Serie «Percepciones y testimonios de Venezuela». El hombre, la llegada a la luna y Venezuela. Nacimiento de la era cósmica (1969-2010). II parte

Ramón Rivas Aguilar

 

En la primera de esta serie disponible en http://ideasenlibertad.net/serie-percepciones-el-hombrela-llegada-a-la-luna-y-venezuela-nacimiento-de-la-era-cosmica-1969-2010-i-parte/ referimos algunas percepciones de intelectuales, políticos y artistas sobre el hecho histórico de la llegada del hombre a la luna. Continuamos  hoy con la segunda entrega.

 

La fantasía y la odisea sideral desataron el auge de una literatura que rompió los cánones naturales de la narrativa. El cine, los editores y las librerías dibujaron y dibujan a cada instante el futuro del hombre cósmico. Viejas y nuevas generaciones se entusiasmaron con el desarrollo de una filmografía fuertemente ligada al mundo intergaláctico. Por su parte, la televisión se convirtió en un medio interesante para describir  en todo su esplendor la conciencia histórica. Tenemos la bella oportunidad de percibir el origen y el destino de nuestras civilizaciones en su grandeza y decadencia. Nuestros sentidos se agudizan al descubrir sus orígenes y se percibe con tanta maravilla la cantidad de descubrimientos de la ciencia en los campos de la física, la biología y la astronomía. Estamos viviendo un momento vital en la Historia Universal, en el que mi madre, Libia Aguilar, quien no sabe leer nI escribir, tiene el privilegio excepcional de vivir, oír y ver a través de la red televisiva los temas más agudos a los que se ha orientado la ciencia  natural !Qué maravilla! Tenemos la ventaja de tener, en nuestras manos, un saber de la historia de la tierra y el universo en un punto axial. Lo vio con  claridad el poeta Borges: “En un punto de la tierra y el universo el hombre  tendrá en sus manos la sabiduría de la humanidad”.

 

El mundo libre ha potenciado una sabiduría, producto del avance de la ciencia y la tecnología, que le ha permitido al hombre olfatear los más complejos aspectos sobre la vida, la muerte, la materia y el universo. Dio el primer paso de poner al hombre en la Luna. Luego, vendrá el planeta Marte, visitado ya por sondas espaciales. La conquista y la colonización del universo, en definitiva, comenzó con esas dos pisadas plasmadas para siempre en ese lucero reluciente.

 

No cabe la menor duda, que a partir de esa gran odisea espacial el hombre cambió su percepción sobre la imagen arrogante y soberbia de erigirse en el centro y dueño  del universo. Nuevas miradas se abrirían en ese horizonte vital en la que él pensaría en la posibilidad de vida en otros planetas. De igual modo, comprender que somos un punto insignificante en un vasto Universo con millones de galaxias, rodando por el lumínico y a su vez sombrío espacio sideral. Con el agravante de que nuestro planeta Tierra peligra ante el asedio incesante de miles de meteoritos, cruzando por aquí y por allá, el espacio cósmico. Añadimos a esta circunstancia, el inminente peligro de una guerra nuclear de secuelas fatales para nuestro planeta. Sin dejar de mencionar la amenaza del recalentamiento global. Por tanto, debemos preservar y conservar este bello jardín para proteger a la especie humana. Sanar aquellas heridas que el enloquecido mortal ha infringido a la tierra, a lo largo de su quehacer histórico universal. La tierra, gime y llora ante los golpes violentos del artefacto mecánico y de los experimentos nucleares.

 

Ahora bien, ¿cómo se fraguó esa proeza histórica? Ese afán por conquistar el Universo comenzó hace unos miles de años, cuando el homo sapiens se deslumbró ante el resplandor misterioso de aquella luna, que hechizó su espíritu. Se inventó mitos y leyendas para rendirle culto a tanta belleza merodeando silenciosamente por las noches. La fantasía del hombre primitivo se agigantó y estampó su mirada en aquel suelo lunar. Fueron los hombres prehistóricos los primeros poetas que le cantaron a la luna. Los griegos, en cambio, se la ingeniaron con la razón para explorar la naturaleza del aquel astro que no dejó de resplandecer en esas islas, que cautivaron a los filósofos presocráticos. Los teólogos de la Edad Media, por su parte, persuadieron a sus feligreses del encanto divino de un satélite natural en manos de los ángeles. Sin embargo, los científicos de la Era moderna enunciaron fórmulas matemáticas que desvelaron las leyes físicas que regían el funcionamiento del Sistema Solar. Un día los ángeles emigraron y las moradas celestes se desmoronaron. La ciencia se imponía y eliminaba las viejas creencias sobre el origen y destino del cosmos. Los descubrimientos científicos y las tecnologías tuvieron éxito significativo en el siglo antepasado. Asimismo, la ciencia ficción, en la mente creativa de Julio Verne, emergió en su célebre relato: El hombre a la Luna (1859). Otros de los portentosos de la fantasía, el científico y esoterista francés Camilo Flamarrión, en su libro: Viaje pintoresco por el cielo, relató sobre la existencia de otros mundos vivientes. En definitiva, la ciencia y la ficción preconizaron el camino ineludible del hombre hacia la conquista de la Luna. Los nuevos enfoques de la física relacionados con la teoría general de la relatividad, de la mecánica cuántica etc., son unos senderos fértiles para estudiar la esencia de la materia, del espacio, del tiempo, de la gravedad y de la velocidad de la luz desde el campo no clásico. Así,  sentaron los cimientos para dar paso a la era atómica y a la era de los vuelos espaciales.

 

Los científicos, con sus enfoques teóricos, posibilitarían cambios importantes en un mundo natural y humano bajo el influjo de la energía atómica, con la una vía ya factible de viajes a otros horizontes, ubicados más allá de la Tierra. La creación de la bomba V por los científicos nazis y la explosión de la bomba atómica en Hiroshima (1944), revelaron a la humanidad, en el fragor de un dolor inconmensurable una nueva Era. El mundo atómico, aunado a la mirada escrutadora del hombre a los cielos infinitos, representaron los signos de un proceso civilizatorio de origen planetario. La posguerra aceleró la competencia entre los imperios sobre el dominio de la materia y la puesta en marcha de los viajes espaciales. La década de los cincuenta del siglo XX, es el lapso de tiempo de los satélites artificiales, que asaltaron el firmamento con su urdimbre robótica para husmear los misterios del cosmos.

 

El entonces presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, en una célebre conferencia (1960), anunció al mundo que su país pondría un hombre en la luna en una década a más tardar. Ello significaría un paso trascendental para la historia de la humanidad. Para comprender mejor tamaña proeza, Kennedy resumió simbólicamente, en cincuenta años, la historia del progreso humano hasta alcanzar el deseado objetivo de llegar a  la luna:

 

No hay hombre alguno sobre la tierra que pueda ver, que pueda entender por completo lo lejos a que hemos llegado y lo rápidamente que nos hemos movido, pero condensen ustedes, si lo desean, los cincuenta mil años de la historia del hombre en un periodo de tiempo equivalente a medio siglo. En estos términos, sabemos muy pocos de los primeros cuarenta años, excepto que al final de esos años el hombre aprendió a usar las pieles de los animales para cubrir con ellas su desnudo cuerpo. Luego, hace unos diez años, bajo esta misma pauta, el hombre salió de su cueva para construir otro tipo de refugio. Hace solamente cinco años que el hombre aprendió a escribir y a usar un carro con ruedas. La cristiandad se inició hace menos de dos años. La imprenta se inventó en este año y hace menos de dos meses, durante este periodo de cincuenta años de historia de la humanidad, la máquina de vapor nos proporcionó una nueva fuente de energía. El mes pasado pudimos ya disponer de luces y teléfono automóviles y aeroplanos. La semana pasada dispusimos de la penicilina, de la televisión y de la energía nuclear, y ahora, si los nuevos vehículos norteamericanos logran el éxito y alcanzan Venus, habremos literalmente llegado a las estrellas a las doce de esta misma noche (John F. Kennedy. El deber y la gloria. Selección Allan Nevis. Editorial Bruguera, 1964, España, p.p.304-305).

 

En otras palabras, el esfuerzo tanto humanístico como científico de la civilización occidental se avocó a impulsar esa inmensa empresa que marcó el rumbo del devenir del hombre en la tierra. En efecto, el 20 y 21 de julio de 1969 la primera criatura humana posó sus pies en esa Luna plateada de campesinos y poetas. Una proeza histórica con efectos de suma importancia en la perspectiva de una humanidad que tiene hoy la grandiosa oportunidad de disfrutar con delicia la magia y el misterio de la vida, inmersa en un Universo que no deja de latir desde hace quince mil millones de años, cuando, en las fracciones de un segundo, emergió del big bang. Hoy, la criatura de Dios sigue examinando con persistencia los arcanos del mundo sideral, que hoy viene ocultando silenciosamente una fuerza nueva que parece dar vitalidad al Cosmos en expansión: la materia oscura. Somos lo uno y diverso en la complejidad de un planeta que ahora dirige su visor hacia las inmensidades. La Luna abrió nuevos senderos para alcanzar las estrellas.

 

Seguimos en la tercera entrega de esta serie

 

Referencias

Imagen: Sequence of images of Aldrin climbing down Eagle’s ladder to join Armstrong on the surface.

https://www.nasa.gov/sites/default/files/styles/full_width/public/thumbnails/image/apollo_11_aldrin_descending_ladder_sequence_2_jul_20_1969_as11-40-5868.jpg?itok=yMtHEn6c

 

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