La culpa es de los venezolanos

Leonardo Favio Osorio

 

La situación actual de Venezuela sumida en una profunda crisis económica, en pleno proceso hiperinflacionario, con una situación de escasez, hambre y éxodo masivo de venezolanos al exterior lleva forzosamente a la interrogante de quienes son los responsables de tal descalabro social.

 

No se trata de un vacuo ejercicio de asignar culpas, ya René Girard advertía: “cualquier comunidad víctima de la violencia o agobiada por algún desastre, se entrega gustosamente a una caza ciega del “chivo expiatorio”. Los hombres quieren convencerse de que sus males dependen de un responsable único del cual será fácil desembarazarse”.[1]

 

Las sociedades que no aprenden de sus errores buscan a un único culpable para salvar sus propias responsabilidades. Así vemos como dentro de sectores autodenominados como chavismo originario, o chavismo democrático, Maduro se ha convertido en el chivo expiatorio ante la situación de crisis que se vive.

 

Parte del pueblo venezolano que no reconoce su error al haber apoyado a Chávez en sus políticas, también se escuda en señalar  a Maduro como único responsable de la situación de crisis. Asimismo, la MUD ha sido catalogada como cómplice del chavismo para su sostenimiento en el poder e igualmente se le asigna la culpa por la situación que se vive.

 

Sin embargo, la respuesta es mucho más compleja, y menos agradable para la sociedad. Si bien es cierto que el modelo económico aplicado por Chávez desde sus inicios es el responsable de la situación de penuria que se está viviendo, hay que preguntarse quienes llevaron a Chávez al poder en primer lugar, quienes brindaron su apoyo?, de esa manera la responsabilidad atañe a muchos sectores de la sociedad venezolana.

 

Tanto de partidos políticos, sectores empresariales, clase media  y pueblo en general. Cuando hubo bonanza económica debido a los altos precios del petróleo, el reparto de beneficios y el clientelismo político, aplicado de forma mucho más perniciosa que en el pasado, le permitió al chavismo imponerse en diferentes procesos electorales.

 

No se puede negar tampoco que una parte significativa de la sociedad venezolana resistió al chavismo desde sus inicios, pero lamentablemente no fue la opción que se impuso. La muy utilizada frase populista “el pueblo no se equivoca”, esconde una peligrosa idea, la de no enseñarle a la población a asumir sus equivocaciones y enmendarlos a tiempo.

 

Ejemplos históricos de mayorías que se equivocan siguiendo determinados líderes o ideas políticas son numerosos. El problema de la democracia en tiempos modernos es precisamente otorgarles el poder de decisión a las mayorías, a veces violentando los derechos de minorías sobre todo en Estados donde las instituciones no ejercen un efectivo contrapeso y control político.

 

Los totalitarismos en el siglo XX despertaron la euforia y apoyo de importantes sectores de la sociedad, ejemplo de ello fue la Alemania de Hitler o la Cuba de los Castros. El chavismo también fue un movimiento de masas, con importante respaldo en diferentes sectores de la sociedad venezolana, que se erosionaba en la medida que la situación económica empeoraba.

 

Chávez con sus largas cadenas y vehementes discursos, lograba despertar el entusiasmo de la población, identificaba a diversos sectores de la sociedad, sobre todo a los más empobrecidos, les vendió la idea de un proyecto utópico donde los excluidos serían resarcidos de su miseria.

 

A partir de la manipulación de los resentimientos sociales de los venezolanos, el chavismo fue exitoso en dividir a la sociedad, bajo una visión maniquea donde unos eran las pobres víctimas, y otros los explotadores que debían ser castigados. De esa manera la burguesía fue la clase social señalada como la causante del empobrecimiento de las mayorías, en complicidad con los partidos políticos que amparaban la explotación del capitalismo  y el imperialismo.

 

A partir de esas equivocadas ideas y la promoción de resentimientos entre los diferentes sectores de la sociedad, parte del pueblo chavista aplaudió las expropiaciones masivas y las políticas dirigidas a saquear la propiedad privada, sin entender las consecuencias de dichas medidas. Luego de la muerte de Chávez en el 2013, algunos votaron impulsados por la manipulación emotiva de continuar el legado de Chávez eligiendo a Maduro como presidente.

 

En la medida que la situación económica se agudizaba, cada vez más sectores de la sociedad dejaban de identificarse como maduristas, para así marcar distancias con el nuevo presidente que le tocó asumir las consecuencias de años de descalabro económico. Maduro no es tampoco diferente a Chávez, mantuvo las mismas políticas de confrontación con el sector privado.

 

En la medida que se pierde apoyo popular, se afianza el modelo autoritario de control institucional, chantaje político a través de políticas asistenciales, y represión a gran escala cuando se dieron las protestas masivas. Con Maduro se transita hacia el totalitarismo, con un sistema de control y dominación heredado de la época de Chávez. Esta vez el apoyo popular no pasa por el respaldo electoral sino por la sumisión de la población debido a un clima de desesperanza.

 

El éxodo de venezolanos actualmente,  muchos de ellos todavía con la mentalidad acomodaticia de que los demás países vecinos tienen la obligación de ayudarles a solventar sus necesidades, demuestra cómo no se ha entendido que es el trabajo y no la búsqueda de beneficios por parte del Estado lo que genera prosperidad.

 

Aún con la caída del actual régimen chavista, si la sociedad no está dispuesta a asumir su error originario en brindar apoyo al chavismo, de creer que el Estado es quien debe resolver todos los problemas de la nación, y justificar el robo a la empresa privada, probablemente en unos años vuelva a instaurarse nuevamente un régimen de corte socialista en Venezuela, como pasó en Nicaragua con los sandinistas.

 

La historia está para recordar a las sociedades sus errores pasados, asumir la culpa es el primer paso para superar esta tortuosa situación política, enmendar el camino para buscar una ruta diferente a las del nefasto populismo y socialismo que se han incrustado en la mente de una importante parte del pueblo venezolano. Dejar de asumirse solo como víctimas de un sistema que muchos apoyaron, para entonces  empezar a construir una sociedad de emprendimiento y responsabilidad para hacer realidad el tan anhelado cambio no solo de gobierno, sino de sistema económico y político.

 

[1] Rene, Girard, La violencia y lo sagrado, España, Editorial Anagrama, p. 88

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