
18 Ago Serie Conversaciones con Raymond Aron. Del círculo universitario al círculo totalitario. (II parte)
Posted at 07:32h
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Jhonas Rivera Rondón
Anteriormente, en la primera parte de esta serie, dijimos que había un elemento en común que compartíamos con el autor francés, la preocupación sobre el opio ideológico de los intelectuales. En el tiempo de Raymond Aron fue el marxismo, y en el nuestro es el multiculturalismo, estando este último a disposición para socavar libertades individuales y despertar brotes de intolerancia que detentan contra las democracias.
La obra El opio de los intelectuales sirvió de instancia textual. Fue allí en donde comenzó nuestra conversación con Aron, esa que permitió una especie de coloquio intertextual para reflexionar sobre el mito de la izquierda, un mito político que va en línea retrospectiva para nutrir el posicionamiento de una facción política, que se valió de los nostálgicos recuerdos de las glorias de la Revolución Francesa. Este mito de “la” izquierda permitió en la Tercera República francesa (1871-1914) configurar una identidad política que presentaba una supuesta unidad históricamente inmutable, pero tal como demostró Aron, esa unidad no fue tal, ni en la Revolución Francesa, ni en 1830 y ni en 1848, lo que predominó en estos momentos de álgido conflicto fue diversidad de motivos e intereses, lo que hace más bien hablar de las izquierdas, en vez de “la” izquierda, lo mismo aplicaba para “la” derecha.
Así también observábamos que este periodo de la Tercera República, se comenzó a sedimentar semánticamente el marxismo en el concepto de izquierda, y fue así como se desplazó la noción de una izquierda liberal adversa al Antiguo Régimen a una izquierda socialista, comunista, anti-capitalista y anti-imperialista, una concepción más familiar a nuestros tiempos, y esa diversidad que congregó el posicionamiento político de izquierda en el siglo XX, permitió recurrir una vez más al mito de “la” izquierda, estando a disposición el uso político de la nostalgia que construyera la idea de una eterna oposición política, una metafísica del revolucionario.
En esa conversación quedaba en suspenso ciertas cuestiones en torno al mito de “la” izquierda. En primer lugar, lo que destaca el referido mito es que, así como desde Francia se cristalizó culturalmente la figura del intelectual comprometido que favoreció su exportación a otros contexto a inicios del siglo XX, lo mismo pasó con la díada izquierda-derecha, ella se cristalizó en el lenguaje político de Occidente, llegando a establecerse así “…históricamente como la categoría básica de la confrontación democrática de las sociedades contemporáneas.”[1]
Y es a las realidades democráticas que esa metáfora política adquiere sentido, y por ello es válido recalcar lo que advertía el teórico político Norberto Bobbio respecto a la díada izquierda y derecha, tales conceptos: “…no son conceptos absolutos sino históricamente relativos, o sea “solo dos maneras posibles de catalogar los distintos ideales políticos”, y por lo tanto “ni los únicos ni siempre los más relevantes”.”[2] De ahí que las formas que adquiere tanto la izquierda como la derecha varía según el momento y el lugar.
En tal sentido, lo que hace el mito de la izquierda es absolutizar la diada izquierda y derecha, dejando de lado su determinación histórico. Por ello que en la anterior conversación hiciéramos referencia al contexto venezolano, especialmente en la década de los noventa, en donde el mito de la izquierda encontró un momento propicio para su operatividad, cuyo uso favoreció a sectores políticos de la izquierda radical que por largo tiempo no habían logrado éxito visible en la excepcionalidad democrática de esta nación petrolera, pero ante la crisis política y económica tal mito sirvió a intereses personalista, siendo aprovechada por Rafael Caldera, y luego por Hugo Chávez Fría para monopolizar el descontento y el resentimiento contra el bipartidismo AD-Copei, permitiendo así plantear una alternativa electoral al congregar los dispersos y fragmentados grupos de izquierda, permitiéndole a Caldera alcanzar su segundo gobierno (1994-1998), donde por lo menos calmó la tensión política. Y era así que apreciábamos las condiciones necesarias para el uso del mito de la izquierda, tal como lo decía Raymond Aron: “La coincidencia entre la voluntad de reformas sociales y la rebelión contra una minoría gobernante crea la situación en que nace y prospera el mito de la izquierda.”[3]
De tal modo el mito de la izquierda resultó propició ante un contexto político de fuerte tensión social ante el descontento despertado por las medidas de racionalización económica aplicadas en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, y era así que hechos como el Caracazo y los fallidos golpes de Estado de febrero y noviembre del 92 mostraban la fragilidad de una democracia, que en otrora fue la más sólida de la región, y fue así que el mito de la izquierda fortaleció el personalismo político de un Teniente golpista que ambicionaba el poder.
Ese escenario crítico que tuvo Venezuela al cierre de siglo guarda relación al proceso de democratización de la nación, en donde la Universidad jugó un papel importante en germinar el opio de los intelectuales, en donde el humo ideológico del marxismo llegó a obnubilar a una minoría militar, pero esta historia merece un espacio aparte. La cuestión es que el mismo Raymond Aron nos sugiere la centralidad que tienen las universidades como centros difusores de este opio, él estuvo preocupado por “la huella” marxista que quedaba en los estudiantes africanos y asiáticos en sus viajes de intercambio a universidades europeas y estadounidense, especialmente a partir de 1930, formando así emisarios con un sentimentalismo anticapitalista, quienes eran capaces de promover la expansión de la propiedad pública, y mostrando una “hostilidad a las concentraciones de poder” y así como también una “desconfianza respecto a los mecanismos de mercado”, por consiguiente, esos estudiantes que regresaron a sus países, parecían dispuestos a mantenerse a la izquierda (keepleft) como luchadores potenciales por: “…las nacionalizaciones y los controles” como vía única para “la igualdad de ingresos”[4].
Pero ante ello, la conversación con Raymond Aron aparenta virar hacia otro aspecto, que no deja de ser igualmente importante, dado que esclarece un rasgo aporético en la díada que conformó nuestro lenguaje político occidental. Él nos menciona que analizar el fascismo, el nacionalsocialismo y al comunismo de la URSS le resulta problemático posicionarlo entre izquierda y derecha, señalando así el doble cisma que se produjo “en el interior de la izquierda y en el interior de la derecha”[5]. Por tal razón Aron nos dice que: “Valores políticos y valores sociales y económicos de la izquierda, que han marcado las etapas sucesivas del desarrollo y están en vías de conciliarse finalmente en Europa, en otros lugares permanecen radicalmente disociados.”[6]
Cuestión que hacía difícil también posicionar a las dictaduras suramericanas y al franquismo en relación al bolchevismo, viendo que en el primero la manifestación de “la ideología de izquierda, racionalismo, progreso, libertad”, y en el segundo, en cambio “la ideología contrarrevolucionaria, familia, religión autoridad.”[7] . Tal como advirtió Aron, este problema de disociación de valores fue “ignorada por los teóricos de la político”, y así estuvo por largo tiempo. Y fue en los años noventa que tal cuestión revivió tras el cisma de la izquierda cuando cayó el Muro de Berlín, y de nuevo la dicotomía izquierda y derecha se problematizó.
Por ello Norberto Bobbio es invitado a este coloquio intertextual, porque fue quien presenció el dilema intelectual acaecido al difuminarse la cortina de hierro, además, si bien no puede ser considerado el primero en reflexionar sobre la diada izquierda-derecha, fue uno de los que tuvo mayor resonancia en su momento.
Si bien en ningún momento Bobbio refiere a Raymond Aron, él logra resolver el asunto sobre la disociación de valores entre la izquierda y la derecha. En primer lugar el autor italiano señala que en toda polaridad izquierda-derecha existe un centro, independientemente de la naturaleza de este centro (que lo hace potencialmente ser una tercera vía política), la distancia o cercanía que tienen cada uno de los polos respecto al centro remiten a una determinada postura política, haciendo necesaria la distinción entre extremismo-moderación, la cual no coincide con la díada izquierda y derecha, por tanto:
“…la díada extremismo-moderación tiene muy poco que ver con la naturaleza de las ideas profesadas, pero se refiere a su radicalización y consecuentemente a las diversas estrategias para hacerlas valer en la práctica. Así se explica por qué revolucionarios (de izquierda) y contrarrevolucionarios (de derecha) pueden compartir ciertos autores: los comparten no por ser de derecha o de izquierda, sino en cuanto extremistas respectivamente de derecha y de izquierda que, precisamente por ser así, se distinguen de los moderados de derecha e izquierda.” [8]
De allí que Aron notará la disonancia causada al querer posicionar regímenes políticos autoritarios y totalitarios entre izquierda y derecha, dado que esta dicotomía es una “categoría básica” que refiere, tal como destaca Pierre Nora, a “la confrontación democrática”, no a la confrontación autoritaria o totalitaria de los extremistas. De allí que nos preguntemos si actualmente en Venezuela ¿existe una izquierda y una derecha?.
Dejemos en suspenso por un segundo esta interrogante, y regresemos otra vez con Bobbio, según él, el criterio para distinguir a la izquierda de la derecha consiste en la disposición hacia el valor de la igualdad[9], criterio que le permite evitar cualquier disociación de valores, por ello formula que:
“…para distinguir la derecha de la izquierda [ello está en] la diferente apreciación con respecto a la idea de la igualdad, y que el criterio para distinguir el ala moderada de la extremista, tanto en la derecha como en la izquierda, es la distinta actitud con respecto a la libertad.”[10]
No obstante, este criterio no se inmuniza del mito de la izquierda, sino más bien, de algún modo lo revigoriza. Ahora bien, teniendo en cuenta tales precisiones, retomemos la preocupación de Aron por el panorama académico de estudios de intercambio que tuvo ante sus ojos, ya que hacía de las universidades la germinadora del opio de los intelectuales, promoviendo así ideales que hiciera más iguales a los desiguales alrededor del mundo, sin considerar lo perjudicial que sería tal irrupción “colectivista” a las individualidades, dejemos que sea un asiático quien advierta lo nocivo de tal concepción, el escritor japonés, Yukio Mishima dice que: “En general, pues, los tiempos que impone la sociedad exigen que las personas con posibilidades de correr avancen con lentitud y que, viceversa, quien tiene dificultades para avanzar velozmente se vea obligado a correr.”[11]
Tal conclusión es producto de una reflexión aristocrática sobre el esfuerzo, lo que conlleva a valorizar el talento, una apreciación pertinente si se considera que la libertad es igualmente un valor aristocrático, tal como sugirió el propio Aron. Y además, de alguna manera el creciente grado de prosperidad generado por el capitalismo ha democratizado ciertas prácticas que en el pasado se asociarían al modus vivendi aristocrático, por lo que aquí sostenido no implica una afirmación nostálgica.
Pero el asunto aquí es como desde centros educativos es posible promover opios intelectuales que promuevan el retraso y la irracionalidad de fanáticos extremistas que quieran destruir el orden democrático en nombre de una comunidad desfavorecida a quien le urge un redistribución de la rizqueza, diluyendo así toda individualidad, pretendiendo retornar un orden tribal, tal como sugiere el socialismo del siglo XXI al proponer el retorno al trueque. Esta cuestión reitera una vez más la necesidad en que el intelectual, la universidad y el Estado merezcan ser pensados.
Tales elementos hacen que en este punto de la conversación, esa disociación entre medios y principios que notó Raymond Aron en relación a la dicotomía izquierda y derecha retome la imposibilidad de categorizar a regímenes totalitarias de un lado o el otro sin compararlo con otro, de allí que retomemos la pregunta ¿Existe una izquierda y una derecha en Venezuela? Recordemos, esa díada aplica solo a realidad políticas democráticas, por ello es necesario considerar que:
“la única imagen que no permite la díada es la de la esfera, o la del círculo: de hecho, si se dibuja el círculo de izquierda a derecha, cada punto está a la derecha del siguiente y a la izquierda del anterior; inversamente, si se dibuja de derecha a izquierda. La diferencia entre la metáfora de la medalla y la del círculo es que la primera representa el universo político dividido en dos, o dual; la segunda permite una imagen plural, hecha de varios segmentos alineados en una misma línea. Revelli observa justamente que un sujeto que ocupara todo el espacio político cancelaría toda distinción entre derecha e izquierda: lo que en realidad ocurre en un régimen totalitario, en cuyo interior no es posible ninguna división.”[12]
Considerar las palabras en el informe de Bachelet al conceptualizar la realidad venezolana a mediados del 2019, apuntala una respuesta a nuestra pregunta, el punto 76 destaca que:
“Durante más de un decenio, Venezuela ha adoptado e implementado una serie de leyes, políticas y prácticas que han restringido el espacio democrático, debilitado las instituciones públicas y menoscabado la independencia del poder judicial. Aunque estas medidas se han adoptado con la finalidad declarada de preservar el orden público y la seguridad nacional contra presuntas amenazas internas y externas, han aumentado la militarización de las instituciones del Estado y el empleo de la población civil en tareas de inteligencia y defensa.”[13]
Lo que significa que hemos llegado a un punto sin retorno, el chavismo ha instaurado el Estado Cuartel, al respecto el historiador, Luis Alberto Buttó precisa que:
“Proyecto político y modelo de acumulación y desarrollo que con total e indeclinable coherencia ideológica, férrea dirección, y a pasos firmes y seguros (en oportunidades, tácticamente lentos y espaciados; en otras, raudos y agigantados), avanzó en la edificación de lo que con propiedad puede equipararse al paradigma de un Estado totalitario que, como era de esperarse, se avino a las mil maravillas con los fundamentos programáticos y procedimentales de la DSN [Desarrollo de Seguridad Nacional], fundamentalmente en lo referido a la noción de enemigo interno y a la represión de la actividad opositora.”[14]
Y ahí tenemos la respuesta, en Venezuela no existe ni izquierda ni derecha en el sentido que dejó de ser un régimen democrático, ya que el chavismo totalizo su poder a todas las dimensiones de la realidad ciudadana, apropiándose incluso de sus almas, proceso en el que los intelectuales (ingenieros del alma) y las universidades estructuraron redes de complicidades, en donde en algún momento pareció impensable como círculos universitarios podían plegarse a un círculo totalitario chavista, ello fue posible gracias al opio marxista.
Referencias
[1] Pierre Nora: Les lieux de mémoire. Montevideo: Trilke, 2008. p. 112
[2] En esta cita Bobbio hace referencia a un trabajo de un intelectual italiano Cofrancesco; “Per un uso critico dei termini “destra” e “sinistra”», en La Cultura, 1975, 3-4, pág. 399. En Norberto Bobbio: Derecha e izquierda. Barcelona-España: Taurus, 2014. Formato epub. Editor digital: Titivillus 125,5 / 346
[3] Raymond Aron: El Opio de los intelectuales. Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1961. p. 20.
[4] Ibídem. p. 19.
[5] Ibídem. p. 20.
[6] Ibídem. p. 21.
[7] Ibídem. p. 22.
[8] Norberto Bobbio: Op. Cit. 75,4 / 346
[9] Ibídem. 174,0 / 346
[10] Ibídem. 187,2 / 346.
[11] Yukio Mishima: Lecciones espirituales para los jóvenes samuráis. 4ta. Madrid: Palmyra, 2006.
[12] Ibídem. 146,2 / 346
[13] “Este es el demoledor informe de Bachelet sobre la crisis en Venezuela”. 04/07/2019. Consultado en: https://www.panorama.com.ve/politicayeconomia/Este-es-el-demoledor-informe-de-Bachelet-sobre-la-crisis-en-Venezuela-20190704-0020.html
[14] Luis Alberto Buttó: “Revolución Bolivariana y Estado Cuartel en Venezuela”. En Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar: El Estado Cuartel en Venezuela. Radiografía de un proyecto autoritario. 2. da ed. Caracas: Universidad Metropolitana, 2018.(35-125 pp.) p. 45.
Marco Rivera
Posted at 03:33h, 21 agostoArtículo muy bien formulado con argumentos sumamente interesantes. Excelente trabajo! Sigue así!👏🏽👏🏽👏🏽👍🏽
Marco Rivera
Posted at 03:36h, 21 agostoArtículo muy bien formulado con argumentos sumamente interesantes. Excelente trabajo! Sigue así! 👏🏽👏🏽👏🏽👍🏽