
02 Jun Sobre «La Rebelión de Atlas». Ensayo II: Atlas, la víctima en tiempos de emergencia nacional
Jo-ann Peña Angulo
El primer ensayo sobre la “La Rebelión de Atlas” de Ayn Rand, fue publicado meses atrás en Ideas en Libertad http://ideasenlibertad.net/ensayo-i-la-libertad-de-atlas-en-tiempos-de-emergencia-nacional/, en ocasión de haberse cumplido en el año 2017, el sesenta aniversario de la obra. En esa oportunidad la tercera cláusula del Decreto 10.289, fue objeto de reflexión para comprender los peligros del pensamiento colectivista, que atentando contra el individuo logra en algunos casos su despersonalización al despojarlo del producto de su esfuerzo, al arrebatarlo de sus virtudes, bajo la excusa estatal del estado de emergencia nacional.
Leyó Wesley Mouch: «En nombre del bienestar general y afín de proteger la seguridad pública y conseguir una total igualdad y absoluta estabilidad, se decreta para el período de duración del estado de emergencia nacional…»1, las 8 cláusulas que darán vida al Decreto 10.289, instrumento legal que la Oficina de Planificación Económica y de Recursos Nacionales -desde los resentimientos y complejos personales de sus integrantes- instituyó en procura del ingenio y la creatividad individual.
Pero, ¿quién era Wesley Mouch, su principal mentor? Nos cuenta Rand: “En la universidad, fue uno de los peores estudiantes y envidió profundamente a los mejores, pero enseguida aprendió que no tenía por qué envidiar a nadie”2 pues su astucia aunada a la común habilidad de congregar los traumas y desarraigos emocionales, le permitió escalar a distintos cargos gerenciales como lo expresa la autora: “De ahí en más, la gente había apoyado a Wesley Mouch, por la misma razón por la que se había regido el tío Julius: porque ciertas persona creen que la mediocridad es más segura”3
Siendo las instituciones núcleos germinales y fundacionales del pensamiento, aquellas que imaginan y crean los mecanismos para materializarlo, resulta evidente que la clásica discusión ¿quién hace a la sociedad, los hombres o las instituciones?, nos revela la trama humana de las pasiones, que las sustentan, las transforman y le dan vida, aspectos magistralmente hilados en “La Rebelión de Atlas”
La naturaleza humana de las instituciones en tiempos de crisis, reales o imaginarias, en tiempos de paz y de guerra, delata siempre a la más recóndita de las emociones. Así cuando Mouch termina de leer la última cláusula del decreto, la idea darle seguridad al pueblo, llena de significado el discurso colectivista de la Oficina de Planificación Económica y de Recursos Nacionales. “Seguridad, justo lo que la gente quiere. Y sí la desean, ¿por qué no dársela”4 esgrimía Eugene Lawson, uno de sus miembros. “No son los ricos quienes se opondrán, respondió el Doctor Ferris perezosamente. Los ricos anhelan seguridad más que cualquier otra clase de animal”5
El falaz argumento de la intervención del Estado para la seguridad del pueblo dio forma y contenido al Decreto 10.289, sustentando así la reveladora afirmación: “¿Por qué preocuparnos por ellos? Tenemos que gobernar al mundo por el bien de los menos beneficiados. La inteligencia es la culpable de todos los conflictos de la humanidad. La mente constituye la raíz de todo mal”6
Al conjugarse los complejos y resentimientos individuales en la Oficina de Planificación, se configura el escenario para ir en busca del enemigo del colectivismo, para ir en contra de Atlas. En consecuencia la cuarta cláusula del decreto reza:
«Ningún nuevo aparato, invento, producto o bienes de cualquier naturaleza que no esté actualmente en el mercado podrá ser producido, inventado, fabricado o vendido después de la fecha e promulgación de este decreto. Queda suspendida la Oficina de Patentes y Derechos de Autor»7
La mente del hombre tiene así fecha de expiración. Al restringirse su condición de crear y recrear en nombre de la emergencia nacional, se niega su propia existencia. Sí para los colectivistas la mente humana es el inicio de todo mal, siguiendo las palabras del Doctor Ferris, unir fuerzas contra ella, se convertirá en el proyecto a alcanzar.
Distintos puntos de vistas se concertaron entre los miembros de la Oficina de Planificación al hacerse referencia a esta cuarta cláusula. En esta ocasión James Taggart no se quedó atrás: “De acuerdo con el punto cuarto, tendremos que cerrar todos los departamentos de investigación, laboratorios, fundaciones científicas y el resto de las instituciones de esa índole. Deberían prohibirse dichas actividades…»8 Prosiguió Taggart: “Así terminará una competencia inútil. Dejaremos de forcejear para derrotarnos uno a otro, intentando cosas nuevas y tratando de hacer descubrimientos y no tendremos que preocuparnos acerca de inventos que desequilibren el mercado. No habrá que desperdiciar el dinero en experimentos inútiles para mantenernos al nivel de competidores demasiados ambiciosos”9
Por unanimidad apoyaron la idea de cerrar todos los centros y laboratorios de investigación. En un instante uno de los miembros de dicha oficina, Fred Kinnan pregunta: “¿También el Instituto Científico del Estado?”10, a lo que Wesley Mouch esgrime: no, “eso es distinto, es una institución del gobierno. Además, es una entidad sin fines de lucro y podrá hacerse cargo de todos los progresos científicos”11
Observamos cómo la mano interventora del Estado, no sólo despoja al individuo de la libertad de idear, limitando y normando su imaginación y producción intelectual, sino que bajo una política inquisidora centraliza bajo su poder cualquier acto creador, sin importar sus consecuencias, así estas involucren la negación de las necesidades básicas, del acto de valerse por sí mismo y de su propio esfuerzo. Bien lo dijo Wesley Mouch, el mediocre y envidioso estudiante de siempre, cuando Fred Kinnan preguntó ¿Con qué comerán mientras tanto? al hacer referencia a los profesores e ingenieros que se quedarían sin empleo, al cerrar todos los centros de investigación: “Tiene que haber una víctima, en tiempos de emergencia nacional, no podemos evitarlo”12, fue su respuesta.
Desde los colectivistas e interventores del Estado, el uso de la idea de emergencia nacional, se convierte en la metáfora discursiva que compila las pasiones humanas, concerta la idea de un enemigo en común, pero también y especialmente un modelo de Estado que atenta contra el libre albedrío. Paralelo el temor de los colectivistas a la libre competencia, debe Atlas conformarse a vivir en una especie de mundo estático sin movimiento, en un entorno que contradice las propias leyes de la naturaleza. Vilipendiado y atacado constantemente debido su ingenio, debe conformarse muchas veces con ser víctima de las mayorías mediocres, que se unen para abusar de él, detenerlo e igualarlo con el resto. Ignoran los colectivistas que ha sido precisamente el ingenio, eso que ellos admiran y envidian, lo que le ha permitido al hombre adaptarse a los distintos contextos históricos, dentro de los cuales Atlas a través de su inteligencia y de su creatividad, marca la diferencia entre la civilización y la barbarie, entre la oscuridad y la luz.
Referencias:
1.Ayn Rand, La Rebelión de Atlas, Buenos Aires: Grito Sagrado, 2003, p 591
2 Ibid, p.588
3.Ibid; p. 589
4. Ibid; p. 591
5. Ibid
6. Ibid
7. Ibid; p. 590
8. Ibid; p. 594
9. Ibid
10. Ibid
11. Ibid
12. Ibid
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