
16 Ago Una lectura sobre el temperamento de la sociedad capitalista. I parte
Jhonas Rivera Rondón
El pasado, tal como decía Virginia Woolf, “nos hace reír mucho más que el presente”[1], es inevitable mirar comportamientos obsoletos y no reírnos por lo absurdo que nos parecen hoy. “El ronquido, ese ruido áspero y desapacible (…), molesta de una manera intolerable a los que tienen la desgracia de acompañarlas. Este no es un movimiento natural y que no pueda evitarse, sino un mal hábito, que revela siempre una educación descuidada” [2], esto lo dice el Manual de urbanidad y buenas maneras de Carreño; pero, ¿existió una escuela que “educara” el ronquido? Asímismo vemos, que los niños, los adultos y los ancianos, según este Manual, debían cumplir con su propio ritmo al caminar por las calles ya que “los movimientos del cuerpo deben ser naturales y propios de la edad…”.
Consejos que sugerían un correcto gobierno del propio cuerpo y las emociones, por tanto, no todo es risa e ingenuidad en este Manual. Algunas verdades podemos atesorar de este libro: “La vida es muy corta, y sus instante corren sin jamás detenerse; así es que sólo en la economía del tiempo podemos encontrar los medios de que nos alcance para educarnos…”; y así luminiscencias de sensatez permiten atrapar verdades de experiencias desgastadas para adoptarlas a nuestra vida.
Lo que me sorprende de esto es lo incrustado que quedó algunas de estas lecciones en nuestro imaginario, por lo menos el Latinoamericano; una vez, cuando una amiga me aconsejó que en las conversaciones con extraños evitara hablar de sexo, política y religión, sin llegar a conocer al señor Manuel A. Carreño, parecía haber extraído textualmente una cita de su Manual- Ocurre con otras tantas recomendaciones de sentido común como “pararse temprano”, “no masticar chicle en público”, “no escupir en la calle”. En fin, todo comienza y termina en el gobierno de sí, es decir, el gobierno del cuerpo y las emociones.
Estos manuales de buenas costumbres, pueden ser considerados históricamente, los ancestros inmediatos de los libros de ayuda para saber comportarse socialmente; textos que daban indicaciones de distintas índoles sobre el correcto proceder tanto con los otros, como consigo mismo. El desuso en algunos casos de este tipo de textos por estos otros, los de “autoayuda”, puede ser la expresión de cambios históricos que se concentraron en lo que el sociólogo alemán, Nobert Elías, denominó proceso de civilización[3]; en los cuales, una sociedad se vio envuelta en nuevas situaciones, nuevas oportunidades y, por tanto, nuevas necesidades. La literatura de “autoayuda” no solo vino a solucionarlas, sino a manifestarlas. Hoy en día, por ejemplo, hay todo un conjunto de recomendaciones para hablar en público, para expresarse correcta y educadamente por las redes sociales.
El cómo puedo administrar mi tiempo, manejar mis emociones, ser más productivo, al final de cuentas, cómo puedo llevar una vida más feliz, son cuestiones que con anterioridad también preocuparon a otros tantos. Por lo menos, con el tema de la felicidad, que ha sido un asunto que cautiva a un importante número de lectores, no está exento de complicaciones filosóficas; eudomonología, o el arte de ser feliz, es una tratado de filosofía práctica que emprendió, irónicamente, el pesimista Arthur Schopenhauer, quien tomó afluentes de una tradición filosófica de mucho antes, la antigüedad, lo que da cuenta de la anterioridad de esta preocupación en torno a la felicidad y, por tanto, su búsqueda. Las representaciones de este ideal, al igual que la propia idea, han cambiado; el filósofo de la antigüedad y el promotor de compras no parecen tener el mismo ideal de felicidad. Y es así, en un mundo en donde la diversidad de percepciones es sinónimo de libertad. La profundidad de estas obras filosóficas, como las que puede manifestar las escritas por Bertrand Rusell[4], inclusive también Fernando Savater, contrasta sustancialmente con las recetas prefabricadas de las soluciones existenciales que nos venden los libros de “autoayuda”, que cuentan con un prolífico mercado.
La literatura de “autoayuda” es un fenómeno discursivo contemporáneo, que se intensificó a partir de la década de 1980 en adelante[5], y que tiene una curiosa historia. La primera obra del cual se tiene registro de ser etiquetada como de “autoayuda”, fue el libro de Samuel Smiles, Self-help[6] (1859). Antecedente de una prolífica literatura con características propias, que por más superficiales que parezcan (entre esos libros que destacan están Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus o La culpa es de la vaca), poseen un núcleo conceptual, filosófico y moral, que a pesar de no ser explicito, los hace ser lo que son, libros de autoayuda. El discurso germinal de la obra de Smiles, que hizo en 1845, permite analizar ese núcleo:
“No haré pensar a nadie que, porque mencioné a individuos que han salido delante de la pobreza gracias a la auto-educación para obtener prominencia social, e incluso riqueza, sean estos los puntos nodales los que hay que apuntar. Esa sería una gran falacia. El conocimiento es, en sí mismo, uno de los goces más grades. El hombre ignorante pasa a través del mundo siendo ajeno a todos los placeres, menos a los que corresponden a los sentidos… Cada ser humano tiene una gran misión que lograr, nobles facultades que cultivar, un vasto destino que cumplir. Debe de tener a la mano lo[s] medios que la educación provee ejerciendo libremente todos los poderes de su naturaleza deiforme.”[7]
Palabras que se dirigen hacia una novedosa heroicidad, el individuo que con su esfuerzo y trabajo logra superarse y conseguir así reconocimiento social y económico. El industrial y el empresario se convierten en iconos de admiración, iconos que solo pueden ser admirados en una sociedad capitalista. En este sentido, el individuo se convierte en foco central de la política y la economía; solo él se construye a sí mismo mediante la propia educación, la propia enseñanza; la formación del carácter, en esta significación se fundó inicialmente la literatura de “autoayuda”[8].
En los sucesivos escenarios históricos del siglo XX en Estados Unidos, este género se consolidó y se expandió; nuevas necesidades e intereses se fueron moldeando en una sociedad dinamizada por el sistema capitalista; así, junto a ello se van modificando las condiciones materiales y las perspectivas de las personas, por tanto, también sus ideales de éxito: riqueza económica, bienestar emocional, espiritual y personal, disponibilidad de tiempo para el ocio. Todo al alcance de los individuos, siempre y cuando, con esfuerzo, supieran explotar todas sus potencialidades en este agitado mundo, esa es la promesa de fondo que sostiene los libros de “autoayuda”.
Cómo ganar amigos e influir en las personas, de Dale Carnegie, es un texto que se inclina en esta línea del desarrollo personal a través del mejor manejo y adecuado comportamiento en los entornos sociales, como el trabajo por ejemplo: asimismo The Law of Success (1925) y Think and Grow Rich (1937), de Napoleón Hill, fueron publicaciones que mostraron el interés de un número creciente de personas que apostaban a “invertir en sí mismo”, lo que suponía un deseo por fortalecer su autonomía e individualidad para poder ser así, prominentes empresarios e industriales, ese era el ideal del momento. Estos libros demostraron ser éxitos editoriales al explotar precisamente ese anhelo de constante superación (aún muchos de estos “clásicos de autoayuda” se siguen publicando)[9].
Esas condiciones de posibilidad que tuvieron los libros de “autoayuda” no son el reflejo de una sociedad, pero si la expresión de una serie de valores compartidos por los cuales las personas se disponen a comprar estos materiales, por lo que solo en un sano mercado de las ideas, así como en contextos de un relativo bienestar material generalizado, que solo se pude crear en capitalismo, hacen que gran parte de la población disponga de posibilidad de decidir lo que va a consumir y cómo consumirlo, es decir, bajo el capitalismo. Solo en estas condiciones podría prosperar esta y otras literaturas que apuestan al constante desarrollo personal, lo que no quiere decir, esto último, que eso sea una determinación histórica. El ser humano busca y seguirá buscando las pautas que le permitan obtener la felicidad, en el fondo, la autoayuda la podemos conseguir en una variedad de textos filósoficos, de poemas, y de experiencias históricas. solo que en estas, no se señala, la satanizada palabra de autoayuda.
En la segunda parte de este escrito, continuaremos reflexionando sobre el temperamento de la sociedad capitalista
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