
19 May Serie «El fracaso del socialismo» Artículo VI. El socialismo africano
Bernardino Herrera León
África es el continente origen de la especie humana, pero en contraste, la mayoría de los Estados que la componen territorial y políticamente son muy recientes. De los 54 países actuales, 52 fueron fundados en el siglo XX, y de esos, dos tercios surgieron desde los años 1960, tras la ola independentista alentada por la decadencia de las potencias europeas, después de las guerras mundiales. Por ser un continente sometido a colonialismo más infértil, de dónde se extrajo violenta y súbitamente mano de obra esclava o servil para el continente americano, es por eso cuna de las tradiciones políticas más anticolonialistas, donde la ideología socialista halló un ideal terreno cultivable.
En efecto, en algunas de estas nuevas naciones africanas se aplicó el socialismo clásico, del tipo marxista leninista, como en los casos de Angola, Mozambique, Etiopía, República Popular del Congo, Benín, entre otros. Mientras, en otros países como Malí, Ghana, Guinea y Tanzania, ocurrieron experiencias socialistas singulares, conocidas como “socialismo africano”. Ese socialismo surgido de las luchas por la independencia, prometió democracia, libertad y prosperidad, pero evolucionaron hacia regímenes totalitarios monopartidistas. Algunos alcanzaron el poder por elecciones, y proclamaron al socialismo como un sistema natural que ya existía en la tradición africana. Aquella ilusión, sumamente ingenua por demás, impactó contra la verdadera tradición: el tribalismo, inconforme con la geografía política resultante del postcolonialismo, que aún espera la oportunidad histórica de sus aspiraciones, que en nada coinciden con el ideario socialista.
El líder socialista más emblemático del África profunda fue, sin duda, Julius Nyerere (1922-1999), de Tanzania. Se destacó por acuñar la versión más destacada del socialismo africano. Combinó los valores clásicos del socialismo marxista con las tradiciones tribales más antiguas del continente. Nyerere fue hijo de un jefe tribal que logró estudiar leyes en Edimburgo, Escocia, donde aprendió de la experiencia del socialismo británico. De regreso a su país, en 1952, trabajó como profesor, en un ambiente de rebelión independentista anticolonial. Decidió constituir un grupo político y luego su propio partido. En 1962, la actual Tanzania logra su independencia de Gran Bretaña y Nyerere gana las primeras elecciones presidenciales, por la abrumadora mayoría del 98% de los votos, anunciando su intención de aplicar un programa socialista para su país, de población mayormente analfabeta y extremadamente empobrecida.
Lo originalidad de la versión del socialismo de Nyerere consistía en asumirlo como la forma de vivir originaria de las tribus más antiguas de la tradición africana. Posiblemente, esa idea la haya tomado del concepto de comunismo primitivo de Friederich Engels, propuesto en su libro, publicado en 1884, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Bajo esta premisa, Nyerere creía que la instauración del socialismo en Tanzania, y en toda el África subsahariana, no requería esfuerzo alguno, puesto que el socialismo ya existía desde tiempos muy remotos. Pero, tras los primeros cuatro años de presidencia, y viendo que el socialismo no brotaba por “generación espontánea”, Nyerere decidió convertir en socialismo en ley, estatizando bancos, industrias y servicios, con el propósito declarado de “entregar a los obreros el control de los medios de producción”.
El énfasis independentista y anticolonialista del gobierno nyererista abreva del reciente pasado colonial. Había sido colonia de Alemania, desde fines del siglo XIX y luego de Gran Bretaña, después de la Primera Guerra Mundial. Nyerere asumió una severa política de aislamiento en nombre de la independencia y la soberanía nacional. Desconfió y rechazó toda forma de inversión extranjera. Estaba convencido de que la autarquía conduciría hacia una verdadera independencia. En aquella primera fase de su “socialismo africano”, animó a las tribus a adoptar el sistema cooperativo y de “comunas productivas”, que llamaron “iuyamaa”, desde donde se construirían las escuelas, el sistema de salud pública y una estructura de servicios.
Por entonces, el modelo de socialismo pacífico de Nyerere logró cautivar a muchos países, partidos y movimientos políticos de todo el mundo. Incluso, el gobierno de John Kennedy, quien llegó a considerarlo como una opción viable como alternativa a los regímenes socialistas ortodoxos, durante la Guerra Fría. Tanzania se había convertido en el país de vocación socialista del Tercer Mundo, quizás el primero, en recibir el apoyo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Todo en un breve período, durante el último lustro de la década de 1960.
Pero, el modelo socialista de Nyerere evolucionaba en dos sentidos. El primero, alejándose cada vez más de la democracia que le permitió llegar al poder, en 1962. El segundo, porque su economía lejos de levantarse, retrocedía. Decepcionado por los pobres resultados de su primera década en el poder, el gobierno comenzó a explorar un modelo de socialismo que aplicara más a la realidad de un país tan extremadamente pobre como Tanzania. En 1975, la constitución fue modificada para imponer el modelo de partido único. Nyerere optó por imponer obligatoriamente el socialismo, que no cuajaba en la cultura tribal tanzanés, refutando así su tesis inicial del socialismo primitivo y natural del tribalismo africano.
El modelo que atrajo a Nyerere fue el de la China de Mao. Logró que el gigante asiático aportara ayuda económica y militar, provocando una inevitable dependencia, mayor que la que abjuraba en sus iniciales discursos anticolonialistas. Mientras, giró más intensamente hacia el modelo chino.
La consecuencia del sistema de partido único derivó más autoritarismo. Y a medida que avanzaba la estatización del país crecía una intensa y feroz corrupción que acabó con la frágil productividad nacional. Los medios de comunicación, la educación y las manifestaciones sociales y culturales tornaron más hacia la ideología que hacia las tradiciones del país. Nyerere aplicó en silencio una modalidad de “revolución cultural” a lo Mao, distanciándose de las tradiciones de su nación.
En 1977, se llevó a cabo una reforma educativa para privilegiar la educación técnica, acompañada de adoctrinamiento ideológico socialista. Se eliminaron los estudios de ciencias, acusadas de promover ideología capitalista occidental. El ambicioso plan de ideologización requería imponerse de un modo forzado, pues el mismo generaba mucha resistencia en los tanzanos. La resistencia cultural a la ideología socialista se hizo reveló en la negativa masiva para incorporarse a los iuyamaa o granjas colectivistas. El gobierno tuvo que obligar a mucha gente a trabajar en dichas granjas, desde 1973. Y la brutalidad represiva comenzó a mostrarse, ya sin disimulo alguno, para difundir el terror que implicaba negarse a las pretensiones gubernamentales.
Pero, la esperada productividad socialista tampoco despegaba. Un caso revelador fue la producción de maíz, un alimento esencial de la nación. En 1970, se producían excedentes para la exportación del producto. Cuatro años después, durante la colectivización forzada, el gobierno tuvo que importar la misma cantidad que antes exportaba para completar la demanda interna. La industria en manos del Estado, tampoco ofrecía esperanza. Tanzania fue convirtiéndose en un socialismo tan improductivo como el cubano, que dependía de la Unión Soviética. En el caso de Tanzania, más y más dependiente de la ayuda que China, gustosa de mantenerla, para expandir su influencia y competir con Occidente y con la misma Unión Soviética.
Tanzania fue convertida en el símbolo propagandístico del socialismo africano, bajo la corriente maoísta. Pero su economía, fundamentalmente agrícola y pesquera, donde apenas el 4% de su territorio era cultivable, no lograba superar los índices extremos de la pobreza en la gran mayoría de su población se hallaba sumergida. Ni siquiera lograron superar los niveles del pasado colonial.
El estallido de una guerra con la vecina Uganda del dictador Idi Amin, en 1979, agravó aún más la situación económica, provocando una intensa escasez de bienes básicos y provocando una hambruna generalizada. Pero la propaganda describía una realidad completamente distinta, repitiendo que el modelo socialista de Nyerere había logrado la prosperidad de su país, y alcanzado importantes avances en el alfabetismo, la educación y la mortalidad infantil. Un mito-narrativa muy similar a la cubana, bajo el régimen fidelista.
Pero la realidad presionó en extremo al líder tanzanés, quien decidió no presentarse a las elecciones de 1985. Al mismo tiempo de comprometerse con un plan de apertura del mercado, siguiendo el modelo receta que le imponía el Fondo Monetario Internacional como condición para acceder a la ayuda que requería el país para alimentarse. Sin embargo, Nyerere mantuvo el control político como presidente del gobernante partido único, el Chama Cha, hasta 1990. Cinco años después, Tanzania celebra sus primeras elecciones multipartidistas. Probablemente una nueva escenografía democrática pues el partido nyererista continuó en el poder ganando ampliamente las elecciones. El líder mantuvo su influencia política hasta su muerte, en 1999.
Nyerere dejó al país tan o más pobre, más dependiente y el menos desarrollado que como lo encontró a su llegada al poder. Los anunciados logros en alfabetización, educación, aumento de la esperanza de vida y reducción de la mortalidad infantil que mostraba la retórica oficial resultaba muy contrastante con la realidad. El socialismo sólo existe en el mito que construye con la intensa propaganda y el adoctrinamiento ideológico.
Comparativamente, un puñado de países asiáticos mostraba un estado de similar pobreza y situación educativa al de Tanzania, tales como Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwán, que padecían el mismo déficit de libertades democráticas. Sin embargo, en el mismo período nyererista, aquellas naciones lograron un despegue económico sin precedentes, aplicando modelos de economías de mercado.
Todos los países africanos que aplicaron modelos socialistas en sus diversas versiones, sin excepción alguna, mostraron idénticos fracasos. Pero, para mantenerse, aquellos regímenes tuvieron que endurecer la represión y la persecución política y cultural. Las hambrunas que provocaron sus improductivas economías sumaban víctimas al genocidio represivo y bélico. Aún así insistían, espoliando las riquezas mineras a cambio de la “ayuda” de las potencias socialistas. Riqueza mineral que jamás fue invertida en servicios y bienestar social de la población.
El romántico proyecto socialista africano, que tanto inspiró a caudillos socialistas como el argentino-cubano Ernesto “Che” Guevara, y a muchos socialistas en el mundo, fue una ilusión más. Un fraude que costó muchas vidas en hambrunas e incruentas, ruinosas e inútiles guerras.
Fuentes:
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