La imaginación y el hombre totalitario. Parte II

Jo-ann Peña Angulo

 

La imaginación es la vida misma. El peligro emerge cuando lo que está en la mente, se cultiva y se materializa con el firme propósito de tergiversar, manipular y causar daño. Es allí donde se crea así mismo el hombre totalitario.

 

Cualquier espacio de poder le es preciso. Hará de este, campo para la materialización del mal y el dolor. Son muchos los escenarios en los que podemos ver a este hombre totalitario. No obstante, es el ejercicio de la política en su mundo imaginado,temática de mi reflexión, pues es en esta faceta, en donde la relación imaginación e historia, da vida a la construcción del devenir totalitario.

 

En tal sentido, “El nuevo historicismo nos dice que solo podemos construir el pasado a partir de nuestras propias predicciones, prejuicios y deseos, de que no hay posibilidad de una narrativa objetiva sobre el pasado”[1]Si esto es así, no escapa la imaginación, de los miedos y resquemores pretéritos,devenidos luego en proyectos políticos e ideológicos que atentan contra la razón.

 

En el lienzo de la imaginación confluyen los mecanismos de las ausencias y vacíos personales, esos que al viajar con el tiempo, maduran y se consolidan no sólo como recuerdos sino como anhelos de futuro. En este juego prospectivo, el hombre totalitario vuelca todo el contenido de su imaginación histórica. Así, todas las ideas e  imágenes que se encuentran en su mente se materializarán en nombre del proyecto político, que le brinde la posibilidad de alcanzar el poder. En consecuencia, no se detendrá en los medios para lograrlo, pues para él, la realidad devenida será el producto de la impronta imaginaria.

 

Las crónicas y las historias imaginadas le servirán de anclaje y anzuelo político. Serán estas narraciones, las que le permitirán reinterpretarse por ejemplo como la reencarnación del pater del Estado totalitario. El exceso será su característica fundamental. Este pater,  para desdicha de su hijos, “velará” por el control de la vida y la muerte, de lo material y lo espiritual. Condena que fue imaginada históricamente.

 

En esas historias, el recuerdo funge como enlace entre el pasado y el presente, en ambos, el hombre totalitario logra justificar su accionar político futuro.  El recuerdo imaginado se convierte en motivo de orgullo y manipulación política. Su trama discursiva suele vincular la historia personal con la historia nacional, buscando así la relación ineludible de la misión redentora. En estas historias imaginadas, no era de extrañar por ejemplo, las descripciones heroicas que hacía Hugo Chávez de sus abuelos, vinculadas a las narrativas bélicas de Ezequiel Zamora y Pedro Pérez Delgado.  Fue esa construcción imaginada la que dotó de contenido ideológico una parte de su proyecto totalitario.

 

Las imágenes del recuerdo hacen eco en el mensaje del futuro. Imaginar que se repiten las “hazañas” del pasado familiar movilizan el presente y el porvenir.  Así, la carga imaginaria de los procesos históricos da pie a la creación del relato histórico justificador, cohesionador de odios y resentimientos. 

 

Referencias

 

[1] Leon Surette, Dreams Totalitarian Utopia, p. VIII.

Imagen:Los condenados de ser echado en el infierno, obra de Cornelis De Baellieur. Fuente: http://wikioo.org/es/artist.php?name=Cornelis%20De%20Baellieur

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