
12 Abr Chile: entre la destrucción socialista y la defensa de la libertad.
Anderson Riverol
Ninguna advertencia resultó eficaz para que el gobierno de Allende enmendara rumbos y sujetara su conducta a la Constitución y a la Ley. Una razón muy profunda lo movía a preservar en su propósito de destruir la institucionalidad del país. La implantación del socialismo marxista por la vía democrática exige necesariamente el respaldo de la mayoría popular. Sólo ésta puede permitir la aprobación de las leyes e incluso la reforma de la constitución que, en un país democrático como Chile, sería indispensable para establecer un régimen de inspiración marxista-leninista. Ahora bien, la llamada Unidad Popular no contó jamás con la mayoría nacional. Advino al poder con un 36 por ciento del electorado y, en marzo de 1973, alcanzó sólo un 43 por ciento de la votación general del país, con motivo de las últimas elecciones parlamentarias. En tal circunstancia, “la vía chilena al socialismo”, en cuanto se supusiera un cambio democrático, estaba en buena medida cerrado para el señor Allende. Por ello hubo de recurrir al fraude de la ley, al desconocimiento de las normas constitucionales y a la preparación de grupos armados que, en el momento oportuno, le permitieran dar un golpe de violencia en contra de las Fuerzas Armadas y el Orden, para establecer la “dictadura del proletariado”[1]
Senador Jaime Guzmán.
Gracias a sus acertadas medidas económicas y políticas Chile ha sido ejemplo de desarrollo y libertad en la región, al punto que en el año 2019 ocupó el 13vo puesto en el Índice de Libertad Económica del Instituto Fraser[2]. Debido a esto, muchas personas entre estas los venezolanos, huyendo del creciente deterioro de su nivel de vida tras la aplicación del socialismo del siglo XXI, deciden rehacer su vida en dicho país, siendo el que más libertades económicas y personales ofrecía, muchos de ellos vieron rápidamente buenos resultados en su calidad de vida, a través de la creación de riqueza y el respeto a la propiedad privada.
Sin embargo, no ha sido fácil el camino para lograr el grado de libertad y progreso que hoy posee el país austral, pues tuvo que pasar por duras experiencias, que van desde los feroces intentos de instaurar el comunismo en el país, la conformación de grupos terroristas afiliados a las ideas marxistas y por finalmente una etapa transitoria de un gobierno militar. En este camino, los civiles y a las Fuerzas Armadas institucionales y su idea compartida de la economía de libre mercado, entre otras, se logró que el Chile que conocemos hoy, haya sido posible, primero logrando la libertad económica y luego la libertad política.
Sin embargo todos los avances que la sociedad chilena ha podido alcanzar, hoy lamentablemente corren un gran peligro, expresado en dos ámbitos, el primero una organización ejemplar con visión totalitaria dirigida a destruir la libertad y el desarrollo chileno de la mano de grupos violentos inspirados en las ideas del socialismo y el anarquismo que devastan desde estaciones de metro[3], hasta edificios[4] a su paso, y el segundo, una posición política acomplejada e impotente que facilita la destrucción de lo creado y que debería defender todo el progreso chileno pero no lo hace. Esto permite recordar la premisa del filósofo Friedrich Von Hayek que expresa:
“El número de los peligrosos errores cometidos, antes y después de estallada la guerra, por no comprender a nuestros antagonistas es espantoso. Parece como si no deseáramos, comprender la evolución que ha producido el totalitarismo, porque tal entendimiento pudiese destruir algunas de nuestras más caras ilusiones. A las que estamos decididamente aferrados”. [5]
Es ese totalitarismo colectivista conducente a la devastación, el que ha impuesto una agenda enfocada entre otras cosas en la igualdad a través del resentimiento, que ha sumado a muchas personas en un romanticismo peligroso, detrás del cual hay una potente manipulación, que busca acabar con el sistema actual, impulsado por el verdadero socialismo. Lo que sucede en Chile, nos recuerda lo acontecido en Venezuela, el país petrolero con la mejor calidad de vida y en muchos sentidos, ejemplo de modernidad y progreso, cayó bajo el control del socialismo del siglo XXI y la socialización de los medios de producción. La destrucción es tal, que el Estado tiene que importar gasolina para medianamente abastecer el mercado local[6].
En este escenario, y aun ante el fracaso del socialismo, la izquierda sigue causando en alguna medida ruido con un discurso que resalta los más altos valores humanos. Sin embargo, de no reconocerse la verdadera intención que se esconde bajo la bandera de la justicia social y la igualdad, podrían los chilenos -creyendo que se dirigen al bienestar social- sumirse en la confusión y destruir los fuertes cimientos que han conducido al desarrolo de su país y terminar así como todos los países socialistas. También Hayek describe con rigurosidad la confusión con respecto al socialismo y como se presenta:
“Una confusión ha de aclararse, muy responsable del camino por el que somos arrastrados hacia cosas que nadie desea. Esta confusión concierne nada menos que al propio concepto de socialismo. Puede este tan sólo significar, y a menudo se usa para describir, los ideales de justicia social, mayor igualdad y seguridad, que son los fines últimos del socialismo. Pero significa también el método particular por el que la mayoría de los socialistas espera alcanzar estos fines, y que muchas personas competentes consideran como el único método por el que pueden plena y prontamente lograrse. En este sentido el socialismo significa abolición de la empresa privada de los medios de producción y creación de un sistema de <<economía planificada>>, en la cual el empresario que actúa en busca de un beneficio es reemplazado por un organismo central de planificación”.[7]
La latente amenaza a la libertad en Chile, a través de la instauración de la economía planificada es totalmente real, y recuerda también la experiencia que sufre Venezuela, en donde el líder carismático de Hugo Chávez logró imponer su modelo, valiéndose de una reforma constitucional, que entre otras cosas, limitaba mucho más a la propiedad privada que lo que lo hacía la anterior constitución. Así, en el año 2008 intenta destruir cualquier resquicio de propiedad al procurar instaurar el Estado comunal, por fortuna en eso tiempo, sin éxito[8].
El total abandono de muchos sectores políticos a la lucha por la libertad, permite recordarle a todos los chilenos que la libertad funciona, que la igualdad sólo puede ser ante la ley y que efectivamente en otros ámbitos, la desigualdad también es propia de la libertad y que en lugar de ser un problema resulta un proceso natural porque cada quien individualmente y con su propio talento puede iniciar la carrera a su propia felicidad y avanzar a metas. Si por el azar o el esfuerzo no son logradas, no significa que las demás generaciones no puedan lograr dichas metas. Ante esto podemos recordar lo que Sir Roger Scruton exponía:
“En realidad una sociedad gobernada por la <<mano invisible>> se puede alcanzar la auténtica igualdad: no una igualdad en la pobreza, la influencia en el poder, sino una igualdad de reconocimiento, en la que cada individuo está protegido por sus derechos y es soberano en la esfera que le contiene”.[9]
En conclusión son muchas las amenazas que hoy lamentablemente sufre la sociedad chilena, que con trabajo y contra la imposición en el pasado del marxismo, ha logrado un nivel de libertad que le ha permitido ser el país que es hoy. Chile no puede enfrascarse en complejos, ni permitir la manipulación de grupos terroristas que llevan la violencia a todo nivel para crear zozobra y forzar cambios que sólo perjudicaran a los chilenos. El país debe verse en el espejo de Venezuela, donde lo que se vendió y fue aceptado como un cambio en pro de los derechos sociales terminó como una gran trampa que obliga a millones de venezolanos a huir de su tierra para poder tener un futuro. Las enseñanzas de la historia están a la vista de todos, queda ahora de parte del pueblo chileno, decidir verlas o no.
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