Entrevista. Frédérique Langue. Respecto al intento por reescribir la memoria o la historia, diría que depende del bando: los historiadores hacen historia, los ideólogos se conforman con hablar de memoria. (II parte)

Por Jo-ann Peña-Angulo

 

Continuamos con segunda parte de la entrevista a Frédérique Langue, Doctora en historia (Sorbona Paris 1), habilitada por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (HDR EHESS, París). Licenciada en Historia y en Letras Hispánicas. Investigadora de dedicación exclusiva en el Centro Nacional de Investigaciones científicas de Francia (CNRS) y directora de investigación en el Instituto de Historia del Tiempo Presente (IHTP).  En la primera entrega http://ideasenlibertad.net/entrevista/ conversamos sobre la historia del tiempo presente, la memoria. las obsesiones por el pasado y la historia. Acompáñenos ahora en este último recorrido.

 

4. Una de sus preocupaciones intelectuales aborda el tema de las relaciones civiles-militares en Venezuela. Sus trabajos con el profesor Domingo Irwin son referentes obligatorios en esta área, al respecto partiendo de uno de sus artículos, le pregunto: ¿La cultura de la guerra y el pretorianismo han marcado el devenir histórico de Venezuela? ¿Considera que hay cierta resistencia en el uso  del concepto  pretorianismo en la historiografía venezolana contemporánea?

 

Le agradezco mucho el comentario y la pregunta en la medida en que, para mí, la verdad es que el referente sobre este tema siempre ha sido precisamente el profesor y apreciado amigo Domingo Irwin[1] cuando tuve conocimiento de sus trabajos, hace ya unas cuantas décadas, cuando estaba residenciada en Venezuela (como que el historiador del tiempo presente también trabaja en el tiempo largo/en la larga duración, a su escala de tiempo obviamente), no pude sino “seguirle la onda” a esta sugerente corriente historiográfica e intelectual.

 

De entrada, me pareció mucho más sensata y equilibrada en cuanto a fuentes e interpretaciones, muy matizada ante la interpretación “militarista”, y más en el caso criollo (y me refiero aquí a la tesis del “excepcionalismo” venezolano, de una democracia aislada entre regímenes autoritarios del continente en el siglo XX). Considero que el mayor aporte lo hizo el maestro, no hice sino dar a conocer sus reflexiones fuera de Venezuela, incluso en medios de comunicación que intentaron comprender lo que estaba pasando. Considero que ha sido un honor poder trabajar e intercambiar con él durante todos estos años. Y el hecho de que Domingo Irwin haya podido presentar sus trabajos acerca del pretorianismo y de las desventuras del control civil  fuera de Venezuela, ha sido un elemento positivo y un mayor incentivo a la hora de matizar interpretaciones sesgadas del pasado criollo, en un sentido o en otro (la revolución bolivariana (NB: de Chávez) no es militarismo, lo mismo que los militares no son salvadores de la patria aunque lo parezcan). Permitió incluso explicitar las modalidades de esa “paz violenta” que se instaló en el siglo XXI, de ahí la necesidad de hacer una historia cultural de las relaciones civiles-militares como lo había sugerido en un artículo homenaje de Tiempo y Espacio,o retomando precisamente los aportes de Domingo Irwin sobre el particular.

 

Lo que bastaría para comprobar la validez de sus análisis es también el hecho de que ha logrado formar escuela, desde el Pedagógico en particular, sus colaboraciones con Hernán Castillo, José Alberto Olivar etc… (perdón a quienes no mencioné en esta cortísima lista), una estela de investigadores muy brillantes, una generación predominantemente joven que defiende además una opción democrática para Venezuela, y con la que me alegra sobremanera poder seguir intercambiando.

 

Y, sobre todo, dejó con qué pensar, reflexionar. La cuestión de la “militaridad”, que abordó en sus últimos trabajos, es fundamental en este aspecto para no caer de nuevo en juicios rápidos y para seguir matizando la interpretación “mlilitarista” precisamente, en el caso de un gobernante que no es militar aunque sí se apoya en una cúpula militar para asuntos que no les atañen de forma exclusiva a las FANB (soberanía nacional, fronteras).

 

Respecto al uso del concepto de pretorianismo en la historiografía venezolana, no diría que hay resistencia o recelo, sino desconocimiento. Cuando hablé de la necesidad de viajar, de ir uno más allá de sus propias fronteras nacionales (e intelectuales  y por lo tanto de sobrepasar un relato nacional —teniendo en cuenta que la historia es relato en primer término— y a veces nacionalista, creo que hace falta compartir más aún estas reflexiones acerca del pretorianismo y de la especificidad de Venezuela en este aspecto a escala continental. La coyuntura actual y en el encierro generalizado no ayudan por cierto, pero creo que las  NTIC (Las Nuevas Tecnologías de la Información y de la Comunicación) ayudan sin embargo a superar este escollo. Ojo, tampoco estoy diciendo que la salvación está en el exterior, es solamente una oportunidad de compartir de forma diferente, de abrirse a otras realidades y pasados, lo que propician dicho sea de paso las NTIC, las redes sociales y el papel que desempeñaron con motivo de esta crisis sanitaria. Muchos foros de historiadores se desarrollan ahora mismo en Facebook, vía programas como Zoom etc… a ver si esta discusión asoma entre los temas tratados.

 

5. Hablando de la historia y las emociones. Puede explicarnos ¿el papel de estas en la configuración del resentimiento y los usos políticos de la memoria en la historia venezolana? ¿A qué atribuye que se descarte las emociones humanas como parte del trabajo del historiador?

 

Mi itinerario personal, de lecturas, seminarios, encuentros, descubrimientos intelectuales, me llevó a pasar de la historia de las mentalidades, representaciones, y lógicamente, a las sensibilidades (sobre todo Arlette Farge, tuve la suerte de poder seguir su seminario), sin por eso descartar las emociones que, en realidad, se derivan de las anteriores. Las sensibilidades tienen que ver más bien con una visión contextualizada del mundo que nos rodea, mientras las emociones se ciernen sobre un momento en particular, son una resultante de las anteriores, por más que se puedan prolongar en el tiempo. No soy la única en trabajar de esta manera, hay muchos historiadore/a/s, especialmente en América Latina, que toman en cuenta las sensibilidades y emociones, y no sólo de los imaginarios políticos. Se trata sin embargo de una corriente historiográfica que también ha tenido que lidiar para alcanzar legitimidad. Cuando uno trabaja en esta perspectiva, se da cuenta de que estamos ante lo que la filósofa española Victora Camps llamó “el gobierno de las emociones”, amplificado además por internet y las redes sociales. Es una realidad avasalladora para quienes intentamos trabajar sobre el tiempo presente, por eso mismo no se puede hacer caso omiso de ellas en el análisis histórico.

 

Además, el papel de las emociones en las revoluciones ya ha sido subrayado. Estoy pensando en emociones “negativas” como el odio, o el resentimiento, aunque también en el papel del fervor revolucionario, incluso en los primeros tiempos del chavismo, antes de que se dividiera y que se llegara a una polarización extremada del país... Fueron precisamente estas emociones que se manejaron durante la presidencia de Chávez, que se movilizaron desde un “balcón del pueblo” llamado Aló presidente, y que se retomaron con motivo de las grandes crisis (paros cívicos, “sucesos de abril” (2002)) o dentro de un discurso antiimperialista, muy movilizador a nivel de continente.

 

Las emociones son portadoras de un mensaje, aquí, de lucha contra el “enemigo interno”, al igual que en otros países latinoamericanos (Cf. Marina Franco para Argentina). De ahí los términos escuálidos, majunches etc. Junto al tema de la traición, incluso dentro del chavismo (los “compañeros de ruta” que se alejaron del “proceso”), hay que recordar que esta movilización emocional tiende a confortar procesos (neo)populistas, de hecho no es una especificidad latinoamericana. En el mismo orden de ideas, la escritura de la historia moviliza esos resortes emocionales, estas esperanzas de un futuro mejor, la “creencia” en un líder mesiánico (o su herencia política si es que exista). Desde un principio, Chávez fue un “mago de las emociones”. El “por ahora” quedó en las memorias, lo mismo la caracterización que le puso Angela Zago al referirse al intento de golpe de 1992, la “rebelión de los ángeles”. Hay una búsqueda por redimir el pasado, un imaginario de la salvación (“salvarle al mundo”), una ilusión por un porvenir soñado dentro de lo que se conformó como una teleologia bolivariana como sucedió en numerosos procesos revolucionarios. El revanchismo forma parte de ellos. En este aspecto, el discurso antiimperialista resulta de lo más movilizador, a escala continental incluso. Cuando Chávez dice que huele a azufre desde la tribuna de la ONU, el espectáculo no puede sino llamar la atención…

 

Ahora mismo, son los usos políticos del miedo los que prevalecen, en no pocos países, aprovechando la crisis sanitaria con vistas a un control mayor de la sociedad y con el respaldo de una verdadera ingeniería ideológica. Esta pandemia ha mostrado que es lo que está sucediendo en regímenes autoritarios o dictatoriales.

 

6. Finalmente partiendo de las diferencias entre historia y memoria: ¿en Venezuela hay un intento por reescribir la memoria o la historia? Tomando en cuenta el papel de las representaciones en los imaginarios políticos ¿Cuál parece ser el devenir de la reinvención de Simón Bolívar?

 

Respecto al intento por reescribir la memoria o la historia, diría que depende del bando: los historiadores hacen historia, los ideólogos se conforman con hablar de memoria. No se trata solamente de escribir una historia militante, que es otro tipo de compromiso social y político, pero el solo hecho de que se le encargue a una institución específica escribir una historia nacional plantea no pocos interrogantes como lo demuestran los casos de Venezuela y de Argentina, aunque también encontraríamos ejemplos de esa historia “directiva” en la misma Francia. Como se ha comprobado con el ejemplo de la trata de esclavos, y como lo han puesto de relieve historiadores y filósofos de renombre (P. Ricœur en La historia, la memoria, el olvido, publicado inicialmente en el 2000), las memorias dividen mientras la historia reúne, con base a hechos debidamente comprobados y a la crítica de las fuentes, herramienta fundamental del historiador. En las historias oficiales, no se trata “solamente” de reinventar el pasado. El olvido asimismo forma parte de una reescritura sesgada de la historia  —i.e. un Bolívar mestizo en el retrato oficial de 2013—, o si consideramos el caso de Rómulo Betancourt y de la “Quarta”, “ninguneados” en la Venezuela oficialista, para retomar tan sólo estos dos ejemplos.

 

Ahora, los temas de memoria son indisociables de la historia del tiempo presente en la medida en que la memoria nos remite precisamente a los acontecimientos traumáticos que se registraron en un pasado más o menos lejano (conflictos, guerras, violencias políticas, o procesos cuyo recuerdo llega hasta nuestros tiempos como la herencia colonial y la esclavitud). La pregunta, por definición inconclusa, consistiría entonces en definir el lugar que le queremos asignar al pasado en nuestra sociedad y con vistas a qué futuro. La reinvención del Libertador, del “divino Bolívar” (de acuerdo con Elías Pino Iturrieta), de su culto oficial “por y para el pueblo” como lo subrayó G. Carrera Damas, se inscribe en una perspectiva similar. Si consideramos el papel de las representaciones en los imaginarios políticos, de los “bolivarianismos” y obviamente de los excesos memoriales en la conformación de un “régimen de historicidad”, depende por lo tanto de estas relaciones — a veces muy polarizadas también  — que una sociedad va tejiendo constantemente con su propio pasado. Y, por lo tanto, de la mirada crítica y vigilante de los historiadores de oficio.

 

Referencias

[1] Doctor en Historia egresado en la Universidad Andrés Bello, Magister en Seguridad y Defensa en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional «Gran Mariscal de Ayacucho Antonio José de Sucre» (IAEDEN), y Philosophie Magistrum en la University of Glasgow. Curso de Planeamiento para la Defensa en el Center for Hemispheric Defense Studies de la National Defense University (CHDS-NDU), Washington, D. C, EEUU.

Libros en conjunto 

Hernán Castillo, Domingo Irwin, Frédérique Langue, Problemas Militares Venezolanos. FANB y Democracia en los inicios del siglo XXI, Caracas, Universidad Pedagógica Experimental Libertador y Universidad Católica Andrés Bello, 2009, 230 p.

Domingo Irwin, Hernán Castillo, Frédérique Langue, Pretorianismo venezolano del siglo XXI. Ensayo sobre las relaciones civiles y militares venezolanas, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2007, 393 p.

Domingo Irwin, Luis Alberto Buttó, Frédérique Langue, Control civil y pretorianismo en Venezuela. Ilusiones y realidades históricas, Caracas, UCAB-UPEL, 2006, 228 p.

Domingo Irwin, Frédérique Langue  (coord.), Militares y poder en Venezuela. Ensayos históricos relacionados con  las relaciones civiles y militares venezolanas, Caracas, UCAB-UPEL, 2005, 375 p.

Domingo Irwin, Frédérique Langue (coord.), Militares y sociedad en Venezuela, Caracas, UCAB-UPEL, 2003, 253 p.

Artículos en conjunto

Domingo Irwin, Frédérique Langue : «Militares y democracia ¿El dilema de la Venezuela de principios del siglo XXI?», Revista de Indias, n°231, 2004, p. 549-559. http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/426/494

Domingo Irwin, Frédérique Langue,  «Révolution bolivarienne et «paix violente». Les relations civils-militaires au Venezuela», Problèmes d’Amérique latine, n°49, 2003, p. 7-38. http://choiseul-editions.com/revues-geopolitique-Problemes-d’Amerique-latine-17.html

1Comment
  • José Pascual Mora García
    Posted at 16:20h, 30 agosto

    Felicitaciones a Frederique Langue por ese trabajo excelente.
    Recomendamos ver nuestro trabajo sobre el tema de la historia inmediata y el imaginario. Cfr. José Pascual Mora García. Imaginario Social Bolivariano. San Cristóbal: Fondo Editorial Simón Rodríguez, 2006.
    Esta obra es un avance de la línea de investigación desarrollada por el Grupo HEDURE-Universidad de Los Andes Táchira, lideradas por José Pascual Mora García. En síntesis, podemos decir es un análisis del Tiempo Antropológico Bolivariano como cemento fundacional de la nación venezolana. El Imaginario Social Bolivariano es una aproximación a la Historiografía Bolivariana desde la óptica de la Historia de las Sensibilidades y las Emociones.
    José Pascual Mora García