Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #9 El amor en tiempos de abundancia y escasez

Ezio Serrano Páez

 

La Canasta Alimenticia Regulada fue una  joven dama de rancio abolengo y reconocido pedigrí. Sus padres  perecieron  en un trágico accidente socioeconómico, acaecido en la Venezuela de los  años 90´ del siglo pasado. Pero su estado de orfandad terminó con la revolución bolivariana. Con tal evento, La Canasta, como le decían cariñosamente,  creció y se desarrolló alcanzando medidas que le hacían parecer adulta, a pesar de su tierna edad.  Quienes la conocieron  con mucha proximidad, dicen que su mayor atractivo y esplendor lo alcanzó, justo cuando decidió llevar una vida disipada, sin limitaciones, renunciando a su apellido (Regulada). Para sostener tal ritmo de vida, se hacía acompañar  por  La Chequera Petrolera, si, la misma que viajaba por toda la América Latina. Fueron tiempos de furor, de vida loca que habrían de dejarnos a su hija bastarda, la Caja Clap.

 

Se dice que La Canasta, acompañada de  La Chequera Petrolera viajó  a Cuba  en ocasión de la fiesta  aniversario de la señora Tarjeta de Racionamiento. Esta es una dama cincuentona,  cuya verdadera fecha de nacimiento no se podía revelar, como corresponde al resguardo del honor de una verdadera dama.  La jovencita y la señora habrían de conocerse en  aquella ocasión. Los invitados a la reunión disertaban sobre la fecha de nacimiento de la  homenajeada, pero no se logró consenso pleno al respecto. Prevaleció la versión según la cual,  La Tarjeta  cubana cumplía 50 años y algún pico. Los más ilustrados al respecto, afirmaban que  la señora en cuestión, nació probablemente en 1962, cuando la Revolución Cubana arrebataba  pasiones igualitarias en un mundo convulso y polarizado. Pero en todo caso, había acuerdo al considerar  que se rendía tributo a  una señora de reconocida experiencia y eficacia en el arte de calmar las necesidades humanas con precisión, sin excesos, en la justa medida. ¡Era una gran reguladora!

 

Pero  a pesar de su madurez casi otoñal, sigue exhibiendo una lozanía y encantos  capaces de provocar arrebatos de pasión  adolescente. Y fue precisamente eso, lo que habría de  experimentar aquella  madura estampa, al conocer a  La Canasta, acompañada  por la Chequera Petrolera. Pero además, aquellos sobresaltos propios de mariposas abdominales, resultaron ser recíprocos. Prueba adicional para demostrar que el amor no tiene horario ni fecha en el calendario, como diría el Tío Simón. Nada importó la condición  púber de La Canasta, apenas adolescente en tiempos bolivarianos. Tampoco importaron sus melindrosos  caprichos  de niña mimada, respaldada por la  opulenta Chequera.  La abismal  diferencia en sus edades no pareció amilanar a La  Tarjeta, como si le inspirara aquel melancólico cantante mexicano y su famosa canción:

 

40 y 20,

…es el amor lo que importa

y no lo que diga la gente.

Que yo soy otoño en tu vida

y tú eres dulce primavera.

No saben que guardo un verano

que cuando te miro, te quema

 

El amor, con amenaza de estallido experimentado por La Tarjeta, debía afrontar la escalofriante diferencia de más o menos 30 años. Abismo que tal vez habría hecho dudar a la mismísima Duquesa de Alba, Doña Cayetana Fitz-James, o a la mismísima Madonna, la estrella pop. Pero el viento soplaba a favor de La Tarjeta. La afición por la chatarra ideológica dominante en el país de La Chequera Petrolera, aunado a su vida loca, su propensión el derroche, sus gustos estrambóticos  y una vida sin limitaciones, creaban las condiciones necesarias para que la  pareja dispareja,  diera rienda suelta a un ¡Gran Amor! Mucho se podría aprender de una habanera madura, curtida por la experiencia,  exuberante y en actitud de entrega. Habían intercambiado miradas, pero no habían tenido la ocasión de compartir y menos de  intercambiar fantasías. Un encuentro de esta naturaleza, con el respaldo expreso de La Chequera Petrolera, ofrecía  todas las condiciones  para adentrarse en la privacidad, y así poder   canalizar las cabriolas de aquellos corazones henchidos,  buscando el espacio apropiado  para su realización.

 

Tras el envío de varios mensajes cifrados, se concretó el encuentro  en un espacio reservado del complejo hotelero. Se produjo el anhelado ambiente de privacidad.  El mar, las olas y las palmeras a la vista, servirían  de marco para el galanteo amoroso:

 

La Canasta: ¡Al fin solas! Desde que di mis primeros pasos estaba anhelando este encuentro. Admiro tu consistencia, tu permanencia, tu larga y prolongada vigencia. Pareces eterna… ¿Cómo haces para detener el tiempo y lucir siempre igual?-

 

La Tarjeta: –No lo veas así mi amor…he perdido peso en los últimos tiempos. ¿No ves que ya no contengo azúcar, arroz, frijoles, tabaco, ni jabones?  Ya fueron liberados de mí contenido, de acuerdo a las últimas medidas tomadas por el Partido.  Por eso me ves así, delgadita. Bueno, tu sabes, no hay mal que por bien no venga. Además, he tenido desgaste con los ataques y el coqueteo de Mercado Negro.  Me asedia desde hace años.- Fueron sus palabras iniciales, pronunciadas con acento infantil, como si quisiera colocarse al nivel de aquella púber.

 

La Canasta: Mira mamita, tu si  te ves divina, siempre soñé con una  mulata de fuego, como tú.  Por eso no  andaré con rodeos. Voy al grano, aunque el arroz y los frijoles ya no estén en ti.  Quiero empatarme contigo porque de ese modo  mataré tres pájaros de un tiro. Contigo tendré novia, mamá y abuela en un solo combo. Me he sentido sola desde la muerte de mis padres. Con tus medidas tan apetecibles, podré ahorrar y así podré viajar más por América Latina y el mundo. ¿Por qué no te vas conmigo y yo te implanto en Venezuela?

 

La Tarjeta: Uhmm…Para ser una jovencita, ¡tú como que le metes miedo al susto! Óyeme mi reina, que eso suena muy tentador… Y lo del implante creo que me conviene, con tal no se trate de una prótesis francesa. Pero  de todos modos me asalta una duda…

 

La Canasta: ¿Cuál duda, mi heladito de Copelia?

 

La Tarjeta: Pues bueno, tu sabes… tu eres una Canasta, apoyada por una Chequera, yo soy una Tarjeta… ¿Crees  que en tu país admitan  un amor lésbico como el nuestro?

 

La Canasta: -Por eso ni te preocupes mi buñuelito de pascua. Nuestra gloriosa Asamblea Nacional Constituyente, puede emitir una ley que otorgue legalidad  al  matrimonio entre  Canasto y Tarjeta, o si prefieres entre Tarjeto y Canasta. No te compliques  por esas cosas…mi corazón de caña de azúcar.  Nosotros, desde que tomamos la Bastilla Gramatical, derrotamos el sexismo y el machismo léxico-gramatical.  Luego decidimos  quien será activa o pasiva, aguja o alfiler. Tú podrás decidir, ¡mi cocada de verano! ¡Vamos, pregunta!, aclara todas tus dudas, ¡mi platito de moros con cristianos!

 

La Tarjeta: –¡Ay mamita, mi reina! Si al menos tuvieses  5 más que Greta Thunberg!  Lo dijo en tono dubitativo, denotando una falsa resistencia a las pretensiones de La Canasta. Pero al mismo momento, deslizó su mano ampliando la hendidura de su falda, con lo cual dejaba ver una parte muy sensible de sus atributos formados por los restantes productos de primera necesidad: tubérculos, media libra de azúcar y media libra de carne. Era su estrategia de seducción más segura y los resultados no se hicieron esperar.  La Canasta mostró señales de excitación  entrecortada, lo cual no le impidió  formular una atrevida pregunta:

 

La Canasta:-¿Eres Virgen,  mi beibi?

 

La Tarjeta: (entre risas)- ¡Niña, tu preguntas unas cosas! ¿Me ves acaso  pinta de La Caridad del Cobre? Jajajajajaaja… Con razón dicen que si una duerme con peladas, ¡puede amanecer sucia!…jajajajaj. ¿Cómo voy a ser virgen si la  Nomenclatura hace uso y abuso de mí,  a su entera conveniencia. ¿Y tú?  Tampoco eres virgen, porque para estar en Cuba o en cualquiera de esos sitios que visitas, gastando y derrochando, tu amo  viola cualquier protección que tengas. Podrás ser muy joven, pero estás más manoseada que la cura cubana  del vitíligo.-  El rubor se hizo presente  en La Canasta, más por temor al rechazo que por vergüenza. Temiendo un abismo insalvable, insistió…

 

La Canasta:-Beibi, ¿Te irás conmigo a Venezuela para implantarte?

 

 

La Tarjeta: Bueno  mijita, no me  vayas a confundir con una de esas…de esas jineteras de malecón. Pero, debo hacerte una pregunta muy importante antes de decidirme. Si soy franca, yo no acepto cheques, nunca los he aceptado. Tampoco acepto esas tarjetas capitalistas, como la  Fiaocard, pero en tu caso, tratándose de ti, podríamos hacer una excepción,  ¿qué forma de pago utilizarías?

 

La Canasta: –Yo represento pagos en divisas, con petróleo crudo, y gasolina- Respondió en tono jactancioso, como quien se cree poseedor natural de una gran fortuna.- Pero aquella respuesta hizo que desapareciera todo rastro de duda. También desapareció el estrecho espacio que las separaba  para hacer visible toda una atmosfera de encanto y embeleso. Luego habrían de venir las caricias y los mimos maternales  prodigados por  La Tarjeta.  Varios segundos transcurrieron entre caricias y rascabucheo, hasta que  La Canasta susurró al oído una pregunta típica en aquella circunstancia:

 

La Canasta: Mamita, me encanta tu olor a mercadillo, ¿Cómo se llama ese perfume que usas?

 

La Tarjeta: –Uhmm….Es Bodeguita Number Five, cariño mío- Alcanzó a decir con voz trémula.

 

La Chequera: -¡Qué rico! Lástima, en Venezuela ensayamos un perfume, Pudreval No. 1, pero su pestilencia lo hizo fracasar-

 

Un gran amor parecía iniciarse. Las amantes prolongaron unos minutos más la agonía sublime de las pasiones recién iniciadas. Esas que no requieren palabras, pues el amor encuentra otras  formas de expresarse. Al final fue La Canasta quien rompió el tiempo de los espasmos:

 

La Canasta: ¿Amor,  vas a picar la torta de tu aniversario?

 

La Tarjeta: No puedo, mi  ardor insatisfecho. No habrá torta. No llevo conmigo  huevos,  azúcar, ni harina. Estos productos también fueron liberados, sacados de mi lista. Los tiene el odioso Mercado Negro.

 

La Canasta: –Mi sol mañanero…vamos bien, creo que te adaptarás perfectamente a mi país

 

Súbitamente habían llamado a La Canasta a través del intercomunicador. Esto produjo  una frictio intermisit.  Era necesario suspender las acciones.  La Chequera llamaba para continuar sus viajes por el mundo repartiendo lo que  no le pertenecía. Y fueron precisamente estos viajes de reparto los que harían deslucir a la joven  Canasta. Apenas transcurridos unos meses del referido encuentro, la vida dispendiosa de La Chequera  harían imposible aquél gran amor.

 

Pronto La Canasta se vio sin sustentación, lo cual fue quebrantando su lozanía y juventud. La quiebra era una realidad que se traducía en escasez. Si bien sus defensores apelaron a las expropiaciones, amenazas, confiscaciones y  Dakazos,  era evidente  que ya nada sería igual. El poder de seducción del viejo y baboso Mercado Negro se hizo sentir, cayó rendida a sus pies. Era en realidad, el legado de La Chequera Petrolera y sus viajes por el mundo. La Canasta quedó embarazada y murió al parir, aunque nunca pudo olvidar el furor que aquella Tarjeta de Racionamiento había desatado en ella. Dio a luz una  niña y le pusieron por nombre La caja. Dada la ausencia del padre y para ocultar su orfandad, le pusieron por apellido Clap. Un comité  de abastecimiento ejerce la patria potestad. De allí su apellido que disimula el racionamiento, pero muchos son aliados de Mercado Negro, sospechoso de paternidad de paternidad irresponsable.

 

Referencias
Imagen: Obra «Apples in a Box» de Annabel Obholzer

 

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