
12 Ene Serie Pensar la historia: Re-visitar a la entropía y a la historia : Entropía, historia y post-historia. I parte
Jo-ann Peña Angulo
Presentado como ponencia en el I Congreso Internacional de Humanidades Digitales y Cibercultura, mayo 2018, Facultad de Humanidades y Educación, Universidad de Los Andes, Venezuela. Procesos Históricos. Revista de Historia y Ciencias Sociales, 35, enero-junio, 2019, 97-105. Universidad de Los Andes, Mérida (Venezuela) ISSN 1690-4818
Un preludio necesario
En el año 2003, escribimos un ensayo titulado Entropía e Historia: Un acercamiento desde la teoría general de sistemas[1], enunciábamos allí, la posibilidad de relacionar algunos planteamientos de la entropía[2] –núcleo teórico del segundo principio de la termodinámica— con el conocimiento histórico, en nuestro intento de comprender los procesos y acontecimientos históricos como fenómenos irreversibles.
Expresábamos en ese escrito, que dicha relación, insospechada por los escépticos y peligrosa para los conservadores, nos sumergía y nos obligaba a pensar en la posibilidad de comprender los procesos históricos como fenómenos irreversibles, que condicionan y moldean las dinámicas históricas. Enlazábamos así, hombre-historia, en una especie de axioma sistémico, que buscaba explicar y “desenredar” esa especie de madeja definida como entropía-historia.
Entre los muchos retos que supuso la escritura de ese ensayo de 2003, y que en esa oportunidad no dijimos, se encontraba la interrogante de cómo entender la entropía, siendo básicamente una magnitud física que permite medir la energía no utilizable –la energía que se disipa- fundamental para el equilibrio[3] termodinámico. De tal modo, que en el presente artículo de 2018 y después de 15 años, al preguntarnos ¿en qué consiste re-visitar la entropía y la historia?, abrimos paso a la revisión de la analogía que presentamos en el 2003, permitiéndonos además confrontarla a lo que llamamos la idea estática de la historia, que debe conformarse con la respuesta: “es la ciencia que estudia el pasado” a la pregunta, ¿qué es la historia?
No se trata entonces de hacer solo una exploración de lo escrito, consiste en re-leer e incluir ideas y conceptos que nos permitan mejorar y puntualizar aspectos hermenéuticos valiosos, ausentes en la versión anterior. Nos planteamos así nuevas interrogantes vinculadas con el oficio de historiar, pero esencialmente con el quehacer olvidado y desestimado de reflexionar e intentar hacer teoría histórica, eslabón primordial, de la historia como ciencia y devenir.
A sabiendas de la polisémica que la ha acompañado hasta ahora, y más allá de su definición básica, resaltamos en el 2003, el ejercicio intelectual de relacionar la entropía con la idea de desorden creador, siguiendo algunas líneas del complejo teórico formulado por el químico y físico ruso Ilya Prigogine, ganador del premio Nobel de Química en 1977, para así conceptualizarla como posible categoría de análisis histórico.
De esta forma, los tres componentes fundamentales de la historia -hecho o acontecimiento, tiempo y espacio- articulados por la acción del hombre, quedan expresados en una especie de relación caótica histórica, que cimentada en el movimiento del devenir, nos permite atribuirle al entramado histórico, la característica de un sistema abierto.
Al respecto, bien pueden tomarse las observaciones de Prigogine, plasmada en su artículo Time, Structure and Fluctuations, del año 1977, para visualizar la relación entre los sistemas abiertos y la entropía, que nos permitirá a su vez, estudiar la correspondencia entropía-historia:
La formulación clásica dada por Clausius refiere a sistemas aislados que no intercambian ninguna energía o materia con el mundo exterior. La segunda ley entonces merecidamente acierta en la existencia de una función, la entropía S, que se incrementa uniformemente hasta alcanzar su máximo en el estado de equilibrio termodinámico[4] (Trad. A)
Al extenderse dicho concepto “a sistemas que intercambian energía y materia con el mundo exterior”[5](Trad. A), podemos deducir la posibilidad de estudiar la historia, a partir de ciertos rasgos tomados de la termodinámica y de la teoría general de sistemas. Según esto, es la historia un sistema abierto, caracterizado por el continuo y perenne movimiento, que le imprimen las acciones y decisiones humanas. Su estudio entonces, desde la mirada entrópica, admite las particularidades de los contextos históricos, cuya creación y desenvolvimiento como estructuras sistémicas, se transforman y re-crean constantemente en el espacio-tiempo.
Al hablar de la importancia de la segunda ley de la termodinámica[6] para la historia de la ciencia, específicamente para la química y la física, Prigogine menciona los trabajos de la energía cinética de Boltzmann, de la teoría cuántica de Planck y la de la emisión espontánea de Einstein[7], todas basadas en la segunda ley de la termodinámica, en ese mismo trabajo de 1977. Así, científico ruso pareciese remitirnos a nuestro objeto de estudio cuando resalta la distinción entre estructuras en equilibrio y estructuras en no-equilibrio, al referir la dimensión microscópica y macroscópica de los problemas conceptuales vinculados a ella. Define así desde el enfoque macroscópico de la termodinámica clásica a los cristales como estructuras en equilibrio, de los cuales nos dice:
¿La mayoría de los tipos de «organizaciones» que nos rodean son de esta naturaleza? Es suficiente que se haga esa pregunta para ver que la respuesta es negativa. Obviamente en un pueblo, en un sistema vivo, tenemos un tipo diferente de orden funcional. Para tener una teoría termodinámica para este tipo de estructuras, tenemos que mostrar que el no-equilibrio puede ser un recurso de orden. Los procesos irreversibles pueden permitir un nuevo tipo de estado dinámico de la materia, a la cual he llamado estructuras disipativas[8] (Trad. A)
De la relación entre el sistema vital –la vida- y el no-equilibrio -expresado por Ilya Prigogine como el desorden creador– se definen los procesos irreversibles como creadores de estructuras más complejas, “las cuales son esenciales en el entendimiento de la coherencia y la organización en el mundo del no-equilibrio, en el cual vivimos”[9] (Trad. A). Al habitar el no-equilibrio, el hombre pareciese imitar el papel desempeñado por las estructuras disipativas, que en dicho estado, se encargan de organizar y establecer un orden en el sistema, en este caso, en el sistema que hemos denominado historia, como ciencia y devenir.
El fundamento de esta analogía podemos verlo en su obra From Being to Becoming. Time and the Complexity in the Physicals Sciences (1980), cuando nos remite a las teorías de Boltzmann y de Benard, para explicarnos el comportamiento de las estructuras disipativas en sistemas químicos:
Un nuevo orden molecular aparece, el cual básicamente corresponde a una fluctuación gigante estabilizada por el intercambio de energía con el mundo exterior. Este es el orden caracterizado por la ocurrencia que hemos referido como estructuras disipativas[10] (Trad. A)
Siendo la vida misma un no-equilibrio, signada por un perenne desorden creador, no resulta difícil concebir el estudio de la historia bajo dichos parámetros. Así, al ser conceptualizada como un sistema abierto[11], sus fluctuaciones, variaciones, y continuo intercambio de energía –llámese todo lo relacionado con las practicas humanas- permiten la conformación de nuevos escenarios, definidos en los distintos contextos históricos. Escenarios por cierto, que no escapan del azar ni de la contingencia de los fenómenos naturales.
Observamos entonces, cómo la idea de no-equilibrio, permite re-plantearnos la idea de historia, pues al partir del estudio de las irregularidades, nos preguntamos: ¿Acaso, no son los cambios y las transformaciones, objetos de estudio de la historia? ¿No son los registros de esas transformaciones en el tiempo, lo que nos permite estudiar lo común y lo singular, en las concepciones y representaciones del devenir? ¿Se asemejan las decisiones y acciones humanas, a la función organizadora de las estructuras disipativas?
Son dichas interrogantes el proemio para introducir el tema de la dimensión temporal, expuesta por Prigogine en su artículo de 1977, cuando nos habla del papel de la termodinámica en el descubrimiento de nuevas estructuras teóricas, tanto para el estudio del micromundo de las partículas elementales como para el macromundo cosmológico. Al respecto, nos dice:
Vemos ahora que incluso para los fenómenos en nuestro nivel, la incorporación de elementos termodinámicos conduce a nuevas estructuras teóricas. Este es el precio que tenemos que pagar por una formulación de los métodos teóricos, en los que la significación completa del tiempo aparece asociada con irreversibilidad o incluso con “historia” y no necesariamente con un parámetro geométrico asociado a movimiento[12] (Trad. A)
De tal forma, que la relación causal irreversibilidad–tiempo de Prigogine, nos interroga en el caso del quehacer histórico, sobre el papel del tiempo en la triada hombre-tiempo-espacio, siendo las acciones humanas a lo largo del mismo, génesis de la historia. Valga entonces traer la idea del tiempo en continuo movimiento, del historiador francés Marc Bloch, para deducir la correspondencia entre el correr del tiempo y los fenómenos históricos que sobre el transitan.
…El tiempo de la historia, realidad concreta y viva, abandonada a su impulso irrevertible, es el plasma mismo donde se bañan los fenómenos y algo así como el lugar de su inteligibilidad… Es también cambio perpetuo[13]
Observamos cómo en la definición de Bloch, parece cumplirse la afirmación de Prigogine -citada arriba- que reza: la significación completa del tiempo aparece asociada con irreversibilidad o incluso con “historia”. ¿Y cómo se define la historia?, a lo que respondemos, partiendo de la misma definición de Bloch: “es la ciencia que estudia al hombre en el tiempo”[14]. Se confirma así la posibilidad de estudiar los fenómenos históricos como procesos irreversibles, lo que conlleva a su vez a comprender la naturaleza entrópica de la historia.
En resumidas cuentas, partiendo del orden-desorden de Prigogine -premisa básica de nuestro ensayo de 2005- la irreversibilidad, el tiempo y la historia nos planteamos en esta versión de 2018, la posibilidad de vincular la idea que “solo los procesos irreversibles contribuyen a la producción de entropía”[15], contenida en Time, Structure and Fluctuations (1977), con nuestra premisa que afirma que solo los procesos irreversibles contribuyen a la producción de historia, como ciencia y devenir. Visible entonces la correspondencia entre irreversibilidad, entropía e historia, resulta lógico estudiar la irreversibilidad de las acciones y decisiones humanas, como mecanismos generadores, ordenadores y transformadores de la disciplina histórica y del devenir. La segunda parte de este artículo está disponible en: http://ideasenlibertad.net/3443-2/
Sorry, the comment form is closed at this time.