
05 Abr Mercado y globalización en la historia universal: Génesis y perspectiva. I parte
Ramón Rivas Aguilar
Una mirada desde los pueblos del sur que proyecta sus gigantescas montañas
Y cordilleras en el afán divino de capturar el haz lumínico que se desplegó
Hace 15 mil millones con el estallido tembloroso del Bing Bang
Ante nuestros ojos se desmorona una civilización que le impuso al hombre una historia una dinámica estatal. Al mismo tiempo, se es testigo del origen de una civilización de naturaleza liberal. El mercado es uno de los factores fundamentales de este proceso civilizatorio, que impulsa la vida económica a lo largo y ancho de la geografía universal. Tal proceso es, hoy, uno de los hitos históricos de mayor envergadura para millones de hombres y mujeres de este planeta. A pesar de los peligros del fantasma del populismo y del proteccionismo y del mesianismo que recorre la geografía mundial, el mercado una fuerza histórica indetenible e irreversible. Es decir, todo ser humano por naturaleza es capitalista. La acción humana es la clave para comprender en su justa dimensión histórica el fenómeno natural del intercambio y la división del trabajo como como los fundamentos de todo proceso civilizatorio más allá del estatismo.
El mercado, intercambio de cosas y símbolos, es tan antiguo como la historia del hombre. La antropología económica, la historia económica, la etnología, la arqueología, la filología, la mitología, etc., arrojan luces significativas sobre los orígenes del fenómeno mercantil en las antiguas sociedades orientales y occidentales. Así, por ejemplo, en la mitología griega y romana, Hermes y Mercurio, dioses que representaron el espíritu mercantil. En este sentido, Hermes fue:
Dios protector de viajeros y caminos, pasó a dios protector de los negocios, pues nadie circulaba tanto como mercaderes y comerciantes. En este aspecto, era que Kerdoos (que preside la ganancia). Como Agrarios (dios de los mercados), y Empolaios (que preside el comercio), su estatua era colocada en las ágoras de todas las ciudades griegas. Y, a causa detodo ello, se le atribuía la invención de medidas, pesos, y cuanto concierne al comercio y tráfico de mercancía[1]
De igual modo, Mercurio, dios romano, expresión de la actividad mercantil, fue:
Protector del comercio y como genio que predecía los cambios, y por ello honrado por los comerciantes, se sabe de un templo de Mercurio erigido en Roma a principios del siglo XV. Que Mercurio, en efecto, era un dios puramente comercial en un principio lo prueban los epítetos que le eran atribuidos: Negotatior, mun dinator (dios del mercado), Lucri conservator: breve, el dios de la ganancia[2].
El hombre, a lo largo de la historia, ha desplegado su capacidad física y espiritual para producir y reproducir su vida material y cultural en el ámbito del intercambio. Las relaciones de intercambio y sus distintas modalidades tienen su fundamento en la propia historia de la vida económica del hombre. De ahí, que las sociedades autárquicas y autosuficientes no son más que meras fantasías de mentalidades pre mercantilistas (en el orden de las que formulan ideas de utopía, socialistas y comunistas). Por lo que se podría afirmar lo siguiente: el mercado es un fenómeno universal como el lenguaje, el poder y la religiosidad. El mercado, es una poderosa fuerza económica y cultural, producto, de la aún más poderosa acción humana. Para esos soñadores de utopía, el mercado es una máquina diabólica y perversa que ha deshumanizado al hombre en occidente. Para ellos, la tragedia del hombre comenzó con el nacimiento del capitalismo. Pues, no. El mercado, que modificó los vínculos naturales, geográficos y humanos del mundo universal, tiene en el capitalismo su máxima expresión como motor de la riqueza material y cultural en una nueva etapa de la historia económica del hombre. Es decir, en la era global. En esta fase de la historia económica del mundo, se percibe una gigantesca sociedad de comerciantes.
Desde luego, las sociedades asiáticas no lograron, o no quisieron, por múltiples razones históricas y geográficas, hacer del mercado su asiento permanente para la creación de riquezas. Tal vez el papel del Estado y el rol del esquema patriarcal, fueron obstáculos para no hacer realidad tal propósito. Hegel en su obra extraordinaria, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, dio una explicación al tema sobre el que reflexionamos acá. Para el filósofo alemán, el mundo asiático fue un mundo hostil al hombre libre. El monarca, el imperio y el Estado imposibilitaron el nacimiento de una sociedad libre y mercantil.
Así, por ejemplo, China fue la expresión concreta de la reflexión Hegeliana sobre la no existencia del hombre libre en tan vasta geografía.
La voluntad universal (estado – emperador) dice aquí en China lo que el individuo debe hacer; y este cumple y obedece así mismo, irreflexiva y desinteresadamente. El momento de la subjetividad falta, pues, en este estado, que por su parte, tampoco está basado en la interioridad del individuo. Los chinos se consideran como pertenecientes a su familia y a la vez como hijos del estado. Los intereses particulares no tienen acción propia sino que lo gobierna parte el emperador. Y, es llevada a cabo por el mandarín, que es, un funcionario, un mandatario del emperador[3]
Sin embargo, Asia, cuna de la civilización mercantil, no hizo de la civilización mercantil en su proceso histórico, la matriz que impulsara una sociedad libre. No obstante, innegablemente hubo actividad mercantil, en una relación compleja y difícil entre el Estado, la sociedad y el individuo. Es en los últimos cuarenta años del siglo XX, cuando los países asiáticos, en su mayoría, han retornado al mercado para estar en sintonía con los nuevos tiempos. Aún más, con la paradoja de que continúa coexistiendo, como antes, con un mundo religioso y cultural. En muchas oportunidades, se ha señalado que el mercado entendido como relaciones de intercambio, es tan antiguo como el hombre. Por tanto, Se intentará describir de manera breve el auge del comercio en la antigüedad:
Los primeros comerciantes y mercaderes fueron sin duda los de los países orientales, donde nos dice la historia que florecieron las antiguas civilizaciones de la humanidad. El desarrollo del comercio en la Mesopotamia fue debido en parte a su propia industria (tejidos finos, perfumes, tallas de piedras preciosas), y en parte a su excepcional situación geográfica, en el camino de la China y la India del mediterráneo. En Babilonia convergían los mercaderes de todo el mundo. Ya en aquella lejana época se establecieron dos importantes vías comerciales entre Asia y Europa; esto es, entre oriente y occidente. Los productos de la primera llegaban a Europa por vía marítima a través del Golfo Pérsico, el Éufrates y el desierto Sirio hasta las costas del mediterráneo; o bien a lo largo de la costa arábiga y el Mar Rojo hasta Nubia y Egipto, y descendiendo por el Río Nilo alcanzaba el mar mediterráneo. La actividad mercantil del Egipto antiguo fue activa a través del Istmo de Suez y la Península de Sinaí. Los reyes egipcios abrieron al comercio griego y fenicio los puertos de las bocas del Delta del Nilo. Los fenicios fueron los mejores mercaderes del mundo; fundaron numerosas factorías mercantiles a lo largo de las costas europeas y africanas del Mediterráneo y durante largo tiempo monopolizaron con sus naves el comercio marítimo en Cuenca mediterránea, y aun en el comercio mundial, llegando hasta las costas de las Islas Británicas[4]
En la segunda entrega de este artículo, disponible en http://ideasenlibertad.net/4381-2/ nos referiremos a Grecia, Cártago, Roma así como a otras sociedades antiguas que influyeron en la consolidación y expansión del intercambio de productos en el devenir histórico del hombre
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