
30 Jun Las trampas de la igualdad en el mundo actual
Leonardo Osorio Bohórquez
El anhelo de igualdad se ha impuesto sobre el principio de la libertad en las sociedades contemporáneas. Son muy comunes los diferentes movimientos sociales que colocan como bandera de sus reivindicaciones la necesidad de alcanzar la igualdad para su grupo social.
Al parecer la igualdad en sí misma representa un ideal que pocos están dispuestos a debatir o se asume a priori como algo positivo. ¿Quién podría negarse a reconocer que la igualdad es una meta legitima, sobre todo por parte de grupos sociales históricamente marginados como negros, indígenas o mujeres?
Lo que pocos advierten es que la igualdad es un concepto peligroso el cual debe manejarse con sumo cuidado. Desde una óptica liberal se asume la igualdad ante la ley como la única posible y deseable para la humanidad. Las otras formas de igualdad fueron propuestas por grupos de izquierda bajo una concepción cada vez más amenazadora para la libertad.
La igualdad económica fue la clásica pretensión del marxismo-socialismo, por medio de la colectivización de los medios de producción para eliminar las clases sociales y lograr así una utopía irrealizable que solo trajo miseria generalizada donde fue aplicado. Esos argumentos han sido resignificados en la actualidad por algunos movimientos sociales.
Ejemplo de ello son muchos grupos feministas en la actualidad, que denuncian constantemente la brecha salarial entre hombres y mujeres. A priori nuevamente, parece un argumento legítimo que la mujer exija ganar igual que el hombre si realiza el mismo trabajo como alegan.
Sin embargo, tal planteamiento carece de un sustento teórico adecuado. Las personas no deben ganar lo mismo por ser hombres o mujeres, ni por realizar el mismo trabajo, sino por la productividad y rentabilidad de su trabajo. Nuevamente se escudan bajo el noble ideal de igualdad para desconocer principios básicos de economía.
Los salarios al igual que los precios son determinados por el mercado, depende de la subjetividad de los agentes económicos. Un salario no se fija sobre la base de la justicia, sino en función del beneficio generado. Hay ciertas áreas de la economía donde los hombres ganan más porque venden más, como en el caso de los deportes, en cambio en el modelaje las mujeres obtienen mejores ganancias porque generan mayores utilidades.
Solamente se habla de la importancia de igualar salarios cuando la mujer está por debajo del hombre en algunas áreas de la economía, cuando es a la inversa nadie asume la desigualdad económica como un problema de género. Existe una doble moral permanente sobre estos temas.
Cuando se analiza más a fondo nos damos cuenta que el objetivo real de esos grupos sociales es obtener privilegios, y no necesariamente una igualdad real. Siempre es más fácil hablar de discriminación y opresión que esforzarse por ser más productivos para lograr elevar los salarios.
No todo se reduce al ámbito económico, grupos indígenas por ejemplo en América Latina constantemente piden igualdad en el trato. Alegan sufrir discriminación y marginación por parte de un Estado que no los atiende. Sin embargo, a la hora de cumplir deberes, se escudan en el hecho de vivir bajo sus propios códigos culturales.
Quieren una igualación en cuanto a beneficios obtenidos, pero no así en lo que respecta al cumplimento de deberes. Esto lógicamente tensa las relaciones entre los grupos indígenas y criollos en Latinoamérica, que sirve también para justificar ciertas conductas violatorias de la ley por parte de los primeros.
De esa forma lo que realmente solicitan es tener privilegios por parte del Estado, que sus derechos como pueblos indígenas estén por encima del de los otros ciudadanos. El discurso histórico de ser siempre victimas de opresión a lo largo de la historia justifica ese tipo de reivindicaciones.
Lo mismo pasa con las mujeres y demás grupos considerados como vulnerables. Bien explica Tzvetan Todorov en su texto los abusos de la memoria, el fin de victimizar a un grupo es, entre otros aspectos, conseguir privilegios y no realmente igualdad: “Si se consigue establecer de manera convincente que un grupo fue víctima de la injusticia en el pasado, esto le abre en el presente una línea de crédito inagotable. Como la sociedad reconoce que los grupos, y no sólo los individuos, poseen derechos, hay que sacar provecho; ahora bien, cuanto mayor fuese el daño en el pasado, mayores serán los derechos en el presente. En vez de tener que luchar para obtener un privilegio, éste es recibido de oficio por la sola pertenencia al grupo antes desfavorecido”.
Parece ahora más bien meritorio haber formado parte de grupos históricamente explotados, porque los dota de una superioridad moral incuestionable. Esto muchas veces exagerando ciertos planteamientos bajo una visión maniquea de la historia, que no toma en cuenta los diversos matices, simplificando el análisis a una permanente relación binaria entre víctimas y opresores.
Por esa razón, a pesar de hablarse de derechos e igualdad, en realidad se piden leyes o políticas particulares para cada una de estas llamadas minorías. Esto se hace con el fin de corregir las llamadas injusticias o desigualdades por medio de privilegios como medio de compensación.
Es la llamada discriminación positiva, y esa es la doble moral de la mayoría de esos grupos igualitaristas. No les molesta la desigualdad cuando sus grupos son los favorecidos. Las llamadas deudas históricas que deben ser pagadas para traer justicia al mundo por haber sufrido siglos de explotación.
Hay dos conceptos que equívocamente se han asociado, el de justicia e igualdad. Lo cierto es que no toda igualdad es justa ni toda desigualdad es injusta. La igualdad de resultados nunca podrá ser lograda porque no todos realizan los mismos esfuerzos ni tienen las mismas aptitudes.
Una sociedad obsesionada con la búsqueda de la igualdad, sin tomar en cuenta los méritos individuales, pronto caerá en un despotismo como la historia ha demostrado en reiteradas oportunidades. La libertad debe ser el primer principio necesario para traer prosperidad.
El problema de todas esas tendencias a favor de la igualdad es que prometen lo irrealizable, los llamados paraísos terrenales, que incluso despojan al hombre de toda individualidad. Se basan más en el resentimiento y victimización de ciertos grupos sociales, que en una real lucha por la igualdad. Se fomentan entonces nuevas formas de antagonismo: el negro contra el blanco, el indígena y el criollo, ricos contra pobres, el hombre y la mujer.
La meta de los llamados movimientos sociales debe ser la búsqueda solamente de una igualdad ante la ley sin sacrificar la libertad, que no asuma la desigualdad a priori como algo negativo, y que promueva el esfuerzo y el trabajo como la base de la superación y no el resentimiento ni la envidia justificada en una precaria idea de igualdad.
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