
31 May Serie: Crónicas del socialismo del siglo XXI. #16 El sueño de Oliver Stone
Ezio Serrano Páez
La reunión se prolongó mucho más de lo estimado por Mr. Oliver. Nada se concretó sobre el problema del financiamiento. Ya no eran los tiempos del gran líder interplanetario, chequera al ristre. El director de South of the Border, visiblemente cansado, debió redoblar sus esfuerzos para mantener la atención. La delegación venezolana de propagandistas insistían en recordar aquella noche fastuosa en la 66 edición del Festival de Venecia, en septiembre del 2009. Allí Chávez y Stone caminaron derrochando glamour sobre la alfombra roja del Palazzo della Mostra. Recordando aquello, pretendían animarlo para que emprendiera una nueva aventura fílmica: Había que construir la épica guerrera del presidente obrero, importador de gasolina, tras la grandiosa hazaña de haber destruido la producción nacional.
Michael Moore fue el primero en abandonar el recinto tras escuchar la precaria cifra que los propagandistas mencionaron. Sin embargo ofreció conversar con posibles interesados en cooperar con el proyecto. El resto del grupo se despidió con la promesa firme de amarrar varios millones de dólares adicionales para el próximo encuentro. Oliver Stone, de camino a la habitación del hotel, y aunque no del todo convencido, iba pensando en el título de su nueva obra: “The bus driver is not as dumb as they say”. Algo así como “El conductor del bus no es tan tonto como lo pintan”. Aunque en su fuero interno, Stone piensa como buen cínico: el tonto no es el conductor del bus, los idiotas son los pasajeros que se dejan llevar hasta el barranco. (The Grand Canyon, el barranco rojo los espera, y ni siquiera tendrán el premio de la emancipación como Thelma y Louise.
Pero el problema del financiamiento no estaba fácil de resolver. Si para hacer South of the Border, se gastaron casi 30 millones de dólares, a lomo de los venezolanos aplaudidores, y las taquillas no lograron recaudar más de 70 mil verdes, ¿Quién en su sano juicio asumiría semejante barranco? Sólo alguien como El Gigante de Sabaneta podría ser tan irresponsable y despiadado con su gente. Por lo tanto, el presidente obrero no la tendría fácil. Cuando menos, debería vender el litro de gasolina a 5 dólares para cubrir el agujero cinematográfico, sin disgustar a los señores feudales del combustible.
Stone, sin quitarse la ropa, se echó en la cama a descansar y a los pocos minutos ya estaba en un profundo sueño: Como si en su inconsciente existiese un enorme estudio cinematográfico, los segundos, los minutos y las horas, fueron mostrando la filmación del largometraje protagonizado por el Presidente Obrero. Su sueño ya proyectaba el filme que daría continuidad a su vocación por la defensa de los intereses del pueblo latinoamericano. Para un buen guión, se veía consultando al sumo sacerdote, Noam Chomsky. Y es que las imágenes de su sueño parecían registrar un viejo y soterrado deseo: el de una revolución socialista en el mismísimo territorio imperial.
Fue un sueño premonitorio, una especie de visión profética que a ratos parecía la realidad misma, para luego mostrarse como episodio fílmico. La trama de aquella experiencia onírica se iniciaba con el advenimiento de la Revolución Socialista, protagónica y humanista, partiendo desde Washington D. C. El histórico acontecimiento lo encabezaba un Presidente Obrero, tal como se había conversado horas antes. Se llamaba Nicolás Biden y prometía acabar con la terrible exclusión social, mediante la aplicación de los principios contenidos en el árbol de las tres raíces: Frank Sinatra-Elvis Presley- Malcolm X. Aunque algunos seguidores hispanos insistían en incluir a Daddy Yankee como una cuarta raíz. Nada que ver con Jefferson, Washington o Franklin, borrados de la historia por neoliberales salvajes.
Pronto los excluidos vieron mejorar su terrible situación mediante programas agresivos de inclusión llamados The missions. Así se vio surgir la misión Rico McPato con microcréditos para ir de visita a Disney World, cuyos espacios ahora serían de todos. La misión Ronald McDonal que llevaría la hamburguesa al desayuno en el preescolar, la misión Forrest Gump encaminada a dotar de herramientas que hagan innecesario pensar o estudiar para triunfar, y la misión Michael Jackson para los excluidos del pop-dance. En fin, toda una estrategia brillante encaminada al desarrollo endógeno con inclusión social. Pero el mayor impacto, sobre todo entre veganos newyorkinos, se derivó de la aplicación del programa “Un porro de Cannabis para tu siesta ¡Es tu derecho! (Cannabis for your nap, it’s your right!). Tal programa atrajo el apoyo de millones de jóvenes y otros no tan jóvenes.
El dulce descanso de Oliver transcurría de modo placentero, y la rigidez de su cuerpo parecía denotar el goce pleno y reconfortante de un sueño en profundidad, auspiciado por los cambios revolucionarios siempre anhelados. El gringo durmiente podía ver como el gobierno de Nicolás Biden había impulsado cambios sociales realmente sorprendentes. Por ello, en la serenidad de su reposo, podía ver las imágenes de los marines vendiendo pollo en la quinta avenida de Nueva York y a los rudos agentes de la CIA, haciendo limpieza dental y de uñas a los mendigos de Bronx y Brooklyn. Era la versión gringa de la misión Negra Hipólita, impuesta a los agentes como castigo por husmear en la Habana. Y como la NASA ahora también es de todos, en el sueño de Stone, se podía ver las legiones de pobres enlistados y a la espera del próximo transbordador para dar un paseíto sideral totalmente gratuito.
El descanso parecía prolongarse dando paso a nuevas escenas. Pero ya el cuerpo de Oliver no se observa tranquilo y apacible. Ciertos temblores y leves contorsiones parecen mostrar la ocurrencia de una tormenta en lo más hondo de su inconsciente. Su sueño empieza a transformarse en pesadilla cuando aparecen nuevas imágenes que muestran el avance de la revolución en las entrañas del imperio: las industrias de Detroit, Chicago, y el Silicon Valley, en ruinas con la gente cobrando sin trabajar, tras su expropiación y conversión en empresas del pueblo.
The Great Housing Mission (Misión vivienda), oficializó la invasión de terrenos urbanos, de las granjas, y hasta los jardines particulares en Beverly Hills, dejando secuelas de ruina y abandono. Hasta el Corn Belt, el famosos cinturón maicero, lucía destruido dejando al Tigre Tonny sin empleo. Oliver comprendió que las TV channels se pueden convertir en cadenas a secas (chain) al observar el rostro de Nicolás Biden simultáneamente en FOX, CNN, NBC, CBS, ABC, y cualquier otro medio. El encadenamiento era persistente, al igual que los insultos y amenazas de cierre contra cualquier entidad que se negara a trasmitir sus chistes y relatos de viajes realizados. Ni la temporada de football americano se había salvado de los cortes informativos de atención obligatoria. De alguna parte, el presidente obrero había copiado la genial idea de un programa maratónico, conocido como «Hello, President».
El cuerpo inquieto y sudoroso de Oliver, anuncia que está por despertar. Volver a la realidad se le hace urgente, aún cuando en su inconsciente, nuevas imágenes perturbadoras se siguen lacerando. Observa apagones en las principales ciudades y el consiguiente caos, escasean algunos alimentos, el agua correinte y no se consigue gasolina, mientras los seguidores del presidente obrero celebran la llegada de tanqueros iraníes para medio aliviar la parálisis. También se observan largas colas para acceder a la hamburguesa escolar. Y lo que es peor, Nicolás Biden ha ordenado revivir la lista Tascón-McCarthy incluyendo al mismísimo Oliver dentro de ella.
Las convulsiones que registra el cuerpo de Oliver no dejan lugar a dudas: desea despertar de aquel sueño convertido en pesadilla. Pero su inconsciente aún aporta algunas imágenes: Ahora se ve a sí mismo, se encuentra en un estudio de filmación. Hasta allí llegan los funcionarios de The Villa of Cinema, la villa del cine gringa. Ya habían tomado Hollywood, pues ahora sería del pueblo, y también ahora el pueblo decide lo que debe filmarse. Un tal Roque Valero, acompañado de otro tal Wiston Vallenila y una señora llamada Mimi Lazo, fueron impuestos por Nicolás Biden para conducir un Consejo Superior Cinematográfico. Ahora requieren el espacio de trabajo ocupado por Oliver. Es obligatorio re-elaborar la obra Bolívar, The Liberator, protagonizada por Roque Valero. Desean probar si alguien se atreverá a ver la monumental superproducción.
Por fin Oliver se despierta. Está muy agitado y sudoroso, su respiración se alarga como para aterrizar después de un largo vuelo. Su blanca camisa empapada denota claramente el final de una odisea onírica, pero aún se encuentra aturdido, percibiendo una confusa mezcla de ficción con realidad. Ya repuesto, se levanta con brusquedad y se dirige al teléfono. Marca con nerviosismo un número y se le escucha decir en tono categórico:
Stop!… stop that fuckig proyect! Lo repite varias veces y cuelga. En ese momento Oliver Stone recordó algo leído en alguna parte: el socialismo es muy bueno, siempre que exista alguien diferente a ti, dispuesto a pagar sus costos.
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