Los efectos del coronavirus a nivel mundial ¿El fin del capitalismo?

Leonardo Osorio Bohórquez

 

No hay duda de que el coronavirus se ha convertido en un grave problema a nivel mundial. Al respecto  puede leerse también el texto «Reflexiones sobre el Estado y el mercado con respecto al coronavirus», publicado en Ideas en Libertad hace una semana. Ahora bien, tal vez se subestimaron sus efectos al inicio y las medidas por parte de las naciones no se tomaron a tiempo. Es innegable la grave crisis que se vive, en “tiempos apocalípticos”, no faltan quienes intentan hacer lecturas interesadas con el fin una vez más de hacer propaganda política.

 

Para los críticos del capitalismo, es indudable  que la pandemia muestra el fracaso del sistema de libre mercado para atender las contingencias. Slavoj Zizek ha llegado a afirmar que esta situación conducirá al fin del capitalismo. Nuevamente el Estado aparece como el salvador y su intervención se hace indispensable para asegurar la seguridad de las personas.

 

Otros autores aún más radicales, como el caso de Chomsky, no han dudado en afirmar que el virus fue creado por los Estados Unidos para afectar la economía de sus competidores y adueñarse del comercio mundial. Los norteamericanos ya poseen supuestamente una vacuna, esta será patentada en poco tiempo y  generará millones de dólares en ganancias. De igual forma, otros afirman que los chinos crearon el virus intencionalmente para comprar acciones de empresas europeas y norteamericanas a bajos precios.

 

Las teorías de la conspiración son muy comunes en estos tiempos, muchas planteadas de forma irresponsable y sin ningún tipo de evidencia  con la simple finalidad de ganar notoriedad entre las masas que gustan de tales interpretaciones paranoicas. El problema va mucho más allá, no hay duda del efecto fuertemente negativo de la propagación del virus sobre las economías a nivel mundial que tampoco estaban en su mejor momento.

 

Las empresas se han paralizado casi por completo, salvo a las que les es posible operar a distancia. Todavía es incierto el tiempo que va a durar la pandemia, entre más se tarde en conseguir una solución al problema, mayores serán las consecuencias para la economía mundial. Lo más perjudicial son las medidas tomadas actualmente por los gobiernos.

 

Preservar la vida es la prioridad ante tales contingencias, pero la economía  global puede caer en una profunda recesión, aunque su origen en este caso no tenga que ver solo con una causa económica. Por consiguiente, la recuperación, una vez se normalice la situación, puede ser relativamente rápida siempre y cuando no se abandone el sistema que más rédito le ha dado a la humanidad: el capitalismo.

 

La cuestión es sí esta crisis dará lugar a un nuevo reordenamiento mundial como muchos están vaticinando, si realmente el capitalismo llegará a su fin y será sustituido por otro modelo más “humanitario” como tanto anhelan los socialistas en el mundo. El día después, es lo que causa más incertidumbre o esperanza para algunos.

 

El futuro es incierto y es imposible vaticinar con exactitud lo que pueda ocurrir, pero los movimientos antisistema aprovechan estas circunstancias para denunciar los males del libre mercado. La culpa de la pandemia según ellos es por no invertir lo suficiente en salud por parte de los gobiernos, aunque se obvia todo el desarrollo que la industria farmacéutica ha hecho en las últimas décadas gracias al capital privado, y las posibilidades ciertas de poder encontrar una vacuna a la enfermedad en los próximos meses.

 

Todo esto gracias a los avances tecnológicos y científicos  incomparables producto del desarrollo capitalista. Pero hay quienes piensan que el sistema de salud debe ser completamente público, y esta enfermedad muestra una vez más la desigualdad entre ricos y pobres.  Es cierto que una pandemia es un asunto de seguridad pública, en esos casos el Estado si puede y debe garantizar un mínimo de asistencia, pero como los recursos son finitos, no puede asumir el sector público toda la responsabilidad.

 

En esos casos la solidaridad, pese a lo que muchos creen, también se ha hecho evidente por parte de algunos empresarios, artistas y deportistas que han donado recursos. En el capitalismo también existe la cooperación y apoyo entre los individuos, pero estas relaciones deben estar marcadas por la libre voluntad de las personas y no por la coacción.[1] Medidas propuestas por parte de algunos voceros en España, Estados Unidos y otros países de nacionalizar empresas proveedoras de insumos sanitarios para combatir la pandemia solo provocará mayor desabastecimiento.

 

De esa forma existe un peligro real de que con la finalidad de garantizar la seguridad y el bienestar ciudadano el Estado afecte el principio de la libertad de las personas. El miedo es un instrumento muy eficaz que sirve al surgimiento o reforzamiento de nuevas formas de autoritarismo.  En tiempos de desesperación todos abrazan soluciones fáciles para afrontar los problemas en el corto plazo.

 

Los rescates financieros que pretenden asumir los gobiernos, la suspensión del cobro de interés de los préstamos, hipotecas, arriendos, la prohibición de desalojos y cubrir parte de las nóminas de las empresas privadas solo pueden hacerse a costa de una exponencial expansión monetaria que creará nuevos desequilibrios y ciclos económicos en el mediano plazo.

 

Se pueden aplicar medidas más proactivas, como rebajas en el pago de los impuestos, aranceles y demás contribuciones mientras dure la crisis. Lo ideal es asumir una responsabilidad compartida entre empresas y sector público para afrontar la  situación, acá es donde una vez más se demuestra la importancia de tener fondos de ahorros para contingencias, tanto por parte de los gobiernos como de la empresa privada.

 

Sin embargo, el pánico no es un buen consejero, muchos se apoyan en frases como las de Keynes, cuando planteaba la necesidad de tomar decisiones para resolver los problemas en el corto plazo, porque si no se hace en el largo plazo todos estaremos muertos. El problema son los efectos de esos rescates financieros y medidas intervencionistas por parte de las autoridades.

 

Esto puede tener peores consecuencias que el mismo virus. Ante esas políticas para atender la contingencia, la lectura inicial de los efectos del coronavirus muestra como ciertamente, puede haber un incremento considerable del intervencionismo estatal en la mayoría de los países y se puede prolongar por mucho tiempo más. Esta situación nuevamente dará fuerza a los movimientos anticapitalistas a nivel mundial que saben cómo manipular las crisis.

 

Es temerario y sensacionalista plantear el fin del capitalismo, es su defensa lo que ayudará a las economías a recuperarse más rápido una vez se empiece a normalizar las actividades económicas en los diferentes países. Por lo pronto hay un resurgir fuerte del intervencionismo y control gubernamental, que como siempre planteó Hayek,[2] son un peligro para la libertad.

 

Referencias

[1]  Ayn Rand (2012).  Capitalismo: El ideal desconocido. Argentina. Grito Sagrado editorial.

[2] Friedrich  Hayek(2008). Camino de servidumbre. España. Unión editorial.

Imagen: Obra «The Fifth Plague. Livestock Disease», de Paul Gustave Doré

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