
21 Jun Morir de transición
Posted at 04:03h
in Actualidad, Dossier "Transición y elecciones en Venezuela: visiones críticas"
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Ezio Serrano Páez
Es lo mismo que morir de asesoría política. Pero la retórica vacua le atribuye vida a un proyecto democrático basado en la negociación, las elecciones, la constitución, sin exclusiones y con capacidad de conducirnos por el sendero de la paz. La terca realidad no sólo contradice a los partidos y demás ejecutores de tal línea de acción. También contradice a los asesores, influencers y demás personajes de la Intelligentsia Coffee & Tea, que han convertido la charlatanería con ropaje “científico” como forma de vida. Pero esto sería lo de menos. En realidad, los charlatanes ilustrados son un producto superavitario en la era del narcisismo. Lo grave del asunto radica en que, entre mentiras, diagnósticos y análisis pseudocientíficos, nos han arrebatado el país y aún no sabemos por qué.
a.- Preguntas de rigor
En declaraciones formuladas por Henry Ramos Allup el día 17 de junio del 2020, el personaje afirma que se venía negociando con el chavismo, “pero ellos patearon la mesa y cerraron las conversaciones.” Nos guste o no, se demuestra la persistencia de la dirigencia opositora en la negociación y el diálogo como vía para arribar a la ansiada transición democrática. Una pregunta “libre de impurezas”, podría formularse cualquier observador medianamente crítico: ¿Por qué insisten en jugarse el destino de un país en negociaciones escondidas que tarde o temprano salen a la luz? Y con un poco más de perspicacia podríamos preguntarnos, ¿Por qué se insiste con instrumentos probadamente burlados? Intentaremos algunas hipótesis, sin muchas pretensiones respecto a la verdad científica. Más no anima el deber ciudadano.
b.- Asincronía de los medios para alcanzar los fines
Por simple consideración de la racionalidad calculadora de medios y fines, podríamos suponer que la oposición no ha utilizado los medios apropiados para alcanzar el objetivo planteado. Sin embargo, esta lógica nos coloca frente a un camino con rumbo desconocido. No podría hablarse de tal inadecuación y a la vez reconocer rutilantes victorias electorales con gananciosos resultados: Gobernaciones, alcaldías, mayoría parlamentaria, etc. Si consideramos estos eventos como exitosos, sería lógico esperar la aproximación sucesiva al logro del objetivo final o estratégico. Pero, la realidad nos obliga a preguntarnos: ¿Las tales victorias ampliaron el espacio de convivencia democrática en Venezuela? ¿Debilitaron el poder con vocación totalitaria? Preguntado esto, las dudas sobre la inadecuada de relación de medios y fines, siguen intactas.
c.- El divorcio liderazgo-seguidores
La percepción dominante indica que el éxito electoral obtenido, lejos de ampliar los espacios democráticos, los redujo abrumadoramente. Lo que se mostró como enjundiosa victoria, terminó convertido en el acomodo personal de algunos líderes o en derrotas estratégicas. El fin alcanzado por unos, no coincidió con lo anhelado por las mayorías. Surgió entonces una tenebrosa discrepancia: Mientras la población aspiraba seguir la ruta para liberarse de la opresión, los líderes parecían indecisos o abiertamente dispuestos a la cohabitación. Esta disonancia estimuló la división y tendió un tupido velo sobre los propósitos verdaderos de la actuación política. ¿Salir de Maduro o cohabitar? Un dilema sin dilucidar que mermó drásticamente la participación popular.
d.- Las sanciones: ingrediente adicional para la confusión
En el marco de aquél dilema, las sanciones se añadieron a la confusión general. Algunos vieron en ellas el medio por excelencia para salir de Maduro, el preludio de una acción militar. Para otros, se trata de un modo de presión que lo llevaría a negociar. Y no ha faltado quien ve, en tales medidas, una forma de agresión injerencista con resultados lesivos para la vida de la población en general. La sola existencia de este debate, a lo interno del liderazgo opositor, pone al desnudo la indeterminación de los fines. De modo bizarro se cuestiona la efectividad de las sanciones como medio para salir de Maduro, cuando en realidad se trata de instrumentos de presión externa, concebidos para complementar la acción interna a desarrollar por la oposición. Los fracasos de la acción interna son facturados a nombre de la acción externa.
e.- Unidad y dispersión
La cruda realidad de nuestros tiempos muestra una verdad firme como una roca: los momentos de fervor unitario y auge de masas coinciden con dudas mínimas en torno a la finalidad. ¿Y cuál es esta? Pues, la percepción fundamentada o no, acerca de la derrota de Maduro y lo que representa. Podría sintetizarse con una conseja: “Si deseas movilizar a las masas, muéstrales que puedes derrotar a Maduro y que tu opción es creíble”. Las implicaciones de este factor saltan a la vista: a) La salida de Maduro es el principal factor de unidad nacional. b) Cualquier acción que se perciba como distracción, alejamiento, o abandono de tal finalidad, aleja al liderazgo de su seguidores y c) La postergación de esa meta, con independencia de su justificación, se transforma en desaliento y retirada. También se transforma en éxodo y frustración. ¿Capricho popular? Tal vez, pero son las señales a interpretar y traducir en acción.
f.- Medios, fines y caracterización del enemigo
El reciente despojo de los símbolos partidistas, y la perplejidad mostrada por el liderazgo opositor, burlado y sorprendido en penosa posición, dejan constancia para la historia de otra verdad tan dura como lacerante: el liderazgo democrático todavía desconoce la tesitura del enemigo a enfrentar. Usamos la condición de “enemigo” partiendo de la conocida dicotomía expuesta por, entre otros, Carl Schmitt[1] y defendida por el propio chavismo. Pero la oscuridad nos arroja luz. Y es que, esta aparente ineptitud para caracterizar al adversario, podría explicar la persistente inadecuación de los medios para alcanzar los fines. Difícilmente alguien podría emplear instrumentos de lucha eficientes si demuestra desconocer el talante del adversario. Sobre la base de esta inadecuación, se montan la cadena de fracasos y frustraciones que castigan el lomo de los venezolanos y la conciencia nacional.
g.- Morir de transición
La democracia muere de transición cuando se formulan ofertas de solución al drama nacional, sin tomarse la molestia de caracterizar a un adversario cuya principal fortaleza es la disposición firme y sostenida para hacer todo el daño necesario, con tal de no abandonar el poder. Para buena parte de la población, esto ya no requiere pruebas adicionales. Pero llama poderosamente la atención, la persistencia de importantes sectores de la vida pública nacional, insistiendo en la aplicación de los mismos métodos de lucha aplicados en sociedades con instituciones y contextos sensiblemente diferentes a los nuestros. Ya no se trata solamente de los partidos y seguidores, anticipando su derrota al exponerse de forma absolutamente predecible, frente a un adversario sin escrúpulos.
Penosamente, académicos, asesores, formadores de opinión, o los llamados influencers, persisten en actuar bajo el síndrome de la mujer maltratada. Un lastimero cuadro de victimización que deben disfrutar los psicópatas en el poder. La inadecuación de los medios para alcanzar los fines, pone al desnudo fracturas históricas subyacentes en la sociedad venezolana. Quienes nos legaron una democracia inmunosuprimida, persisten con la misma retórica democrática que nos condujo al foso.
Una cruda evidencia de este dislate lo constituye la negativa a reconocer el carácter, o al menos la vocación totalitaria del régimen. Ni hablar de la perniciosa injerencia cubana, desdeñada y hasta negada por años. Debieron ocurrir muertes, torturas y toda suerte de violaciones al estado de derecho para que tímidamente se hablara de dictadura, sin ningún convencimiento y menos consecuencias prácticas. El juego democrático debe seguir.
Pero de la Intelligentsia Coffee & Tea, los más detestables son los que cobran por embaucar. Los profesionales de la política que venden soluciones o se enganchan en los recursos que algunos ilusos, nacionales y extranjeros, disponen para hallar la ansiada transición. ¿Por qué se aferran a los desgastados instrumentos que nos alejan de la finalidad? El colega Julio Montes, con aguda pertinencia se formula unas preguntas necesarias: “¿Cuál ha sido, y es, el lugar curricular del totalitarismo (y del totalitarismo comunista en particular) en las escuelas de ciencias políticas de las universidades venezolanas? ¿Cuán familiarizados con este tema están los politólogos egresados de dichas escuelas? ¿Le considerarán un concepto inapropiado dado su uso incorrecto en la discusión cotidiana en las redes sociales?”[2]
Tal vez, formularse esas preguntas permita entender la persistencia de la asincronía entre medios y fines. Y es que la formación académica propiciada por las instituciones venezolanas, apenas ahora empieza a introducir esta temática, apenas es reciente entre la Intelligentsia Coffee & Tea. El peso de la formación y prácticas profesionales recae sobre “el estudio de asuntos vinculados con la democracia: elecciones, campañas electorales, transiciones desde un gobierno autoritario que no totalitario, descentralización política…”[3] En dos platos, los embaucadores hacen lo único que saben hacer. Pero convierten sus prejuicios en verdades reveladas con mantra científico, mientras el país muere de tanta transición.
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