La visión del Antiguo Oriente en la Torá hebrea

Claudia Santiago

 

Oriente tiene la particularidad de llamar poderosamente no solo la atención de los estudiosos de la materia sino de las personas que asumen a estas locaciones como el escenario sociocultural en el que se desarrollaron las primeras “civilizaciones” de la humanidad. Hacer referencia a Oriente no solo implica aludir a un escenario geográfico en específico sino también se encuentra atado inexorablemente al legado los pueblos que se desarrollaron allí y su impronta en el devenir humano. Cabe destacar que la construcción del pensamiento occidental no solamente descansa en la cosmovisión de la tradición judeo-Cristiana.

 

Por tanto, el Antiguo Oriente, fue el germen de lo que genéricamente se conoce  “Civilización”. Es en las tierras que correspondían a la antigua Mesopotamia (actual Irak), donde los seres humanos dieron los primeros pasos a la sedentarización y la consolidación de las primeras sociedades con una estructura jerárquica centralizada y las relaciones de poder como las entendemos en la actualidad. Así podemos leer:

No obstante lo poco atractiva que aparece esta región hoy, ningún otro lugar de la tierra encierra un significado más profundo para la historia del progreso humano. En esta tierra acunada por los ríos fue donde el hombre llegó a civilizarse por primera vez. Aquí, hace unos 5000 años, el pueblo sumerio creó la primera civilización verdadera del mundo (…).Fue Mesopotamia que vio erigirse los primeros centros urbanos del hombre, con su riqueza compleja y variada (…), donde el arte y el ingenio técnico, la especialización industrial, bastante adelantada para lo precario de la época, y la iniciativa comercial, hallaron campos donde crecer y extenderse.[1]

 

En este particular es relevante destacar la importancia que han tenido los pueblos desarrollados en estos entornos geográficos para la comprensión de devenir humano y de su evolución hacia formas de convivencia con mayor complejidad. Al revisar fuentes como por ejemplo, las Historias de Herodoto de Halicarnaso, a través del recorrido que el “Padre de la Historia “hizo por los parajes del mundo hasta entonces conocido, se puede reconstruir la historia de las costumbres, la geografía, datos sobre la cotidianidad, la religión y la forma de hacer la guerra de pueblos como los egipcios, los persas y otros tantos que hicieron vida en el antiguo Oriente.

 

Así mismo, el valor de una fuente histórica es fundamental para conocer los detalles de algunos pueblos que han hecho vida en esos escenarios. Por tanto, hay que destacar que de los pueblos de la Antigüedad, como es reconocido por los estudiosos de la materia, ninguno ha guardado con tanto celo su sentido de la historia como el pueblo de Israel. Al igual de como sucedía con Herodoto, la tradición hebraica y su paso por la historia de la Antigüedad es tratada a profundidad en el libro sagrado para ellos, el Pentateuco mosaico, en el que no solamente aparecen contenidos los ritos relacionados con su religiosidad propiamente dicha sino que también se encuentran presentes aspectos de su historia que tienen vigencia hasta nuestros días.

 

Es importante destacar, que aunque el pueblo de Israel estaba ubicado en el corazón de la costa sirio-palestina, los derroteros de su historia tomaron un rumbo bien diferente al resto de los pueblos del Antiguo Oriente, hecho que podemos definir por el fuerte apego a las tradiciones que los hebreos desarrollaron a lo largo de su historia, lo que implicaba esencialmente ser un pueblo monoteísta y en su evolución no solo se puede indicar que el Antiguo Testamento era únicamente un compendio normativo que propendía a explicar lo concerniente a la liturgia, sino en él se encontraban presentes los aspectos fundamentales que los judíos tenían que aplicar en su vida diaria, normas de carácter moral que incluso debían ser consideradas por sus gobernantes. Es decir, la historia del pueblo hebreo ha estado entretejida con su tradición religiosa.

 

Cuando pensamos en Israel, obligatoriamente evocamos el concepto de Tierra Santa. La santidad de la tierra está contemplada en una explicación teológica que esencialmente implica una acepción de orden religioso. Por tanto, las locaciones geográficas que correspondían a la tierra de Canaán, como aparece referido en el libro del Génesis, en la actualidad no son reconocidas únicamente como santas por el pueblo judío, sino también la reclaman los cristianos y musulmanes.

En este sentido, para entender el devenir histórico del pueblo de Israel es de vital importancia conocer la Torá hebrea y no solamente hacer alusión a este libro sagrado para comprender los rituales propios de su religión judía, sino también es posible tener un registro histórico detallado del devenir del pueblo hebreo en los tiempos de la Antigüedad. [2]

 

La Torá hebrea o Pentateuco mosaico

Se denomina Pentateuco a los cinco (5) primeros libros de las Escrituras judeocristianas (Biblia) o de la también denominada Tanaj hebrea. Estos libros son conocidos también como la “Torá” o “Ley”, concepto que es manejado por aquellos que profesan la doctrina monoteísta del judaísmo, presentando dichas obras una importancia capital al momento de conocer lo que fue el desarrollo histórico del pueblo de Israel. Sobre el concepto de“Pentateuco” podemos leer:

La necesidad de disponer de ejemplares manejables de este gran conjunto hizo que fuese dividido en rollos. De ahí viene el nombre griego de He Pentateujos (se entiende biblos “libro” “En cinco volúmenes”, latín Pentateuchus y en español Pentateuco. También los judíos hablan de las cinco partes de la Ley.” (Biblia de Jerusalén, introducción al Pentateuco: 5).

 

El Pentateuco, desde el punto de vista informativo, es el núcleo central de la religión judía que, como cuerpo doctrinal, es atribuido en su autoría a Moisés, personaje histórico al que se puede ubicar a finales del segundo milenio a. C. Este hecho ha generado suspicacia dentro de las corrientes historiográficas y exegéticas tradicionales, puesto que numerosos estudios indican que no sólo Moisés pudo haber escrito el Pentateuco, sino que también colaboraron en su elaboración algunas escuelas sacerdotales o cronistas que amparados en las enseñanzas mosaicas terminaron por darle forma a esta sección del Antiguo Testamento. Pese a ello, para el creyente íntegro Moisés sigue siendo el autor indiscutible de esta importante obra, considerada dentro de la tradición religiosa monoteísta como producto de la inspiración divina[3].

 

El Pentateuco se estructura en cinco libros, a saber: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, de los cuales se pueden desprender datos útiles para quien quiera conocer la historia religiosa y cultural del pueblo de Israel en la Antigüedad. Es importante resaltar además que la Sagrada Escritura puede ser considerada como una fuente de información muy valiosa para el conocimiento de la historia antigua del Próximo Oriente, siendo esta obra uno de los pocos documentos que sobrevivió integro de esas culturas. En unión a ello, la Biblia ha insuflado infinidad de estudios arqueológicos e históricos los cuales, con resultados dispares, todavía en la actualidad se esfuerzan en tratar de confirmar los acontecimientos que se encuentran narrados en estos textos.

 

En las siguientes líneas se hará referencia a la visión sobre el ámbito oriental  que se encuentra presente en las páginas del Pentateuco.

 

Oriente en el libro del Génesis

Génesis es el primer libro del Pentateuco. La autoría de esta fuente corresponde, según la tradición, a un profeta y legislador hebreo llamado Moisés. La trama central del libro discurre desde el momento de la “creación” del ser humano por Dios. (Teoría Creacionista, Gn 1). Según el Génesis, Yahvé creó al hombre a su imagen y semejanza, subordinando a las plantas y animales a su mandato:

…luego plantó Yahvé Dios un jardín en Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado. De Edén salía un río que regaba el jardín, y desde allí se partía en cuatro brazos. Uno se llama Pisón: es el que rodea todo el país de Javilá, donde hay oro. El oro de aquel país es fino. Allí se encuentra el bedelio y el ónice. El tercer río se llama Givijón: es el que rodea el país de Cus. El tercer río es el Tigris: es el que corre al oriente de Asiría y el cuarto río es el Éufrates.(Gn. 2:8-15).

 

Una idea muy significativa que se encuentra presente en el Génesis, es la defensa de la creencia en un Dios único, el cual creó al ser humano a su imagen y semejanza, seres dotados de inteligencia e interioridad. Sin embargo, Adán y Eva, tenían proscrito comer del fruto del árbol del conocimiento, norma que fue infringida por ellos y significó su expulsión del Jardín del Edén. En adelante, la vida del ser humano sobre la tierra se haría trabajosa y llena de penalidades. Como muchos relatos de la Antigüedad, el Génesis también tiene un carácter moralizante.

 

Al final, Yahvé decidió castigar el exceso de maldad humana. En el relato, la tierra que desde sus orígenes había sido un paraíso se llenó de maldad por la desobediencia humana. Como era de esperarse, Dios se arrepintió de haberles creado  y decidió poner fin a la existencia humana con un diluvio, estos hechos están contenidos en la narración del Diluvio Universal y el arca de Noé. La importancia de está naracción no solamente se enmarca en un acontecimiento que no es propio de la Biblia, sino que aparece destacado en otras tradiciones de la Antigüedad (Tablillas sumerias, Poema de Gilgamesh). El hecho trascendental  de esta historia, es el pacto que la divinidad hace con Noé al salir del arca. Es uno de los instantes más significativos del judaísmo, porque el pueblo hebreo asume a Dios como señor de su historia y desde entonces comienza a verse a sí mismo como un pueblo elegido. Una vez que se retiraron las aguas, Dios decidió reanudar el pacto celebrado en tiempos de Adán y Eva, el cual es presentado de la siguiente forma: “Dios bendijo a Noé y a sus hijos y les dijo: multiplicaos y llenad la tierra…” (Gn. 9:1).

 

En el Génesis también se encuentra contenida la historia de los Patriarcas (Abraham, Isaac y Jacob), narraciones de las que se desprenden rasgos culturales y de la vida cotidiana propios de los pueblos dedicados al pastoreo. Los pueblos del antiguo Oriente, residían en el desierto y adoptaban el modo de vida de los nómadas, en el que imperaba la tradición patriarcal. El patriarca era el hombre que por derecho de familia se comportaba como el líder del clan, la autoridad se transmitía de padres a hijos. La tradición en la que al hijo primogénito se le concedía el rol de patriarca se mantuvo durante toda la Antigüedad.

 

Para el pueblo de Israel, la historia patriarcal tiene un gran significado, en este periodo, en su imaginario socio cultural se asentó la creencia de que Dios les había bendecido y elegido como pueblo, sobre esos cimientos descansa la tradición hebrea y se resalta la importancia del patriarcado en sus inicios. El primer patriarca hebreo fue Abraham, figura icónica que no solo representa  el nacimiento de su religión sino que simboliza la columna vertebral en la historia de de Israel:

… por mi parte esta es mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos… Y estableceré mi alianza entre nosotros dos, y con tu descendencia después de ti, de generación en generación: una alianza eterna, de ser yo tu Dios y el de tu posteridad. Te daré a ti y a tu posteridad la tierra en la que andas como peregrino, todo el país de Canaán, en posesión perpetúa y yo seré el Dios de los tuyos. (Gn. 16: 3-8).

 

Este fragmento de las escrituras contiene el argumento del pueblo judío, descendiente de los antiguos israelitas, para justificar legalmente sus derechos sobre el territorio de Palestina, criterio que se mantiene vigente hasta nuestros días. Dios bendijo a Abraham y a al resto de su descendencia. La bendición se hizo extensiva a su hijo Isaac y a su nieto Jacob. Jacob o Israel tuvo doce hijos, cuyos nombres se corresponden a las doce tribus que conformaban el antiguo Israel. A diferencia de los pueblos del antiguo Oriente, en adelante, el pueblo hebreo asumió un fuerte monoteísmo y el compromiso de todo varón a circuncidarse. La circuncisión implica la consagración del hombre a Dios. (Gn. 16:12).

 

En el Génesis se hace referencia a la vida de los patriarcas y su familia: Abraham y  Sara, Isaac y Rebeca, Jacob y sus dos esposas – Raquel y Lía – y los doce hijos de Jacob. Las conyúges de los patriarcas debían pertenecer a la misma tribu o clan. Los hebreos tenían la prohibición de contraer matrimonio con mujeres provenientes de otros pueblos del Antiguo Oriente. Como se señalaba con anterioridad, el pueblo de Israel aborrecía la idolatría por eso no permitía los matrimonios con extranjeros, para evitar así el contacto con las costumbres paganas.

 

Una de las historias más fascinantes contenidas en el Génesis es la vida de José (Gn. 37-51). José era uno de los hijos menores de Jacob, sus hermanos en un ataque de celos por ser el preferido de su padre, lo vendieron como esclavo a los egipcios. Una vez en Egipto, José se convirtió en uno de los intérpretes de los sueños del Faraón hecho que produjo las simpatías del monarca, el cuál le nombró Virrey . En esta parte del libro se hace referencia a la llegada de Jacob y su familia a las tierras de los faraones, quienes residirían como forasteros en una locación que se denominaba Gozén (Gn. 50).

 

Oriente en el libro de Éxodo

El Éxodo es el segundo libro del Pentateuco, narra la salida de Israel de la tierra de Egipto, después de haber morado allí durante un periodo aproximado de cuatrocientos años. Al mismo tiempo, da cuenta del largo periplo del pueblo hebreo para llegar a la “tierra prometida”.  Como se señala en el libro, después del establecimiento de la familia de Jacob en Egipto en tiempos de José, su descendencia se multiplicó llegando a convertirse en una nación, hecho que generó la desconfianza del gobierno egipcio. Un Faraón que nada tenía que ver con el gobernante que acogió a José y a los suyos, sometió a los hebreos a la esclavitud: “Los egipcios esclavizaron brutalmente a los israelitas, y les amargaron la vida con dura servidumbre, con los trabajos del barro, de los ladrillos, del campo y con toda clase de servidumbre los esclavizaron brutalmente.” (Éx. 2:12).

 

Cabe destacar que el esclavismo no era una institución condenada en la Antigüedad, generalmente, los pueblos que resultaban vencedores en las guerras, sometían como esclavos a los vencidos. Como era de esperarse los vastos complejos piramidales y las gigantescas obras monumentales requerían  de abundante mano de obra. Los hebreos fueron esclavizados con el fin de participar en la fabricación de ladrillos de adobe para  las obras faraónicas.

 

En Éxodo se encuentra narrada la historia de Moisés, que literalmente significaba “sacado de las aguas”. Moisés nació en la tierra de Gozén y según la tradición fue puesto en una canasta en las aguas del Nilo, salvado por una de las princesas egipcias y criado como príncipe en el palacio real.

 

Yahvé le impuso a Moisés como tarea liberar a los israelitas de la esclavitud egipcia y conducirlos a la tierra prometida: “He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel…” (Éx. 3:7). Para tal fin, Dios los dotó de algunas habilidades, pese a que Moisés y su hermano Aarón intentaron mediar con el Faraón, este se negaba a dejar salir al pueblo. El rey de Egipto era soberbio y en reiteradas ocasiones se opuso al mandato divino, como consecuencia, por intermediación de Moisés, Yhavé azotó a los egipcios con diez temibles plagas.

 

El pueblo de Israel acaudillado por Moisés, salió de Egipto cargado del ganado y el oro de los egipcios (Éx 13: 33-35) para así transitar rumbo a su libertad, a una tierra ubicada más al Este donde vivirían al amparo de Yahvé. A partir de ese momento y por indicación de Moisés los israelitas conmemoraron esa fecha cada año, dando origen a un memorial religioso conocido como la fiesta de Pascua o conmemoración de la salida de Egipto.

 

Una vez que abandonaron las tierras egipcias, los hebreos vagaron durante largo tiempo por el desierto del Sinaí, lugar donde sufrieron muchas penalidades y, en ocasiones, castigos de la divinidad por su mal proceder e ingratitud. Durante años, Yahvé les proporcionó el sustento diario para que no padecieran hambre: “Mira, haré llover pan del cielo para vosotros; el pueblo saldrá cada día a recoger la ración cotidiana…” (Éx. 16:4). Igualmente, hizo que se aprovisionaran de carne con una lluvia de codornices (Éx. 16:36).

 

En el Monte de Sinaí, Dios estableció un pacto indisoluble con el pueblo de Israel, hecho inédito en la historia de la Antigüedad. En el acuerdo se dictaminó que los hebreos recibirían bendiciones infinitas si cumplían la voluntad divina, tal y como se plasma en la siguiente referencia:

Ahora pues, si de veras me obedecéis y guardas mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” (Éx 19:5-7).

Uno de los hechos más significativos presentes en el relato del Éxodo, fue que Dios le entregó al pueblo, por medio de Moisés, un código moral resumido, el cual sería conocido posteriormente como el Decálogo. Los Diez Mandamientos o Diez Palabras, contenían un estricto código moral de cumplimiento obligatorio para los israelíes, en ellos aparecían normas relativas a: No adorar a otros dioses ni hacer imagen alguna para adorar, no pronunciar el nombre de Dios en vano, guardar el Sábado, honrar a los padres, prohibición del homicidio, del robo y del adulterio, así como también la condena a los falsos testimonios (Éx. 20).

 

En el libro del Éxodo están contenidos fragmentos relacionados con la Ley del Talión, uno de los principios legislativos más comunes en la Antigüedad mediterránea: “Pero si se produjeran otros daños, entonces pagarás vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie…” (Éx. 21-23).

 

Uno de los elementos más interesantes en la historia de Israel es la tradición de guardar el sábado. El Sabbat es el símbolo univoco de la tradición judía y les diferencia del resto de los pueblos. Al respecto, el libro del Éxodo acota lo siguiente:

Recuerda el día del sábado para santificarlo, seis días trabajaras y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso en honor a Yahvé, tu Dios. No harán ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el forastero que habita en la ciudad. Pues en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y cuanto contienen y al séptimo descansó…” (Éx. 20:8).

 

En el orden social y a diferencia de otros pueblos del Próximo Oriente, los israelitas otorgaban un mejor trato hacía los esclavos, hecho que se evidencia en el siguiente pasaje: “Si compras un esclavo hebreo, servirá seis años y al séptimo saldrá libre sin pagar nada.”(Éx 21:2-4).En el mundo antiguo, a excepción de Israel la esclavitud era vitalicia. Como hemos señalado, las leyes mosaicas eran caracterizadas por su inflexibilidad y severidad, cualquier infracción intencional se pagaba con la muerte, hecho que se ponía de manifiesto al infringir algún mandamiento de la ley de Dios.

 

En cuanto a la liturgia hebrea, en Éxodo narran las instrucciones dadas por Yahvé para la construcción del Tabernáculo o tienda donde se resguardaban los objetos cultuales más importantes de la fe. En este libro se encuentran contenidos los aspectos referentes a la vestimenta sacerdotal y a los objetos de carácter ritual (Éx 25-31). Se establecían las complicadas normas de la liturgia y hasta el más mínimo detalle relacionado a las formas, medidas y a la conducción del Arca de la Alianza. En el Arca reposaban los objetos litúrgicos, las Tablas de la Ley y la vestimenta de los sacerdotes levitas.

 

En el libro del Éxodo se describen normas para regular la vida cotidiana de la comunidad de creyentes, entre ellas destacan algunas que prohibían el maltrato a los extranjeros y exhortaba a los israelitas a hacerse cargo de  las viudas y huérfanos (Éx. 22). En este sentido, hay que reiterar que la compasión con los extranjeros y los desvalidos no era una costumbre propia de la Antigüedad. Los años de sometimiento y esclavitud en Egipto eran parte de sus recuerdos, para ellos, honrar a los forasteros era una manera de agradecer a Dios y reconocer que también habían sido extranjeros en la tierra de los faraones.

 

Oriente en el libro del Levítico

Levítico es el tercer libro del Pentateuco, ubicado entre Éxodo y Números. No es un escrito de comprensión fácil, en él se encuentran presentes normas de carácter estrictamente religioso relacionadas exclusivamente al judaísmo. En Levítico se hace referencia a los sacrificios, ofrendas, holocaustos y los rituales cotidianos que debían llevar a cabo los miembros de la comunidad religiosa. Los israelíes tenían como obligación practicar rituales de purificación y santidad, para así mostrarse dignos ante Dios y poder expiar sus pecados.

 

Levítico, en esencia es un manual religioso para el uso de los levitas, sacerdotes dedicados al culto a Yahvé y escogidos dentro de la tribu de Leví (Descendientes del sumo sacerdote Aarón, hermano de Moisés). Según la tradición recogida en este libro sagrado, los primogénitos eran consagrados a Yahveh. En tanto, para que el pueblo hebreo cumpliera con estos preceptos, los herederos de la tribu levita tenían la obligación  de consagrar su existencia al templo, es decir, su vida era dedicada a las labores litúrgicas y a la adoración a la divinidad. Este libro contempla una explicación pormenorizada de los rituales, las leyes referidas a los sacrificios, a la consagración de los sacerdotes y, a la pureza y santidad de los creyentes.

 

Los israelíes sacrificaban algunos animales como expiación de los pecados y forma de honrar a Dios. Cabe destacar que el pueblo no podía hacer estos rituales directamente, por tanto, los sacerdotes levitas recibían los animales y se encargaban de todo lo relacionado con la ceremonia del sacrificio. El tipo de animal que los creyentes llevaban al altar dependía estrictamente de los pecados que aspiraban expiar. Al respecto se indicaba lo siguiente:

…Si alguien peca sin darse cuenta, se hará culpable y cargará con su pecado llevará al sacerdote, como sacrificio de reparación, un carnero del rebaño, sin defecto, según valoración y el sacerdote haría la expiación por él a causa de la falta que cometió sin darse cuenta, y se le perdonará.”(Lv. 5:17-19).

 

Sobre la investidura de los sacerdotes, el texto relata la ordenación de Aarón, quién recibió esta dignidad por mandato de Yahvé y mediación de Moisés, colocándole este último el ropaje sacerdotal y ungiéndole como sumo sacerdote (Lv. 8:6-14). En la tradición religiosa levita, el sacerdote debía cumplir con ciertos preceptos para conservar su santidad, entre los que podemos mencionar:

Cuando hayáis de entrar en la Tienda de Encuentro, no bebáis vino ni bebida que pueda embriagar, ni tus hijos, ni tus hijas. Decreto perpetuo a éste para vuestros descendientes. Así podréis distinguir entre lo sagrado y  lo profano, entre lo puro y lo impuro.”(Lv. 10:9-11).

 

En lo relacionado con las reglas de pureza, a los israelitas les era lícito comer de todo animal de pezuña partida (domésticos) con excepción del camello. Del mismo modo, al cerdo y a la liebre se les tenía como impuros. De los animales acuáticos sólo consumían los peces con aletas, los demás eran considerados como una abominación para Dios. Las águilas, halcones, avestruz y murciélago estaban proscritos también. De los insectos únicamente se les permitía comer langostas y saltamontes. Igualmente las cucarachas y los grillos y el resto de los insectos eran considerados impuros, así como se establece en el siguiente versículo: “De los bichos que pululan por la tierra, tendréis por impuros los siguientes: la comadreja, el ratón, el lagarto en cualquiera de sus especies, el erizo, el cocodrilo, el camaleón, la salamandra y el topo.” (Lv 11:29).

 

Del mismo modo se tenía como una práctica abominable alimentarse con cualquier animal que se arrastrara sobre su vientre, incorporando progresivamente a otras especies hasta conformar una lista extensa que incluía casi todas las variantes de fauna existentes en esa región oriental. En este libro también se hace mención al tratamiento que debían darle a las personas que padecían la enfermedad de la lepra, éstos y las mujeres con la menstruación eran considerados impuros. En este apartado se recalcaban los rituales de purificación a los que debían someterse los miembros de la comunidad que tenían contacto con leprosos y mujeres mestruando.

 

Las leyes de santidad estaban constituidas por un estricto código de reglas que el pueblo debía cumplir rigurosamente para ser dignos de la misericordia divina. En Levítico aparecían las siguientes normas: Se prohibía el voyerismo, el incesto, la homosexualidad y la zoofilia. Igualmente se encontraba proscrita cualquier práctica relacionada con la hechicería, los tatuajes y el maltrato de los extranjeros que moraban en la comunidad de creyentes. Dichas infracciones se pagaban con la muerte (Lv. 17-20).

 

Según los cronistas bíblicos, Yahvé perseguía con esta normativa consolidar una nación santa donde se cumplieran al píe de la letra los preceptos de la Ley. Por consiguiente, era normal el aislamiento de los judíos con respecto a los otros pueblos del antiguo Oriente. En este sentido, las estrictas normas establecidas en el código hebreo, les hizo transitar un devenir histórico diametralmente opuesto al de sus vecinos. Yahvé prohibía la idolatría y aborrecía a quienes la practicaban, generalmente, los hebreos no mostraban ningún tipo de consideración con los pueblos idolatras. Adorar a otros dioses era contemplado como una abominación y al infractor se le castigaba con la muerte: “Guardad pues todos mis preceptos y todas mis normas, y cumplidlos… No imitéis las costumbres de las naciones que voy a expulsar a vuestra llegada; pues porque han obrado así, yo estoy asqueado de ellas.” (Lv. 25: 22-24).

 

Al finalizar el libro se recalcan las características de las fiestas y celebraciones para rendir homenaje a Yahvé, entre ellas destacan: La fiesta de Pascua, los ázimos (pan sin levadura), el Sabatt, (el Sábado). En la tradición judía, guardar el año sabático y cumplir con la celebración del Jubileo, en el cual, cada cuarenta años se hacía una repartición de tierras entre el pueblo de Israel. La manera más expedita de honrar la creación divina, era trabajar seis días y al séptimo descansar, tal cual como lo había hecho Dios al término de la creación (Lv 25:8-16).

 

Oriente en el libro de Números

El cuarto libro del Pentateuco mosaico es Números. Precisamente tiene esa denominación porque en él se encuentran contenidos los datos del censo que se realizó a las tribus de Israel cuando partieron del Sinaí rumbo a la Tierra Prometida (Canaán). Los encargados de llevar a cabo el censo general fueron designados de las tribus de Rubén, Simeón, Judá, Isacar, Zabulón, Efraín y Manases (hijos de José), Benjamín, Dan, Asser, Gad y Neptalí (Nm. 1).

 

Los miembros de la tribu levita no fueron censados, por ser consagrados exclusivamente a las actividades del templo, tal y como se establece en el siguiente precepto: “Yahvé habló a Moisés: mira que he elegido a los levitas de entre los demás israelitas en lugar de todos los primogénitos de los israelitas que abren el seno materno. Los levitas serán para mí.” (Nm. 3:11).

 

Después de la salida de Egipto, los primogénitos de Israel habían sido consagrados a Yahvé, en adelante esa función correspondió nada más a los levitas (Nm.8: 17-19). Una vez cumplidos los 25 años, los jóvenes levitas podían prestar sus servicios en la Tienda de Encuentro. (Nm. 8. 24-26).

 

En Números se da testimonio de los constantes pesares vividos por los israelíes durante su periplo por el desierto. El pueblo de Israel, en reiteradas ocasiones, lamentaba su suerte y reprochaban a Moisés haberles sacado de Egipto. Como reprimenda por sus faltas y desobediencia, Dios les castigó. En este aspecto se vislumbra el carácter moralizante del texto. Por una parte las infracciones del pueblo eran penalizadas severamente por la divinidad, sin embargo, en caso de que cumplieran celosamente los mandamientos de la Ley de Moisés, las bendiciones no se hacían esperar.

..que ninguno de los que han visto mi gloria y las señales que he realizado en Egipto y en el desierto, que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, verá la tierra que prometí con juramento a sus padres, No la verá ninguno de los que me han despreciad.”(Nm.14:22-23).

 

A pesar de los errores cometidos por el pueblo de Israel, Yahvé los acompañó en su recorrido hacia la tierra de Palestina. Durante su permanencia en el desierto, Moisés era su guía y mantenía el control a través de la ejecución de severas normas. Como se señalaba con anterioridad,la mayor abominación cometida por un israelí era la idolatría. Por tanto, para evitar ser corrompidos por las costumbres de los pueblos idolatras, Dios prometió expulsarlos de Canaán, lo cual queda en evidencia en el siguiente versículo: “arrojaréis a vuestra llegada a todos los habitantes del país. Destruiréis todas sus imágenes pintadas, destruiréis sus estatuas de fundición, demoleréis todos sus altos, pues os doy a vosotros todo el país en propiedad.” (Nm. 33:52-54).

 

Oriente en el libro del Deuteronomio

El Deuteronomio es el quinto y último libro de la Torá hebrea. La autoría de este libro sagrado, como los otros del Pentateuco, es atribuida a Moisés, sin embargo, en el estudio preliminar presente en la Biblia de Jerusalén, se destacan las dudas sobre la veracidad de esta hipótesis, estimándose que este relato fue escrito a posteriori.

 

Etimológicamente, Deuteronomio significa: Segunda Ley (deutoro: segunda; nomos: ley). Como fuente de información contiene los discursos de Moisés, el pasaje en el que Yahvé reafirma el Pacto del Sinaí con los hijos de Israel y la proclamación que asocia el futuro hebreo con el cumplimiento de los preceptos de la ley divina.

 

En el libro de Deuteronomio se hace énfasis a que Yahvé prometió a los israelíes la tierra de Canaán, en el que se recalca el pacto que Dios hizo con el pueblo elegido. Para que se pudieran cumplir las promesas divinas era necesaria la expulsión de los pueblos paganos que moraban allí. En función de esto, se asume que Dios escogió a Israel por encima de las demás naciones de la tierra. Según las Escrituras, Israel era un pueblo de su propiedad y sus residentes estaban obligado a ser monoteístas. Era de esperarse que en esta relación de exclusividad no hubiera cabida para otras naciones.

Cuando Yahvé tu Dios te haya introducido en la tierra que vas a entrar para tomarla como posesión, y haya arrojado al llegar a naciones numerosas: hititas, pevizitas, jivitas y jebuseos, siete naciones más fuertes y poderosas que tú. Cuando Yahvé tu Dios te las entregué a tu llegada y tú las derrotes, las consagrarás al anatema. No harás alianza con ellas, no tendrás compasión, ni emparentaras con ellas: tu hija no la darás a su hijo, no tomarás hija suya para tu hijo, porque apartaría a tu hijo de mi seguimiento y serviría a otros dioses. Por el contrario esto es lo que haréis con ellos: demoleréis sus altares, romperéis sus estelas, arrancaréis sus cepos y prenderéis fuego a sus ídolos. Porque tú eres un Pueblo consagrado a Yahvé tu Dios; a ti te he elegido, de entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra, el pueblo de mi propiedad.” (Dt 7: 1-6).

 

En reiterados pasajes del Pentateuco en general y de éste libro en particular, se condena con insistencia la idolatría, razón por la cual el Dios de Israel decidió llevar a muchos pueblos a la aniquilación total. Mientras que los miembros del pueblo elegido cumplieran los mandamientos de la ley divina podían encontrar la felicidad, por el contrario, si desobedecían el pacto quedaba roto y los infractores estaban condenados al sufrimiento y al castigo divino. Ante un régimen normativo de tal rigurosidad era normal que los hebreos evolucionaran aislados y practicaran un estricto monoteísmo.

 

De esta manera se describe en el relato deuteronómico a la tierra de Canaán:

Ahora Yahvé tu Dios te introduce en una tierra buena, tierra de torrentes, de fuentes y hontanares que manan en los valles y en las montañas tierra de trigo y de cebada, de vino, higueras y granados, tierra de olivares, de aceite y de miel, tierra donde no comerán el pan tasado y donde no carecerás de nada; tierras cuyas piedras son de hierro y de cuyas montañas extraerás bronce. Comerás hasta hartarte y bendecirás a Yahvé tu Dios en esa tierra buena que te ha dado.” (DT. 8:7-10).

 

A diferencia de las penalidades que el pueblo afrontó en los cuarenta años en el desierto, la llegada a  Canaán se ansiaba porque significaba el fin de sus sufrimientos, el camino a la libertad y la abundancia. En el libro de Deuteronomio también se encuentran contenidas las promesas y advertencias que Yahvé, por medio de Moisés, les hiciera a los israelíes. Aquí se exponen las razones por las que Dios otorgó a Israel y no a otros pueblos la tierra de Canaán como herencia:

No por tus méritos ni por la rectitud de tu corazón llegarás a tomar posesión de su tierra, sino que sólo por la perversidad de estas naciones las desaloja Yahvé tu Dios delante de ti, y también por cumplir con la palabra que le juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.” (Dt. 9:5).

Este vercículo indica que los pueblos de la Antigüedad desaparecieron por su ignominia y que la voluntad de Dios era irrebatible.

 

En el libro de Deuteronomio  aparece descritas las funciones de los encargados de impartir justicia en Israel. Al principio de la historia hebrea, la labor judicial era potestad de los patriarcas, sin embargo, con  la llegada del pueblo a  Canaán, se designaron jueces para ejercer de mediadores y dictaminar sentencias sobre los delitos cometidos en la comunidad de fieles. Como se establece en Deuteronomio, Yahvé se dirigió a Moisés para indicarle la necesidad de escoger jueces justos para controlar la vida cotidiana de los hebreos. Está prerrogativa aparece señalada de la siguiente forma:

Establecerás jueces y escribas para tus tribus en cada una de las ciudades que Yahvé tu Dios te da, ellos juzgarán al pueblo con juicios justos, No torcerás el derecho, no harás acepción (sic) de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos.” (Dt. 16: 18-19).

 

Las acciones de los jueces estaban apegadas a la ley divina y atadas a estrictos códigos de moral y justicia del Israel monoteísta. Anteriormente se había hecho alusión a la condena a la hechicería y las prácticas de adivinación (muy comunes en los pueblos de la Antigüedad), es desarrollado en el versículo subsiguiente:

No habrá dentro de ti nadie que haga pasar a su hijo y a su hija por el fuego, que practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia, ningún encantador ni quien consulte espectros y adivinos, ni evocador de muertos, porque todo el que hace estas cosa es una abominación para Yahvé tu Dios y por causa de estas abominaciones desaloja Yahvé tu Dios a esas naciones a tu llegada.” (Dt. 18:10-12).

 

El adulterio, al igual que otros delitos graves, era penalizado con la muerte (Dt, 22: 22). Cuando la mujer cometía adulterio y había algún tipo de justificación de su parte, el marido agraviado la  debía repudiar y firmar un acta de divorcio (Dt. 24:1).  Por otra parte, la usura estaba prohibida dentro de la comunidad hebrea, igualmente el cobro de intereses a los judíos producto de las diferentes transacciones comerciales, la ley estipulaba que únicamente se podía cobrar intereses a los extranjeros.(Dt. 23:21).

 

Como se indicaba al principio, en Deuteronomio se encuentran presentes los discursos de Moisés, aquí es importante hacer énfasis en su discurso final. En él se evidencia que Dios bendice a su pueblo, le reitera la promesa que le hizo a Abraham, en la cual Israel es el pueblo elegido entre las naciones. El pacto sagrado con Yahvé incluye la multiplicación de su hacienda y les reitera que si cumplen los mandamientos de la ley de Dios podrán usufructuar la tierra prometida (Dt 28.9-14). En este libro se narra que Moisés muere antes de llega, hecho paradójico, pues a pesar de sus esfuerzos para conducir a los hebreos al lugar adjudicado por Dios, solo se le permitió, como castigo por su desobediencia, contemplarla a lo lejos pero no vivir en ella.

 

A manera de conclusión, la Torá hebrea no solamente es un libro sagrado de gran valor para conocer con mayor profundidad la religión judía,también destaca como documento histórico de primer orden para comprender la historia del pueblo de Israel. En este orden, cabe hacer alusión a que ningún pueblo de la historia de la Antigüedad mostró tanto interés en construir un legado para la posteridad como lo hicieron los judíos. Preceptos como el derecho histórico de Israel sobre Palestina, el Decálogo, el tratamiento a los extranjeros, la esclavitud y el monoteísmo, convirtieron al Israel de la Antigüedad en una nación diferenciada, que pese a su turbulenta historia, ha conservado intactas muchas de sus costumbres.

 

[1] Kramer, S. (1970), p.77

[2] Keneddy, P. (2006). Historia de los Judíos. Barcelona, España: Zeta.

[3] Lange, N. (2001). El judaísmo. Madrid, España: Cambridge University Press.

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