La imaginación y el hombre totalitario

Jo-ann Peña Angulo

 

Imaginar el mundo implica imaginar la historia del hombre. Sus recorridos pretéritos,  contemporáneos y futuros, convergen en el presente como el instante imaginado. Estudiar la historia del hombre, sus interrelaciones y contextos, supone un proceso creativo unísono  a la imaginación. ¿Quién no ha imaginado los escenarios históricos del hombre? ¿quién no ha sido influenciado por la carga imaginaria de los procesos históricos, por su relato fidedigno o tergiversado?

 

En todo este proceso, el poder de lo imaginado cobra protagonismo, pues en esa construcción narrativa, la imaginación es el receptáculo que contiene lo ideal, aquello que tiene o no tiene fundamento en la realidad así como las imágenes que provienen de las fantasías. De hecho, cuando Hayden White en su obra sobre la imaginación histórica recurre a esta dimensión en palabras de los principales escritores y filósofos del siglo XIX, lo hace sabiendo que encontrará allí, los distintos contextos y significados que le permitirán estudiar el conocimiento y la conciencia histórica.

 

Datos, hechos y conceptos se mezclan en el texto narrativo, el cual sin dejar muchas veces de lado influencias ideológicas, va entretejiéndose con un fin: explicar un proceso, hecho o fenómeno histórico.  Ahora bien, cuando en ese relato, la dimensión imaginada que se impone es la que proviene de todo aquello que carece de fundamento,son las fantasmagorías las que se adueñan y se enraizan en dicha narrativa. Se llega así a los peores casos: el relato se convierte en excusa y justificación para actuar en nombre de la venganza y los traumas históricos. En este punto deseo concentrarme hoy, pues son esas  circunstancias culturales en las que se produce, sobre las que se proyecta e imagina, las que configurarán las imágenes de los rencores colectivos y sociales, dispuestas en forma de relatos “históricos”

 

Es así como la imaginación va construyendo, argumentando, y consolidando las imágenes del odio, en cuya representación histórica escrita o simbólica, salen a relucir traumas,  complejos familiares y colectivos, escenarios en los que la impronta oral, juega un rol fundamental y en cuyo discurso repetitivo de “ricos contra pobres”, “los ricos son malos” junto a cualquier otro tipo de afirmaciones discriminatorias, cultivan y alimentan desde el mismo entorno familiar, las construcciones semánticas del relato, que se encuentra ya internalizado.

 

“Una imaginación bien orientada permite al intelecto apreciar las circunstancias de otros más concretamente y elaborar nuevas patrón de acción humana e interrelación «[1].¿Qué sucede entonces cuándo la imaginación es guiada por el enojo y el resentimiento? ¿Qué ocurre cuando dicha imaginación es la encargada de crear y recrear el mal?

 

La imaginación “debería remontarse, por supuesto, a su equivalente en latín imaginatio, cuya raíz, imago, había significado una copia o semejanza. En Virgilio y Cicerón esto se usó ampliamente para una estatua, sello o espíritu, pero Cicerón le dio también el más técnico y significado psicológico o («una imagen de una cosa que se encuentra en la mente, un concepción, un pensamiento, una idea)”[2]

 

No es la imaginación problema ni obstáculo del conocimiento, ya lo decía Albert Einstein. La imaginación es la vida misma. El peligro emerge cuando lo que está en la mente, se cultiva y se materializa con el firme propósito de tergiversar, manipular y causar daño.

 

La carga imaginaria de los procesos históricos da pie a la creación del relato histórico justificador, cohesionador de odios y resentimientos, los cuales muchas veces se trasmiten como el ADN, calcando patrones aprendidos. Entramos así en la dimensión moral de la imaginación.

 

Esas imágenes del odio son el vehículo para la movilización de los enojos y traumas. Son tan fuertes, que se enraizan en lo más profundo, ocultando la propia realidad. El hambre, el desespero, las torturas y las muertes no logran incluso opacar el ideal imaginado. Cada vez que se asoma esta posibilidad, la propia imaginación actúa, visualizando un futuro mejor, que pronto llegará.

 

Así ese hombre totalitario, del escrito anterior, apelará a la imaginación  para copiar y reproducir su resentida realidad así tenga que atentar contra la propia condición humana.

 

Referencias

 

[1]George F. McLean, John A. Kromkowsh, The Imagination, Cultural Heritage and Contemporary Change, SeriesVII Seminars on Culture and Values, volume 4, p. 2

[2] Ibíd, p.5

 

Imagen:Los condenados de ser echado en el infierno, obra de Cornelis De Baellieur. Fuente: http://wikioo.org/es/artist.php?name=Cornelis%20De%20Baellieur

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