El doble discurso de la izquierda: la criminalización de la protesta en Venezuela

Leonardo Osorio Bohórquez

 

Los diferentes analistas de las ciencias sociales, coinciden en establecer que el discurso se convierte en un arma de dominación social que sirve para manipular la realidad.  En el caso específico de la política, denota el marco de las relaciones entre los gobernantes y los gobernados.

 

Por medio del discurso se puede explicar cómo se entiende la política tanto en su relación  con los aliados como en el trato con los adversarios.  Pocos ciudadanos tienen la capacidad para detectar las manipulaciones y tergiversaciones presentes dentro de los discursos estructurados desde el poder. Si algo caracteriza a los gobiernos de tipo totalitario, es buscar cambiar la realidad para facilitar la dominación social. El chavismo ha sido un ejemplo emblemático del uso de la propaganda que niega la legitimidad de los opositores  desde una visión maniquea.

 

El chavismo desde el principio  intento reivindicar, por lo menos en el discurso político, el derecho a la protesta en Venezuela. De esa forma a través del Centro Nacional de Historia promovió lo que ellos denominan como una Historia insurgente, destinada a validar las luchas populares a lo largo de los procesos históricos.

 

Como toda historia sesgada por la ideología oficial, intentaron justificar todo tipo de acciones violentas en el país. De esa forma llegaron a avalar la formación de la guerrilla en los años 60 por ser supuestamente luchadores a favor de la libertad en contra de las oligarquías nacionales. El discurso del chavismo siempre legitimó la violencia, e inventó nuevos héroes cuya única virtud fue el haber luchado en contra de imperialismo y burguesías nacionales.

 

El Che Guevara fue recurrentemente citado como un gran luchador a favor de la libertad, pese a ser un asesino que fusiló a todo aquel que no compartía sus ideales. Pero el comunismo ha idealizado ciertos personajes, con el fin de engrandecer sus acciones a lo largo de la historia y justificar nuevas revoluciones en el presente.

 

Bajo esos discursos que legitimaban la violencia en favor de “grandes ideales”,  se enaltecía el golpe de Estado dado por Hugo Chávez en 1992, dado supuestamente con la finalidad de apoyar un pueblo que fue duramente reprimido en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.

 

Los saqueos ocurridos durante el caracazo se justifican con base en la crisis económica, de esa forma  el golpe dado por Chávez buscaba dar respuesta a las necesidades de los venezolanos, aunque esa acción implicó un acto violento para la toma del poder. El doble discurso se da cuando Chávez accede finalmente a la presidencia de la República por la vía electoral,  y entonces ocurren toda una serie de protestas por las medidas cada vez más autoritarias del gobernante.

 

Desde el principio se intenta deslegitimar toda forma de protesta ciudadana para justificar la represión oficial que cada vez tomaría mayor fuerza en la medida que diversos sectores del país protestaban de forma masiva. A los grupos opuestos al chavismo, se les califica  como antipatrióticos o burgueses.

 

Ese es el dilema de la izquierda, por un lado exaltan las luchas populares, pero cuando ellos están en el gobierno no reconocen esas acciones de calle, sino lo ven como una conspiración de las oligarquías y el imperialismo. Desde la lógica de quienes ostentan el poder, se asume que no hay razones para protestar durante sus gobiernos, por ser ellos la “encarnación” de los grupos populares.

 

Es así como se estigmatizan las  protestas sociales en Venezuela durante el gobierno de Chávez, al calificar a sus adversarios como escuálidos, oligarcas, burgueses o imperialistas sin reconocer la participación del “pueblo” en esas protestas. El pueblo son solamente los llamados sectores excluidos de la sociedad, y aquellos que apoyan al chavismo.

 

Es un discurso que invisibiliza a los adversarios, porque no todos los sectores adversos al presidente son ricos, burgueses o agentes del capital internacional. Se vende una imagen en la cual Chávez y sus seguidores representan al pueblo y, por tanto, a los más necesitados que luchan por el interés colectivo de la “patria”; por otro lado, la oposición está formada solamente por grupos de poder económico y político peleando por sus intereses individuales.

 

De esa forma se construyen categorías binarias entre el pueblo y el antipueblo. La oposición nunca fue reconocida como parte del pueblo venezolano. Desconocer la legitimidad del adversario político, sirve para justificar toda clase de acciones con la finalidad de mantener el orden social. De acuerdo al discurso oficial, los opositores no solo eran antagonistas del gobierno, sino enemigos de la nación.

 

Bajo la lógica criminal, la única manera de neutralizar un enemigo es acabando con su vida. El chavismo a lo largo de los años  mostró cada vez rasgos más totalitarios, donde el uso del miedo y la represión es un arma que les permite sostenerse en el poder. Esto junto con el empobrecimiento de la población para mantener la sumisión de la  sociedad.

 

Toda protesta comienza a ser calificada como un intento de golpe de Estado, haciendo ver que existen golpes buenos y golpes malos. Es construir una realidad en blanco y negro, donde solo las acciones de unos grupos tienen legitimidad por actuar en nombre del pueblo o de la justicia social.

 

Recientemente en el gobierno de Nicolás Maduro ha arreciado la violencia política en Venezuela. Las distintas denuncias de torturas en el país son cada vez más recurrentes. La muerte de Oscar Pérez fue claramente un ajusticiamiento hacia un hombre que amenazaba el gobierno.

 

El término común para referirse a tales actores era el de terroristas. A pesar de rendir  culto a la guerrilla de los años 60, y a la misma guerrilla colombiana, el gobierno actual considera ilegitimo todo alzamiento o forma de protesta en su contra pese a la cada vez más insostenible situación económica.

 

El término despectivo de guarimbas, fue comúnmente referido para denominar las marchas en contra del gobierno de Maduro. Prácticamente el derecho a la protesta ha sido  erradicado, en su lugar se ha criminalizada toda forma de disidencia política. Esto es común en los regímenes totalitarios, desconocer a los adversarios  para justificar su cruel represión. El exterminio de la población disidente siempre es su objetivo. Entender la naturaleza perversa del régimen permitirá crear mejores mecanismos para confrontarlo.

 

Imagen: Protesta opositora contra Nicolás Maduro. Foto: Carlos Garcia Rawlins / Reuters

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