Breviario sobre la ritualización política del odio.

Jo-ann Peña Angulo

 

Las manifestaciones históricas de los sentimientos y las emociones forman parte esencial del devenir. A lo largo de este, las decisiones tomadas por el hombre bajo los distintos contextos morales, dejan constancia material de ello.

 

Podemos decir que la historia del hombre es el acontecer de sus sentimientos. Es su andar por los terrenos del amor, del odio, la soberbia, la bondad, itinerario de las transformaciones y cambios sociales. Así ha quedado expresado en documentos, edictos, proclamas, actas, panegíricos y en toda la larga trayectoria de la escritura universal.

 

Pero es la historia también es territorio de lo racional y lo razonable. Bajo estas dimensiones el hombre como centro del devenir se expone ante el mundo con sus miserias y virtudes. De allí que toda decisión política no queda fuera de dichas singularidades, especialmente cuando ha sido el sentimiento del odio, el que ha activado, creado y aplicado, conjuntos de normas y directrices en contra de ese otro, al que se odia y al que se desea el mal.

 

Emerge a partir de esto, las prácticas políticas del odio que bajo su ritualización, sistematizan, congregan y delimitan los vínculos y fronteras dentro de un grupo determinado. Queda claro entonces que al ritualizarse cohesionan e identifican a propios y extraños.

 

Dicha práctica se convierte así en mecanismo de aceptación dentro de ese grupo, que hace del odio, núcleo de inspiración para la creación de sus políticas, que alimentadas por resentimientos, complejos y tramas imaginarias, se orquestan con el único objetivo de hacer el mal. Pasa en la vida y pasa en la política.

 

Tomando en cuenta la función social de los ritos, los constructores de la ritualización del odio, no dejan escapar el papel que tiene dentro de la propia imaginación, pues es allí, en lo que se imagina y en lo que se representa, en donde el discurso del odio, inicia su periplo destructor. Es en la imaginación histórica, recordando el título del extraordinario libro de Hayden White, en esa representación de la realidad a partir del odio, que une a un  determinado grupo, donde se enlaza el tejido que les permitirá banalizarlo y legitimarlo.

 

Denomino prácticas políticas del odio al conjunto de procesos formales y no formales, que avalados o no por el Estado, expropian la dignidad y la condición humana. Dichas prácticas llegan a convertirse en actividades cotidianas, articuladas desde la propia comunidad gracias al apoyo de las redes de la violencia, conformadas por grupos y partidarios de ese odio. La cotidianidad las hace costumbre dentro de los grupos políticos e ideológicos, que rechazan la diversidad de la naturaleza humana, por lo que al ritualizarlas y atribuirles una función “sagrada”, definida en los dones y virtudes” vinculados a la “misión o venganza histórica”, ameritan del ceremonial respectivo convirtiéndose así en ritos del ente totalitario.

 

La humanidad ha sido y sigue siendo testigo de estas prácticas incluso antes de la existencia misma del Estado y auspiciados por motivos religiosos. La historia así lo delata. Las persecuciones, matanzas y expulsión de los judíos durante la Edad Media, el caso de Jmielnicki en 1648, los pogromos rusos del siglo XIX, las purgas stalinistas, el genocidio maoísta y ruandés, siendo la Shoá, el caso más terrible de la sistematización de las políticas del odio.

 

Estas prácticas son las banderas enarboladas  por los grupos terroristas, la mayoría de ellos de origen islámico, cuyos núcleos en África y Medio Oriente se extienden a Europa y América como  el estado islámico, Hezbolla y Hamas, en cuya estructura jerárquica, el odio expresado hacia el otro, les exige el asalto continuo a la condición humana y la planificación de la violencia, que animada por motivos religiosos ideológicos, apuntan a la vida de las víctimas y a los entes del poder político, estatales y nacionales, convirtiéndose en muchos casos, en estructuras paralelas a este.

 

Ahora bien, les son comunes al Estado totalitario y a los grupos terroristas, el uso de las redes de la violencia y la planificación de la misma, sin embargo cuando hago referencia a la ritualización del odio en la política, en este caso, hablo de las prácticas avaladas por y desde el Estado en contra de sus ciudadanos, refiriéndonos incluso a aquellos cuyos gobiernos que han resultado de mecanismos democráticos.

 

Así muchos constructores de la ritualización del odio hacen uso de los mismos dispositivos del régimen democrático, para materializar su resentimiento y sus tramas imaginadas, en un discurso de odio, que legitima paradójicamente una especie de “misión redentora” y de “compromiso histórico” con las generaciones venideras. Se concreta en este discurso la idea de la venganza histórica, que no es otra que la venganza de un grupo, que se toma para sí la concreción material, de sus propios resentimientos, miedos y complejos.

 

Es Venezuela ejemplo de ello desde la llegada del chavismo al poder. Allí el odio como práctica política y la venganza como “misión histórica” han definido y materializado la cotidianidad de las prácticas políticas del odio, cuyos mecanismos y procesos -formales e informales- son propiciados desde el mismo gobierno, a partir de las redes de la violencia, personificadas por una parte, por las mismas instituciones del Estado y por la otra, por los grupos y colectivos de naturaleza terrorista y por la planificación de la misma.

 

Se va hilando así la ritualización del odio, celebrada por sus mismos constructores y por las redes del resentimiento, en ceremoniales protocolares y televisados. Es fundamental entonces  la estigmatización del que disiente del chavismo y del socialismo del siglo XXI. Mostrar a las víctimas del odio en condiciones de inferioridad y minusvalía, es parte de este proceso.

 

Se va tejiendo desde lo emocional la idea que la “misión histórica” que protagonizan y ejecutan desde el poder es inequivoca y así la venden a sus seguidores, los grupos del odio. De allí que en sus rituales, el discurso y la propaganda sea el vehículo para la creación imaginada e imaginaria de las futuras víctimas.

 

En este escenario tribal el odio y el resentimiento se convierten en ritos iniciáticos, lo expresábamos ya. Ambos cohesionan a la tribu política del odio y al mal como institución.

 

Al aprobarse la llamada Ley Constitucional contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia, por la Asamblea Nacional Constituyente, institución garante de las redes de la violencia, el 8 de noviembre de 2017, se aseguró el chavismo de un mecanismo legal para acechar a sus víctimas, entre las cuales se encuentran definidas en la misma ley, en su capítulo II, artículo 11:

 

Los partidos políticos y organizaciones políticas cuyas declaraciones de principios, actas constitutivas, programas de acción política, estatutos o actividades se funden o promuevan el fascismo, la intolerancia o el odio nacional, racial, étnico, religioso, político, social, ideológico, de género, orientación sexual, identidad de género, expresión de género y de cualquier otra naturaleza que constituya incitación a la discriminación y la violencia no podrán ser inscritos o constituidos ante el Consejo Nacional Electoral.[1]

 

Hay muchos elementos a estudiar en este parágrafo, especialmente cuando desde las redes de la violencia, paradójicamente se intenta establecer el orden y la tolerancia. No obstante quiero resaltar en esta oportunidad, el mecanismo básico usado por el chavismo para el establecimiento de la ley. Referencio para esto a Shelagh Weir:  “… Es esencial examinar cómo las ideologías políticas son mediadas en “concreto actos de comunicación «. En esto incluiría el dictado, la escritura y lectura de documentos, y rituales de aplicación de la ley”[2]

 

Observamos entonces, cómo la lógica tribal se amalgama en consecución de sus objetivos materiales y simbólicos de odio, bajo el aval del Estado. Hay también otros procesos de ritualización política del odio, en este maremágnum ideológico de sentimientos y emociones, en el cual las víctimas del odio son señaladas una y otra vez, atribuyéndoles una culpa que no poseen, construida discursivamente bajo un código específico.

 

Igualmente cuando se estudia la tipología histórica del antisemitismo, se consigue un discurso que ha sabido mutarse, camuflajearse y movilizarse de un país a otro.  En el ambiente de intolerancia “La función más ampliamente extendida del antisemitismo consiste en servir de código que designa lo que en la sociedad tiene carácter negativo”[3]. Se transfiere así el odio convirtiéndose los judíos en víctimas de la maldad.  Se habla de código por dos razones: “en primer lugar porque a los judíos solo se les nombra de manera metafórica o como representantes abstractos de objetos estigmatizados o que se valoren negativamente. En segundo lugar se trata de una acusación consensual fuera de todo contexto…”[4]

 

Dicha articulación semántica del odio puede y la historia así lo demuestra, construirse y articularse tal como lo expresa Víctor Karady, en espacios de interacción semipública “y por así decirlo ritualizadas en estadios, tabernas, café, esperas en las colas delante de los establecimientos en tiempos de penuria, como en los países socialistas o los que se encuentran en guerra”[5].

 

Vemos aquí otro proceso de ritualización del odio, en el que puede distinguirse el papel fundamental de las redes de la violencia, que bajo tramas imaginadas y divulgadas como ciertas, por los grupos del odio, siguen materializando el antisemitismo como expresión de las prácticas políticas y ritualización del odio.

 

Al hacerse costumbre la práctica del odio en las esferas personales, privadas y cercanas, su transferencia a los espacios de poder político resulta lógicas. En tal sentido, no solo nos corresponde denunciar sus prácticas sino alertar desde el comienzo de su mortal itinerario, por eso recordamos aquí las palabras de Delci Rodríguez, Vicepresidenta Ejecutiva de Venezuela, el domingo 24 de junio de 2018: “Feliz de estar en la revolución bolivariana pues esa es nuestra venganza personal”, como expresión de la institucionalización del odio.

 

Referencias

 

[1] Ley Constitucional contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia,

[2] Shelagh Weir, A Tribal Order Politics and Law in the Mountains of Yemen,  p.144

[3] Victor Karady, Los judíos en la modernidad europea, p. 214.

[4] Op. Cit, 214.

[5] Op. Cit, 214

Imagen: https://ecodiario.eleconomista.es/exposiciones/noticias/7815891/09/16/La-llegada-del-Guernica-a-Espana-cumple-35-ano.html

4 Comments
  • Bill
    Posted at 03:00h, 25 abril

    I am sure this post has touched all the internet visitors, its really
    really pleasant piece of writing on building up
    new blog. You’ve made some decent points there.

    I looked on the web for more information about the
    issue and found most individuals will go along with your views on this website.
    It is appropriate time to make some plans for the future and it is time to be happy.
    I’ve read this post and if I could I want
    to suggest you some interesting things or tips. Perhaps you
    can write next articles referring to this article. I want to read even more things about
    it! http://dell.com

  • URL
    Posted at 06:22h, 07 mayo

    … [Trackback]

    […] There you will find 22405 more Infos: ideasenlibertad.net/breviario-sobre-la-ritualizacion-politica-del-odio/ […]

  • sOjOTbFZH
    Posted at 01:03h, 13 mayo

    234326 598965I always was interested in this topic and nonetheless am, regards for posting . 246287

  • Rodrick
    Posted at 22:18h, 13 mayo

    I need to to thank you for this good read!! I definitely loved every little bit of
    it. I have you book marked to check out new things you post? http://partemp.com/en/groups/%d1%80ubl%d1%96%d1%81-%d1%81%d1%96bl%d0%b5/