23 de febrero: La dura lección de la libertad

Jhonaski Rivera Rondón

 

Veinte años han transcurrido desde que Venezuela comenzó a transitar en el doloroso reconocimiento del valor de la libertad, y es que precisamente en ello radicó nuestra historia democrática, en no comprender la fragilidad de la libertad, dado que exige un constante esfuerza de autoafirmación de nosotros mismos, del reconocimiento de nuestras fuerzas y capacidades en el marco de nuestros derechos y deberes en el trajinar de la vida pública, como bien nos sugeriría Kant como prerrequisito del ejercicio de la libertad, salir de nuestra condición de minoría de edad, lo cual quiere decir que: “Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro.”[1]

 

Y es precisamente que la fortaleza de nuestra democracia venezolana desde su nacimiento y su pleno ejercicio en los años 60’ del siglo pasado, estuvo siempre bajo la sombra del populismo, sin embargo en el devenir de nuestra historia política, nuestro sistema democrático se fue resquebrajando cada vez más, para darle paso firme al personalismo político.

 

Hugo Chávez se erigió como un mesías, que tras haber cargado la dolorosa cruz de un golpe fallido, descendió y ascendió de los infiernos carcelarios para personificarse como la esperanza del Pueblo, alcanzado así el poder. Situado en el centro direccional del aparato estatal, tras intentos de frenos y resistencias, no se logró contener el inflamiento de tal personalidad, hasta llegar a consolidarse como “Razón de Estado”.

 

Lo que permitió, que tras la fragilidad mortal del recién electo presidente, Hugo Chávez Fría en el 2012, transfiriera con su dedo divino al heredero, Nicolás Maduro. Mera artimaña política de un populista que se creía invencible, y dejaba en el poder a un títere fácil de manejar, pero que a la postre, queda como el acto que marca el mayor desprecio que puede tener un hombre hacia su país.

 

2268 días han transcurrido hasta hoy, 23 de febrero, desde que esa infame “coronación” le diera paso a la amenaza latente del pleno ejercicio de la tiranía. Si ya bien el paternalismo de Chávez, tomando las palabras del pensador liberal Isahia Berlin: “…es un insulto a la concepción que tengo de mí mismo como ser humano, determinado a realizar mi propia vida de acuerdo con mis propios fines (no necesariamente racionales o benéfico) y, sobre todo, con derecho a ser reconocido como tal por los demás.”[2]

 

Razón tenía Napoleón Bonaparte al decir: “…que cualquier imbécil puede gobernar durante cierto tiempo por medio del terror”. Eso lo demostró, aquel que dejaba progresivamente su inseguridad ante el resguardo del poder tiránico, Nicolás Maduro, que a pesar de hacer caso omiso al descontento general de la ciudadanía venezolana, la cual fue demostrada en la elecciones Parlamentarias del 2015, el madurismo fue calentando los motores para desplegar todo el aparataje del terror, para contener así el descontento generalizado que despertaba la sola presencia de Nicolás Maduro.

 

Dura represión y persecución de las protestas desde el 2013 hasta ahora, con una cantidad infinita de lágrimas que enjuagan los rostros de corazones desconsolados que deja la ruptura de los fuertes lazos familiares, ya sea porque un hijo o un hermano se va del país, ya sea porque la muerte pase factura por carencia de medicinas, o por la mano vil del cómplice del gobierno que asesina a un pecho henchido de futuro, en fin un conjunto de hechos que se dan bajo el consentimiento de un indolente Buró político.

 

Entonces, ante promesas populistas y socialistas, así como ya lo había avizorado el periodista liberal Carlos Rangel, la libertad se convirtió en un obstáculo: “…para la reforma de las estructuras económicas y sociales a favor de la mayoría, y una demostración de que el sistema democrático es insincero, porque admitiría la participación de la opinión marxista en el debate político democrático, pero negaría la posibilidad del ejercicio de un poder marxista ganado por los votos, dentro de los mecanismos de la democracia.”[3]

 

Es así que Venezuela sucumbió ante las sirenas ideológicas del socialismo, que en búsqueda de una justicia social, terminó invocando todo lo contrario. Es así que pareciera que nuestro hacere político nos dota de cierta cuota de culpabilidad [colocar link]. Pero tanta incertidumbre ha llegado hasta aquí, éste año, 2019 despertó con una esperanza palpable, el mejor regalo que se le puede hacer a una generación, quedando superado el desgaste político de una oposición que no encontraba que hacer, que entre conjuras y complicidades, prefirió dejar intereses a un lado, para apoyar con su silencio, la unidad que representa la figura parlamentaria de Juan Guaido, Presidente (E) de Venezuela.

 

En tal sentido la ayuda humanitaria que se presenta ante nuestros ojos, es la fe tangible de un país que no se encuentra solo, y un mundo que reconoce que es en la libertad donde se puede encontrar la dimensión existencial más plena del hombre. Por ello éste 23 de Febrero significa un parte aguas del compromiso que se le presenta a una generación en recuperar la libertad de toda una nación.

 

[1] Inmanuel Kant: Qué es la Ilustración y otros escritos de ética, política y filosofía dela historia. 2da. ed. Madrid: Alianza, 2013. p. 87.

[2] BERLIN, Isaiah: La traición de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana. México. D.F: Fondo de Cultura Económica. 2004. p. 168.

 

[3] Carlos Rangel: Del buen salvaje al buen revolucionario. Caracas: Monte Ávila, 1982. p. 430-431.

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