
14 Feb Las lecciones de la transición española
Claudia Santiago
En la actualidad venezolana, en que lamentablemente el destino de la política han tomado un cariz tan absurdo. La debilidad del liderazgo opositor, aunado a la capacidad adaptativa que tiene el gobierno de Nicolás Maduro, no han permitido lograr acercarse, a un proceso de transición a la democracia. Sin duda alguna, el enfrentamiento de dos posiciones antagónicas, en las que claramente el régimen dictatorial que lleva las riendas del país, ha sabido mantenerse a flote, a pesar de enfrentarse a la crisis económica de mayor duración de Latinoamérica. Aun así, la oposición o las oposiciones, no han podido o sabido, operar una plataforma política unitaria, que pueda enfrentarse al gobierno. En este orden de ideas, mientras el pensamiento estratégico, el pragmatismo, y la unidad real, se encuentren ausentes en los sectores que adversan a Maduro, seguirá pasando el tiempo, y la posibilidad de darle una salida política a la emergencia humanitaria compleja que nos acecha, no será más que un anhelo inalcanzable. En este orden de ideas, me he propuesto hacer una breve reflexión sobre las lecciones que se pueden extraer de la denominada transición española.
De acuerdo al historiador español, Manuel Álvarez Tardío (2005) [1], el proceso de transición española, es uno de los más emblemáticos en la historia del siglo XX. Terminada la guerra civil (1936-1939), la figura fuerte del general Francisco Franco (1939-1973) impone una dictadura militar con una duración de cuarenta años. Al encontrarse en las cercanías de la muerte, ante la presión de una España que necesitaba salir del oscurantismo que él mismo había representado, Franco decidió comenzar la transición a la democracia, al nombrar al príncipe Juan Carlos de Borbón (Juan Carlos I) como rey de España, restituyendo así a la monarquía parlamentaria que había sido depuesta en 1931, con la salida al exilio de rey Alfonso XIII de Borbón.
Al joven monarca no le esperaba una tarea fácil, era un rey que había sido nombrado por Franco y le correspondía jurar ante las cortes y la constitución franquista. Los franquistas aspiraban la continuidad del régimen, los comunistas y los nacionalistas la ruptura total. En un contexto por demás complicado, Juan Carlos I, además de detentar poderes excepcionales, supo mover hábilmente las piezas políticas, evitando así que las facciones antagónicas y los líderes radicales impusieran sus agendas. En procura de establecer un gobierno democrático que incluyera a todos los españoles, el monarca, contra todo pronóstico y demostrando así su capacidad política nombró a Adolfo Suárez (1932-2014) como Jefe de Gobierno de la transición. Es importante destacar que, hasta entonces, Suárez era prácticamente un desconocido dentro de la política española y no era precisamente quien contaba con el apoyo mediático y de la opinión pública.
Sin duda, Suárez es la figura protagónica del proceso de transición a la democracia en España. Aunque para muchos pueda sonar paradójico y hasta inverosímil, un joven que venía de las filas del franquismo, del cual dudaban la mayoría de los españoles precisamente por su juventud y su aparente falta de experiencia política. Como lo recalca la periodista española Victoria Pregro[2] (1996), especialista en el tema de la transición y que conoció directamente a sus protagonistas, destacó que Suarez, con su personalidad tranquila y sin ínfulas, haciendo gala de un discurso moderado e integrador, con capacidad de escuchar a los distintos sectores políticos y saber leer los tiempos turbulentos que le tocó presidir, logró construir los concesos necesarios para propiciar un cambios pacifico donde la mayoría se encontrara representada.
La importancia del liderazgo de Adolfo Suárez fue fundamental y sin sus acciones, los derroteros del estado español habrían sido distintos. En este sentido, aunque cada país tiene circunstancias que determinan las respuestas políticas ante determinados acontecimientos, es imperativo destacar, que, en tiempos convulsos, en los que un paso en falso puede significar el fin violento de cualquier proceso, son necesarios los liderazgos moderados, las posiciones extremas y emocionales solo entorpecen la llegada de la democracia. El extremismo solo aleja la culminación exitosa de una dictadura. Para la mayoría de los españoles que disfrutan de más de cuarenta años de democracia en la actualidad, reconocen que dicho proceso no habría tenido un final feliz sin la presencia de líderes moderados, capaces de entender sus tiempos político. Una transición implica el concierto de los partidos políticos que, aunque contrapuestos aspiren a la restauración de la democracia, la legalidad y la libertad.
En un escenario tan delicado como la España pos-Franco, no fue posible la ruptura total con el franquismo, pues eso habría significado una confrontación con consecuencias lamentables para el pueblo español. Consideramos que los procesos de transición, a la democracia_ como el caso español y polaco por citar algunos_ han de ser estudiados a profundidad con la finalidad de extraer las lecciones necesarias para construir las condiciones que conlleven al cambio pacífico hacía la democracia, en los cuales estén incluidos amplios sectores de la población.
En la actualidad, pese a los muchos esfuerzos que han hecho los españoles por sostener su sistema de democracia representativa, nos damos cuenta que existe una especie de cansancio colectivo hacía los partidos políticos tradicionales, como el: Partido Popular y (PP) y el Partido Socialista de los Obreros Españoles (PSOE), dando paso al surgimiento de toldas alternativas de extrema izquierda y derecha, representadas en Unidas-Podemos y VOX respectivamente. Así como un partido político de centro derecha como Ciudadanos, que ha perdido fuerza últimamente. El clima democrático en España se encuentra debilitado por los enfrentamientos que las distintas facciones entre sí. Los resultados de las últimas elecciones generales en noviembre del 2019, han dado paso al establecimiento de una coalición de gobierno entre los diputados del PSOE, de Unidas Podemos y los representantes del nacionalismo vasco y catalán. Sin duda, la unión de un partido tradicional con las minorías más extremistas dentro del escenario político español, no le augura nada bueno a la democracia.
De esta experiencia de transición se rescata, la necesidad de que cada país, escoja un liderazgo político capaz de conducir a los ciudadanos a una transición a la democracia. En la política, como en el ajedrez, quien sea más inteligente para mover las piezas en el tablero, es quien al final logrará hacerse con el poder. Si bien el ejercicio de la función publica exige de individuos probos, capaces de conducir a los pueblos. Sin embargo, cuando no se está ni cerca de alcanzar el poder, y se tienen muchos elementos en contra, hay que saber sumar voluntades, para crear situaciones que promuevan el diálogo y las negociaciones. En la actualidad, cuando nos retrotraemos al panorama efusivo que se desarrolló a inicios del 2019, cuando el diputado por la tolda política Voluntad Popular, Juan Guaidó, se autoproclamó presidente encargado de Venezuela, y miramos el de cerca el debilitamiento de su liderazgo y el escaso apoyo popular, nos damos cuenta que se ha perdido una importante oportunidad de llevar a Venezuela hacía un cambio político real.
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