Pensar la intelligentia: Comentarios sobre el Opio de los intelectuales

Jhonaski J. Rivera Rondón

 

El leer aparenta un acto que alberga cierta pasividad, pero ello exige algo más del lector que su mera atención, ya que al igual que la escritura puede convertirse en un proceso de creación. En algún momento la escritora Virginia Woolf decía que leer un libro solo era el cincuenta por ciento del proceso, la otra mitad consistía en la inesperada vida que adquirían las palabras leídas, ya que podían venir a nosotros repentinamente en una conversación espontánea o en la soledad meditabunda, y es así que el libro sale nuevamente al encuentro con el lector.

 

Dentro de la propia lectura se pueden estar desarrollando asociaciones, bien sea con otros textos u experiencias, en el cual el lector enriquece lo leído al plasmarle su marca personal con la interpretación que hace. Y en este aspecto es que reside la validez de nuestra reflexión alrededor del libro el Opio de los intelectuales, escrita por el pensador francés Raymond Aron, siendo el punto partida para nuestra preocupación sobre  las nuevas formas que ha adquirido el opio de los intelectuales, que en su momento fue el marxismo, tal como correspondía al contexto de Aron en 1955, año en que se publicó dicha obra. Pero con el desprestigio que tuvo el marxismo a partir del oleaje escéptico del posmodernismo, el opio adquiría otra modalidad, tal como lo ha venido a ser el multiculturalismo, siguiendo la aseveración del irreverente pensador, Rusell Jacoby.

 

La razón para que los intelectuales merezcan ser pensados ya lo adelantamos con  anterioridad (Link articulo anterior), el cual era por su implicación moral y política. Nuestra preocupación sobre la intelectualidad y los intelectuales guarda relación con lo que motivó a Raymond Aron a escribir su libro, en donde señala su pretensión, el cual era:

 

“…tratar de explicar la actitud de los intelectuales, despiadados para con las debilidades de las democracias, indulgentes para con los mayores crímenes, a condición de que se los cometa en nombre de doctrinas correctas, me encontré ante todo con las palabras sagradas: izquierda, Revolución, proletariado.»[1]

 

Y en estos rasgos consistentes en el modo de expresión de los intelectuales, Aron desbroza el mito de la supuesta unidad histórica de “la” izquierda. la irrupción rebelde de la Revolución y la predestinación del proletariado. Y esta capacidad de los intelectuales de constituir mitos, que son destructivos para la democracia y legitimar acciones políticas reprochables, es lo que permite recordar como los intelectuales pueden conformar organizaciones del odio[2].

 

Pero hay mas,  no solo se dimensiona el carácter crítico que debe constituir el juicio del intelectual ante su realidad, sino que en el caso del opio del multiculturalismo esta latente el peligro de pasar del criticismo al hipercriticismo, siendo esta última igualmente destructiva para la democracia, tomemos de ejemplo al filósofo francés, Michel Foucault, quien en 1978 al ser enviado por el periódico francés ,Le Nouvel Observateur[3] para hacer seguimiento a la revolución iraní, él percibió lo que sucedía en esta región de oriente como una alternativa y un envalentonamiento contra los opresivos valores occidentales, por lo que un año después, al hablar sobre el gobierno revolucionario instaurado en Irán, lo “presentaba como liberador, verdadero umbral de una novedad, encarnación de la resistencia a la opresión,” el cual se transformó “en una dictadura brutal.”[4]

 

De allí que se observe como el hipercriticismo contra Occidente puede llegar a justificar las pasiones políticas más viles y destructivas  para el gobierno democrático, socavando desde las bases el orden moral que las sustenta. El socavamiento de los principios éticos no solo es capaz de reestructurar una escala de valores, sino que también alcanza a definir la distribución de los deberes y derechos sobre los gobernados, llegando a generar serios conflictos, que en última instancia, cuando se conoce la lógica para su resolución, ellos pueden ser utilizados a conveniencia del gobierno tiránico de turno.

 

Por ello que pensar sobre la intelligentia permita reflexionar sobre una realidad social y política, pero hay más. Según Raymond Aron también consistió que al aproximarse a: “La crítica de estos mitos me llevó a reflexionar sobre el culto de la Historia y luego, a interrogarme acerca de una categoría social a la que los sociólogos no han acordado aún la atención que merece: la intelligentia.[5]

 

Las diversas maneras en que pueda ser utilizado el pasado, ya sea para brindarle culto a la historia, en donde los usos políticos de la nostalgia no dejan de estar a la postre del poder, son mecanismos simbólicos correspondientes al plano de trabajo del intelectual, y por ello el llamado de atención hacia la categoría de intelligentia, ya que siguiendo la definición que da el infame sociólogo, Luis Brito García, los intelectuales : “son aquellos integrantes de la fuerza de trabajo que se dedican esencialmente a la manipulación de símbolos.”, por lo que “Entre ellos, un sector específico — aplica sus conocimientos a reflexionar sobre la sociedad y sobre su lugar dentro de ella, e intenta orientar el curso de los fenómenos colectivos mediante la divulgación de sus  conclusiones.”[6]

 

Y este trabajo puede estar a la postre del mejor postor, todo corresponde según la ética del propio intelectual, pero ello hace innegable la capacidad de movilización política que pueden tener estos agentes, gracias a la manipulación de los símbolos, actividad que no puede ser menospreciada en este siglo donde predomina las organizaciones del odio de izquierda, que así como en otro se llegaron a fundamentar regímenes políticos totalitarios bajo principios racistas y escatológicos, en la actualidad no deja de ser la excepción.

 

No obstante los retos en actualidad no dejan de ser tan amplio y dinámica, en el cual resulta un reto problematizar sobre los aspectos fundamentales que componen nuestra realidad globalizada. Por un lado tenemos la efervescencia nacionalista, dejando a merced a nuestras democracias a cesarismos plebiscitarios, la movilización migratoria musulmana, el radicalismo de minorías culturales, así como otros componentes que agudizan la paradoja de la tolerancia y favorecen al resquebrajamiento de los fundamentos políticos del modo de ser occidental, que tiene a la libertad como un aspecto fundamental en su constitución existencial.

 

Acompañado a esto, resulta sumamente pertinente reflexionar sobre los limites del relativismo que pueden llegar a ser promovidos indiscriminadamente por los intelectuales, destruyendo todo punto de referencialidad que paralice el juicio de las personas, y dejando a merced para la instauración de nuevos mitos, o como dicen los posmodernos, nuevos “metarrelatos”.

 

El multiculturalismo no es la excepción para ser propensa a convertirse en un metarrelato que sirva para justificar actos totalmente condenables, tal como la indiscriminada violencia de grupos “minoritarios” hacia el individuo, y ello resulta pertinente al considerar lo que señala la escritora Ayn Rand sobre la función política de los derechos, cuya labor es: “proteger a las minorías de toda opresión ejercida por las mayorías (y la minoría más pequeña de la Tierra es el individuo).”[7]

 

Y de alguna manera hemos pretendido actualizar la preocupación de Raymond Aron, al compartir junto con el interés sobre los mitos políticos, los usos (y abusos) de la historia y el opio de los intelectuales como cuestión en que actualmente merecen ser pensadas para la continuación y preservación de los órdenes liberales y democráticos, en donde los nuevos retos políticos, económicos, sociales y ambientales los pone en constante amenaza cuando se sale al encuentro con el porvenir.

Referencias

 

 

[1] Raymond Aron: EL Opio de los intelectuales. Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1961. p. 9.

[2] Julien Benda: La traición de los intelectuales. Santiago de Chile: Ercilla, 1951. p. 33.

[3] Michel Foucault: “A quoi révent les Iraniens?, en Le Nouvel Observateur, 16 de octubre de I 978.

[4] François Dosse: La marcha de las ideas. Historia de los intelectuales. Historia intelectual. Valencia-España: Universitat de València, 2003. p. 97. El artículo se tituló “Inutile de se soulever”, publicado en Le Monde en el 11 y 12 de mayo de 1979.

[5] Raymond Aron: Op. Cit. p. 9.

[6] Luis Brito García: Crisis de los Intelectuales e Intelectuales de la Crisis. Caracas: Catedra Pío Tamayo, 1985. p. 1.

[7] Ayn Rand: La virtud del “egoísmo”. s/d: Ecuación, ¿1963?. p. 141.

Imagen: Raymond Aron Fuente:http://www.paginaindomita.com/raymond-aron

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