Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #16 El sueño de Oliver Stone

Ezio Serrano Páez

 

La reunión se prolongó mucho más de lo estimado por Mr. Oliver. Nada se concretó sobre el problema del financiamiento. Ya no eran los tiempos  del gran líder interplanetario, chequera al ristre. El director de South of the Border, visiblemente cansado, debió redoblar sus esfuerzos para mantener la atención. La delegación venezolana de propagandistas  insistían en recordar  aquella noche fastuosa en la 66 edición del Festival de Venecia, en septiembre del 2009. Allí Chávez y Stone caminaron derrochando glamour sobre la alfombra roja del Palazzo della Mostra. Recordando aquello, pretendían animarlo para que emprendiera una nueva aventura fílmica: Había que construir  la épica guerrera  del presidente obrero, importador de gasolina, tras  la grandiosa hazaña de haber destruido la producción nacional.

 

Michael Moore fue el primero  en abandonar  el recinto tras escuchar la precaria cifra que los propagandistas mencionaron. Sin embargo ofreció conversar con posibles interesados en cooperar con el proyecto.  El resto del grupo  se despidió con la promesa firme de amarrar varios millones de dólares adicionales para el próximo encuentro. Oliver Stone, de camino a la habitación del hotel,  y aunque no del todo convencido,  iba pensando en  el título de su nueva obra: “The bus driver is not as dumb as they say”. Algo así como “El conductor del bus  no es tan tonto como lo pintan”. Aunque en su fuero interno, Stone piensa como buen cínico: el tonto no es el conductor del bus, los idiotas son los pasajeros que se dejan llevar hasta el barranco. (The Grand Canyon, el barranco rojo  los espera, y ni siquiera tendrán el premio de la emancipación como Thelma y Louise.

 

Pero el problema del financiamiento no estaba fácil de resolver. Si para hacer South of the Border, se gastaron casi 30 millones de dólares, a lomo de los venezolanos aplaudidores, y las taquillas  no lograron  recaudar más de 70 mil verdes, ¿Quién  en su sano juicio asumiría semejante  barranco? Sólo alguien como El Gigante de Sabaneta podría ser tan irresponsable y despiadado con su gente. Por lo tanto,  el presidente obrero  no la  tendría fácil. Cuando menos, debería  vender el litro de gasolina a 5 dólares para  cubrir el agujero cinematográfico, sin disgustar a los señores feudales del combustible.

 

Stone, sin quitarse la ropa, se  echó  en la cama a descansar y a los pocos minutos ya estaba  en un profundo sueño: Como si en su inconsciente existiese un enorme estudio  cinematográfico, los segundos, los minutos y las horas, fueron mostrando la filmación del   largometraje protagonizado por el Presidente Obrero. Su sueño ya proyectaba el filme que daría continuidad a su vocación por la defensa de los intereses del pueblo latinoamericano. Para un buen guión, se veía consultando al sumo sacerdote, Noam Chomsky. Y es que las imágenes de su sueño parecían  registrar  un viejo y soterrado deseo: el de una revolución socialista  en el mismísimo  territorio  imperial.

 

Fue un sueño premonitorio, una especie de visión profética que a ratos parecía la  realidad misma, para luego mostrarse como episodio fílmico. La trama de aquella  experiencia onírica se iniciaba con el advenimiento de la Revolución Socialista,  protagónica y humanista, partiendo desde Washington D. C.  El histórico acontecimiento lo encabezaba  un Presidente Obrero, tal como se había conversado horas antes. Se llamaba  Nicolás Biden y prometía acabar con la terrible exclusión social,  mediante la aplicación de  los principios contenidos en el árbol de las tres raíces: Frank Sinatra-Elvis Presley- Malcolm X. Aunque algunos seguidores hispanos insistían en incluir a Daddy  Yankee como una cuarta raíz.  Nada que ver con Jefferson, Washington o Franklin, borrados  de la historia por neoliberales salvajes.

 

Pronto los excluidos vieron mejorar su terrible situación mediante programas agresivos de inclusión llamados  The missions. Así se vio surgir la misión Rico McPato con microcréditos para ir de visita a Disney World, cuyos espacios ahora serían de todos.  La misión Ronald McDonal que llevaría la hamburguesa al desayuno en el preescolar, la misión Forrest Gump  encaminada a dotar de herramientas que hagan innecesario pensar o estudiar para triunfar,  y la misión Michael  Jackson para los excluidos del pop-dance. En fin, toda una estrategia brillante encaminada al desarrollo endógeno con inclusión social. Pero el mayor  impacto, sobre todo entre veganos  newyorkinos, se derivó de la aplicación del programa  “Un  porro de Cannabis  para tu siesta ¡Es tu derecho! (Cannabis for your nap, it’s your right!). Tal programa  atrajo  el apoyo de millones de jóvenes y otros no tan  jóvenes.

 

El dulce descanso de Oliver transcurría de modo placentero, y la rigidez de su cuerpo parecía denotar el goce pleno y reconfortante de un sueño en profundidad, auspiciado por los cambios revolucionarios siempre anhelados.  El gringo durmiente podía ver como el gobierno de Nicolás Biden había impulsado cambios sociales  realmente sorprendentes. Por ello, en la serenidad de su reposo, podía ver las imágenes  de los marines vendiendo pollo en  la quinta avenida de Nueva York y a los rudos agentes  de la CIA, haciendo limpieza dental y de uñas a los mendigos de Bronx y Brooklyn. Era la  versión gringa de la misión Negra Hipólita, impuesta a los agentes como castigo por  husmear en la Habana.  Y como la NASA ahora también es  de todos, en el sueño de Stone, se podía ver las legiones de  pobres enlistados y a la espera del próximo  transbordador  para dar un paseíto sideral totalmente gratuito.

 

El descanso parecía prolongarse dando paso a nuevas escenas. Pero ya el cuerpo de Oliver no se observa tranquilo y apacible. Ciertos temblores y leves contorsiones parecen  mostrar la ocurrencia de una tormenta en lo más hondo de su inconsciente. Su sueño  empieza a transformarse en pesadilla cuando aparecen nuevas imágenes que muestran el  avance de la revolución en las entrañas del imperio: las industrias de Detroit, Chicago,  y el Silicon Valley, en ruinas con la gente cobrando sin trabajar, tras su expropiación y conversión en  empresas del pueblo.

 

The Great Housing Mission  (Misión vivienda), oficializó la invasión  de terrenos urbanos, de las granjas,  y hasta los jardines particulares en Beverly Hills, dejando secuelas de ruina y abandono. Hasta el Corn Belt, el famosos cinturón maicero, lucía destruido dejando al Tigre Tonny sin empleo.  Oliver comprendió que las TV channels se pueden convertir en cadenas a secas (chain) al observar el rostro de Nicolás Biden simultáneamente en FOX, CNN, NBC, CBS, ABC, y cualquier otro medio. El encadenamiento era  persistente, al igual que los insultos y amenazas de cierre contra cualquier entidad que  se negara a trasmitir sus chistes y relatos de viajes realizados. Ni la temporada de  football  americano se había salvado de los cortes informativos de atención obligatoria. De alguna parte, el presidente obrero había copiado  la genial idea de un programa  maratónico, conocido como  «Hello, President».

 

El cuerpo  inquieto y sudoroso  de Oliver, anuncia que está por despertar. Volver a la  realidad se le hace urgente, aún cuando en su inconsciente, nuevas imágenes perturbadoras se siguen lacerando. Observa apagones en las principales ciudades y el consiguiente  caos, escasean algunos alimentos, el agua correinte y no se consigue gasolina, mientras los seguidores del presidente obrero celebran la llegada de tanqueros iraníes para medio aliviar la parálisis. También  se observan largas colas para acceder a la  hamburguesa escolar. Y lo que es peor, Nicolás Biden ha ordenado revivir la lista  Tascón-McCarthy incluyendo al mismísimo Oliver dentro de ella.

 

Las convulsiones  que registra el cuerpo de Oliver no dejan lugar a dudas: desea despertar de aquel sueño convertido en pesadilla. Pero su inconsciente aún aporta  algunas imágenes: Ahora se ve a sí mismo, se  encuentra  en un estudio de filmación. Hasta allí llegan los funcionarios de The Villa of Cinema, la villa del cine gringa.  Ya habían tomado Hollywood, pues ahora sería del pueblo, y también ahora el pueblo decide lo que debe filmarse. Un tal Roque Valero, acompañado de otro tal Wiston Vallenila y una señora llamada  Mimi Lazo, fueron impuestos por Nicolás Biden para conducir un Consejo Superior Cinematográfico.  Ahora requieren el espacio de trabajo ocupado por  Oliver. Es obligatorio re-elaborar  la obra Bolívar, The Liberator, protagonizada por Roque Valero. Desean probar si alguien se atreverá a ver la  monumental superproducción.

 

Por fin Oliver se despierta. Está muy agitado y sudoroso, su respiración se alarga como para aterrizar después de un largo vuelo.  Su blanca camisa empapada denota claramente  el final de una odisea onírica, pero aún se encuentra aturdido, percibiendo una confusa mezcla de ficción con realidad. Ya  repuesto, se levanta  con brusquedad  y se dirige al teléfono. Marca con nerviosismo  un número y  se le escucha decir en tono categórico:

 

Stop!… stop that  fuckig  proyect! Lo repite varias veces y cuelga. En ese momento  Oliver Stone recordó algo leído en alguna parte: el socialismo  es muy bueno, siempre que exista alguien diferente a ti, dispuesto a pagar sus costos.

 

Referencias

Imagen: Obra «Bad Eggs for the Preacher» de James Bentley

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.