
05 Abr Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #9 El amor en tiempos de abundancia y escasez
Ezio Serrano Páez
La Canasta Alimenticia Regulada fue una joven dama de rancio abolengo y reconocido pedigrí. Sus padres perecieron en un trágico accidente socioeconómico, acaecido en la Venezuela de los años 90´ del siglo pasado. Pero su estado de orfandad terminó con la revolución bolivariana. Con tal evento, La Canasta, como le decían cariñosamente, creció y se desarrolló alcanzando medidas que le hacían parecer adulta, a pesar de su tierna edad. Quienes la conocieron con mucha proximidad, dicen que su mayor atractivo y esplendor lo alcanzó, justo cuando decidió llevar una vida disipada, sin limitaciones, renunciando a su apellido (Regulada). Para sostener tal ritmo de vida, se hacía acompañar por La Chequera Petrolera, si, la misma que viajaba por toda la América Latina. Fueron tiempos de furor, de vida loca que habrían de dejarnos a su hija bastarda, la Caja Clap.
Se dice que La Canasta, acompañada de La Chequera Petrolera viajó a Cuba en ocasión de la fiesta aniversario de la señora Tarjeta de Racionamiento. Esta es una dama cincuentona, cuya verdadera fecha de nacimiento no se podía revelar, como corresponde al resguardo del honor de una verdadera dama. La jovencita y la señora habrían de conocerse en aquella ocasión. Los invitados a la reunión disertaban sobre la fecha de nacimiento de la homenajeada, pero no se logró consenso pleno al respecto. Prevaleció la versión según la cual, La Tarjeta cubana cumplía 50 años y algún pico. Los más ilustrados al respecto, afirmaban que la señora en cuestión, nació probablemente en 1962, cuando la Revolución Cubana arrebataba pasiones igualitarias en un mundo convulso y polarizado. Pero en todo caso, había acuerdo al considerar que se rendía tributo a una señora de reconocida experiencia y eficacia en el arte de calmar las necesidades humanas con precisión, sin excesos, en la justa medida. ¡Era una gran reguladora!
Pero a pesar de su madurez casi otoñal, sigue exhibiendo una lozanía y encantos capaces de provocar arrebatos de pasión adolescente. Y fue precisamente eso, lo que habría de experimentar aquella madura estampa, al conocer a La Canasta, acompañada por la Chequera Petrolera. Pero además, aquellos sobresaltos propios de mariposas abdominales, resultaron ser recíprocos. Prueba adicional para demostrar que el amor no tiene horario ni fecha en el calendario, como diría el Tío Simón. Nada importó la condición púber de La Canasta, apenas adolescente en tiempos bolivarianos. Tampoco importaron sus melindrosos caprichos de niña mimada, respaldada por la opulenta Chequera. La abismal diferencia en sus edades no pareció amilanar a La Tarjeta, como si le inspirara aquel melancólico cantante mexicano y su famosa canción:
40 y 20,
…es el amor lo que importa
y no lo que diga la gente.
Que yo soy otoño en tu vida
y tú eres dulce primavera.
No saben que guardo un verano
que cuando te miro, te quema
El amor, con amenaza de estallido experimentado por La Tarjeta, debía afrontar la escalofriante diferencia de más o menos 30 años. Abismo que tal vez habría hecho dudar a la mismísima Duquesa de Alba, Doña Cayetana Fitz-James, o a la mismísima Madonna, la estrella pop. Pero el viento soplaba a favor de La Tarjeta. La afición por la chatarra ideológica dominante en el país de La Chequera Petrolera, aunado a su vida loca, su propensión el derroche, sus gustos estrambóticos y una vida sin limitaciones, creaban las condiciones necesarias para que la pareja dispareja, diera rienda suelta a un ¡Gran Amor! Mucho se podría aprender de una habanera madura, curtida por la experiencia, exuberante y en actitud de entrega. Habían intercambiado miradas, pero no habían tenido la ocasión de compartir y menos de intercambiar fantasías. Un encuentro de esta naturaleza, con el respaldo expreso de La Chequera Petrolera, ofrecía todas las condiciones para adentrarse en la privacidad, y así poder canalizar las cabriolas de aquellos corazones henchidos, buscando el espacio apropiado para su realización.
Tras el envío de varios mensajes cifrados, se concretó el encuentro en un espacio reservado del complejo hotelero. Se produjo el anhelado ambiente de privacidad. El mar, las olas y las palmeras a la vista, servirían de marco para el galanteo amoroso:
La Canasta: –¡Al fin solas! Desde que di mis primeros pasos estaba anhelando este encuentro. Admiro tu consistencia, tu permanencia, tu larga y prolongada vigencia. Pareces eterna… ¿Cómo haces para detener el tiempo y lucir siempre igual?-
La Tarjeta: –No lo veas así mi amor…he perdido peso en los últimos tiempos. ¿No ves que ya no contengo azúcar, arroz, frijoles, tabaco, ni jabones? Ya fueron liberados de mí contenido, de acuerdo a las últimas medidas tomadas por el Partido. Por eso me ves así, delgadita. Bueno, tu sabes, no hay mal que por bien no venga. Además, he tenido desgaste con los ataques y el coqueteo de Mercado Negro. Me asedia desde hace años.- Fueron sus palabras iniciales, pronunciadas con acento infantil, como si quisiera colocarse al nivel de aquella púber.
La Canasta: Mira mamita, tu si te ves divina, siempre soñé con una mulata de fuego, como tú. Por eso no andaré con rodeos. Voy al grano, aunque el arroz y los frijoles ya no estén en ti. Quiero empatarme contigo porque de ese modo mataré tres pájaros de un tiro. Contigo tendré novia, mamá y abuela en un solo combo. Me he sentido sola desde la muerte de mis padres. Con tus medidas tan apetecibles, podré ahorrar y así podré viajar más por América Latina y el mundo. ¿Por qué no te vas conmigo y yo te implanto en Venezuela?
La Tarjeta: Uhmm…Para ser una jovencita, ¡tú como que le metes miedo al susto! Óyeme mi reina, que eso suena muy tentador… Y lo del implante creo que me conviene, con tal no se trate de una prótesis francesa. Pero de todos modos me asalta una duda…
La Canasta: ¿Cuál duda, mi heladito de Copelia?
La Tarjeta: Pues bueno, tu sabes… tu eres una Canasta, apoyada por una Chequera, yo soy una Tarjeta… ¿Crees que en tu país admitan un amor lésbico como el nuestro?
La Canasta: -Por eso ni te preocupes mi buñuelito de pascua. Nuestra gloriosa Asamblea Nacional Constituyente, puede emitir una ley que otorgue legalidad al matrimonio entre Canasto y Tarjeta, o si prefieres entre Tarjeto y Canasta. No te compliques por esas cosas…mi corazón de caña de azúcar. Nosotros, desde que tomamos la Bastilla Gramatical, derrotamos el sexismo y el machismo léxico-gramatical. Luego decidimos quien será activa o pasiva, aguja o alfiler. Tú podrás decidir, ¡mi cocada de verano! ¡Vamos, pregunta!, aclara todas tus dudas, ¡mi platito de moros con cristianos!
La Tarjeta: –¡Ay mamita, mi reina! Si al menos tuvieses 5 más que Greta Thunberg! Lo dijo en tono dubitativo, denotando una falsa resistencia a las pretensiones de La Canasta. Pero al mismo momento, deslizó su mano ampliando la hendidura de su falda, con lo cual dejaba ver una parte muy sensible de sus atributos formados por los restantes productos de primera necesidad: tubérculos, media libra de azúcar y media libra de carne. Era su estrategia de seducción más segura y los resultados no se hicieron esperar. La Canasta mostró señales de excitación entrecortada, lo cual no le impidió formular una atrevida pregunta:
La Canasta:-¿Eres Virgen, mi beibi?
La Tarjeta: (entre risas)- ¡Niña, tu preguntas unas cosas! ¿Me ves acaso pinta de La Caridad del Cobre? Jajajajajaaja… Con razón dicen que si una duerme con peladas, ¡puede amanecer sucia!…jajajajaj. ¿Cómo voy a ser virgen si la Nomenclatura hace uso y abuso de mí, a su entera conveniencia. ¿Y tú? Tampoco eres virgen, porque para estar en Cuba o en cualquiera de esos sitios que visitas, gastando y derrochando, tu amo viola cualquier protección que tengas. Podrás ser muy joven, pero estás más manoseada que la cura cubana del vitíligo.- El rubor se hizo presente en La Canasta, más por temor al rechazo que por vergüenza. Temiendo un abismo insalvable, insistió…
La Canasta:-Beibi, ¿Te irás conmigo a Venezuela para implantarte?
La Tarjeta: Bueno mijita, no me vayas a confundir con una de esas…de esas jineteras de malecón. Pero, debo hacerte una pregunta muy importante antes de decidirme. Si soy franca, yo no acepto cheques, nunca los he aceptado. Tampoco acepto esas tarjetas capitalistas, como la Fiaocard, pero en tu caso, tratándose de ti, podríamos hacer una excepción, ¿qué forma de pago utilizarías?
La Canasta: –Yo represento pagos en divisas, con petróleo crudo, y gasolina- Respondió en tono jactancioso, como quien se cree poseedor natural de una gran fortuna.- Pero aquella respuesta hizo que desapareciera todo rastro de duda. También desapareció el estrecho espacio que las separaba para hacer visible toda una atmosfera de encanto y embeleso. Luego habrían de venir las caricias y los mimos maternales prodigados por La Tarjeta. Varios segundos transcurrieron entre caricias y rascabucheo, hasta que La Canasta susurró al oído una pregunta típica en aquella circunstancia:
La Canasta: Mamita, me encanta tu olor a mercadillo, ¿Cómo se llama ese perfume que usas?
La Tarjeta: –Uhmm….Es Bodeguita Number Five, cariño mío- Alcanzó a decir con voz trémula.
La Chequera: -¡Qué rico! Lástima, en Venezuela ensayamos un perfume, Pudreval No. 1, pero su pestilencia lo hizo fracasar-
Un gran amor parecía iniciarse. Las amantes prolongaron unos minutos más la agonía sublime de las pasiones recién iniciadas. Esas que no requieren palabras, pues el amor encuentra otras formas de expresarse. Al final fue La Canasta quien rompió el tiempo de los espasmos:
La Canasta: ¿Amor, vas a picar la torta de tu aniversario?
La Tarjeta: No puedo, mi ardor insatisfecho. No habrá torta. No llevo conmigo huevos, azúcar, ni harina. Estos productos también fueron liberados, sacados de mi lista. Los tiene el odioso Mercado Negro.
La Canasta: –Mi sol mañanero…vamos bien, creo que te adaptarás perfectamente a mi país
Súbitamente habían llamado a La Canasta a través del intercomunicador. Esto produjo una frictio intermisit. Era necesario suspender las acciones. La Chequera llamaba para continuar sus viajes por el mundo repartiendo lo que no le pertenecía. Y fueron precisamente estos viajes de reparto los que harían deslucir a la joven Canasta. Apenas transcurridos unos meses del referido encuentro, la vida dispendiosa de La Chequera harían imposible aquél gran amor.
Pronto La Canasta se vio sin sustentación, lo cual fue quebrantando su lozanía y juventud. La quiebra era una realidad que se traducía en escasez. Si bien sus defensores apelaron a las expropiaciones, amenazas, confiscaciones y Dakazos, era evidente que ya nada sería igual. El poder de seducción del viejo y baboso Mercado Negro se hizo sentir, cayó rendida a sus pies. Era en realidad, el legado de La Chequera Petrolera y sus viajes por el mundo. La Canasta quedó embarazada y murió al parir, aunque nunca pudo olvidar el furor que aquella Tarjeta de Racionamiento había desatado en ella. Dio a luz una niña y le pusieron por nombre La caja. Dada la ausencia del padre y para ocultar su orfandad, le pusieron por apellido Clap. Un comité de abastecimiento ejerce la patria potestad. De allí su apellido que disimula el racionamiento, pero muchos son aliados de Mercado Negro, sospechoso de paternidad de paternidad irresponsable.
Referencias
Imagen: Obra «Apples in a Box» de Annabel Obholzer
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