La Crisis del Estado y políticas públicas en Venezuela. Perspectiva histórica. Última Parte

Ramón Rivas Aguilar

 

Esto se puede apreciar con mayor intensidad, en  el primer gobierno constitucional de Carlos Andrés Pérez 1974-1978, cuando se nacionalizó la industria del hierro y del petróleo; cuando se incrementó la abundancia fiscal con presencia activa del Estado en el proceso económico del país. El monumento teórico que expresó la cultura del subsidio,  fue el célebre V Plan de la Nación (1976). El documento oficial   recoge los fundamentos  de un poderoso capitalismo de Estado que, en perspectiva histórica, reemplazaría en mayor o menor medida la iniciativa empresarial, la acción humana  y su capacidad de creatividad y de innovación. Hombres, como el empresario Enrique Pérez Dupuy y el economista Joaquín Sánchez Covisa, señalaron a los líderes políticos que el rumbo que estaba siguiendo Venezuela en ese sentido, se traduciría en una estatización de la vida material y social de la patria y, como consecuencia, pudiera encaminarse hacia gobiernos autoritarios y totalitarios. Carlos Rangel, uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, en sus libros, artículos y conferencias, advirtió a la nación de lo que representaría para el futuro del país la cultura del estatismo y la cultura del subsidio. Así, a finales de los setenta los primeros síntomas de una crisis económica y social que se reflejó en la más antigua y prestigiosa institución de la economía: el dinero. La devaluación del Bolívar de 1983. Síntomas que se expresaron con fenómenos inflacionarios, con  déficit fiscal, con  incremento de la deuda externa, el estancamiento de la economía,  la corrupción, y la ineficiencia de las políticas sociales.

 

De allí, la iniciativa histórica de reformar  el Estado a través de la creación de COPRE (1986). La  comisión que presidió la COPRE, diagnosticó  la profunda crisis del país y cómo superarla a través de una reforma estructural del Estado. La reforma del Estado, fue una posibilidad histórica, que abriría el camino hacia una revolución política, jurídica, económica y cultural mediante un conjunto de medidas  que liberarían a las provincias del peso gigantesco y asfixiante del Estatismo. En ese sentido, la reforma del Estado promovería de forma sistemática y orgánica lo que suele llamarse en el día de hoy  políticas públicas acordes con el concepto global índice de desarrollo humano. Este nuevo concepto de políticas públicas trascendería los viejos criterios de políticas sociales que manejaban políticos y técnicos de los periodos anteriores. Unas políticas públicas integrales y sistemáticas para hacer más eficiente el Estado con la participación de los distintos sectores de la sociedad.

 

Fue el momento histórico para que la clase política renovara, transformara y profundizara el sistema político para hacerlo más  cercano al federalismo, al libre mercado y  el  libre comercio en correspondencia con la dinámica de apertura y las reformas que se estaban proyectando a lo largo y ancho de la geografía planetaria. Sin embargo, esos liderazgos políticos asumieron la misma conducta de los positivistas gomecistas y post gomecistas. Para éstos, el venezolano todavía no estaba preparado para asumir responsabilidades históricas de tal magnitud. Alguien llegó a señalar con ironía y sarcasmo una frase que aún retumba en nuestros oídos: No somos suizos.

 

La expresión política de algunas iniciativas de las reformas del Estado se concretaron en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez (1989-1993), en la se promovieron las reformas económicas y políticas que, en el horizonte, representarían la constitución de un auténtico Estado republicano, liberal, federal, de libre mercado, de libre comercio en sintonía con lo acontecimientos económicos y político de la era global. Con sus aciertos, limitaciones, contradicciones y paradojas; se tuvo la oportunidad de abrir una opción política distintas a una nación que comenzaba encaminarse a un proceso de modernización a tono con los nuevos tiempos. Pero, como todos conocen, se impuso la contrarreforma y la revolución.

 

Los resultados están a la vista: una estatización gigantesca  de carácter colectivista y comunal que provocó, en definitiva, la destrucción de la república. Así pues, el pecado histórico de la clase política: No haber impulsado la reforma del Estado con el objetivo de restituirle a la nación su espíritu republicano, liberal, civilista, democrático, federalista, sus derechos naturales, el libre mercado contemplado en la constitución de 1811 y consagrados con el establecimiento de los derechos de garantías, aprobados por el Gobierno provisional de Juan Crisóstomo Falcón, y formalizado con la Constitución de 1864. El gran pecado el no haber dado aliento histórico al federalismo como forma de gobierno para encauzar libre e independientemente a los estados y a las provincias para impulsar la vida económica social y cultural sin los rezagos históricos del centralismo, del intervencionismo, del presidencialismo.

 

Sí, tradición, continuidad, cambio transformación para hacer del país un auténtico Estado federal. Ese Estado federal es el corazón y el ser que definió el quehacer político de nuestro proceso histórico venezolano. Por tanto,  el liderazgo político de hoy tiene el reto histórico de  plantearle a Venezuela y al mundo que es el momento político  para  reemplazar la vieja república centralista, estatizante, colectivista, personalista y absolutista por un verdadero Sistema Federal. En ese marco, se garantizarían políticas públicas exitosas y eficientes.

 

En esta perspectiva, es necesario recordar la importancia política e intelectual de una figura merideña que en su época destacó la necesidad de un sistema Federal como forma política del Estado. Esta figura fue Juan de Dios Picón Grillé.  Este político presentó un célebre documento en la Convención de Valencia, en el año de 1858, en el que se recogen los principios y fundamentos del sistema federal como forma de organización política que permitiría el desarrollo de cada uno de los estados y sus provincias de forma autónoma e independiente del poder central. Un sistema federal que otorgue autonomía e independencia a las regiones acorde con su diversidad y  complejidad geográfica,  histórica y cultural:

 

Todos los estados estarían unidos por un lazo de unión federal al cargo de un gobierno general cuyas facultades y atribuciones estarían reducidas a los intereses comunes y generales á toda república. La paz, la guerra, los tratados públicos con las naciones extranjeras, el comercio exterior, el pabellón nacional, la moneda y de más designada en la constitución federal, lejos de perjudicar al gobierno de los estados, mantendrían la unión entre todos y sostendrían el crédito y honor de la república.

 

Esta reflexión que se recoge en el pensamiento político de este insigne merideño, es propicia para que la región de los Andes juegue un papel estelar en la conducción del proceso político venezolano en las próximas décadas.  De allí pues, la responsabilidad del liderazgo político, religioso, universitario, cultural y empresarial para llevar a cabo esta tarea como es la restitución de una verdadera y auténtica República federal.

 

Imagen: «Trabajos de instalación de las cloacas en la Av. 3 con plaza Bolívar, bajo la administración del Gral. José R. Dávila. Nótese a la izq. la primera gasolinera que funcionó en Mérida. Es inédita. Foto: H. Benet (Agosto 1927)» Fuente:@jorgevillet

 

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