Placeres y necesidades en el Estado Totalitario

Jo-ann Peña Angulo

 

Dentro del Estado Cuartel[1]The Garrison State- la socialización del peligro, entendida como el proceso que permite compartir el miedo de los ciudadanos, cumple un rol fundamental. Allí, la élite gobernante conformada por los especialistas de la violencia junto con algunos pocos civiles detenta el poder tutelados en la implantación del miedo universal, a través de los instrumentos de guerra y otros mecanismos de control.

 

Al respecto Lasswell expresa  “… la socialización del peligro … es una característica permanente de la violencia moderna, la nación se convierte en una empresa técnica unificada”[2] al involucrar la transformación del Estado en una sucursal de guerra, que prioriza la compra de armas y todo lo referente a la violencia.

 

Bajo este contexto, mi objetivo en este ensayo es mostrar que dicho proceso de socialización no solo es propio del Estado Cuartel –expresión totalitaria-  sino de todo ente totalitario. Esta aclaratoria es fundamental, pues dicha categoría no ha sido aceptada como corpus teórico para signar la materialización del régimen venezolano, implantado desde 1999. No obstante, queda claro que se acepte o no, me interesa en este punto resaltar algunos aspectos de la naturaleza totalitaria del chavismo en el poder. Para tal fin, partiendo de la socialización del peligro diserto además sobre las ideas del placer y el sacrificio disciplinado, instrumentos de control y socializados en el Estado totalitario.

 

El miedo al dolor, a la prisión y a la muerte son compartidos entre los individuos del Estado totalitario como parte de las expectativas y la incertidumbre ante el peligro. En este ámbito la idea de la guerra y confrontación constante, promulgada desde el aparato estatal ayuda a configurar el escenario amenazante. Definido como la posibilidad que suceda o no suceda algo, el peligro a lo real o a lo imaginario, no solo paraliza y deprime individualmente sino que se transforma en un sentimiento compartido. Es el miedo al aparato opresor y al peligro que representa, el que vincula a todos los ciudadanos.

 

En este contexto, le es obligatorio al pequeño grupo que detenta el poder, la creación y el mantenimiento del miedo. De tal forma, que lo reinventa y resemantiza con nuevos actores y consecuencias. No poseen los individuos otra opción que socializar el peligro usado a su vez como mecanismo de control por parte del Estado. Aquí, el sacrificio disciplinado es necesario para la sobrevivencia. No hablar de más, hacer colas para adquirir los alimentos y los requerimientos básicos para la vida por ejemplo, moldean la conducta individual al ir en contra de la voluntad.

 

Esta obediencia socializada impuesta desde el Estado involucra la disciplina de los placeres y necesidades, lo que incide directamente en la consolidación institucional totalitaria. Al ser disciplinados, el Estado los administra en pequeñas dosis, aumentando el “disfrute” de los mismos. Un ejemplo de esto lo tenemos en la distribución de las llamadas cajas CLAP en Venezuela: la emoción experimentada al recibirla emula no solo la sonrisa de un gran regalo sino que “recompensa” con serenidad al que la recibe. La incertidumbre por el alimento es apaciguada desde el Estado, disminuyendo considerablemente la incertidumbre y el peligro del hambre.

 

El sacrificio disciplinado de la larga espera es “recompensado”.De esta forma el placer socializado une a los individuos “beneficiados”. Para lograrlo, no debe ser objeto ni sujeto de sospecha ideológica, de lo contrario al menos que tenga “una mano amiga” en la red de la obediencia, podrá disfrutar de la alegría y la tranquilidad que supone recibir una caja CLAP.

 

Con estas prácticas el totalitarismo se asegura administrar placeres y  necesidades. En este proceso, los individuos transitan el proceso interno de la culpa generada por el deseo de pretender más de lo permitido. Dicha culpa expresa Lasswell  “se puede aliviar a través de la restauración orgástica de las costumbres establecidas en el sacrificio disciplinado”[3]. En otras palabras, dentro de los patrones de obediencia totalitaria se normalizan también los momentos de excesos: mujeres semidesnudas en sus actos proselitistas, un pernil en navidad, un concierto de música, son solo algunos ejemplos implementados por el chavismo.

 

El disfrute está por encima de los llamados de conciencia, disminuidos por los excesos promovidos por el Estado totalitario, entre los cuales, la asignación de divisas extranjeras a los venezolanos a través de CADIVI, representa solo una muestra de la asignación del placer limitado, por parte del Estado.

 

Nos dice Lasswell que la propia clase dominante está en peligro por la creciente frivolidad social, prefiere entonces administrar necesidades y privilegios, antes que cederlos. En consecuencia el Estado totalitario como bastión del peligro no solo necesita de la guerra sino que amerita del escenario de la escasez para erigirse como el dador de vida y alegrías.

 

Referencias

 

[1] Revisar “El Estado Cuartel, el enemigo interno y el asedio ciudadano en Venezuela (1999-2006)” en  el Dossier de la Revista Mundo Nuevo,Año VI. N° 15, Año VI. N° 15. 2014  y “Aproximación teórica: la autoridad en el Estado Cuartel” en el libro El Estado Cuartel en Venezuela. Radiografía de un proyecto autoritario, coordinado por Luis Alberto Buttó y José Alberto Olivar. Primera edición 2016 y segunda edición 2018.

[2] Harold D. Lasswell, The Garrison State, p.459.

[3]Harold D. Lasswell, op. cit, p.465

 

Imagen: Getty Images

No Comments

Sorry, the comment form is closed at this time.