
19 Abr Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #11 El Protector y el tampón
Ezio Serrano Páez
Los complejos sexistas suelen poner en apuros a quienes practican la solidaridad, por lo demás necesaria, entre las parejas. Y siempre hay una ocasión para ponernos a prueba: lo entendí cuando mi compañera de vida, al no poder movilizarse, me pidió le comprara un paquete de toallas sanitarias requeridas con urgencia: la visitante del mes, de manera absolutamente impertinente, se había presentado en la escena, “las lágrimas del óvulo no fecundado” habían rodado cuesta abajo. No encontré excusas para no aceptar la misión. Decidido a utilizar mi condición de ventrílocuo, tomé un oso de peluche para que hablara por mí y avancé hasta la farmacia más próxima resuelto a echarle pichón al asunto.
La actuación del oso y el ventrílocuo no podían exigir mejor escenario. Una larga fila de clientes precedía las vitrinas y el local atestado de gente, aseguraban un numeroso público. El bullicio obligaba a elevar la voz para hacerse escuchar. Aproximé el peluche a una de las asistentes para evitar fugas de información y lancé mi petición:
-¡Un paquete de toallas sanitarias con alitas y protector azul! Pero la estrategia resultó absolutamente equivocada. Hablando entre los dientes, sin mover los labios para no llamar la atención, logré exactamente el efecto contrario. La asistente de la farmacia se puso en alerta, dió un paso atrás mermando la posibilidad de escuchar el oso parlante, pese a repetir varias veces el requerimiento. Finalmente, con disgusto me gritó:
¡Ni vendemos sandalias, ni aquí trabaja ese Pastor azul que menciona!
El 95% de las miradas presentes se volcaron hacia el dueto solicitante. Enmudecí. Metí el peluche en la bolsa y no tuve otro recurso que apuntar con el índice hacia el estante en el cual se encontraban los paquetes que parecían corresponder a mi solicitud. Asentí con la cabeza cuando la chica de la farmacia tomó lo que yo suponía representaba el mandado. Pasé a la fila de clientes por pagar. Con la satisfacción del deber cumplido, llegué a casa, mostré casi con júbilo, el paquete en cuestión. Con sólo mirarlo, mi bien amada exclamó:
-¡Nooo, eso no es lo que te mandé a comprar! Me has traído protectores del día a día. No sirven para los momentos críticos. ¡Devuélvete a cambiarlos!
-Disculpe, es que usted me vendió protectores para el día a día, y yo debo llevar para los días críticos. Le dije evitando ser escuchado por la multitud. Pero la chica resultó lo suficientemente inteligente y cruel como para no dejar pasar la levedad de mi manipulación. Por ello respondió sin miramientos y sin vacilación:
-¿Le vendí? ¡Noooo señor, usted y su feo peluche escogieron lo que compró, ¿o no?!
-Si..si, tiene razón… pero, ¿me podría cambiar estas por las de emergencia?. Ya se trataba de un ruego que al parecer logró ablandar su corazón. Por eso me preguntó:
-¿Las quiere para flujo moderado, intermedio o abundante?
-¡Vuelvo en un rato, voy a verificar el pedido!
Mientras corría, mi pensamiento se ancló en aquella expresión: “un varón domado sin entrenamiento”. ¿Acaso alguien podía recordar aquel viejo texto de Esther Vilar mediante el cual la autora procura mostrar el enorme poder de las vaginas? Empapado en sudor llegué a la casa. No podía seguir violando los protocolos de acceso recomendados por la OMS en tiempos de cuarentena. Por eso me acerqué lo más que pude a la ventana más próxima para que mi bien amada pudiera escucharme:
-¡Para flujo abundante!- Respondió con claridad. Y eché nuevamente a correr rumbo a la farmacia. Al llegar, otra vez los rumores y acusaciones de coleado. Al momento, ya tenía un sobre nombre entre quienes aún no superaban el retardo de los puntos de venta. Logré escuchar una voz convertida en dardo envenenado:
-¡Llegó el protector azul con alitas¡
Por alguna razón, la joven que me había atendido, al verme se dirigió hacia interior del establecimiento y conversó brevemente con una elegante señora. Se trataba de la farmaceuta de turno. Ahora sería ella quien se ocuparía de “mi caso”. Se acercó con una sonrisa muy amable y ofreció su servicio. Le resumí el mandado ya descrito, a lo cual ella respondió con una disertación detallada sobre las cualidades físicas, químicas y anatómicas del producto solicitado. La precisión y calidad de su exposición llamó la atención de algunas mujeres colocadas en espera. Pronto me vi rodeado de señoras y hasta alguna jovencita, interesadas todas en dar su opinión sobre la materia.
El temario de aquella luminosa explicación cubría aspectos tan intrincados como: Evolución histórica de la toalla sanitaria como protector, la importancia anatómica de las alas protectoras, semejanzas y diferencias entre el protector diario y el de los días críticos, sobre la estética: las dimensiones y los materiales de elaboración, el gel o protector azul anti bacterial, la cristalización de fluidos y el control de olores, psicología y medidas de seguridad para los días críticos. La expositora insistía en utilizar el singular de la segunda persona y me miraba procurando confirmar si yo entendía la materia tratada. Esto me obligaba periódicamente a formular la aclaratoria: ¡no soy el usuario del producto, sólo estoy haciendo un mandado! El gran interés que logró despertar la especialista, hizo que la audiencia participara ofreciéndome recomendaciones difíciles de rechazar:
Mujer 1. ¡Ni se te ocurra comprar las que vienen de China! Te forman un gran bojote y no protegen nada.
Mujer 2. Tengo muchos desarreglos, por eso siempre ando custodiada, como mínimo, uso dos protectores.
Mujer 3. La mía funciona con la precisión de un reloj suizo de alta gama, y sin embargo ando custodiada con mis protectores.
.Yo soy muy práctica, para la anual siempre compro el paquete de 12 por 12.
¡La anual!-Exclamé con asombro- Pero nuevamente acudió en mi ayuda la farmaceuta:
Abrumado con tanta información, siendo el centro de aquella perorata, sentí deseos de escapar. Estaba en una posición muy incómoda pues, en cualquier momento se podía aparecer algún miembro de la Liga Macha a la cual pertenezco. Suelen entrar a la farmacia para comprar esteroides, y sería catastrófico si me encuentran en aquella circunstancia. La intervención de una jovencita me permitió añadir un poco de testosterona a la conversación. La púber intervino para señalar lo siguiente:
-Cuando tuve mi menarquía en casa hubo celebración. Mi mamá ya me había preparado los protectores de rigor.
-¿Menarquía? ¿Tiene algo que ver con la Monarquía?- Pregunté sólo para escaparme del temario central del foro.
-La palabra menarquía tiene dos raíces griegas: men que significa mes, y arkhe que denota poder. La monarquía es el poder de uno, el monarca. La menarquía es la primera menstruación e indica que ya la mujer tiene el poder para fecundarse- Lo dijo la especialista en farmacia como si recitara el diccionario de N. Bobbio. Para romper con el anillo temático, insistí en la semántica de los protectores :
-El patriota José de San Martín fue nombrado Protector del Perú afirmé sin disimular mi jactancia. Pero la profesional de la farmacia parecía saberlo todo y no daba tregua. Respondió sin titubear:
-Si, en efecto fue designado Protector desde 1821 hasta septiembre de 1822, cuando comenzó a sesionar el Congreso Constituyente. Oliver Cromwell también fue nombrado Lord Protector, de la Commonwealth of England. Los protectorados constituyen un viejo resabio colonialista pues al fin y al cabo los que dicen proteger en realidad vigilan sus intereses, conforman una relación de poder de dominio de los poderosos sobre los débiles.
Con el paquete de toallas sanitarias en mano y ya casi por cancelar en la caja, el taller menstrual proseguía. Atiné a lanzar un comentario final pretendiendo entretener a la audiencia mientras me daba a la fuga:
-En Venezuela también tenemos protectores rojos: Freddy Bernal protector del Táchira, Dante Rivas es protector de Nueva Esparta, y un tal Jehyson Vuelve, protector de Mérida. ¿Clasifican realmente como protectores? Su respuesta fue tajante:
-Dado el carácter intrusivo y violatorio de la constitución, los ya referidos no son toallas sanitarias ni protectores. Son en realidad tampones. Son causantes de una serie de problemas sanitarios asociados con la dificultad de su extracción.
¿Pero son absorbentes?-Insistí, en defensa de los conocidos protectorados
Si, realmente si son muy absorbentes. Absorben el presupuesto público que deberían administrar las gobernaciones, y sobre todo, absorben hasta desaparecer las huellas de las fechorías cometidas por sus secuaces.
Pagué y agradecí la exposición magistral de la especialista de la salud. Me despedí de las señoras que aún esperaban cancelar sus compras. Más sosegado, de regreso a casa, me dio por establecer las lecciones aportadas por la jornada:
1.- La fisiología humana puede ser utilizada como parámetro explicativo de una “fisiología” política.
2.- Por muy domado que esté el varón, siempre podrá aprender y extraer alguna lección, y
3.- Si se desea romper el hielo con las damas, no sólo se cuenta con los paseos de Firulay, la mascota. La compra de toallas sanitarias con protector, también pueden ayudar al respecto. Ni tu pareja, ni la Liga Macha deben enterarse de esto.
Ya en casa, con la satisfacción del deber cumplido, recibí una sorprendente información aportada por mi bien amada:
Cariño, mi mamá no puede pasar la cuarentena sola, estará con nosotros, acaba de llegar y está en el baño. ¿Puedes ir a comprarle unos supositorios que necesita?-
(Esta historia debería continuar….¡pero que va!)
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