
20 Oct Serie: «Tribalismo Político».Las tribus del resentimiento
Jo-ann Peña Angulo
¿Qué es la historia sin el hombre? ¿No versa sobre sobre sus decisiones, miserias y virtudes? En ese recorrido, la condición humana es el centro de atención. De ser esto es así ¿por qué se deja al olvido una parte esencial de su naturaleza? Comienzo así mi exposición sobre las tribus políticas del resentimiento, en la que indago y reflexiono sobre el mismo como rito iniciático y práctica consolidadora de las tribus políticas. Sobre ambos temas he escrito en otras oportunidades en http://ideasenlibertad.net/ Lo que hoy presento es continuación de ello.
Más que una simple inquietud, es el interés por pensarnos, especialmente al enfrentarnos hoy en el siglo XXI, a un conjunto importante de clivajes morales y culturales que ponen en entredicho el valor del ser humano por la libertad, el rol del hombre como artífice de la civilización y peor aun, el irrespeto a las normas de convivencia, a la vida misma. En su lugar, la polisemia y la sacralización de la tolerancia, parecen sustituir al respeto, al discernimiento y a la inteligencia.
Bajo este contexto, en el que las exigencias por el reconocimiento y el no reconocimiento se juntan, para exigir derechos pero en muchos casos también para vulnerarlos, el resentimiento juega un papel fundamental como sentimiento cohesionador y catalizador de las llamadas tribus políticas.
El resentimiento hace presente a la tristeza, al dolor, a la rabia, pero especialmente al pasado, a ese pretérito contenido de estos oscuros sentimientos. Compartir recuerdos de pena, se convierte en el rito iniciático de estos grupos. De modo, que vale la pregunta, ¿Ante esto, cómo debe actuar la política?
Siendo el hombre el centro de la historia, se olvida a veces que ese protagonista vive, siente, padece y como tal se enfrenta al mundo. De allí, que sea preocupación de los historiadores indagar sobre el comportamiento de las sociedades y los problemas que amenazan su estabilidad. En este sentido, el resentimiento y sus mecanismos de influencia en el deterioro de la vida democrática, no debe resultarnos ajeno.
Ahora bien, el rito iniciático del resentimiento sobre el que se congregan estas tribus, tiene características propias de cualquier grupo primitivo, que asociado a cualquier otro sentimiento potencian las relaciones y mecanismos de odio. Influyen en este comportamiento: el pasado contenido de traumas así como las mismas experiencias con el “entorno hostil”, que les recuerda siempre su no reconocimiento.
De allí que cuando hablo de las tribus del resentimiento haga referencia a la envidia, a la soberbia, al orgullo pero también a la mentira, a la mediocridad. En sí, a las emociones y sentimientos, que condicionan, moldean y consolidan movimientos ideológicos y su institucionalización, que en nombre de la “pluralidad” y “tolerancia”, socavan las raíces morales de la democracia.
En este comportamiento primitivo destaca el sentimiento de protección hacia la familia, hacia la tribu. Ante una señal que las ponga en peligro o amenace su identidad y unidad, este instinto protector se manifestará con fuerza incluso con la violencia. Pero, ¿qué sucede cuando este sentimiento es alimentado por la ideologización de la realidad? Se radicalizarán aquí los actos y manifestaciones violentas, con el único objetivo de imponer las ideas que los congrega como grupo. Estas tribus, usan y aplican sus mecanismos coercitivos para lograr que el aparato estatal y gubernamental ceda ante ellos. En estas demandas, la ideología es usada como ejercicio político, sustituyendo así a la naturaleza misma de la política.
El instinto protector requiere de la defensa de la tribu, para esto, el rechazo, la satanización y el descrédito del enemigo político, sintetizan las armas básicas de defensa tribal. Aquí, las representaciones discursivas y simbólicas juegan un rol primordial, a lo interno y externo de la tribu. Este punto, lo he adelantado cuando describo la naturaleza tribal del chavismo en Venezuela, sus ritos iniciáticos y prácticas políticas.
Toda tribu política a similitud de toda tribu étnica, sustenta su funcionamiento sobre una red de jerarquías bien delimitadas, mientras mejor lo este, sus mecanismos de sobrevivencia, defensa y control, operaran mejor. Shelag Weir describe bien este comportamiento: “…las relaciones políticas se expresan en modismos de parentesco; la responsabilidad colectiva es fundamental pues los grupos pueden vengarse; y la mediación es de importancia central…[1]
Bajo estas líneas, la empatía y la identidad hacia una ideología, los congrega desde el resentimiento y la venganza, como el caso venezolano. Así “la percepción tribal del enemigo, sus mecanismos de defensa, la despersonalización del individuo, la colectivización de los sentimientos, su superioridad política y moral, la codificación simbólica y la mitificación política, la idea de la revancha o venganza continua…Todos estos aspectos, observables a simple vista, son parte de la materialización política del resentimiento como consecuencia del no reconocimiento”[2]
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