o  abundante?

 

 

-¡Vuelvo  en un rato, voy a verificar el pedido!

 

Mientras corría, mi pensamiento se ancló en aquella expresión: “un varón domado sin entrenamiento”. ¿Acaso  alguien podía recordar aquel viejo texto de Esther Vilar mediante el cual  la autora  procura mostrar el enorme poder de las vaginas? Empapado en sudor llegué a la casa. No podía seguir violando los protocolos de acceso recomendados por la OMS en tiempos de cuarentena. Por eso me acerqué lo más que pude a la ventana más próxima para que mi  bien amada pudiera escucharme:

 

-¡Para flujo abundante!- Respondió con claridad. Y eché nuevamente a correr rumbo a la farmacia. Al llegar, otra vez los rumores y acusaciones de coleado. Al momento, ya tenía un sobre nombre entre quienes aún no superaban el retardo de los puntos de venta. Logré escuchar una voz convertida en dardo envenenado:

 

-¡Llegó  el  protector azul con alitas¡

 

Por alguna razón, la joven que me había atendido, al verme se dirigió hacia interior del establecimiento y conversó brevemente con una elegante  señora. Se trataba de la farmaceuta de turno. Ahora sería ella quien se ocuparía de “mi caso”. Se acercó con una sonrisa  muy amable y ofreció  su servicio. Le resumí el mandado ya descrito, a lo cual ella respondió con una disertación  detallada  sobre las cualidades físicas, químicas y anatómicas del producto solicitado. La precisión y calidad de su exposición  llamó la atención de algunas mujeres  colocadas en espera. Pronto me vi rodeado de señoras y hasta alguna jovencita, interesadas todas en dar su opinión sobre  la materia.

 

El temario  de aquella luminosa explicación cubría aspectos tan intrincados como: Evolución histórica de la toalla sanitaria como protector, la importancia anatómica de las alas protectoras, semejanzas y diferencias entre el protector diario y el de los días críticos, sobre la estética: las dimensiones y los materiales de elaboración, el gel o protector azul anti bacterial, la  cristalización  de fluidos y el control de olores,  psicología  y medidas de seguridad para  los días críticos. La expositora insistía en utilizar el singular de la segunda persona y me miraba procurando confirmar si yo entendía la materia tratada. Esto me obligaba periódicamente a formular la aclaratoria: ¡no soy el usuario del producto, sólo estoy haciendo un mandado! El gran interés  que logró despertar la especialista, hizo que la audiencia participara ofreciéndome recomendaciones  difíciles de rechazar:

 

Mujer 1. ¡Ni se te ocurra comprar las que vienen de China! Te forman un gran bojote y no protegen nada.

 

Mujer 2. Tengo muchos desarreglos, por eso siempre ando custodiada, como mínimo, uso dos protectores.

 

Mujer 3La mía funciona con la precisión de un reloj suizo de alta gama, y sin embargo ando custodiada con mis protectores.

 

.Yo soy muy práctica, para  la anual  siempre compro el paquete de  12 por 12.

 

¡La anual!-Exclamé  con asombro-  Pero  nuevamente acudió en mi ayuda la farmaceuta:

 

Abrumado con tanta información, siendo el  centro de aquella  perorata, sentí deseos de escapar. Estaba en una posición muy incómoda pues, en cualquier momento se podía aparecer algún miembro de la Liga Macha a la cual pertenezco. Suelen entrar a la farmacia para comprar esteroides, y sería catastrófico  si me encuentran en aquella circunstancia.  La intervención de una jovencita  me permitió  añadir  un poco de testosterona  a la conversación. La púber intervino para  señalar lo siguiente:

 

-Cuando tuve  mi  menarquía  en casa  hubo  celebración. Mi mamá  ya me había  preparado  los protectores de  rigor.

 

-¿Menarquía? ¿Tiene algo que ver con la Monarquía?- Pregunté sólo para  escaparme del temario central del foro.

 

-La palabra  menarquía  tiene dos raíces griegas: men que significa mes, y arkhe que denota poder. La monarquía  es el poder  de uno, el monarca. La menarquía es la primera menstruación  e indica  que ya  la mujer tiene el poder para fecundarse- Lo dijo la especialista en farmacia como si recitara el diccionario de N. Bobbio. Para romper con el anillo temático, insistí  en la semántica de los  protectores :

 

-El patriota José de San Martín fue nombrado Protector del Perú afirmé sin disimular mi jactancia. Pero la profesional  de la farmacia  parecía saberlo todo y no daba tregua. Respondió sin titubear:

 

-Si, en efecto  fue designado  Protector  desde 1821 hasta septiembre de 1822, cuando  comenzó a sesionar el Congreso Constituyente. Oliver Cromwell  también fue nombrado  Lord Protector, de  la Commonwealth of England.  Los protectorados  constituyen un viejo resabio colonialista pues al fin y al cabo los que dicen proteger en realidad  vigilan sus intereses, conforman una relación de poder  de dominio  de los poderosos sobre los débiles.

 

Con el paquete de toallas sanitarias en mano y ya casi por cancelar en la caja, el  taller menstrual proseguía. Atiné a lanzar un comentario final  pretendiendo entretener a la audiencia mientras me daba a la fuga:

 

-En Venezuela también  tenemos protectores rojos: Freddy  Bernal  protector del Táchira, Dante Rivas es protector de Nueva Esparta, y un tal  Jehyson Vuelve, protector de Mérida. ¿Clasifican realmente como protectores? Su respuesta fue tajante:

 

-Dado  el carácter intrusivo y violatorio de la constitución, los  ya referidos no  son  toallas sanitarias ni protectores. Son en realidad  tampones. Son  causantes de una serie de problemas sanitarios  asociados con la dificultad de su extracción.

 

¿Pero son absorbentes?-Insistí, en defensa  de  los conocidos protectorados

 

Si, realmente si son muy absorbentes. Absorben  el presupuesto  público que deberían administrar las gobernaciones, y sobre todo, absorben hasta desaparecer las huellas de las fechorías cometidas  por sus secuaces.

 

Pagué y  agradecí  la exposición magistral de la  especialista de  la salud. Me despedí  de las señoras que aún esperaban  cancelar sus compras. Más sosegado,  de regreso a casa, me dio por  establecer las  lecciones aportadas por la jornada:

 

1.- La fisiología  humana  puede ser  utilizada como parámetro  explicativo de una “fisiología” política.

 

2.- Por muy  domado que esté el  varón, siempre  podrá  aprender y extraer alguna lección, y

 

3.- Si se desea  romper el hielo  con las damas,  no sólo  se cuenta  con los paseos de  Firulay, la mascota.  La compra de  toallas sanitarias con protector,  también pueden ayudar al respecto. Ni tu pareja, ni la Liga Macha deben enterarse de esto.

 

Ya en casa, con la satisfacción del deber cumplido, recibí una sorprendente información  aportada  por  mi  bien amada:

 

Cariño,  mi mamá  no puede pasar la cuarentena  sola, estará con nosotros,  acaba de llegar y está en el baño. ¿Puedes ir a comprarle  unos supositorios que necesita?-

                                    (Esta historia debería continuar….¡pero que va!)

 

Referencias

Inagen: Obra «Protection» de Lauren Wilhelm

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