
08 Mar Buscando un José Agustín Catalá desde dentro (1915-2011)
Ramón Rivas Aguilar
José Agustín, en lengua hebrea el extraño, el venerado y respetado; Catalá, un apellido, una imagen y un sonido, que revela en su ánima su pasión por la libertad. Esa pasión libertaria, enraizada en lo más profundo del corazón de una provincia que, en su historia, rechazó dignamente ser esclava por fuerzas imperiales de origen celestial y terrenal: Cataluña.
Su amor por la libertad, la fuerza vital que hizo de su vida una vocación, un proyecto moral, un compromiso histórico con el destino de una nación que hiciera inmensos esfuerzos y sacrificios de luchas políticas para recuperar su libertad natural ante el poder del personalismo, del caudillismo, del militarismo, del dictador, del tirano y del totalitarismo, respectivamente. Con orgullo y profunda satisfacción espiritual, intelectual y política, don José Agustín Catalá en su corazón siente cuán importante fue su papel fundamental en la liberación de la provincia de Venezuela, por el recuerdo perenne a Cataluña, en manos de un régimen oprobio y tiránico(1948-1958). El célebre Libro negro, editado en el año de 1952, en la Imprenta Gráficas Ávila, ante las narices del régimen dictatorial, eleva la dignidad del hombre que desnudó con la palabra impresa los mecanismos y las torturas de una policía política con el vano e inútil esfuerzo por silenciar el civilismo y el republicanismo que ha definido el proceso histórico venezolano. Su imprenta Gráficas Ávila fue incautada y fue sometido a los vejámenes y a las torturas más terribles a la que se haya sometido cualquier humano. (1953-1956).
El encuentro con el periodista e historiador Ramón J. Velásquez, en esos días de sombra y de oprobio, un aliciente espiritual para promover en el futuro inmediato lo que tanto acarició desde muy joven: impulsar la conciencia histórica para no olvidar los retrocesos históricos y estar vigilante ante los enemigos de la libertad y de la democracia que acechan a cada instante con el propósito de retornar a los viejos estilos de gobernar por encima del espíritu de las leyes. José Agustín Catalá Delgado, un proyecto vital que merece ser recordado en estos tiempos difíciles y complejos en la que Venezuela ha perdido su rumbo histórico y, como consecuencia, no sabe qué hacer y a qué atenerse. Un república en total bancarrota desde el punto de vista material y espiritual.
Lo queremos recordar y traer al presente con perspectiva futurista, su labor política, periodística y editorialista en aras de la libertad y de la democracia en la que él tuvo una significativa participación en su recuperación, y en esa destacadísima labor intelectual como fue la de impulsar la memoria histórica para impedir cualquier desvío de nuestras libertades tan consagradas en el ánima de nuestra historia. Él, representa para la historia intelectual de la nación la Paidea de la libertad. Fue el maestro que a través de su espíritu editor cultivó la belleza y la grandeza de la libertad como la senda que hace libre a las naciones. Al mismo tiempo, había que cuidarla y mantenerla día a ´día por que la tiranía es una fuerza oculta en el corazón de sus enemigos como un virus que ataca silenciosamente hasta destruir y matarla. Lamentablemente, la clase política, frívola e irresponsable, no comprendió en su justa dimensión histórica de que la libertad y la democracia había que renovarla para estar en sintonía con los tiempos venideros. Un poco de historia.
De forma azarosa e intempestiva, una familia, un nombre, un apellido, cruzó vastos continentes para llegar un atardecer cuando el inmenso astro resplandecía en el ocaso, impregnaron con sus huellas el país promisorio y esperanzador, la provincia de Venezuela, tierra de libertad. La nación que ha dado al mundo hermosas lecciones cívicas que han repercutido en el espíritu de las naciones.
En ese inmenso recorrido geográfico, la familia Catalá trajo en sus recuerdos el alma histórica de una España que apostó su fe en los valores del cristianismo y en la libertad como el valor supremo que hace del hombre el único ser responsable de su destino vital, asumiendo sus actos y sus consecuencias como ser libre. De igual modo, la experiencia vital de una tecnología que rompería con el monopolio cultural de la iglesia que había predominado por más de un milenio: la imprenta. La rotativa que democratizó el texto bíblico al alcance de la mirada del hombre en sus más diversas perspectivas. Había nacido la tolerancia. Lo uno, lo otro y lo diverso en convivencia pacífica en un mundo libre. Esa experiencia vital, seguramente fue la que descubrió Catalá en su hogar por aquellos días cuando la sombra oscurecía el resplandor libertario. Allí en ese hogar, germinó el fervor libertario en José Agustín Catalá ante un gobierno despótico, nepótico como lo era el gomecismo. En ese recorrido vital, potenció su amor por la libertad, y la imagen del editor para promover las obras escritas que delinearían el pensamiento civilista en el siglo XX venezolano. Esa fuerza vital que caracterizó José Agustín Catalá, la puso a prueba cuando tenían 17 años en el que escribió en el año 1934, en un semanario El Orión, un poema filosófico contra el general Juan Vicente Gómez. Al mismo tiempo, colaboró con uno de sus amigos, un poeta, espiritista y comunista en un libro titulado: Conócete así mismo. Ese libro de inspiración espiritista del español Joaquín Trincado contenía palabras contundentes contra el gobierno de Juan Vicente Gómez. Lo que representaría los primeros meses de cárcel para el futuro editor venezolano.
Así, el periodista y editor José Agustín Catalá jugó un papel político importante entre el 1936 y 1945, alcanzando su notoriedad en el periodo 1945-1948, cuando asumió la responsabilidad de dirigir el periódico El País de Acción Democrática y la Gaceta Oficial. Sin embargo, el experimento democrático que se gestó con la Revolución de Octubre (1945-1948), se interrumpió mediante un golpe militar que duró una década. En esa década, el político, el periodista y el editor impulsan una serie de publicaciones sobre la historia de Venezuela. Era esa la Venezuela civilista, que debían mantener los venezolanos en la memoria como parte vital del proceso histórico. Dentro de esa perspectiva, Catalá logró una hazaña política que desconcertó al gobierno dictatorial, cuando develó con el célebre libro negro la naturaleza perversa y monstruosa de una tiranía que se había instalado a partir del 24 de noviembre 1948. Su imprenta fue destruida y fue encarcelado y torturado. A pesar de tales circunstancias, el editor de la libertad, fue responsable del periódico Resistencia, un periódico de Acción Democrática que mantuvo en la clandestinidad contra el gobierno dictatorial de Marco Pérez Jiménez.
El 23 de enero de 1958, significó el fin de la tiranía y la recuperación de la democracia. Fue el momento histórico en la que el editor José Agustín Catalá estimuló la gigantesca obra intelectual sobre la construcción de la memoria histórica sobre la defensa de libertad y la democracia contra todo tipo de tiranía. Una labor extraordinaria de difundir los textos fundamentales en torno a los valores del republicanismo y del civilismo. Asimismo, los textos sobre los esquemas autoritarios y tiránicos que silenciaron la voz de la libertad de los venezolanos. De igual modo, una literatura política sobre la corrupción como el mecanismo más perverso que deterioran las bases morales de las instituciones libres. En ese mismo sentido, difundió obras políticas latinoamericanas en la que se denunciaban regímenes autoritarios. Entre otras actividades de la misma naturaleza, el editor José Agustín Catalá fue uno de los que más estimuló literatura política contra el gobierno totalitario de Pinochet.
Su entusiasmo por la libertad lo consagró como uno de los venezolanos que más logró despertar en nuestra nación la conciencia histórica. Su obra editorial lo consagra como el editor de la libertad, de la democracia en el siglo xx. Siempre tuvo atento atentos ante los peligros que provocarían los males de la democracia y, como consecuencia, el fin del civilismo y la instauración de la tiranía. Estuvo consciente de que la democracia había que cuidarla y preservarla con pasión, con amor, con espíritu crítico, con tolerancia y responsabilidad. No obstante, hoy estamos viviendo las inconsecuencias y las irresponsabilidades de una clase política, frívola y cobarde, que entregó el poder a un ignorante, a un autócrata, en palabras de Catalá.
Sí. Se vive la crisis histórica más significativa de nuestro quehacer vital. Desconcierto, confusión y desesperanza en el ánimo de venezolanos; no teníamos la menor idea de que la Provincia de Venezuela llegaría a una situación de tal naturaleza: ni la menor idea. Tal vez la razón de esta tragedia histórica que padece la sociedad venezolana, la señaló Don Mariano Picón Salas en uno de los ensayos culturales más lúcido que se haya escrito en la Venezuela intelectual del siglo pasado. Un ensayo que escribió cuatro días antes de morir y que iba a leer el día de la inauguración del INCIBA. En una de sus páginas, señaló lo que inmortalizaría forzosamente el destino vital de la nación del insigne civilista Don Cecilio Acosta:
No es ningún pleonasmo decir que todavía falta en nuestro proceso democrático una pedagogía de la libertad que no torne ésta en derecho unánime al grito y al frenesí, sino practique el dialogo y el respecto a las diferencias. El fanatismo y la cultura rudimentaria de algunos furiosos, nos asedia con sus mitos verbales, y los epítetos de la lucha dejan de ser palabras para tornarse en los ídolos corporizados, de la superstición, el odio y el prejuicio.
Más adelante, Don Mariano Picón Salas, afirma que la cultura salva al hombre contra la chabacanería, la vulgaridad, el fanatismo, el odio, la intolerancia, el ruido del hombre masa, en fin, de la democracia morbosa, perversa y perniciosa que deteriora y socava la moral y la religiosidad de una nación. En palabras del insigne merideño:
Pretendemos que sea una de las tantas luces que iluminen el camino de Venezuela. Luz benévola, de tolerancia, de compromiso, luz que no queme los ojos que la contemplen; luz para la conciencia y no hoguera de furor y exterminio; luz que va invitando a otras luces para que contribuyan a la expedición y descubrimiento; contra las falsas aventuras a que convidan el odio y la destrucción, la cultura parece la más válida empresa integradora, […] ella transmite a través de las generaciones el mensaje e imagen de un mundo estético y moral que invocó la justicia y la belleza como esperanza de eternidad que trascienden nuestra fragilidad y contingencia. Más allá de todo grupo o partido estamos trabajando por el espíritu de Venezuela.
Dentro de esa honda reflexión filosófica que nos ha presentado Mariano Picón Salas sobre el papel de la cultura en la cimentación espiritual y moral de la democracia venezolana, no tengo la menor duda , que José Agustín Catalá Delgado, el editor de la libertad, representa una empresa cultural cuyo propósito fundamental fue la de rescatar la memoria histórica de una nación que lleva en su ser su amor por la libertad y la firmeza de rechazar todo tipo de tiranía que pretenda liquidar la dignidad humana. Nos acompaña este insigne civilista, en estos días de aciago y de mengua, con la convicción de que los venezolanos recuperarán su libertad y construirán una nación a la altura de los tiempos histórico. Su gigantesca empresa cultural por la libertad contra la tiranía permanecerá en el tiempo de forma inmutable y absoluta.
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