
19 Feb Dios y el Diablo. Entre el ocaso y la gestación de una nueva realidad en Venezuela (1990-2006). I parte
Jo-ann Peña Angulo
Este artículo forma parte de mi tesis de pregrado llamada Satanización y Sacralización política: el imaginario cultural en Venezuela (1990-2006), del año 2008. Su intención era estudiar y desmontar la creación, difusión y recreación de un imaginario emergente en Venezuela, vinculado a las ideas de izquierda y al militarismo. Sirva entonces aquel trabajo del 2008, como punto de partida en el recorrido que haremos para estudiar al chavismo como enemigo de la libertad.
Venezuela será testigo y protagonista, a partir del año de 1990, de una compleja realidad, caracterizada por una profunda crisis integral, derivada de la larga y decimonónica desarticulación, entre las aspiraciones socio-económicas no cumplidas de la sociedad venezolana y los intereses del Estado, cuyo síntoma inmediato de descomposición podemos verlo en el estallido social, conocido como el Caracazo[1] en febrero de 1989.
Esta crisis conllevó un cambio y transformación, que penetró los espacios socioculturales de nuestra sociedad, permitiendo configurar desde adentro, el establecimiento de una nueva realidad venezolana, manifestada no sólo en los intentos de conformación de nuevas estructuras sociales, políticas, económicas, culturales y su interrelación con las tradicionales, sino a través de la “culpabilidad” recurrente del pasado. Así, entre el pasado y el presente, entre “lo que se fue” y “lo que está”, se comienza a moldear el proceso de sacralización y satanización política-simbólica en la Venezuela de hoy.
Está estrategia político-simbólica de vieja data en nuestro país, pretendía difundir entre los individuos del sistema social, la idea de una “prosperidad nunca alcanzada”, cuya culpa reside siempre en el rival de turno y que sólo será lograda, bajo el timón de los grupos políticos o individuos sacralizados, apoyados en las ideas de Bolívar o inspirados en su ejemplo.
De esta forma el Bolívar histórico se desdibuja deviniendo en hagiografía, en un sujeto predestinado en culto al gran hombre. Se relacionará así en nuestro país, histórica y simbólicamente, lo sagrado: no sólo con Dios y los héroes de la patria sino con “aquellos humanos revestidos de poderes sobrehumanos” y lo sacrílego: con la maldad, con todo aquel obstáculo ideológico, histórico y simbólico que oponiéndose a lo primero, no comulga con los ideales de un grupo o subgrupo determinado.
Sacralización y Satanización Política: El Imaginario Cultural en Venezuela 1990-2006
Así, entre el estallido social de febrero del 89 y “la esperanza de un futuro mejor” expresado en las palabras del teniente coronel del ejército, Hugo Rafael Chávez Frías, en momentos de la rendición en el intento del golpe de Estado, el 4 de febrero de 1992 “…y vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor…yo ante el país y ante ustedes asumo la responsabilidad del movimiento militar bolivariano…”[2] emerge insospechadamente un discurso, en donde hábilmente el sector insurgente del 4 de febrero, se articula con el 27 febrero-, dando lugar a un constante y difundido mensaje de “heroicidad” a las masas, cuya finalidad era transmitirles la idea del fin y el inicio de nuevas estructuras sociales, políticas, culturales y económicas.
En la superficie de este discurso, se expresa el maniqueísmo de satanizar el pasado inmediato y sacralizar el pasado heroico realizado en un futuro que ellos, los insurgentes, representarán.
Nos adentramos entonces en un complejo sistema de representaciones y percepciones culturales, en donde la reciprocidad transformadora entre la política, ideología y los imaginarios fundamentarán la dinámica del entorno cultural venezolano.
Dios y el Diablo, se conjugan simbólicamente en esa “realidad sociohistórica expresada en una dialéctica perpetua de orden y desorden, de equilibrios y de no equilibrios…signada por el alcance de la irreversibilidad de los fenómenos históricos…como creadores de estructuras y situaciones cada vez más complejas”[3] que permiten expresar modos de significación y re-semantización imprevisibles dentro de la pluridimensionalidad del universo histórico-simbólico venezolano. Como afirma León Pomer: “El imaginario rompe/ ignora el orden establecido (o el gran desorden); creación simbólica de ese mismo orden/desorden se propone apuntalar lo que aspira sea el orden”[4]
De la construcción simbólica del héroe: ¿Una sacra humanidad?
Así, entre el fin y el inicio de nuevas estructuras más complejas, a partir de 1992 en Venezuela -no quiere decir que antes no haya sucedido- la creación de los sistemas de representaciones y percepciones culturales se van a caracterizar por un extraordinario “arsenal” ideológico-simbólico, en donde según Héctor Agosti “las relaciones entre la ideología y la cultura son precisas y constantes, aunque no siempre visibles e inequívocas…”[5] y en donde la relación vital de la política, la ideología y los imaginarios, juega un papel fundamental en las representaciones simbólica sagradas y sacrílegas, surgidas a partir de el mismo 4 de febrero de 1992. Discursos que no escapan de la dualidad de los sistemas de producción cultural y cuyas contradicciones imprevisibles se hacen evidentes, como vemos en la oración del padre nuestro[6], hecha según se expresa por simpatizantes de Chávez.
Lo religioso se mezcla con lo profano, invistiendo a Chávez con poderes divinos frente a un Pérez que representa el mal. No es difícil, descubrir a través de esa versión del padre nuestro, lo que se encierra en el imaginario venezolano emergente, con respecto a la incorporación y sacralización de un liderazgo, resultado de la crisis del modelo democrático a inicios de los 90 y visto por personas afectas a la figura emblemática del golpe de Estado del año 1992.En este sentido, no es difícil descubrir que en el “…uso de estos repertorios y la recepción y transformación de sus mensajes visuales se autodefine la intencionalidad de los sujetos históricos”[7] Así, a través de un mensaje claro y común, el mensaje transformado logra llegar a un tipo de población determinada, que se siente identificada, delimitada y representada, no sólo por quien la remite sino para aquél, a quien va dedicada. Si profundizamos un poco más, penetraremos en todo un mundo de desencanto y resentimiento[8] contra un sector político dominante de la sociedad venezolana, representado por los partidos políticos tradicionales de Venezuela.
Se define entonces en este contexto la sacralidad de un líder emergente, bajo la imagen del héroe santo. Se abre para la sociedad venezolana un nuevo proceso en la creación y difusión de representaciones culturales, sistema que entretejido con vestigios del pasado, no olvida que así como en el pasado hoy en el presente siguen vigentes las estrategias simbólicas avaladas por el poder del Estado: asociar la imagen de Bolívar y los héroes de la patria con el gobernante de turno.
Bajo la investidura de los héroes del pasado irrumpe el líder sacralizado del presente. Así, una vez electo Presidente de la República de Venezuela en diciembre de 1998, Chávez se enrumba en una hábil instrumentación política ideológica-simbólica, caracterizada por todo un conjunto de elementos visuales, verbales y no verbales del imaginario cultural venezolano, que son difundidos ampliamente entre las masas, logrando instituir y transmitir eficazmente, la idea de su misión “santa y redentora”, que envuelve el proceso político del movimiento militar del 4 de febrero y de su líder máximo. (Continuará…)
[1]A pesar que existen varias interpretaciones sobre dichos sucesos, todas convergen en que el estallido se produjo como consecuencia de las medidas económicas tomadas por Carlos Andrés Pérez, en su segundo período de gobierno (1989-1993) amén de la influencia de grupos y círculos políticos vinculados a la izquierda venezolana.
[2] Palabras dadas a los medios de comunicación el 4 de febrero de 1992, una vez disuelto el golpe militar.
[3] Ver mi trabajo titulado “Entropía e Historia: Un acercamiento desde la Teoría General de Sistemas
[4] León Pomer La Construcción de los Héroes: Imaginario y Nación, p. 45
[5] Héctor Agosti: Ideología y Cultura, p. 36
[6] Cit por Rosa Elizalde y Luis Báez: Chávez Nuestro; p. 10. Según versión del “Padre Nuestro” entregada en 1992 por un caraqueño anónimo a Hugo Chávez, en la Cárcel de San Carlos poco después de que el líder venezolano fuera encarcelado
[7]Medina, Cuauhtémoc: “XXV Coloquio Internacional de la Historia del Arte: La Imagen Política”, pág. 2.
[8] Análogamente esta actitud la podemos observar en los aprendices y obreros de la Gran Matanza de Gatos de la calle Saint-Severin
Sorry, the comment form is closed at this time.