La exigencia histórica de pensar una utopía liberal

Jhonas Rivera Rondón

 

¿Qué quieres ser cuando seas grande? Es una pregunta que a todos nos hicieron alguna vez. Con el transcurrir del tiempo su respuesta es cada vez más seria. Asumir con compromiso las riendas de nuestro propio destino se torna una responsabilidad. Cada persona tiene derecho a decidir su futuro. Los existencialistas dirían “un salir al encuentro con su porvenir”. Esto lo debemos agradecer a un “desarreglo de nuestro espíritu”, según el filósofo Emil Cioran[1]. Desarreglo donde opera la libertad individual. Allí se ejerce una soberanía un tanto especial, tal como lo manifestó la oración de Giovanni Pico della Mirandola, donde Dios nos dice:

 

“Te he colocado en el centro del mundo

para desde allí puedas examinar con mayor comodidad

a tu alrededor lo que hay en el mundo.

No te he creado ni celestial, ni terrenal, ni mortal, ni inmortal para que

a modo de soberano y artífice de ti mismo

te modeles en la que prefieras”.[2]

 

Una soberanía sobre sí mismo es el poder que brinda el libre albedrío. Al aplicar la interrogante inicial a toda un cuerpo político, la cuestión toma mayor importancia. La pregunta podría ser planteada en los términos de un querer ser. Los proyectos políticos son de algún modo la respuesta a la interrogante ¿qué queremos ser?. De este modo se va estructurando el piso existencial de una identidad nacional. De allí que mirando a nuestro alrededor tendríamos que responder: ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? y ¿Hacia donde vamos?

 

La historia de las utopías de algún modo ha pretendido dar forma a ese querer ser como cuerpo social y político, con un implícito orden moral y económico constituido. Configurando así un ideal para alcanzar el mayor grado de felicidad. La historia ha testificado lo problemático que ha sido llevar a cabo ideales comunitarios.

 

Platón, Hesíodo, Aristófanes, Tomás Moro, Condorcet, Campanella, Jean Jacque Rousseau y otros tantos pensadores más tipifican esa pulsión utópica[3]. Pulsión que promueve cambios. Las utopías han expresado un sentimiento de inconformidad con el presente, sus soñadores creen que las cosas pueden estar mejor de lo que está. Pasa a ser imperativo la transformación no solo de la sociedad, sino del mundo.

 

La utopía históricamente tiene un componente crítico, de allí la promoción del cambio social y político. El historiador Reinhart Koselleck llegó a afirmar que “La Ilustración se coagula en una utopía”[4]. Explicaba que a partir de ella los intelectuales actuaron indirectamente en la política para confrontar el poder absoluto de los monarcas en Europa durante el siglo XVIII. Tuvo que ser así, porque la experiencia de Tomas Moro demostró que el poder soberano de los reyes era muy susceptible a la más pequeña contrariedad de su opinión. El rey tenía siempre la última palabra.

 

Las utopías terminaban manifestando aversión a ese estado de cosas despótico y tiránico. Buscaban un buen gobierno. Igualdad y orden resaltaban en sus proyecciones imaginarias, que al fin y al cabo, también eran políticas. La ciudad representó el arquetipo de la utopías, pretendiendo transmitir la idea de razón, armonía y progreso. La Revolución francesa llegó a marcar un hito en el que las utopías podían realizarse, ya no están en un no lugar, sino en el futuro. Había que alcanzarla. Allí adquiere fuerza el concepto de revolución. Cuyos estratos semánticos mantenía vivo la idea de un nuevo comienzo para regresar a la idealizada edad de oro de los hombres, tal como contaba Los trabajos y los días de Hesíodo.

 

La historia de las utopías está muy emparentada con la historia intelectual. Tales relatos están asociados a sus creadores, quienes con la progresiva temporalización de la utopía[5], configuran un atípico discurso político. Eso lo lograron al compenetrarse más con el futuro. El historiador Luis Castro Leiva esclarece diciendo que:

 

“Si el futuro es algo, y puede traducirse lingüísticamente por la descripción de aquello que sería la oportunidad o la ocasión más conveniente para hacer o dejar de hacer algo, entonces se ve fácilmente que la retórica política es una labor de “pre-dicción” singular. Discurre refiriéndose a la conveniencia o inconveniencia del porvenir que los actores proyectan”[6]

 

La utopía indirectamente trataba con la política. Con el concepto revolución las proyecciones utópicas terminaban buscando oportunidades políticas para la toma del poder. Por lo menos, eso lo transmiten los proyectos revolucionarios. Ese “querer ser” tenía que ser arrebatado violentamente. Ese querer-ser también implicaba la voluntad de poder ser. Si bien los resultados de estas voluntariosas pulsiones utópicas que derivaron del marxismo, el socialismo y el comunismo fracasaron, y degeneraron en totalitarismo. La utopía terminó siendo vituperada, dando la idea que esto era solo un asunto de “la” izquierda política.

 

La propia condición humana exige soñar en un mañana. Es parte del “desajuste” de nuestro espíritu. Es inevitable pensar en un orden mejor en el futuro. En otra oportunidad Cioran también decía que: “Sólo actuamos bajo la fascinación de lo imposible: esto significa que una sociedad incapaz de dar a luz una utopía y de abocarse a ella, está amenazada de esclerosis y de ruina.”[7]

 

De allí que el teólogo Paul Tillich[8] hablara de una lado positivo y negativo de la utopía. Su lado positiva contiene una potencia transformadora, ello sugiere vitalidad humana. La posibilidad de utopía necesita de libertad. Libertad para interrogar y cuestionar el presente, libertad para transformarlo. Libertad para querer ser.

 

Una pregunta inevitable se plantea tras todo lo dicho ¿Qué gobierno y sociedad queremos los venezolanos después del chavismo? Esta quedará como tarea personal de cada lector. La pregunta más importante a responder aquí es ¿Qué utopía alternativa al socialismo del siglo XXI, se ha planteado a los venezolanos? Recordemos que el estructurar utopías corresponde una tarea esencialmente política e intelectual. ¿Qué alternativas hasta ahora han permitido abocar el compromiso ciudadano bajo un ideal? De este lado de la oposición pareciera invadir el silencio.

 

La historia que le faltó contar al Estado Mágico[9] fue como por acto de prestidigitación que el socialismo fue posible. La proeza revolucionaria en Venezuela consistió en dar vida a un fracaso histórico, el socialismo del siglo XXI. Pero una vez agotado los altos ingresos del petróleo, la magia se esfumó. El desencanto abrió paso a una desilusión metafísica. Destrucción, violencia y caos acompañaron tal decepción. Ese desencanto utópico es la condición necesaria para pensar una utopía positiva en Venezuela, tal como lo sugirió el escritor Claudio Magris:

 

“Utopía y desencanto, antes que contraponerse, tienen que sostenerse y corregirse recíprocamente. El final de las utopías totalitarias sólo es liberatorio si viene acompañado de la conciencia de que la redención, prometida y echada a perder por esas utopías, tiene que buscarse con mayor paciencia y modestia, sabiendo que no poseemos ninguna receta definitiva, pero también sin escarnecerla.”[10]

 

La falacia del inmediatismo no tiene espacio en una sana utopía. La república y la democracia en su momento fueron utopías en Venezuela, que igualmente tomaron tiempo en realizarlas. El politólogo José Javier Blanco Rivero habla de una paradoja en la teoría política venezolana de la emancipación, que ha estado presente, de algún modo u otro, en toda nuestra experiencia histórica republicana. Esta paradoja se tensiona entre dos opciones: reformar el gobierno o reformar al hombre[11]. El proyecto revolucionario chavista optó por este último al instituir todo un imaginario socialista[12] que pretendió socavar las bases democráticas de la nación. El proyecto democrático de lideres políticos que fueron parte de una generación, una generación que bajo la dictadura de Juan Vicente Gómez confrontó al poder mediante la utopía. Una utopía con sus progresos y retrocesos que dieron forma al régimen más duradero del país hasta ahora. Cuarenta años de democracia representativa[13].

 

Este desencanto de la utopía del socialismo del siglo XXI ha hecho retomar con atención la advertencia que ya hacía el historiador venezolano, Germán Carrera Damas en 1997, en cuyo prólogo de la quinta edición de Una nación llamada Venezuela[14]en la que advertía la necesidad de pensarnos en un país con pocos recursos, de esta manera se evitaba el despilfarro que implica creerse un país rico por naturaleza. La idea de paraíso terrenal brindó la ilusión de una riqueza que se genera con poco esfuerzo[15].

 

Una reduccionista utopía liberal diría tajantemente que la solución sería el libre mercado. Pero la falacia inmediatista pone en peligro caer en el populismo, y nuevamente recaer en el circulo de las mentiras de derecho[16]. Tenemos que situarnos en el contexto mundial, ahora estamos en un escenario globalizado. Es necesario aprender de los errores de la planificación que mostró primera mitad del siglo XX en el mundo, y también aprender de las fallas del libre mercado, enseñados en la segunda mitad del siglo XX. Una perspectiva sistémica exigen los tiempos actuales[17]. Espontaneidad de las relaciones políticas y económicas que sean renovadas a largo plazo.

 

Aunque, fue la agudización de la crisis económica del 2012 en adelante la que desencantó la utopía del socialismo del siglo XXI, la crisis política venezolana ha persistido. Solución a la excesiva concentración del poder fue primigeniamente llevado a cabo por el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Tiene que rescatarse el proyecto federal de la nación. La realidad de la capital está cada vez más disociada a la realidad del interior del país. El centralismo sigue muriendo bajo el esquema rentista monoproductor.

 

Un problema planteado por Castro Leiva retoma luz en estos tiempos ¿Por qué no perduró el concepto de libertad utilitario por uno más pasional al comienzo de la república venezolana?[18]. Este último concepto más propenso al personalismo político, hace que prestemos atención a nuestro concepto de libertad para pensar utópicamente. La historiadora venezolana, Carolina Guerrero agrega al respecto cuando dice que: «El único sentido compartido que puede evocar la noción de bien común para una pluralidad de individuos es la libertad.»[19]

 

La libertad marca el centro de la búsqueda del mejor gobierno para Venezuela. Una búsqueda por el querer ser nacional. Esto corresponde una tarea intelectual. Tarea que implica construir el liberalismo en Venezuela en miras al siglo XXI, tal como lo sugirió el historiador Ramón Rivas Aguilar. Una exigente empresa en donde es necesario relatar una historia que corresponda a una sociedad post-heroica. Una historia que salga del mero chismorreo de lo anecdótico para darle vitalidad a la conciencia histórica. Una historia problema como diría el historiador Lucien Febvre.

 

Una historia autentica, en su acepción existencialista, es lo que exige la labor de construir una utopía liberal en Venezuela. Utopía que encuentra su momento de auge por el desencanto hacia el totalitarismo que constituyó el régimen chavista. Empresa, reitero, que es intelectual y política. Labor que consiste en buscar -un querer-ser liberal.

 

Referencia

[1] La tentación de existir. s/p, s/e, 1972 [versión digital] http://crimideia.com.br/blog/wp-content/uploads/2010-02/emil-cioran-la-tentacion-de-existir28197029.pdf&ved=2ahUKEwjh2MOj7AAegQUIBRAB%usg=AOvVaw32fo8lmZURGUVBMV8u9gBx

[2] Giovanni Pico della Mirandola:  “Discurso de la dignidad del hombre”. María Morras (trad.); Manifiestos del humanismo. Barcelona-España: Península. 2000. p. 99.

[3] Véase: Frank E. Manuel y Fritzie P. Manuel: Utopian thought in the western world. Cambridge) Massachusetts: The Belknap press of Harvard University Press, 1979. pp. 1-32

[4] Reinhart Koselleck: Crítica y crisis. Un estudio sobre la patogénesis del mundo burgués. Madrid: Trotta, 2007.  p. 20

[5] Véase Reinhart Koselleck: Historias de conceptos. Estudios sobre semántica y pragmática del lenguaje político y social. Madrid: Trotta, 2012. pp. 171-188.

[6]Luis Castro Leiva: De la patria boba a la teología bolivariana. Caracas: Monte Ávila Editores, C.A. 1991. p. 221.

[7]  Emil Cioran: Historia y utopía. Barcelona-España: Tusquets, 1988. p. 83.

[8] Paul Tillich: “Crítica y justificación de la utopía”. En Frank E. Manuel: Utopías y pensamiento utópico. Madrid: Espasa-Calpe, 1982. pp. 352-365.

[9] : Fernando Coronl El Estado Mágico, Nueva Sociedad, 2 ed. Caracas, Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la Universidad Central de Venezuela, 2002.

[10] Utopía y desencanto. Barcelona-España: Anagrama, 2001.

[11] José Javier Blanco Rivero: La reforma del gobierno y la reforma del individuo. Génesis y desarrollo de una teoría política venezolana de la emancipación (1808-1830). [Tesis Doctoral para optar al título de Doctor en Ciencias, Mención Ciencias Políticas. Tutor: Prof. Dr. Fernando Falcón]. Caracas: Universidad Central de Venezuela. Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. Centro de Estudios de Posgrado. Doctorado en Ciencias, Mención Ciencias Políticas, 2012, p. 13.

[12] Véase Jo-ann Peña, Sacralización y Satanización Política: El Imaginario Cultural en Venezuela (1990-2006). [Tesis para optar a la linceatura en Historia. Tutor: Luis Manuel Cuevas Quintero]. Mérida-Venezuela: Universidad de Los Andes. Facultad de Humanidades y Educación. Escuela de Historia, 2008.

[13] Manuel Caballero; La crisis de la Venezuela contemporánea (1903-1992). p. 149.

[14] German Carrera Damas: Una nación llamada Venezuela. 5ta. Ed. Caracas: Monte Avila, 1997.

[15]Antonio de Lisio: (Versión preliminar)La idea de la “riqueza natural” en Venezuela: de la leyenda de “El Dorado” a la metáfora de la “siembra del petróleo”. Ponencia presenta en el Coloquio Internacional “Políticas de Economía, Ambiente y Sociedad en tiempos de globalización. Más de los debates sobre la coyuntura en Venezuela”. Programa Globalización, Cultura y Transformaciones Sociales, CIPOST – FACES – UCV. Caracas, 14 y 15 de mayo de 2004.

[16] Jean Jacques Rousseau distinguió dos tipos de mentiras, las de hecho y de derecho: “la de hecho, que se refiere a una acción pasada, y la de derecho, que es la que tiene relación con lo futuro.” El Emilio.  218,9 / 1443

[17] Véase Capítulo 9. New Progressism Cass R. Sunstein. Conspiracy theory & other dangerous ideas. s/l: Simon & Schuster, 2014.

[18] Luis Castro Leiva: De la patria boba a la teología bolivariana. p. 72.

[19] Carolina Guerrero: “Idea de buen gobierno y contingencia de la libertad” Apuntes Filosóficos, núm. 52. 2018. pp. 109-126. p 121.

Imagen: Obra «La fuente ángel», de Jean Hans Arp

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